La importancia de la confianza en sociedad: la cooperación voluntaria o el uso de la fuerza.

A LA SOMBRA DEL ESTADO O A LA LUZ DEL SOL DE LA SOCIEDAD CIVIL

Por Anthony Gill
American Institute for Economic Research
26 de mayo del 2021

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'Por qué hacemos la “cosa correcta”? ¿Por qué tratamos a otros con justicia y honestidad?

Consideremos, por un momento, el ejemplo común de la venta de un carro usado. En este escenario, tenemos una situación que involucra lo que George Akerlof llamó “el problema de los limones,” que se basa en la presencia de información asimétrica entre dos partes en un intercambio. El vendedor del automóvil sabe mucho más que el comprador acerca de las fallas del vehículo, y es difícil (costoso) para el comprador adquirir información confiable acerca de su condición. El vendedor tiene un incentivo para hacer que brille el exterior del carro para hacer que parezca ser mejor y falsea su condición verdadera para así venderlo a un precio mayor. Si esto pasa, el comprador termina comprando un “limón” ̶ un carro defectuoso que es mucho menos valioso que el que el comprador habría comprado, si hubiera tenido conocimiento de todo lo relacionado con el automóvil.

El problema de los limones es uno difícil para el buen funcionamiento de los mercados y, por tanto, para la prosperidad. Si todo mundo espera que todas las personas restantes le engañen en cualquier interacción dada basada en su información superior, nadie querrá interactuar. De hecho, una de las implicaciones del artículo de Akerlof de 1970 es que todos los compradores deberían sospechar de los vendedores de carros usados, anticipando que todo vehículo en el lote es un “limón,” y, por tanto, nunca comprar carros usados.

Pero, los carros usados son vendidos. ¿¨Por qué?

Akerlof sugirió brevemente “instituciones neutralizantes” que pueden corregir la ausencia de confianza entre comprador y vendedor, incluyendo ofertas de garantías, marcas registradas, y permisos para poder operar. Otra solución es que el gobierno cree leyes que protegen a consumidores de intermediarios nefarios de carros usados, y que permiten a compradores obtener su dinero de regreso, si el carro (o cualquier otro artículo) falla en cuanto a cumplir con las expectativas esperadas, dentro de un cierto período de tiempo. Incluso llamamos a tales cosas “leyes contra limones.”

Pero la existencia y naturaleza intrincada de las leyes contra limones producen su propio “problema de información asimétrica,” por lo cual es difícil que el consumidor sepa qué son estas regulaciones y cómo invocarlas. Vendedores inescrupulosos pueden fallar en informar de estas protecciones a compradores u ocultárselas en la siempre creciente letra menuda de los acuerdos de compra. (¿Cuántos de nosotros, en realidad, lee, en detalle, todos esos extensos “términos del servicio” que se nos piden firmar o darles un clic?) Sin un conocimiento exacto de esas leyes, parecería que los consumidores están en el mismo sitio en donde empezaron ̶ ¿podemos confiar en que el vendedor nos trate justamente?

Pero, de nuevo, los carros usados son vendidos. ¿Por qué?

Una explicación de esto puede relacionarse con lo que se llama “la larga sombra del estado.” Aun cuando las leyes de protección al consumidor que están en los libros pueden ser difíciles para disponer de un acceso y para que el consumidor típico (y posiblemente para el vendedor) las entienda, su simple existencia y posibilidad de ser invocadas por cualquier consumidor dado, brinda suficiente amenaza potencial que motiva a que el vendedor actúe honestamente.

El concepto de “sombra del estado” puede ser importante para entender por qué la gente se comporta bien entre sí. Aunque es imposible para cualquier individuo conocer todas las leyes, regulaciones y decretos que son crecientemente impuestas sobre ellos, el conocimiento vago de que existe algún conjunto de reglas aplicadas por el estado que pudieran ser usadas para castigarlos, impulsa a la gente a jugar limpio.
Cooperamos a partir del temor a la penalización.

Por desgracia, esta larga sombra incentiva una sombra aún mucho más amplia y más oscura. Si la larga sombra del estado funciona bien en un área (por ejemplo, en ventas de carros usados), ¿por qué simplemente no hacer más grande al Leviatán, para que lance una sombra incluso mayor? El resultado es un aumento gradual (algunas veces rápido) del estado vigilante, que nos mueve más cerca del autoritarismo distópico (como si hubiera alguna otra forma de autoritarismo); una población que puede ser “sombreada” para que se comporte bien, puede ser moldeada para que comportarse en formas ajustadas al deseo de una clase gobernante malévola o un grupo de interés que captura al estado. Esto incluye a ambos, Bautistas y productores de licor ilegal.

Pero, ¿hay una alternativa a la extensa sombra del estado? ¡Sí! Esa alternativa es la sociedad civil y tiene una larga historia de gobernar las relaciones humanas. Formamos clubes de voluntarios. Vivimos en comunidades. Algunas veces estas asociaciones desarrollan reglamentos formales que gobiernan nuestro comportamiento, pero, también, incluyen “reglas no establecidas” entre amigos y conocidos esporádicos. Más importante, la sociedad civil involucra a sus participantes en la creación, propagación y mantenimiento de reglas cotidianas bajo las que vivimos, y, al hacerlo, crea una cultura compartida que ayuda a la cooperación, coordinación, y paz.

Una parte amplia de esta sociedad civil involucra valores, normas, costumbres, y rituales culturales que guían nuestras vidas diarias. A menudo no nos damos cuenta del papel importante que ellos juegan al brindarnos estas normas y costumbres reglas de dedo “impensadas,” en relación a cómo comportarse en diversas situaciones. Simplifican nuestros costos en la toma de decisiones cuando se trata de interactuar con otros individuos y ayuda a la edificación de confianza entre individuos que pueden saber muy poco el uno del otro.

Piense acerca de todos los “pequeños” rituales públicos en que participamos en sociedad ̶ desde cantar villancicos en Navidad hasta desfilar el Cuatro de Julio o participar en pedir dulces en Halloween. También, considere el protocolo que se nos ha enseñado por nuestros padres y amigos que ponemos en práctica todos los días. Hacemos filas ordenadamente, le damos el asiento en el autobús a personas mayores y enfermas, y mantenemos las puertas abiertas el uno al otro y nos damos la bienvenida con una sonrisa amable. Nuestro compromiso activo en la sociedad civil -ya sea en rituales públicos o en detalles cotidianos- indica que queremos ser parte de una comunidad en donde el uno confía en el otro y se lleva bien.

Ninguno de estos rituales y maneras es legislado; son practicados fuera de la sombra del estado. La luz del sol de la sociedad civil hace que nos comportemos bien. Oh, podríamos preocuparnos un poco por nuestra reputación si nos saltamos la fila o rehusamos dar el asiento, pero, mucho del protocolo que practicamos, proviene de un sentido de deber alegre hacia nuestros congéneres humanos. La sociedad civil nos enseña a ser bondadosos, a cooperar, y a comportarnos bien.

Haga una pausa por un momento y piense qué tanto de sus acciones diarias está determinado no sólo por leyes en el libro que puede que usted ni siquiera sepa que existe, sino más bien, por su crianza cultural.

Ahora, regresemos a nuestro ejemplo del intermediario de carros usados. ¿Compramos un carro usado con confianza pues conocemos que la larga sombra del estado hará que la ley caiga sobre él, si nos vende un limón? O, ¿caminamos dentro del lote a sabiendas que probablemente el intermediario pertenece al Club Rotario local, que es entrenador de las Pequeñas Ligas, que por diversión patrocina una carrera de 5 kilómetros en la comunidad, o que espera su turno en la fila de una venta de helados? Si usted respondió sí a la primera pregunta, es posible que usted sea un abogado o un político. Si su respuesta es sí a la última, es posible que usted sea un ser humano común y corriente.

Todo esto es importante pues, muy a menudo, somos muy rápidos para apretar el gatillo de la regulación gubernamental cada vez que sospechamos que puede existir algún problema. Es importante, primero, preguntar qué puede hacer la sociedad civil (o que está haciendo) para mitigar ese problema, antes de diferirlo a la sombra coercitiva del estado.

Nada de esto es para decir que la sociedad civil es inmune a lanzar sombras oscuras propias. El avergonzamiento excesivo usado para poner en vigencia normas cambiantes o en desarrollo, puede hacer que la confianza decaiga, como lo hemos visto en épocas recientes en la parte más débil de los medios sociales. Tal comportamiento empeora cuando busca el respaldo de la legislación y la policía. Pero, cuando es apropiadamente cultivado y practicado bajo el entendimiento de que la cooperación voluntaria es mejor que la coerción vitriólica, la sociedad civil promete rayos de sol que nos mantienen alejados de las sombras.

(Para una lectura adicional, consulte Order without Law de Robert Ellickson. En este libro agradable, Ellickson relata cómo la gente de campo en el Condado Shasta, en California, negocia las disputas acerca de propiedades, aun cuando nadie conocía cuáles eran las leyes actuales que gobernaban el uso de la tierra, ¡incluyendo a las autoridades a cargo de aplicar la ley!)

Anthony Gill es profesor de economía política en la Universidad de Washington y compañero sénior distinguido del Instituto para el Estudio de la Religión de la Universidad Baylor. Habiendo obtenido su PhD en ciencia política en la Universidad de California, en Los Ángeles, en 1994, el profesor Gill se especializa en el estudio económico de la religión y la sociedad civil. Recibió el Premio a la Enseñanza Distinguida en la Universidad de Washington en 1999 y es también miembro de la Sociedad Mont Pelerin.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.