Muy interesante, y una advertencia a quienes apreciamos el mérito del orden democrático en libertad, ante los peligros de medidas autoritarias del estado con el propósito de “hacernos el bien.”

PRIMERO DESAPARECE LA LEY, LUEGO DESAPARECE LA DEMOCRACIA

Por Stacey Rudin
American Institute for Economic Research
15 de enero del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como stacey rudin institute for economic research law January 15, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

En su libro de 1948, God in the Dock: Essays on Theology [Dios en el banquillo], C.S. Lewis escribió,

“De todas las tiranías, una tiranía ejercida por el bien de sus víctimas puede ser la más opresiva. Tal vez sea mejor vivir sujetos a barones ladrones que bajo omnipotentes entrometidos morales. La crueldad del barón ladrón puede a veces sosegarse, su avaricia puede en algún momento ser saciada; pero aquellos que nos atormentan por nuestro propio bien nos atormentarán sin fin pues lo hacen con la aprobación de su propia consciencia.”

[Nota del traductor: La cita anterior aparece en el ensayo de C.S. Lewis, “The Humanitarian Theory of Punishment,” no en la obra mencionada arriba].

Entremetidos moralmente justos florecen en nuestra sociedad obsesionada por el “COVID-19.” Ellos ejercen presión social, ordenando que se comparta información privada previamente sacrosanta, como estado de la salud e itinerarios de viajes. Esto crea un mundo de pesadilla de flagelación social, en la que somos objeto de avergonzamiento por celebrar días festivos con nuestras familias, o que salimos a hacer ejercicio dentro de siete días después de cruzar una frontera interestatal. Nuestros conocidos deben tener esta información acerca de nuestra idas y venidas, para asegurarse de que no estamos potencialmente enfermos.

Aun si, nunca estamos a menos de seis pies de distancia el uno del otro, nuestros conocidos, por el pecado de viajar por placer, nos sentenciarán al confinamiento en el hogar durante un período de semanas. Debemos someternos a exámenes si, en general, estuvimos presentes en la vecindad (de 50 pies hasta 50 yardas) de un “caso” (incluidos los asintomáticos) durante un período indeterminado (desde pocos días a pocas semanas). Si tenemos duda acerca de ese mandato, o si nos atrevemos a señalar que las reglas del CDC son menos estrictas, eso significa que no nos importa la vida humana y que, por lo general, se nos deba evitar.

Nuestros conocidos juzgan el contenido de nuestro carácter por la dedicación a cubrirnos la cara, o por su ausencia. Ahora, las armas represivas del gobierno sirven para establecer quién es, y quién no es, “buena persona.” Los negocios requieren que todos tengan mascarillas, pues un número desconocido de nuestros compañeros puede quejarse si alguien escoge no usarla, a pesar del hecho de que millones de personas ya son inmunes, que una vacuna está disponible y que los propios entremetidos tienen mascarillas, mascarillas dobles, escudos, y distanciamiento social listo a la mano, para “estar seguros.”

Tal vez, ellos mismos resienten tener que obedecer esas medidas, y desean que todos los demás sufran, pues ellos lo tienen que hacer. Tal vez, están genuinamente convencidos de que esa locura que aplasta el alma es, en realidad, necesaria. Sea lo que sea, nunca lo sabremos, pues la discusión en sí es demasiado incómoda de sostener. Debemos someternos a la voluntad colectiva o viviremos como ermitaños.

Los entremetidos aseverarían que el gobierno -no ellos- está emitiendo esas reglas, pero una lectura superficial revela que los gobiernos saben que carecen de la autoridad legal para aplicar esos decretos. Las reglas de “cuarentena” post viaje impuesta por el gobernador de Nueva Jersey, Bill “los Derechos Civiles están por encima de mi nivel de salario” Murphy, por ejemplo, aseveran que ellas son “voluntarias, pero esperadas con certeza” (el énfasis está en el original). Este hecho surge cuando los políticos son demandados: en la corte, afirman que sus medidas draconianas son sólo sugerencias.

Esa es una estratagema brillante. Convenientemente evita la regla de la ley para lograr el control deseado del comportamiento, tensando las relaciones sociales en ausencia de poderes legales para ponerlas en práctica. Al explotar nuestras relaciones sociales y convertir a nuestros compañeros en una fuerza policial, los gobiernos se convierten en juez, jurado, y ejecutor. Ni siquiera existe un derecho a un juicio justo. El resultado final es un tejido social deshilachado, ostracismo omnipresente, incomodidad rampante, ruptura subterránea de las reglas, resentimiento, frustración, y desconfianza.

Hay murmuraciones de parte de Anthony Fauci, Klaus Schwab, Joe Biden, Bill Gates, y los medios, acerca de que estas reglas generales, que no son en realidad reglas, necesitan continuar, al menos, hasta el 2022. Por supuesto, sus fechas topes notoriamente se deslizan hacia adelante, empezando con las “dos semanas para aplastar la curva,” que se convirtieron en “12 meses para detener la diseminación,” que ahora está mutando hacia “cinco años (¿más?) para eliminar la muerte por esta enfermedad infecciosa.” ¿Estamos preparados para acostumbrarnos a esto?

El condicionamiento social “es el proceso sociológico de entrenar a los individuos en una sociedad, para que respondan de una forma generalmente aprobada por la sociedad, en general, y por grupos de compañeros dentro de [ella].” Por lo general, quienquiera que controle el comportamiento, y entre más tiempo se practique un comportamiento, más “normal” se hace. Edward Bernays, el yerno de Sigmund Freud y experto en propagando y relaciones públicas, describió como una élite minoritaria puede usar un sistema de condicionamiento social para asentar su dominio y voluntad para ejercer el poder:

“Si entendemos el mecanismo y los motivos de la mente grupal, ahora es posible controlar y regimentar las masas según nuestra voluntad, sin que nosotros lo sepamos…

En casi cada acto de nuestras vidas diarias, ya sea en la esfera de la política o los negocios, en nuestra conducta social o nuestro pensamiento ético, somos dominados por un grupo relativamente pequeño de personas… quienes entienden los procesos mentales y patrones sociales de las masas.”

Igualmente, el sociólogo Dalton Conley asevera que “un grupo dominante” puede ejercer “liderazgo moral e intelectual” a través de la sociedad, al “ganarse el ‘consentimiento’ voluntario de las masas populares.” Eso podemos ver que sucede en la actualidad. Nuestros amigos están convencidos de que ellos -y nosotros- debemos obedecer las regulaciones, pues está en marcha una enfermedad aterradora. Estas creencias conducen a ciertos comportamientos, que impulsan con claridad la ampliamente publicitada agenda del “Gran Reinicio” (“Reconstrúyalo Mejor”):

“Muchos de los comportamientos tecnológicos que nos vimos forzados a adoptar durante [la cuarentena] a través de la familiaridad, se convertirán en más naturales. Si consideraciones de [temor a los gérmenes] llegan a ser primordiales, podemos decidir, por ejemplo, que una clase de ciclismo frente a una pantalla en la casa… es más segura (¡y barata!).

El mismo razonamiento es aplicable a muchos dominios diferentes, como salir volando hacia una reunión (Zoom es más seguro, más barato, más verde y mucho más conveniente), manejar el fin de semana hacia una reunión familiar en la distancia (el grupo familiar por WhatsApp no es tan divertido, pero, de nuevo, es más seguro, más barato y más verde) e incluso asistir a un curso académico (no satisface tanto, pero es más barato y conveniente).”

Entre más practicamos esos comportamientos, más condicionados llegamos a ser. La mayoría de la gente no se da cuenta de esta motivación -aunque es abiertamente admitido en al menos un libro- pues nuestros líderes ampliamente transmiten intenciones menos complejas de “mantener a todos seguros.” Gente eminentemente razonable se da cuenta que la cuarentena es conceptualmente descabellada, pero cree que nuestros líderes simplemente están operando erradamente. Los seres humanos, por lo general, buscan (y creen en) explicaciones sencillas y por defecto confían en otros ̶ además, “quedarse en casa, salva vidas,” suena bonito.

Con su atención hiper enfocada en “detener un virus,” nuestros amigos nunca escarban lo suficiente en la agenda post pandémica más amplia, para entender que el ostracismo para compañeros que no obedecen los mandatos gubernamentales, calza bien dentro del plan más amplio. “La ley reflexiva,” -exactamente lo que involuntariamente ahora estamos practicando- es el paradigma legal por mucho tiempo considerado como necesario para poner en marcha la agenda de “Desarrollo Sostenible” de las Naciones Unidas (ONU):

“El amplio barrido del Desarrollo Sostenible tensa nuestra comprensión intelectual acerca de su significado y sobrepasa la capacidad de nuestros sistemas legales y políticos actuales para canalizar las actividades de la sociedad para su logro… no hay duda que el desarrollo sostenible necesita de nuevos modelos que lo transformen desde una retórica visionaria hasta un objetivo político viable.”

El novedoso paradigma legal de la “ley reflexiva” fue imaginado por primera vez en 1982 por el académico legal alemán Guenther Tuebner, quien dijo que el comportamiento público podría ser obligado a conformarse a estándares deseados por la vía de presiones externas ejercidas fuera de los sistemas de gobierno (formación de leyes) y legal (aplicación de la ley). En este sistema, la obediencia se considera “voluntaria” aun cuando las presiones que se ejercen para lograrla son manipuladoras y se basan en pretextos falsos, lo que significa que la propaganda está bien delimitada.”

Un ejemplo práctico animará el concepto. Un grupo de finqueros y rancheros vive y trabaja en el valle de un río. Un grupo ambientalista radical formula una queja, acusándolo de causar daño al medioambiente. Ninguna prueba se suministra, sólo es una acusación a priori, pero, el cargo como tal, es suficiente para poner en movimiento una cadena de acontecimientos que resultan en grupos comunitarios y ONGs “avergonzando” a agricultores y rancheros para que cumplan con los deseos del grupo radical.

El caso específico está descrito en el libro Greening NAFTA, publicado en el 2003 por Stanford University Press. Los autores llaman “ley reflexiva” a la fuerza que está operando contra agricultores y rancheros, pues “busca influir el comportamiento público y privado sin la amenaza de la aplicación tradicional de la ley, basada en sanciones de ley ‘dura.’” Del todo no se usa ningún proceso legal vigente. En vez de ello, los individuos a ser controlados son intimidados a la obediencia por la vía del abuso público. (¿Les suena familiar?)

“Esta experiencia revela dos poderosos incentivos en funcionamiento: vergüenza y deseo de ser virtuoso… En un mundo post Holocausto, las ONGs de derechos humanos han efectivamente usado la vergüenza para inducir el cumplimiento de normas universales de derechos humanos. También, la reducción voluntaria de la contaminación ha sido lograda cuando [hay presión para reducir] los desechos… [lograda] por medio del avergonzamiento público.

El avergonzamiento funciona bien con la contaminación, en especial, la contaminación tóxica, pues se basa en temores profundos, tal vez irracionales, hacia el riesgo de una enfermedad seria y un aborrecimiento al daño corporal.”

Esta afirmación revela algo verdaderamente aterrador, algo de lo que en la actualidad somos testigos en la práctica. Si una entidad que busca control sobre nosotros puede asustar a otras personas -nuestros compañeros- para que actúen contra nosotros, para que nos dañen, aquella ganará. Nos veremos obligados a cumplir. ¿A quién vamos a demandar?

Un actor que está buscando generar suficiente temor para motivar que nuestros vecinos nos dañen, tiene dos opciones principales: la contaminación y la enfermedad infecciosa. Coincidentemente, Klaus Schwab cita al “cambio climático” y la “pandemia” como base para afirmar que nuestro mundo debe cambiar para siempre -necesita un “Gran Reinicio”- para evitar una desaparición segura. Tal vez no están relacionados, pero la organización de Schwab, el Foro Económico Mundial (FEM), formalmente se comprometió, seis meses antes de la pandemia, a impulsar la agenda de “Desarrollo Sostenible” de las ONU:

“El Foro Económico Mundial y las Naciones Unidas formaron hoy un Marco de Sociedad Estratégica [para] acelerar conjuntamente la puesta en práctica de la Agenda para el Desarrollo Sostenible para el 2030. El marco… permitirá un enfoque más estratégico y coordinado para lograr el impacto.

‘Cumplir los Objetivos del Desarrollo Sostenible es esencial para el futuro de la humanidad. El Foro Económico Mundial está comprometido a apoyar este esfuerzo, y para trabajar con las Naciones Unidas en construir un futuro más próspero y equitativo,’ dijo Klaus Schwab, presidente ejecutivo y fundador del Foro Económico Mundial.”

¡Que bouquet de coincidencias! El FEM se asocia con la ONU para impulsar el Desarrollo Sostenible. El Desarrollo Sostenible visualiza un modelo legal que no pasa por las legislaturas y cortes, sino totalmente por la vía de presiones sociales. Esas presiones sólo pueden generarse por temor: en situaciones en que los compañeros pueden ser convencidos de que están en riesgo, y que sólo estarán “seguros” si el comportamiento de todo el mundo se conforma con ciertos estándares. Y, entonces, qué va a saberlo usted: ¡se presenta por sí sola una pandemia!

El condicionamiento social toma tiempo, y los mismos actores que inicialmente impulsaron las cuarentenas -Shannon Tiezzi de la revista The Diplomat sugiere que Xi Jinping “siente una oportunidad en la crisis del COVID-19 (y en la respuesta caótica de Estados Unidos) para fortalecer su papel como líder mundial” ̶ ahora afirman que aquellas necesitan continuar “al menos hasta el 2022.” Oh, y que nunca debemos esperar un regreso a la normalidad, pues las “pandemias” y el “cambio climático” demuestran que la “vieja normalidad” no era “sostenible.”

Todas las entidades que impulsan esta narrativa admiten abiertamente que un futuro enfocado en la tecnología -guiado por un público que busca “mantenerse seguro ante los gérmenes”- ”armonizará mejor a la humanidad con la naturaleza.” ¿Adónde es que se encuentran estas palabras? En la antigua Agenda para el “Desarrollo Sostenible” de las Naciones Unidas. Ahora bien, la evidencia circunstancial no es una prueba concluyente, pero las coincidencias están aumentando.

Si, en efecto, esta agenda nos es impuesta por un ardid, por la vía de la explotación de una pandemia, uno debe preguntarse si sus autores intelectuales son remotamente confiables. ¿Por qué ellos no pueden explicar abiertamente sus intenciones, si es que son tan maravillosas? En la actualidad, ponen en marcha un remplazo encubierto de la regla de la ley, una que subvierte nuestra voluntad hacia la de ellos, sin derecho a apelar. Mañana, ellos reemplazarán a la democracia.

Reimpreso del blog de la autora

Stacey Rudin fue previamente litigante. Ella vive en Short Hills, Nueva Jersey.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.