¿Nos serviría esta experiencia para contener la ola de criminalidad y violencia desatada por las drogas actualmente en nuestro país? Hago la pregunta con toda honestidad profesional… pero esa criminalidad no está abrumando.

NECESITAMOS LA REGLA DE LA LEY, NO LA ILEGALIDAD

Por Robert E. Wright
American Institute for Economic Research
11 de abril del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como robert e. wright institute for economic research law April 11, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

The Wire no era un programa ampliamente popular cuando por primera vez salió al aire en HBO durante el 2002 al 2008, pero ha disfrutado de una buena corrida debido a su retrato vívido del costo humano de las políticas públicas e instituciones de Baltimore, incluyendo el horrendo sistema de escuelas públicas y un periódico local mentiroso de Charm City. La serie sirvió de base para varios cursos universitarios, incluso uno dado por este servidor.

Algunos amantes de la libertad fueron especialmente atraídos por el argumento de “Hamsterdam” en la tercera temporada, en donde el comandante del distrito, Howard “Bunny” Colvin, “despenalizó” (crimen sin arresto) secretamente el tráfico de drogas y la prostitución en Balmer occidental. Los crímenes se desplomaron a niveles sospechosamente bajos, propiciando una investigación que terminó con el experimento policial improvisado de Colvin, aunque con un cuadro palpablemente mejorado de la “salud pública.” La lección calza con el tema más amplio de The Wire, que intereses especiales en conflicto impiden mejorar ciudades estadounidenses más grandes.

Interesantemente, el Baltimore del mundo real despenalizó la posesión de drogas y la prostitución en el 2020 y, como en el Amsterdam del mundo real, el crimen violento disminuyó, mucho, comparado con las disparadas tasas de crímenes violentos en otras ciudades grandes, incluso Chicago, Los Ángeles, y Nueva York.

Baltimore permanece siendo una ciudad violenta, pero supuestamente podía reducir su tasa de asesinatos si despenaliza el tráfico de drogas, así como su posesión, como lo hizo Calvin. A menudo, los distribuidores de drogas en la ciudad acuden a la violencia pues traficar es ilegal, así que el costo marginal de la violencia es relativamente bajo. Cuando comerciar drogas es legal, el beneficio marginal de competir con armas desciende, al punto de desaparecer. Por ejemplo, las farmacias CVS y Walgreens compiten por precio y calidad, no por la cantidad y calidad de los “soldados” que emplean, aunque estén en el mismo negocio, la venta de químicos potentes, tal como los señores de la droga en Baltimore.

Colvin llevó los asuntos un paso más adelante de lo que hasta el momento oficialmente había hecho Baltimore, al asignar unos pocos oficiales confiables para vigilar los mercados de drogas al aire libre, como Hamsterdam. Eso les dio a los traficantes la seguridad física que necesitaban para empezar a competir con base en precio y calidad del producto, en vez de controlar las esquinas por medios violentos.

Sin embargo, el problema con la sola despenalización era que los traficantes creían que el régimen terminaría pronto, y, de hecho, así fue, con una incursión épica. Si bien una repetición de la vida real en Baltimore parecería poco posible en algún momento cercano, los traficantes de cocaína, heroína, y otras drogas pesadas aún no estaban haciendo inversiones físicas importantes en los vecindarios, como lo hacen los negocios legales de drogas, y dispensarios de marihuana en donde ahora es legal. Con menos que perder que una farmacia legal, los intermediarios de drogas despenalizados todavía algunas veces romperían la paz cuando pensaban que eso les beneficiaría.

Una descriminalización creíble, en otras palabras, ciertamente conduciría a menos crimen violento, al llevarle a los intermediarios de drogas la protección de la policía y hacia los sistemas de banca y seguros, en que su riqueza se puede salvaguardar. Esto induciría a algunos a vender en edificios, en vez de al aire libre, y hacer que asuman parte del riesgo que ellos no querrán perder si se involucran en el juego de las armas, incluso por proximidad.

Por supuesto, la descriminalización creíble de las drogas “duras” no vendrá fácilmente, pues muchos estadounidenses no quieren que sea fácil comprar químicos como metanfetamina o heroína. El hecho es que la prohibición no funcionó para el licor (en las décadas de 1850 y 1920) y no funciona para las drogas. Si alguien no quiere que otros usen drogas, necesitan identificar y reducir las causas subyacentes de la demanda, como el dolor físico permitido por nuestro quebrado sistema de cuido de la salud, el seguro de salud, y la industria de alimentos, y no criminalizar la oferta.

Sin embargo, rara vez es fácil convencer a paternalistas acerca de la pobreza de la prohibición. Los experimentos sugieren que mucha gente piensa que sabe más qué es lo mejor para otros y está dispuesta, con toda su supuesta adhesión al autogobierno democrático, a usar el poder coercitivo del gobierno para imponer sus puntos de vista.

Por supuesto, en el 2021, Estados Unidos encara un problema mucho mayor que la política de drogas, la desintegración de la Regla de la Ley.
Se imponen demasiadas restricciones a las libertades civiles de la gente común y corriente, pero no a las élites o amigotes. Además de las muchas élites infames atrapadas violando sus propias reglas de distanciamiento social por el Covid, el caso de Hunter Biden, quien no enfrenta cargos después de mentir al hacer una compra federal de armas de fuego y obtener ayuda del Servicio Secreto cuando su novia lanzó la pistola de él en un basurero cerca de una escuela, en realidad constituyen abusos egregios de poder. Hasta la revista Político, difícilmente bastión de “mala información” rusa/republicana, reportó de ello.

Tengo dudas acerca de ya que muchos negocios tradicionalmente legítimos estén a punto de aceptar que la Regla de la Ley se ha degradada tanto que deban empezar a competir violentamente, en vez de hacerlo por precio y calidad. En vez de eso, siempre han tratado de apalancarse con el estado regulatorio para su ventaja competitiva.

No obstante, lo que es nuevo, es el rápido crecimiento de servicios privados de seguridad, que crecieron en $3 miles de millones en el 2020, un alza del 50 por ciento desde el 2011, y se espera continúen creciendo más de un 5 por ciento anual en el futuro previsible. En apariencia, muchas empresas no piensan que el gobierno las protegerá, y que lo hará, ante amenazas físicas, como saqueos, que en el 2020 causaron una escalada y alcance sin precedentes de pérdidas en seguros de propiedad.

Pero, aún peor para el desempeño económico sería una erosión de la expectativa amplia de que las regulaciones e impuestos se apliquen consistentemente, de acuerdo con la Regla de la Ley. Son sustanciales las pérdidas de eficiencia que imponen tanto las regulaciones como los impuestos en naciones que respetan la Regla de la Ley, pero nada comparado con las pérdidas sufridas en países en donde la Regla de la Ley se ha degradado a un grado tal, al punto de ser una regla arbitraria.

Por ejemplo, después que la Regla de la Ley se degeneró en Argentina a principios del siglo XX, cayó desde ser la novena nación más rica del mundo a una caracterizada por la volatilidad económica. No podemos dejar que lo mismo pase aquí. En verdad, ese no es un llamado para un gobierno más grande, sino un gobierno mejor que ponga la Regla de la Ley por encima de la ideología. Sin certeza de que ellos pueden mantener la mayor parte de la riqueza que crean, los innovadores encontrarán otros lugares en donde vivir, o hacer otras cosas, y, sin innovación, la economía se estancará.

Robert E. Wright es compañero sénior del American Institute for Economic Research. Es (co) autor o (co) editor de más de dos docenas de libros importantes, series de libros y colecciones editadas, incluyendo The Best of Thomas Paine (2021) y Financial Institutions publicados por el AIER. Robert ha enseñado cursos de negocios, economía y de política en la Universidad Augustana, la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York, la Universidad de Virginia y en otras partes desde que obtuvo su PhD. Historia de la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, en 1997.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.