¡ESO ME DISGUSTA!
Por Robert E. Wright
American Institute for Economic Research
22 de enero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como robert e. wright institute for economic research disgusting January 22, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

El otro día, después de varias conversaciones informales y una ojeada a A Republic Under Assault de Tom Fitton, finalmente me llegó a la mente. Usamos la palabra “disgusta o disgusto” mucho más de lo que solíamos. Ngram Viewer de Google verifica mi observación casual:

El reporte gráfico del número de veces de uso de la palabra puede verse en robert e. wright institute for economic research disgusting January 22, 2021.

Para su crédito, la BBC dio cuenta del renacimiento desagradable de la palabra disgusto desde hace una década, en donde hizo ver su uso creciente en la esfera política, en donde, a menudo se utiliza para deshumanizar a los oponentes, al insinuando que ellos quieren que nosotros vomitemos, como si fuera un pedazo de lasaña de dudosa procedencia encontrado en la parte trasera de un refrigerador que no se limpia muy a menudo.

Con suerte, pronto, de nuevo, la palabra disgusto caerá en un desuso relativo, pues presagia desunión. Eso es porque las personas no buscan razonar con personas o cosas que les disgustan, tratan de alejarse de ellas tan pronto como sea posible, por los medios que sean necesarios.
Según Charles Darwin y otros biólogos evolucionarios, el disgusto es una reacción natural, visceral, hacia cosas que nos pueden dañar (reducir su capacidad reproductiva, si es que quiere ponerse técnico), incluyendo signos de infección, fluidos corporales, suciedad, insectos, y lucir grotesco, oler, o probar comidas o bebidas. Incluso, los científicos han calificado a disparadores del disgusto, que trascienden grandemente las diferencias culturales. Lo que disgusta en alguna parte, en mucho disgusta en todas partes.

Sin embargo, algunos disparadores, al menos, se aprenden parcialmente. En el 2020, por ejemplo, varios miles de millones llegaron a creer que el rosto de un extraño sin mascarilla disgusta, pues augura muerte y enfermedad. La proclividad de los humanos a evitar gente enferma ha sido llamada “disgusto patogénico.” El concepto precede a la actual pandemia y es una razón sumamente buena para que el gobierno NO imponga cuarentenas, que son innecesariamente redundantes, pues eones de evolución han preparado a la gente para evitar cosas que pueden enfermarla. Por ejemplo, no he comido salsa de queso de búfalo, desde que ¡me enfermé cuando la comí en el 2005!

En efecto, otro estudio pre-COVID encontró que personas en circunstancias más difíciles se sienten más fácilmente disgustadas, que aquellos que viven en ambientes más estables, lo que sugiere que las cuarentenas estrictas exacerban la respuesta visceral negativa de las personas, hacia quienes no usan mascarilla y otros que violan las distancias de las reglas de distanciamiento social. Ello, a la vez, hace posible un control policial más estricto y más Karenismo [Nota del traductor: “Karenism,” en inglés, se presenta cuando usted murmulla palabras juntas y está en su sano juicio y mente, luego, procede a insistir que las palabras que murmulló son palabras verdaderas].

Asimismo, las políticas públicas llegan a disgustar al pronosticar muerte o recordarle a uno las heces, como tantos lo hacen. Por ello, eso no es un malapropismo [Nota del traductor: palabra que significa un tipo de error que consiste en sustituir una palabra por otra que tiene un sentido parecido, pero cuyo significado es diferente] u otro mal uso, para afirmar, por ejemplo, que las políticas inmigratorias de Trump disgustan. En cierto grado, el disgusto está en los ojos de quien mira y la gente, a menudo, se involucra en hipérboles, calificando algo como disgustoso para indicar su virtud moral. Por ejemplo, he recibido halagos por externalidades positivas que emanan de mi olla de cocción lenta, hasta que un metiche chiflado aprendió que el olor sabroso vino de un conejo que personalmente cacé, y con el cual preparé el guiso. Súbitamente el platillo se convirtió en “disgustoso y yo, personalmente, a la par de él.

A pesar de lo anterior, el problema fundamental es que nuestro sistema de gobernanza política ha sido delegado, al punto que políticas disgustosas han llegado a ser, no sólo posibles, sino también probables. La política disgustosa original de Estados Unidos, la esclavitud, fomentó la desunión. Hoy en día persisten formas modernas de esclavitud, a la The New Jim Crow [El color de la justicia: La nueva segregación racial en Estados Unidos], de Michelle Alexander, que condujeron, en el verano del 2020, a numerosas protestas pacíficas, a muchos levantamientos urbanos desenfrenados, e incluso a unas pocas insurrecciones (los intentos por invadir la Casa Blanca, de apoderarse del edificio de una corte federal en Portland, y el establecimiento de zonas autónomas).

No obstante, a diferencia de 1861, hoy abundan políticas públicas y propuestas disgustosas, pues los gobiernos federal y estatal enfrentan, de facto, mucho menos frenos de los que tuvieron en el pasado. En el 2020, con pocas excepciones notables, en mucho los gobiernos hicieron o no, lo que querían, cuando querían, a quien querían, independientemente del resultado. El disgusto con quienes formulan la política llegó a nivel récord histórico, conduciendo a protestas adicionales, disturbios y levantamientos.

Dada la reacción al reciente enjambre en el Capitolio, la mayoría de los estadounidenses se mantiene más disgustado ante el pensamiento de desunión -de romper a la nación en pedazos por estados o condados o creando alguna especie de solución de “una nación, dos sistemas” -que con la política partidaria y políticas que inducen a la muerte, como cuarentenas y el subóptimo, sino es que del todo, de políticas irracionales de cuido de la salud, que están en la base de la mortalidad en exceso de la nación durante el 2020.

Cómo se sentirán los estadounidenses dentro de un año depende de la nueva administración. Si pretende poseer un mandato para poner en marcha cambios radicales, que decenas de millones encuentran disgustosos, como empacar la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos con un número mayor de partidarios, o admitir nuevos estados, la nación puede estar lista para otro año de disgusto. Sin embargo, si sigue la posición conciliatoria sugerida por el presidente Biden en su discurso inaugural, podrían disiparse los pensamientos disgustosos de desunión.

Robert E. Wright es (co) autor o (co) editor de más de dos docenas de libros importantes, series de libros y colecciones editadas, incluyendo Financial Institutions publicado por el AIER (2019). Robert ha enseñado cursos de negocios, economía y de política en la Universidad Augustana, la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York, la Universidad de Virginia y en otras partes desde que obtuvo su PhD. Historia de la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, en 1997.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.