La libertad es una y hay que defenderla en todos los frentes. Se debe defender la libertad en la vida privada, en los derechos de los ciudadanos, en la gestión económica, en nuestra vida social; en todo aspecto de la acción humana. Me recuerda una persona quien en cierta ocasión me dio que era liberal, excepto en lo económico y, entonces, cuando le pregunté por qué, me respondió que porque se ponían de acuerdo para conspirar contra el consumidor. Ante ello, le mencioné si el estado no hacía lo mismo, a diferencia de que en competencia, que muchas veces era obstaculizada por el mismo estado, los individuos serían mejor servidos, al poder tener mayores posibilidades de escoger, en tanto que el estado no permitía competencia a sus actividades del todo. No me respondió más.

POR QUÉ VALE LA PENA CONSERVAR AL CAPITALISMO

Por Joseph Sunde
Acton Institute
26 de mayo del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como Joseph sunde acton institute capitalism May 26, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

En medio de las olas de populismo y proteccionismo que barren a través de la Derecha estadounidense, el capitalismo se ha convertido en un objetivo favorito de muchos conservadores prominentes, culpándolo de la declinación de la religión, la desaparición de la familia, y erosión de la sociedad civil.

Ya sea que la crítica provenga de políticos como John Hawley o comentaristas como Tucker Carlson, los conservadores de libre mercado están siendo crecientemente regañados por estar sumamente comprometidos con la libertad económica. Sin que sea una sorpresa, la Izquierda continúa sus propias críticas de siempre, incitando una alianza extraña, no vista, entre quienes, de otra forma, serían adversarios ideológicos.

Pero, si mantenemos la esperanza de restaurar el orden social, el éxito no vendrá si sucumbimos al antiliberalismo de los populistas y progresistas, adoptando mitologías de suma cero y proteccionismo de Pollyanna [Nota del traductor: proteccionismo basado en la tendencia de la gente a recordar asuntos placenteros más que los no placenteros], en la esperanza de que el gobierno puede, de alguna manera, volver a unirnos.

En vez de ello, la derecha moderna necesita un entendimiento renovado de lo que es, en realidad, la libertad económica y para qué lo es en última instancia ̶ como afirma nuestra dignidad, desata nuestra creatividad, y empodera a nuestra comunidad para responder a las diversas crisis morales que enfrentamos.

En una columna reciente, Ross Douthat analiza algunas de las tensiones claves en juego, haciendo ver que, si bien ciertos ídolos económicos en verdad desempeñaron un papel en el surgimiento de la decadencia y deterioro de Occidente, los factores culturales son mucho más complejos de lo que sugiere la narrativa popular.

Por ejemplo, mientras que a muchos de los “tradicionalistas” anticapitalistas de hoy les gusta (correctamente) romantizar nuestro pasado comunitario, pocos parecen darse cuenta de que la “utopía estadounidense de Tocqueville,” de una vida asociativa, fue producto resultante, no una precondición, del dinamismo económico:

“Si la agitación antitradicional del capitalismo inevitablemente condenó la práctica religiosa, las asociaciones comunales o la institución del matrimonio, usted esperaría que esas cosas simplemente declinaran con el crecimiento rápido y el cambio tecnológico ágil. Imagínese, básicamente, un temprano Estados Unidos tocquevilliano de familias sólidas, una vida cívica floreciente y bancos eclesiásticos llenos al tope dando paso, a través de la industrialización y sub urbanización, a una sociedad cada vez más individualista.


Pero, eso no es exactamente lo que usted ve. En vez de ello, como lo indica Lyman Stone en un reporte reciente del American Enterprise Institute (en donde soy compañero visitante), en realidad, la utopía tocquevilliana no existía cuando Alexis de Tocqueville estaba visitando Estados Unidos en los años de 1830. En vez de eso, el crecimiento de la vida asociativa estadounidense básicamente sucedió durante la Revolución Industrial. El surgimiento de sociedades fraternales es un fenómeno de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. La membresía en los cuerpos religiosos crece a través de la hiper capitalista Edad de Oro. La porción de estadounidenses que se casó antes de los 35 años de edad se mantuvo relativamente estable desde la década de 1890 hasta la de 1960, a través de auges y depresiones y un cambio económico drástico.”


Sin embargo, después de los años de 1960, algo cambió, “con iglesias dividiéndose, familias fallando, y vida asociativa disolviéndose.” Es una tendencia que continúa hasta el día de hoy, explorada extensamente por personas como Robert Putnam, Charles Murray, y Yuval Levin. Y es aquí en donde ahora los conservadores empiezan sus quejas acerca del capitalismo.

También, aquí, la realidad histórica es un poco más compleja. Douthat reconoce debidamente el papel del “individualismo económico y sexual de la era neoliberal,” pero, también, nos recuerda que, igualmente, el dinamismo económico ha estado declinando. “Exactamente, no puede ser sólo la agitación capitalista deshaciendo al conservadurismo, si el estancamiento económico y decaimiento social van mano a mano,” escribe él.

Además, dicha declinación se ha visto en mucho reflejada (y precedida) por tendencias similares a través de Europa Occidental, que ha visto su porción de declinación en la formación de familias y vida institucional. Estos países no son exactamente bastiones de un “capitalismo irrestricto,” al exhibir programas de bienestar masivos basados en el estado y culturas que son mucho menos individualistas en sus espíritus.

A la luz de esa evidencia, haríamos bien en distinguir entre libertad económica y la propensión existente de la humanidad de abusar de sus muchos frutos.

“No es que el dinamismo capitalista disuelve inevitablemente los hábitos conservadores,” escribe Douthat. “Es más que la riqueza que este dinamismo acumula, la libertad que permite y las distracciones tecnológicas que inventa, lo que hace que la gente vida más individualistamente -al inicio felizmente, con el tiempo, tal vez, menos- en formas que en su momento subvierten al conservadurismo y dinamismo juntos.

Estos son problemas predecibles de abundancia, tentaciones hacia el materialismo, al individualismo, y la complacencia, que tienden a aumentar ante una prosperidad diseminada, como sea que llegue. Deberíamos tratarlos, según eso, enfrentando la decadencia de Occidente en el nivel del alma y espíritu humano, no volteándose hacia el gobierno federal como una nueva y mejorada ternera engordada.

“Si la decadencia de la fe familia fuera en realidad un simple asunto de ‘demasiado capitalismo,’ usted podría imaginar un derecho que, en su momento, supere a su individualismo robusto y, en vez de ello, escoger la redistribución y sostenibilidad,” dice Douthat. En vez de ello, “en la realidad los conservadores necesitan de alguna forma poner en marcha, todas juntas, a muchas formas de dinamismo.”

Para Douthat, la tarea de “poner en marcha” el dinamismo involucra un enfoque particularizado hacia una política gubernamental “amistosa hacia el tradicionalismo.” No obstante, incluso él está dispuesto a reconocer que las propuestas mejores y más inteligentes, no serán suficientes para sobreponernos en las luchas que enfrentamos.

El trabajo más difícil es el trabajo cultural, que requiere un renacer más amplio y profundo de las comunidades e instituciones estadounidenses. Si rutinariamente castigamos las causas de la libertad -subcontratando externamente la “protección” y “planificación” al estado administrativo- ¿tendremos en realidad lo requerido para confrontar los desafíos morales en los lugares y espacios en que más importa?

Para que verdaderamente progrese el conservadurismo, y, más importante, para que las comunidades estadounidenses sean revividas, necesitamos abrazar la libertad en todos los frentes, económico, religioso, político, y lo que sea, así como los medios de sabiduría y culturales para levantarse ante los desafíos morales que la verdadera libertad requiere en estos momentos. “El conservadurismo social puede ser subvertido por el dinamismo económico, pero, a su vez, también responder dinámicamente,” concluye Douthat, “por medio de una constante ‘reinvención de la tradición’, usted podría decir, manifestada en un renacimiento religioso, nuevas formas de asociación, nuevos modelos de cortejo, incluso al morir las formas más viejas.”

Los críticos del capitalismo están en lo correcto en una cosa: Los mercados libres, por sí solos, no son suficientes. También, necesitamos virtud. Necesitamos formación y transformación espiritual. Necesitamos instituciones saludables y comunidades morales. Pero, no es posible juntar esas piezas si pretendemos que la libertad económica no sea una parte crucial de la escena.

Como lo escribió en una ocasión el reverendo Robert Sirico:

“Es un comentario revelador de nuestros tiempos que los entendidos políticos y éticos asocien a la libertad con libertinaje, antinomianismo [Nota del traductor: doctrina que dice que los cristianos están exentos de las obligaciones de la ley
moral], individualismo atomístico, y un conjunto de vicios similares antitéticos a la virtud. A pesar de esta actitud de parte de muchos intelectuales profesionales, el sentido común le dice a cualquier persona sensata, que una sociedad que es tanto libre como virtuosa, es el sitio en donde la mayoría de nosotros querría vivir. Pero, ¿qué significa exactamente defender y trabajar hacia la construcción de tal sociedad?

…El reverendo Edmund Opitz, ministro Congregacional quien ha estado escribiendo acerca de estos temas durante muchos años, lo pone de esta forma: ‘La teoría política en nuestra tradición se basa en el supuesto de que los hombres deben ser libres en sociedad, pues cada persona tiene un destino más allá de la sociedad, que sólo él puede concretar bajo condiciones de libertad.’

Si es verdad que cada individuo tiene tal destino, entonces, él no puede ser tratado solamente como un medio para un fin, sino como un fin en sí mismo. Y, si cada individuo es un fin en sí mismo, entonces, sería una violación grosera de la naturaleza esencial y dignidad básica que cada persona posee, tratarla como un medio para los fines de alguien más. Además de la violación de la dignidad humana que resultaría, tal tratamiento de la gente (como un medio en vez de un fin en sí misma) minaría el propio fundamento de la organización civil.”


Al contrario de las caricaturas comunes, el capitalismo vale la pena conservarse, no porque los mercados libres son una “herramienta necesaria” para el crecimiento económico, sino porque la libertad económica honra la dignidad y capacidad creadora de la persona humana.

Si tenemos la esperanza de ganar la batalla contra la corrosión social de nuestro tiempo y construir una economía que es tanto dinámica como humana, debemos poner nuestras miradas en donde en realidad empieza la virtud: en cada y todo corazón humano. La libertad económica es sólo un paso en el camino hacia el florecimiento humano, pero es uno del cual no podemos prescindir.

Joseph Sunde es editor asociado y escritor en el Acton Institute. Su trabajo ha aparecido en sitios tales como The Federalist, First Things, Intellectual Takeout, The City, The Christian Post, The Stream, Patheos, LifeSiteNews, Charisma News, The Green Room, Juicy Ecumenism, Ethika Politika, Made to Flourish, y el Center for Faith and Work. Joseph vive en Minneapolis, Minnesota, con su esposa y cuatro hijos.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.