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LAS CUARENTENAS DESTRUYERON LA DEMOCRACIA ALREDEDOR DEL MUNDO

Por James Bovard
American Institute for Economic Research
10 de marzo del 2021

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Si bien el número de fatalidades atribuidas al Covid-19 es cuidadosamente seguido por los gobiernos, poca gente ha reconocido cómo los cierres impulsados por la pandemia han devastado a la democracia alrededor del mundo. Las proclamas de emergencia han facultado a presidentes y otros funcionarios gubernamentales para apropiarse de nuevos poderes vastos que estaban previamente prohibidos para ellos.
Los burócratas del gobierno se convirtieron en un nuevo sacerdocio que podía santificar sacrificios ilimitados, tan sólo invocando extrapolaciones estadísticas dudosas de peligros futuros.

En octubre, Freedom House emitió un reporte, Democracy under Lockdown – The Impact of COVID-19 on Global Freedom, que advertía que, desde que empezó la pandemia, ”la condición de la democracia y derechos humanos ha empeorado en 80 países.” Sarah Repucci, coautora del reporte, advirtió que “las respuestas de los gobiernos a la pandemia están erosionando los pilares de la democracia alrededor del mundo.”

Se han impulsado abusos de poder por una presunción de que funcionarios del gobierno están autorizados a todo el poder que ellos alegan necesitan para mantener segura a la gente.

Cuando la pandemia arribó a Estados Unidos, gobernadores de muchos estados respondieron dejando caer el equivalente de un Bomba de Neutrones Reversa ̶ algo que destruye a la economía a la vez que, supuestamente, no causa daño a seres humanos. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, fijó el estándar al declarar que, efectivamente, él tenía la autorización para infligir cualquier carga sobre residentes de su estado para “salvar, aunque fuera una sola vida.” La gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, prohibió que todo mundo saliera de su casa para visitar a familiares o amigos. El alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, prohibió que la gente saliera de su casa a caminar o andar en bicicleta. Más de diez millones de empleos se perdieron gracias a las cuarentenas, razón importante de por qué el año pasado la esperanza de vida en Estados Unidos tuvo su caída más aguda desde la Segunda Guerra Mundial.

Australia impuso algunas de las restricciones más severas. En agosto, el estado de Victoria dictó un toque de queda en casa de 8 p.m. a las 5 a.m. para el área de Melbourne y prohibió a la gente salir a más de tres millas de su residencia. El premier de Victoria, Daniel Andrews, decretó: “En donde usted durmió la última noche, es adonde usted necesitará quedarse durante las próximas seis semanas.” Desde ese entonces, Melbourne ha sido golpeada con cuarentenas repetidas.

Gran Bretaña desató algunas de las restricciones más absurdas. En junio, prohibió que parejas que vivían en casas diferentes tuvieran sexo al interior de sus hogares. El Independent (Reino Unido) hizo ver que, “personas que tienen sexo afuera de ellas, pueden ser penalizadas bajo leyes preexistentes acerca de una decencia pública escandalosa y una exposición indecente.” Steve Watson reportó en enero para Summit News que ministros del gabinete británico “habían debatido privadamente impedir que personas hablaran entre sí en la calle y en supermercados, e incluso impedir que la gente saliera del hogar más de una vez a la semana, e introdujo toques de queda.” El ministro británico de vacunas, Nadhim Zahawi, dijo inquieto, “Estoy preocupado acerca de algunas de las fotos que he visto en interacciones sociales en parques, a los cuales, si usted tiene que ejercitarse, puede salir sólo para ejercitarse.” En apariencia, es necesario un voto nacional de silencio para luchar contra el Covid. Summit News hizo ver que “También, la policía está demandando nuevos poderes para forzar la entrada en las casas de violadores sospechosos de la cuarentena.” El anterior juez de la Corte Suprema británica, Jonathan Sumption, se quejó el mes pasado de que “El viaje al exterior está siendo prohibido, convirtiéndonos en una isla de ermitaños, con base en que no podemos saber qué situaciones estarán acechando allí afuera. La lógica de estas políticas es que debemos estar encerrados por siempre, tan sólo porque el mundo es un sitio peligroso.”

Nueva Zelandia ha impuesto cuatro cuarentenas separadas en busca de hacer desaparecer al virus de la isla, poniendo repetidamente bajo arresto casero a los residentes en la ciudad capital. En octubre, el gobierno anunció que estaba creando “centros de cuarentena” para cualquiera que diera resultados positivos en exámenes y se rehusara obedecer las órdenes del gobierno. Un mensaje de Twitter se burló,
“Nueva Zelandia pasó de prohibir armas a tener campos de concentración en menos de un año.”

Los horrores del Covid han sido más dramáticos en algunas naciones en desarrollo. En Uganda, como lo reportó el Economist, Francis Zaake, miembro del parlamento, entregó alimento a sus votantes más necesitados durante una cuarentena por la pandemia. Pero, “el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, ha ordenado que sólo el gobierno puede entregar alimentos. Cualquier otro que lo haga puede ser acusado de asesinato, ha amenazado el Sr. Museveni, pues puede hacerlo de forma desordenada, atraer multitudes y, por tanto, diseminar el virus.”

Policías y soldados entraron forzosamente en la casa de Zaake y “le empujaron en una camioneta y fue lanzado a una celda. Él dice que ellos lo golpearon, lo patearon y cortaron, le aplastaron sus testículos, le esparcieron sobre sus ojos un químico enceguecedor, lo llamaron perro y le dijeron que dejara la política. Él afirmo que uno le dijo con desprecio: ‘Podemos hacer lo que queramos con usted o incluso matarlo… Nadie hará demostraciones a su favor, pues ellos están bajo cuarentena.’”

En Kenia, la policía mató al menos a 15 personas durante represiones brutales de presuntos violadores de decretos de cuarentena. Amnistía Internacional declaró que la pandemia del Covid-19 brindó “la tormenta perfecta para violencia masiva indiscriminada” por la policía, gracias a la “cultura expandida de impunidad entre miembros del servicio [de la policía], quienes confían en una corrupción sistémica.”

Periodistas de muchas naciones arriesgaban sus pellejos si violaban el monopolio de los políticos en la generación de miedo. Casi cien naciones han impuesto nuevas restricciones a la libertad de expresión y libertad de prensa desde que empezó la pandemia. Freedom House reportó: “Los gobiernos aprobaron nueva legislación contra la diseminación de ‘noticias falsas’ acerca del virus. El cuestionamiento independiente en conferencias de prensa también fue limitado, suspendieron la impresión de periódicos, y bloquearon sitios en la red.”
Reporteros sin Frontera, entidad sin fines de lucro a favor de la libertad de prensa, advirtió, “La mayoría de gobiernos cedió a la tentación, usando una diversidad de medidas represivas…, para hacer que los canales oficiales fueran las únicas fuentes creíbles y autorizadas de información. “Muchos regímenes han expandido la definición de “noticias falsas “para justificar la represión:


  • “En Etiopía, la definición de desinformación es tan amplia que les da a las autoridades el poder discrecional de declarar como falsa a cualquier pieza de información.”
  • “En India, Egipto, Botswana y Somalia, sólo se publican las declaraciones del gobierno sobre el tema.”
  • “En Camboya, el gobierno se dio a sí mismo el poder legal para prohibir la publicación de cualquier información que pudiera causar disturbio, temor o desorden.’”
  • En Ruanda, el periodista que maneja el canal de noticias YouTube, Ishema TV, fue puesto en prisión por violar las regulaciones de cuarentena por el Covid. “En el momento de su arresto él estaba reportando acerca de los efectos de la cuarentena sobre la población e investigando acusaciones de rapto cometido por soldados que ponían en práctica la cuarentena,” hace ver Reporteros sin Fronteras.
  • En Zimbabue, cualquiera “que publique o disemine información ‘falsa’ acerca de un funcionario, o que impida la respuesta a la pandemia, enfrenta hasta 20 años en prisión,” reportó el Economist.
  • Tanzania sufrió una ola de censura después que el presidente de la nación denunció públicamente al Covid-19 como un “complot occidental.” Varios medios noticiosos, incluyendo al principal periódico del país en lenguaje swahili, Mwananchi, fue cerrado después de publicar historias acerca del Covid-19. Otros fueron forzados a transmitir excusas después de presentar reportajes sobre el tema que enfurecieron a las autoridades” hizo ver Reporteros sin Fronteras.
  • En Tailandia, Amnistía Internacional reportó que las “autoridades están persiguiendo a usuarios de medios sociales quienes critican al gobierno y la monarquía, en una campaña sistemática por aplastar la disidencia, la que está siendo exacerbada por nuevas restricciones por el COVID-19. Las autoridades no han desperdiciado su tiempo en usar leyes represivas existentes, a fin de censurar las comunicaciones ‘falsas’ relacionadas con el COVID-19.” El gobierno decretó sentencias de cinco años de prisión para cualesquiera periodistas o medios tailandeses que publicaron información que funcionarios decretan ser “capaz de causar temor en el público.”


“El gobierno lo sabe todo” es el trasfondo de decretos arbitrarios emitidos alrededor del mundo. Un artículo de la Prensa Asociada en enero explicó por qué a los californianos se les denegó el acceso a la información que determinaba la suerte de su libertad: “Funcionarios de salud del estado dijeron que ellos descansaban en un conjunto muy complejo de medidas que confundiría y potencialmente induciría al error público, si fueran hechas públicas.” Pero, muchas políticas dictatoriales guiadas por datos descansaron en datos que, o bien eran fraudulentos, o bien políticamente ideados, o risiblemente inexactos. El día en que Joe Biden fue inaugurado como presidente, la Organización Mundial de la Salud cambió el estándar de la prueba para definir casos del Covid, garantizando que mucho menos “casos” serían reportados y, por ende, convirtiendo los datos de los previos 10 meses en una burla.

Los precedentes de la pandemia plantean un peligro a largo plazo para la libertad alrededor del globo. Freedom House espera que “las respuestas oficiales hacia el COVID-19 han sentado las bases de excesos del gobierno que podrían afectar la democracia en años por venir.”
Esto era previsible desde el inicio de la pandemia, pero, los medios en algunas naciones de Occidente fueron los mayores porristas en la destrucción de límites al poder político. El secretismo que proliferó durante la pandemia hará más difícil para la ciudadanía reconocer qué tan malamente ha sido gobernada.

Al continuar con sus vidas, los ciudadanos de muchas naciones pueden apreciar este viejo adagio de la política estadounidense: “La Constitución no es perfecta, pero, es lo mejor que tenemos al momento.” El juez federal William Stickman IV declaró en setiembre,
“Cuarentenas generalizadas a toda la población son una inversión tan dramática del concepto de libertad en una sociedad libre, casi como para que sea presuntamente inconstitucional.” Pero, a menos que haya un fallo similarmente impactante de la Corte Suprema, las cuarentenas podrían regresar siempre que políticos puedan causar pánico a suficientes ciudadanos, con alguna nueva amenaza.

Las víctimas de cuarentenas alrededor del mundo deberían seguir la advertencia de Thomas Jefferson en 1798, la doctrina de que “el gobierno general es el juez exclusivo del grado de los poderes delegado a él, [es] ni más ni menos que despotismo; pues la discrecionalidad de quienes administran el gobierno, no la Constitución, sería la medida de sus poderes.” Dolorosamente, la pandemia ilustró cómo los funcionarios de gobierno pueden siempre inventar los datos que justifiquen cualquier decreto que a ellos les da la gana emitir. E, independientemente de las muertes y alteraciones innecesarias causadas por las políticas gubernamentales, serán los oponentes a las cuarentenas quienes siempre serán etiquetados como asesinos de abuelitas.

La administración Biden está reviviendo el proselitismo estadounidense por la democracia alrededor del globo. Pero, los cierres por el Covid-10 son una advertencia para que la gente se cuide de gobiernos opresivos, independientemente de su presunto mandato. El mundo no necesita más Democracias de Guardianes de Jaulas, en donde los votos de los ciudadanos solo designan quién los mantendrá bajo arresto casero.

James Bovard es autor de diez libros, incluyendo Public Policy Hooligan, Attention Deficit Democracy, The Bush Betrayal, y Lost Rights: The Destruction of American Liberty. Ha escrito para el New York Times, Wall Street Journal, Playboy, Washington Post, New Republic, Reader’s Digest, y muchas otras publicaciones. Es miembro de la Junta de Colaboradores de USA Today, un contribuyente frecuente a The Hill, y editor contribuyente de American Conservative.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.