DESINFOGANDA

Por Robert E. Wright
American Institute for Economic Research
27 de mayo del 2021

PRIMERA NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como Robert e. wright american institute for economic research dismisinfoganda May 27, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

SEGUNDA NOTA DEL TRADUCTOR: En inglés ambas palabras (“misinformation” y “disinformation”) aparecen traducidas como “desinformación,” pero, en ese idioma hay una diferencia entre “misinformation,” que sería desinformación errada que se divulga inocentemente, mientras que “disinformation” es una desinformación errada, falsa, que se disemina deliberadamente. O sea, en la segunda hay un interés nefasto o ruin, mientras que en la primera no lo hay. Usaré en español la palabra desinformación para la primera e información falsa para la segunda idea.

Desinformación; esto es, afirmaciones equivocadas hechas inocentemente, e información falsa [la que es diseminada deliberadamente], por mucho tiempo han convivido para crear propaganda, una visión distorsionada diseñada para lograr algún objetivo político.

Las líneas entre esas mentiras se han borrado tanto que sólo una voz compuesta neo logística, desinfoganda, captura plenamente la realidad reciente.

Como una canción hip-hop, dividámosla:

dis = afirmaciones intencionalmente erradas (mentiras)

mis = afirmaciones erradas sin intención (error)

dismiss = negar una afirmación sin comprometerse empíricamente con ella

info = una afirmación acerca del mundo verdadero

(propa)ganda = aquello que es propagare; esto es, propagado o diseminado

Ergo, desinfoganda es la diseminación politizada o el aplastamiento de afirmaciones sin, o contrastada con, evidencia empírica adecuada.

La desinfoganda permanece siendo agnóstica acerca de la motivación, la que, a menudo, es opaca, incluso ante las afirmaciones de su originador. Aún más, lo que más importa no es la creación de la afirmación, sino su propagación. La gente tiende a creer, y divulgar, afirmaciones que cree justifican sus puntos de vista ideológicos o promueven sus intereses materiales. El proceso selectivo (disemine o ignore) ocurre independientemente de la intención del originador de la información.

Un libro de 1975 de Tom Burnam, actualizado en 1986, titulado The Dictionary of Misinformation (New York: Thomas Y. Crowell) ahora parece ser algo pintoresco. El autor usa la mayor parte de sus 302 páginas no documentadas para explicar el uso apropiado de palabras como zepelín, que, además de estar en el nombre de una de las mejores bandas de rock and roll de siempre, era la única aeronave más ligera que el aire, que era tanto orientable como rígida. Algunas simplemente corregían elisiones [pérdidas fonéticas] frecuentes de la historia, mientras que frases como la “Proclama de la Emancipación” vino a sustituir a la Decimotercera Enmienda, hasta una mala atribución de orígenes, como Charles Darwin siendo la primera persona en elucidar la evolución biológica. Asuntos importantes para editores de copias y verificadores de hechos, pero inofensivos en su mayor parte.

Asuntos vitales simplemente fallan si son equivocados. Si un ingeniero niega que dos más dos son cuatro, y trata de mandar un cohete al espacio, él o ella no va estar en capacidad de construir el cohete, mucho menos de brindarles a otros el schadenfreude [Nota del traductor: palabra en alemán que significa sentimiento de alegría que se deriva del sufrimiento o infelicidad del otro] de mirar la cosa explotar en la plataforma de lanzamiento.

También, aseveraciones comerciales engañosas tienden a arder en llamas, aunque sólo metafóricamente y algunas veces demasiado lento.
Competidores y consumidores tienen incentivos fuertes para exponer la verdad, de que aseveraciones acerca del producto de tal o cual compañía son falsas o deliberadamente engañosas y eso a nadie más le interesa mucho, lo que mantiene el ruido a un mínimo. Por supuesto, también compañías pueden tratar de diseminar información acerca de competidores, pero ellas tienen que hacerlo subrepticiamente o los consumidores de inmediato lo descontarían. La mezcla actual de retroalimentación para el consumidor (como ¡Yelp! Y otros), opinion de expertos (por la vía de Consumer Reports y similares), señalamiento costoso de calidad (como la certificadora UL y otras), bases de datos o agregaciones de productos (como el CPID: Identificador de Componentes y Partes), permanece siendo imperfecta, pero, en tiempos normales (que estos no lo son), funciona lo suficientemente bien. Uno espera que ante cualquier intento privado de “cancelar” a cualquier evaluador o diseminador bona fide de información comercial, en la forma en que el sitio del medio social Parler fue cerrado a principios de este año, se reunirían los ministerios de justicia y comercio con una retribución rápida y segura.

Por supuesto, Parler no era una fuente importante de información comercial sino, más bien, un foro para compartir opinión política e información sobre políticas, que uno pensaría estaría protegido por la Primera Enmienda, que afirma que “El Congreso no podrá hacer ninguna ley… limitando la libertad de expresión, ni de prensa, ni el derecho a la asamblea pacífica de las personas.” Si bien es cierto que directamente el Congreso no cerró a Parler, la panoplia de leyes y políticas administrativas hizo que fuera posible legalmente que lo hicieran partes privadas y alguno ha afirmado, incluso yo mismo, que las regulaciones e impuestos son tan altos que las distinciones tradicionales entre lo público y lo privado se han roto. Si en esencia el gobierno puede externalizar en empresas su negocio sucio, la Declaración de Derechos se convierte en letra muerta.

Recientemente, Florida tomó represalias contra lo que su gobernador llama “Censura a las Grandes Tecnológicas.” al aprobar una Ley de Transparencia y Tecnología que intenta obligar a empresas de medios sociales que informen a los floridenses de sus políticas de prohibición y bloqueo y que se apliquen consistentemente a todos los usuarios. La legalidad de la media ha sido cuestionada, aunque muchos estados, incluyendo irónicamente aquel en que se ubica el Valle del Silicio, con regularidad regulan empresas de fuera del estado que hacen negocios dentro de ellos.

Al menos, el tema está siendo debatido, probablemente porque la Censura a las Grandes Tecnológicas sería algo más que irónica. Un tema mucho más importante es la desinfogandización por funcionarios federales, en especial Anthony Fauci. El American Institute for Economic Research y otros han expuesto repetidamente sus mentiras, sus verdades a medias, y sus cambios radicales de timón (y su oscilante brazo de picheo) y, sin embargo, aún así, este individuo super obsoleto conserva su empleo, poder, y prestigio.

Sin embargo, la revelación más reciente, puede finalmente retirarlo de la escena política. En caso que usted no lo haya escuchado, ahora está emergiendo un consenso tal que la hipótesis de que el coronavirus causante del Covid-19 salió del Instituto de Virología de Wuhan en noviembre del 2019, requiere de estudio adicional. Eso no significa que el Partido Comunista Chino deliberadamente liberó el virus al mundo e incluso que lo encubrió, sólo que, por alguna razón, indicaciones previas de que trabajadores del laboratorio experimentaron enfermedad tipo Covid en noviembre del 2019, no estaban plenamente registradas sino hasta recientemente.

El punto aquí es que una afirmación politizada con implicaciones importantes de política que Fauci desestimó rotundamente en mayo del 2020, dice él ahora, un año más tarde, requiere se investigue, pues él “no está convencido” de que el virus emergió naturalmente. Lejos de ser un error aislado, la desestimación clara de Fauci de afirmaciones con un respaldo empírico, forma parte de un patrón de comportamiento desplegado a través de los gobiernos federal y algunos estatales, en relación con reformas y resultados electorales, brutalidad policíaca, motines urbanos, política fiscal y monetaria, y otras áreas de política importantes.

Mientras que difícilmente esa desinfoganda prueba una conspiración del Estado Profundo o de Estados Azules, a los estadounidenses les debería preocupar profundamente que miembros de alto perfil y altamente remunerados no parezcan razonar correctamente. Un científico verdadero, trabajando en el interés público, habría dicho, hace un año, lo que Fauci ahora está diciendo acerca de los orígenes del novedoso coronavirus: “He aquí lo que sabemos, y he aquí lo que aún necesitamos aprender.” En vez de ello, él apalancó su (inmerecida) popularidad y la deferencia tradicional periodística hacia la autoridad, en especial de la variedad de bata blanca de laboratorio, para evitar una línea de investigación que podría haber salvado vidas, al acelerar el desarrollo terapéutico y de vacunas.

Por desgracia, no veo una manera de reducir significativamente la desinfoganda, además de ideas que he expuesto previamente:

1. Mejorar el sistema educativo
para que así más estadounidenses puedan razonar correctamente, hagan las preguntas correctas, encuentren fuentes de datos desinteresadas y, más generalmente, que piensen por sí mismos. Pero, tomaría alrededor de dos décadas disminuir la diseminación y aplastar la curva de las desinfoganda, aún si mágicamente mejoramos la educación, de la noche al día, lo que es poco posible.

2. Hacer que funcionarios públicos hagan una mayor rendición de cuentas
de sus acciones afirmativas y pronunciamientos, estimulándolos así a proceder con mayor cautela en el frente de la política y a hablar con mayor criterio cuando actúen en calidad de político o vocero. Los oficiales de la policía no son sólo servidores públicos, cuyas necesidades de inmunidad calificada necesitan ser reconsideradas, sino que, también, esa reforma esencial parece ser poco posible por el momento.

3. Una transparencia creciente
por medio de una oleada de peticiones con base en la Ley de Libertad de Información o, mejor aún, una divulgación inmediata de información, excepto aquella más secreta de seguridad nacional. Los oficiales de la policía no son los únicos servidores públicos que deberían estar usando cámaras corporales, sino, de nuevo, esa reforma fundamental parece poco posible mientras que los gobernantes logran que se hagan y apliquen sus propias reglas.

4. Estimular la formación de espacios vinculados con noticias
que se comprometan creíblemente con efectuar pagos a partes agraviadas, si aquellos se rehúsan a retractarse de errores, tan prominentemente como los artículos originales.

Hay una luz de esperanza en el hecho de que algunas personas e instituciones importantes aún conservan el incentivo y recursos para exhibir la desinfoganda, y ellas fueron las responsables de retrotraer a la vista la historia del laboratorio de Wuhan con nuevos detalles convincentes.
Pero, el hecho de que un apreciado amigo mío altamente educado se rehusó verme en persona, porque yo no estaría de acuerdo en usar una mascarilla N95 durante horas, si bien él estaba vacunado y yo tengo algo al menos tan bueno, la inmunidad natural, dice mucho.

El New York Times
alega que la inmunidad natural no es mejor que las “vacunas” mRNA [mensajero de ácido ribonucleico], y el Sistema Nacional de Radio arguye que los sobrevivientes de Covid incluso deben ser vacunados, pero, ¿quién puede creen en ellos, o en Fauci, o, para el caso, en cualquiera, en particular cuando políticas importantes, con profundas implicaciones sobre libertades civiles, como pasaportes por vacunas, continúan estando bajo consideración? Allí se encuentra el verdadero costo de una desinfoganda desbocada. En algún momento, muchos estadounidenses creyeron en los funcionarios públicos, a menos o hasta que aquellos tuvieran razón para dudar de ellos, pero, crecientemente, no les creen a funcionarios, al menos o hasta que aquellos tengan una razón para creerles. Tal vez, esa es una cosa buena en el sentido de que, en su momento, induce a los estadounidenses a preguntarse por qué continúan pagando salarios a gente, a quien ellos implícitamente no pueden confiar que haga las labores que le corresponden,

Robert E. Wright es compañero sénior del American Institute for Economic Research. Es (co) autor o (co) editor de más de dos docenas de libros importantes, series de libros y colecciones editadas, incluyendo The Best of Thomas Paine (2021) y Financial Institutions publicados por el AIER. También, ha sido autor (coautor) de numerosos artículos en revistas especializadas importantes, incluyendo the American Economic Review, Business History Review, Independent Review, Journal of Private Enterprise, Review of Finance, and Southern Economic Review. Robert ha enseñado cursos de negocios, economía y de política en la Universidad Augustana, la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York, la Universidad de Virginia y en otras partes desde que obtuvo su PhD. en historia de la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, en 1997.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.