LA DESIGUALDAD PUEDE SER DAÑINA… EN SOCIEDADES NO LIBRES

Por Vincent Geloso
American Institute for Economic Research
5 de junio del 2021

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En las últimas décadas, ha habido un aumento innegable en las preocupaciones acerca de la desigualdad. El temor recurrente es que la desigualdad creciente no sólo es injusta, sino que puede penetrar la habilidad para generar un crecimiento económico sostenido. Economistas, de derecha a izquierda, han hecho eco de este argumento.

Sin embargo, el argumento de que la desigualdad está adversamente ligada con el crecimiento tiene, en el mejor de los casos, un apoyo empírico mixto. Algunos estudios encuentran que reduce el crecimiento económico. Otros no encuentran efectos de la desigualdad sobre el crecimiento. Unos pocos hallan que la desigualdad puede elevar el crecimiento económico hasta cierto punto y dañar al crecimiento después de él.

¿Qué sentido podemos hacer de resultados tan diferentes? La repuesta yace en la premisa hecha por muchos. La premisa es que hay un nivel óptimo de desigualdad (un punto ideal) que es generalmente bien compartido a través de las sociedades. Estoy en desacuerdo con dicha premisa, pues, por lo general, omite el papel importante de las instituciones. El tipo de instituciones bajo las que emerge la desigualdad determina si (o en qué grado) es dañina para el crecimiento económico.

En un artículo reciente en la revista especializada Journal of Institutional Economics, del que fui coautor con Vadim Kufenko, planteé el caso al enfocarme en un microcosmos único y altamente ilustrativo: los Juegos Olímpicos del verano.

Debido a que el talento para los deportes es innato, usted esperaría poca relación entre habilidades e ingreso. Sin embargo, los costos de entrenar un atleta son los mismos para todos. En esencia, pobres y ricos con talentos deben sobrepasar la misma valla (esto es, el costo de entrenarse), para estar en capacidad de perfeccionar sus talentos y competir en los Olímpicos. En ese caso, uno diría que la desigualdad -todo lo demás constante- limitaría las probabilidades de los pobres con talentos para competir. Como resultado, su país natal no enviará el equipo óptimo a los Olímpicos y el medallero será inferior a lo que podría haber sido. Así, tenemos un microcosmos que liga las restricciones individuales con el desempeño agregado (esto es, a nivel de país), mediante la desigualdad del ingreso.

Pero, hay una fuerza compensatoria que necesita mencionarse y aquí es en donde entran las instituciones. Países económicamente libres tienden a poseer derechos de propiedad seguros. Debido a que ellos tienen derechos de propiedad seguros, permiten que atletas se apropien de los frutos de sus esfuerzos, con poco riesgo de expropiación. Puesto de otra forma, los derechos de propiedad generan un incentivo para el esfuerzo.

En el caso de nuestro microcosmos, ese incentivo funciona más fuertemente para los pobres con talentos. Si las compensaciones son las mismas para todos (en términos absolutos), entonces, es posible que sean marginalmente más importantes para los pobres con talentos. Los derechos de propiedad brindan una fuerza que mitiga los efectos de la desigualdad en la sociedad. Observe aquí la implicación crucial: configuraciones institucionales modulan los efectos perjudiciales de la desigualdad.

Es esta implicación potencial lo que Kufenko y yo investigamos. Usamos los Juegos Olímpicos del 2016 y consideramos la cantidad de medallas obtenidas para cada país por millón de habitantes, el nivel de desigualdad del ingreso y el nivel de libertad económica (que incluye el componente de derecho de propiedad). Encontramos que la desigualdad del ingreso sí influye en las medallas obtenidas. No obstante, ese efecto se encuentra dentro del grupo de países con bajas valoraciones en el índice de libertad económica. En el grupo de países con altos niveles de libertad económica, la desigualdad del ingreso no tiene un efecto significativo.

También, tratamos de correr lo que, en esencia, equivale a una carrera de caballos entre libertad económica y desigualdad del ingreso. Encontramos que la libertad económica aumentó las probabilidades de ganar más de 1 medalla y las probabilidades de ganar más medallas en exceso de esa primera medalla. Si bien la desigualdad del ingreso tiene un efecto adverso, su impacto es mucho menor cuando se le compara con aquel de libertad económica.

Así, los efectos de la desigualdad parecen estar condicionados a una institución del país. Este punto es frecuentemente ignorado por economistas interesados en la desigualdad. Cuando eso se reconoce, se menciona de forma ocasional, y no se derivan implicaciones de ello.
Esta es una falla importante en la profesión. La desigualdad puede ser dañina y conducir a la inestabilidad social.

A pesar de lo anterior, para que la desigualdad sea dañina, se deben satisfacer ciertas condiciones institucionales. Como lo indicó Finis Welch:
“La desigualdad es destructiva siempre que la ciudadanía de bajos ingresos vea a la sociedad como injusta, cuando vea al esfuerzo como sin valor, cuando la movilidad hacia arriba es vista como imposible o tan poco posible que no vale la pena su búsqueda.” Las naciones económicamente libres tienden, en virtud de su protección a los derechos de propiedad, a producir más compensaciones al esfuerzo, lo que aumenta la posibilidad de una movilidad hacia arriba.

Hay una implicación sencilla de esto: si usted está preocupado por los efectos sociales de la desigualdad, usted realmente está preocupado por la baja calidad de las instituciones.

Vincent Geloso, un compañero sénior en el American Institute for Economic Research (AIER), es profesor asistente de economía en King’s University College. Él obtuvo su PhD en Historia Económica en la Escuela de Economía de Londres.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.