ACERCA DE RECIENTES AUMENTOS EN LOS PRECIOS DE LOS COMBUSTIBLES EN EL PAÍS


Por Jorge Corrales Quesada


Varias cosas me inquietan acerca de los aumentos recientes en los precios de nuestros combustibles. Sí, lo sé: el monopolio es un enemigo de los consumidores, pero hay otros temas alrededor de los precios de los combustibles en el país que, me parece, los lectores han de tener en
mente al analizar el asunto.
El primero es el abastecimiento. El hecho es que dependemos de suplidores internacionales, pues, al menos el crudo y los combustibles derivados de petróleo, no se producen en el país. Esa limitante se eliminaría en el supuesto de que los haya en una escala comercial rentable y eso no se ha podido determinar concluyentemente. Todo ello resulta de decisiones tomadas en ciertos momentos, me imagino que, en parte, debido a presiones y consideraciones ambientales (decisión errada, creo) y, en parte, por un estatismo económico ineficiente (una decisión que, también, creo es equivocada). Así, se cerraron las puertas a la exploración y producción y venta doméstica de los derivados, por entes distintos del monopolio de RECOPE (monopolio a la importación y distribución interna que, más bien, se ha querido ampliar a una generalidad de combustibles derivados o relacionados con el petróleo). La cacareada autosuficiencia de algunos ha sido refrenada por posiblemente ciertos de esos mismos proponentes, impidiendo así el suministro interno potencial de petróleo crudo.

El segundo asunto al que deseo referirme es los precios internacionales que han venido aumentando gradualmente a partir de mediados del año pasado. En esto han jugado un papel dos factores: primero, el aumento en la demanda debido a una recuperación, si bien aún lenta, del crecimiento de economías industriales que demandan en alto grado energía procedente del petróleo. Pero, más recientemente, acontecimientos políticos pueden estar explicando el aumento que se observa y es la política gubernamental de uno de los principales productores y demandantes del mundo, los Estados Unidos. De hecho, hace un par de años, Estados Unidos era más que autosuficiente en los mercados internacionales de combustibles derivados del petróleo, lo que le dio espacio para convertirse en un importante exportador global neto de petróleo y derivados.

La nueva política de Biden, me imagino que resultado de presiones políticas de grupos ambientales enemigos de los combustibles fósiles, ha definido varias medidas que han impedido el esfuerzo de Estados Unidos por suplir al mercado internacional de derivados de petróleo y de crudo. Concretamente, el gobierno detuvo un importante oleoducto que traería crudo proveniente de Canadá a Estados Unidos (el oleoducto Keystone) que se había venido construyendo fuertemente en años previos a la nueva administración demócrata. Aunado a esto, se ha revertido la política de la administración Trump de realizar exploraciones y extracciones de crudo en ciertos sitios fuera de las costas de ese país y, en prominentemente, en una rica región ártica de Estados Unidos, en que se considera que hay importantes yacimientos nuevos de combustibles fósiles. Todo esto disminuye la oferta global de derivados del petróleo.

Además, el gobierno ha mantenido una actitud negativa hacia el proceso llamado fracking, sistema para obtener crudo proveniente de esquistos, el cual es atrapado entre capas de roca a gran profundidad. De hecho, lo que en un momento se convirtió en una floreciente actividad económica de los Estados Unidos, ya se había visto golpeada por la caída en los precios internacionales de los combustibles al inicio de la pandemia y, al recuperarse esos precios, el gobierno federal no ha favorecido su restablecimiento.

A esto se debe agregar el hackeo reciente al más importante oleoducto en la costa este de Estados Unidos (el oleoducto Colonial), que paralizó por más de una semana el suministro de combustibles en ese país, haciendo que se recordara la crisis del petróleo en la administración Carter, en que el control gubernamental de precios provocó enormes filas de consumidores en las estaciones de gasolina.
Dicho hackeo, se ha mencionado, se llevó a cabo por un grupo especializado en Rusia en estas acciones, desde un estado totalitario en que difícilmente el gobierno nacional desconocería cosas como esas. Al momento, el gobierno de Estados Unidos no ha indicado si ha tomado medidas para impedir futuros hackeos, como el experimentado recientemente.

Todo lo anterior es para recalcar que las políticas de la administración Biden en torno al petróleo en Estados Unidos, están teniendo un fuerte impacto en nuestro país, al reducirse la oferta global y un ligero aumento, al momento, de la demanda mundial, por lo que los consumidores nacionales ahora tenemos que pagar por el consumo de combustible un monto sustancialmente mayor al de hace un par de años.

También, resulta interesante señalar cuál es la composición del precio de los combustibles en el país, pues, según se ha informado públicamente, casi un 47% del precio final al consumidor de gasolinas súper y regular, provienen del costo o precio internacional del producto, y, para el diésel, un 53%. Asimismo, el llamado impuesto único sobre los combustibles significa cerca de un 36% del precio al consumidor de gasolinas súper y regular, mientras que, para el diésel, es alrededor de un 25%.

Esto es interesante a la luz de una propuesta que, afortunadamente, se ha estado citando en relación con una reducción de dicho impuesto a los combustibles. El asunto es que, al ir subiendo los precios internacionales y, por ende, del precio doméstico de los combustibles, aumenta el monto que recauda el gobierno por dicho impuesto, cuya base impositiva es el valor o precio al consumidor final. Así, si aumentan los precios internacionales, instantáneamente aumentan las recaudaciones tributarias internas. Y eso, en un gobierno agobiado por el exceso de sus gastos sobre los impuestos cobrados a la ciudadanía, hace que no esté (erradamente, creo) de acuerdo en reducir ese impuesto, aunque sea con el buen fin de ayudar a consumidores ante los fuertes aumentos en los precios internacionales: ¡la recaudación de impuestos es primordial!

Así que, en tanto que ese impuesto sea aplicado al valor (ad-valorem) del bien, el gobierno no va a querer disminuirlo, independientemente de lo significativo que sea en sus tributos totales, sino por lo que se conoce como resultado de la inelasticidad del producto. Este último concepto es que, ante un aumento en cierta proporción del precio, el consumo se reduce en una proporción menor o mucho menor, de forma que la recaudación total del impuesto no sólo se mantiene, sino que en este caso aumenta, al elevarse la base impositiva por el alza en sí de los precios internacionales

Similarmente, por mucho tiempo hemos dependido -en gran parte por ser relativamente una fuente de energía más barata y por su uso más diseminado- más de la energía procedente de derivados del petróleo, que de otras fuentes. Creo que eliminar la prohibición de explorar y refinar y vender en el país en competencia con RECOPE (aunque RECOPE no refina, ya han salido voces diciendo que debería volver a refinar como antes, pues así disminuirían los costos, hecho sumamente dudoso), podría terminar favoreciendo a los consumidores, quienes podrían obtener más baratos a los diversos derivados de petróleo.

Publicado en mis sitios de Facebook, Jorge Corrales Quesada y Jcorralesq Libertad, el 4 de junio del 2021.