Por aquí ya andan los angurrientos del gasto gubernamental en exceso diciendo que apoyan la medida de ese impuesto global, y dicen que se revisará el caso de las zonas francas. Me imagino que, si esa inversión extranjera se fuera del país al ponerse impuestos aquí, esos burócratas de corazón se van a poner felices intentando explicaciones para la caída del empleo bien pagado, la eliminación de gran parte de la inversión extranjera y el efecto positivo en nuestro crecimiento que esas zonas francas tienen sobre el país. Ya se están frotando las manos las mafias de la extorsión tributaria…

QUÉ HACE TAN HIPÓCRITA A LA PRESIÓN DE BIDEN Y YELLEN DE UN “IMPUESTO MÍNIMO GLOBAL”

Por Lawrence W. Reed
Fundación para la Educación Económica
Sábado 29 de mayo del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como Lawrence w. reed foundation for economic education global May 29, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

Joe y Janet los barones ladrones

Imagínese si las compañías petroleras se juntaran y pusieran de acuerdo en cargar a los consumidores no menos de $3.50 el galón de gasolina. Llamémoslo un “impuesto mínimo global.” ¿Cuánto tiempo -en minutos- piensa usted que les tomaría a los medios noticiosos para quejarse y que el departamento de Justicia planteara un juicio antimonopólico?

En días recientes, el presidente Joe Biden y la ministra de Hacienda Janet Yellen endosaron el concepto idéntico ̶ siempre y cuando los perpetradores sean gobiernos.

Si, tan increíblemente como lo pueda ser para niños pequeños, los gobiernos y la doble moral van juntos, como la mantequilla de maní y la jalea.

Biden y Yellen están liderando el ataque en pro de un “impuesto global mínimo” a las empresas. Quieren hacer que los gobiernos alrededor de todo el mundo se pongan de acuerdo para cobrarles a las compañías no menos del 15 por ciento por la sabiduría y beneficencia del Estado.
No más de eso de competencia, que puede estimular a las firmas a ir, digamos, a Irlanda, en donde el gobierno sólo les carga ¡un 12.5 por ciento! “¡Eso no es justo!” gritan los “progresistas” anti competencia, como Biden y Yellen.

Si negocios privados intrigaran para fijar un precio mínimo a sus bienes, se les llamaría “barones ladrones” y sus presidentes ejecutivos serían vilificados ante comités del Congreso. No espere que Biden, Yellen y los fijadores de precios del gobierno que endosan el impuesto mínimo global, jamás tengan que enfrentar algo tan difícil como una pregunta en una conferencia de prensa.

A la fecha, los medios importantes no sólo han permanecido silenciosos acerca de esta flagrante hipocresía, sino que ha sido alabada por los fijadores de precios ̶ lo que me recuerda algo que Adlai Stevenson dijo hace más de medio siglo: “El papel del periodista es separar el trigo de la paja, y luego imprimir la paja.”

¡Pobre viejo John D. Rockefeller de la Standard Oil! Él sufre un infierno de historiadores de salón, quienes alegan que él se coludió con competidores para fijar precios mínimos para productos derivados del petróleo, si bien la evidencia, en el mejor de los casos, es escasa. A diferencia de los gobiernos, Standard cobró menos y menos por productos que constantemente mejoraron en calidad. (Ver mi ensayo, “Witch-Hunting for Robber Barons: The Standard Oil Story”).

En un editorial del 27 de mayo, The Wall Street Journal apuntó que Irlanda es un ejemplo genial de la sabiduría de la competencia impositiva entre países. Han pasado décadas en que la previamente sobrecargada de impuestos Isla Esmeralda ha mantenido su tasa uniforme de impuesto a ingresos de empresas de un 12.5 por ciento:

“Irlanda ha cosechado los beneficios. Entre 1986 y el 2006, la economía creció a casi un 140% del promedio de la Unión Europea, desde sólo dos tercios. El empleo casi se duplicó hasta dos millones, y se revirtió la fuga de cerebros de los años setentas y ochentas. Irlanda se ha convertido en un destino del capital global.”

Si Irlanda fuera a firmar la propuesta de un impuesto mínimo global de Biden y Yellen, tendría que imponer un alza en el impuesto del 20%. Su ministro de finanzas no es un idiota. Él está en contra de aquella.

Así que, la próxima vez que su maestro o profesor le dice que, juntarse con sus competidores para fijar precios mínimos y reducir la competencia, le convierte a usted en un barón ladrón, levante su mano y pregunte, “¿Quiere usted decir como Joe Biden y Janet Yellen?”

Lawrence W. Reed es presidente emérito de la Fundación para la Educación Económica (FEE), compañero senior Familia Humphreys de la Foundation for Economic Education y Embajador Global para la Libertad Ron Manners, habiendo servido por casi 11 años como presidente de la FEE (2008-2019). Es autor de los libros Real Heroes: Incredible True Stories of Courage, Character, y Conviction y Excuse Me, Professor: Challenging the Myths of Progressivism.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.