Esta es una explicación en una clase magistral acerca del fundador del marginalismo y la llamada escuela de economía austriaca, Carl Menger, por un economista austriaco como Richard M. Ebeling. Es un manjar para los interesados en estos temas no sólo de historia del pensamiento económica, sino de las razones para la existencia de instituciones sociales y económica básicas en nuestra sociedad.

LA TEORÍA DE CARL MENGER ACERCA DE LAS INSTITUCIONES Y EL PROCESO DE MERCADO

Por Richard M. Ebeling
American Institute for Economic Research
13 de abril del 2021

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Este año marca el 150 aniversario de un cambio radical en la forma en que los economistas llegaron a entender la lógica de la toma de decisiones humanas y la formación de precios en sociedad. Sucedió lo que a menudo se menciona como la “revolución marginalista,” en vez de la noción de los economistas clásicos de una “teoría del valor trabajo,” que por lo general fue aceptada desde época de Adam Smith.

En 1871, aparecieron dos libros, Grundsätze der Volkswirtschaftsliche, (o, Principles of Economics, como se tradujo al inglés o Principios de Economía, como se hizo al español) de Carl Menger (1840-1921) y Theory of Political Economy (La teoría de la política económica, como se tradujo al español) de William Stanley Jevons (1834-1910). Este fue seguido poco después en 1874 por Éléments d’économie politique pure, ou théorie de la richesse sociale (traducido al inglés como Elements of Pure Economics, y al español como Elementos de las ciencias económica puras) de Leon Walras (1834-1910.) Menger, Jevons, y Walras, cada uno, hizo su contribución independientemente, incluso sin saber acerca de la existencia de los otros. Sin embargo, el enfoque, muy a menudo, ha sido acerca de los elementos comunes encontrados en sus exposiciones correspondientes.

LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS ACERCA DEL PROCESO DE MERCADO

Cada quien a su manera, los tres desafiaron la idea de que el valor de cambio de los bienes en el mercado se basaba en alguna versión de la cantidad de mano de obra que se había incorporado en sus manufacturas correspondientes. Por lo general, la demanda del consumidor se consideró sólo como “un dato,” como algo que cualquier bien intercambiable tenía que poseer, si era que el bien iba a ser comprado, viéndose como un elemento más bien “pasivo” que “activo” que influye en la operación o estructuras de las actividades de mercado.

Los economistas clásicos habían desarrollado un análisis bastante claro y coherente de cómo la empresa privada, guiada por la motivación de obtener ganancias, organiza y dirige la producción hacia donde el consumidor “dado” sugiere las ganancias más rentables que se pueden lograr; esa competencia entre empresas privadas diluirá las ganancias en donde se encuentren, y alejará la producción de esas áreas en donde se están experimentando pérdidas. El resultado final de eso es que los suministros tienden a emparejarse con las demandas, y se gana nada más que la ganancia “normal” por las empresas en esas áreas del mercado en donde la entrada no es restringida y los recursos pueden reasignarse libremente, desde una parte del mercado hacia otra.

Mientras que prácticamente todo economista clásico enfatizó que, si un bien iba a ser demandado y adquirido en el mercado, debería poseer “utilidad;” esto es, calidades y características deseadas para algún uso de consumo de parte de consumidores, aquellos dijeron muy poco más allá de eso, además del entendimiento de sentido común de que los consumidores tienden a comprar más de un bien, cuando su precio disminuye, y menos cuando su precio aumenta.

Es muy fácil encontrar un puñado de economistas en el siglo XIX que se puede mostrar tienen unos entendimientos y análisis de la utilidad y demanda más útiles de lo que se acaba de sugerir, pero no siento que sea una afirmación injusta que, por lo general, la lógica de la elección del consumidor no fue plena y exitosamente analizada.

EL DESAFÍO MARGINALISTA A LA TEORÍA DEL VALOR TRABAJO

Presente a nuestros tres “marginalistas,” Menger, Jevons, y Walras, a principios de la década de 1870. En cierto nivel, la diferencia entre los economistas clásicos y los marginalistas fue el tema de lo categórico versus lo incremental. La paradoja “clásica” del valor surgió precisamente porque, a partir de Adam Smith, estaba el “por qué es” que las cosas con un gran valor “objetivo” a menudo tenían un valor de “cambio” menor que objetos de importancia no esencial ̶ agua versus diamantes. Su respuesta era que, mientras el agua era esencial para la vida humana, generalmente estaba disponible amplia y abundantemente, con poco o ningún un esfuerzo humano necesario para llevarla a un uso por humanos. A la vez, un diamante, aunque simple pompón ornamental, usualmente requería mucho mayor esfuerzo humano para llevar cualquier cantidad al mercado. Por tanto, un ítem esencial se tenía a un precio de mercado muy bajo, mientras que uno no esencial se comerciaba a un precio mucho más alto.

Como casi unánimemente los historiadores del pensamiento económico han señalado, todo se redujo a la insistencia fallida de pensar en términos de “una cosa o la otra;” esto es, toda el agua versus todos los diamantes. Piense, en vez de ello, en términos incrementales, de tener unidades singulares sucesivas de cada bien, y la paradoja se disuelve. Precisamente, debido a que el agua es relativamente abundante, comparada con todos los usos que la gente hace de ella, y con cada unidad de agua adicional disponible asignada en orden descendente de importancia, a los usos que una persona pueda tener de ella, la unidad “marginal” o “final” se asigna al uso relativamente bajo, menor, en cuanto importancia de lo que el agua es capaz de brindar.

Con la oferta de agua hipotéticamente llegando al punto de saciedad al que se le puede aplicar lo de “unidad marginal,” el precio que ese consumidor está dispuesto pagar por esa última unidad, es mucho, mucho, menor que si el suministro disponible fuera sólo capaz de satisfacer los usos primero, segundo o tercero más importantes, en que se puede usar el agua. El suministro disponible de diamantes “corta” muy, pero muy, por encima y lejos de cualquier punto de saciedad comparable de la gente respectiva, en su escala de valor calificado marginalmente. Así, el precio que una persona está dispuesta a pagar por adquirir su unidad marginal deseada de diamante está significativamente por arriba del precio que está dispuesta a pagar por la unidad marginal de agua.

LA DEMANDA GUÍA LOS MERCADOS, Y LOS COSTOS COMO OPORTUNIDADES DEJADAS PASAR

En vez de ser los costos relativos de mano de obra para llevar los bienes alternativos al mercado, lo que determina sus precios relativos son las curvas de demanda, y la clasificación correspondiente de utilidad (marginal) subyacente, las que guían y determinan qué bienes son los más rentables para que se lleve a cabo su producción, y, por tanto, los “costos” en que vale la pena incurrir, en términos de recursos y mano de obra escasos para llevarlos al mercado.

Serían pocos años después, en especial con la “segunda generación” de economistas “marginalistas” -por ejemplo, Friedrich von Wieser y David Green y Herbert Davenport- cuando el costo se reinterpretó más claramente, no como una cantidad física de mano de obra dedicada a la manufactura de un bien, sino como la utilidad (marginal) o valor de la alternativa (la oportunidad) dejada pasar, al dedicar medios escasos para el uso en un bien de consumo deseado, en vez de algún otro. Así, también, el costo fue un asunto a ser decidido por una mente evaluadora, según la mayor o menor importancia de un fin alternativo deseado, y no un monto medido de alguna cantidad de mano de obra “objetiva.” Fue el valor “marginal” de fines que compiten entre sí lo que determinó el valor de los medios útiles empleados en diferentes formas, y no al revés, con el valor relativo de los insumos de mano de obra determinando el valor relativo de los bienes, en forma de precios de bienes terminados.

Esto se consideró parte de la herencia intelectual en común de las contribuciones de Menger, Jevons y Walras, que fueron más a menudo enfatizadas por historiadores del pensamiento económico en buena parte del siglo XX. Si se hizo alguna distinción entre ellas, lo usual fue que Menger no había llegado a las alturas analíticas de sus dos colegas marginalistas, debido a su renuencia (y de sus seguidores) o incapacidad para apreciar y aplicar las matemáticas para un análisis más preciso y determinista de la lógica del margen.

EL ENFOQUE DIFERENTE DE MENGER AL PENSAMIENTO ECONÓMICO

Sólo más tarde en el siglo XX, un número de economistas, y otros incluyendo al hijo de Carl, el destacado matemático Karl Menger, Jr (1902-1985), empezó a formular el caso de que, en el enfoque no matemático de Menger, se podía encontrar un análisis sutil de cosas mucho más cercanas a la realidad de la toma de decisiones y la elección humana, que en aquel ofrecido por un planteamiento que enfocado estrechamente en la primera derivada de una función y una serie de ecuaciones simultáneas. Menger no sólo explicó la toma de decisión marginal en términos de las unidades discretas de bienes (en vez de la función hipotética infinitesimal de una función matemática continua) cuando las elecciones reales son hechas por personas de verdad en el mundo real, sino de una toma de decisiones involucrada y que inescapablemente parte de la presencia y relevancia de los procesos de mercado y sociales en el tiempo, con incertidumbre y expectativas imperfectas de la gente relacionadas con el futuro.

Otra distinción entre el análisis de Menger y aquellos de Jevons y Walras, fue que Menger era mucho más consciente e incorporó la historicidad de los procesos económicos y el carácter evolucionario de las instituciones a través de las cuales los hombres llevan a cabo sus elecciones e interactúan entre sí en el proceso de mercado. Para Menger, el “fenómeno complejo” del mercado y la sociedad más amplia no pueden simplemente tomarse como un “dato.” Desde su punto de vista, un análisis exitoso de los asuntos humanos debe ser capaz de explicar cómo las instituciones del mercado han emergido y tomado forma a través de las a menudo no intencionadas interacciones auto interesadas de multitudes de individuos, cuyas actividades generan acuerdos y resultados sociales que ninguno de los participantes había planeado como parte de sus acciones propias, respectivas, en un intento por lograr sus propósitos y fines personales.

EL DINERO Y LAS CONSECUENCIAS NO PREVISTAS DE LA ACCIÓN HUMANA

Su teoría acerca del origen del dinero se convirtió en su ejemplo estereotipado de esos procesos. La gente, deseando mejorar sus circunstancias por medio de ganancias con el comercio, algunas veces encuentra que una transacción de trueque no se puede consumar debido a un fracaso de, digamos, una doble coincidencia de deseos entre comerciantes potenciales. En vez de irse desalentados de la arena del intercambio, los individuos pueden imaginarse o ver el éxito existente en otros, de primero comerciar su propio bien menos mercadeable por uno que es más altamente demandado por muchos en el mercado. Aún si este individuo, particularmente, no tiene un uso para este bien, ve que, en el momento en que una cantidad de él está en su posesión, se dará cuenta de que es mucho mas fácil adquirir de otros lo que él quiere, pues ahora tiene algo que es más fácilmente aceptado a cambio por socios comerciales potenciales.

Lentamente, este descubrimiento y práctica se extenderán de un individuo a otro, a otro, y otro, hasta que, finalmente, alguien o algún puñado pequeño de bienes, que poseen cualidades y características especialmente útiles para propósito de intercambio, serán “institucionalizados” como “bienes-dinero” del mercado, por medio de la rutina, hábito, costumbre y tradición. ¿Quién puede negar que una pequeña reflexión deja claro que, sin que surgiera ese medio de cambio, los sistemas complejos de división del trabajo y diversas formas de comercio directo e indirecto que damos por hechos, habrían sido casi imposibles que se desarrollaran en la forma en que lo han hecho?

MUCHAS INSTITUCIONES ÚTILES SON RESULTADOS SOCIALES NO PREVISTOS

A propósito, Menger nunca negó que, si bien muchas instituciones de la sociedad han tenido sus orígenes en esos procesos “espontáneos,” no planificados y no previstos de la interacción humana, una vez que ellas se establecen, pueden estar abiertas a reformas, mejoras y cambios, más intencionales y planeadas, sí como que continúen evolucionado y transformándose a través del tiempo por medio de los mismos procesos “espontáneos” que les han dado la existencia. Por lo común, terminan siendo producto de ambos, siendo cambiadas “sin proponérselo” en diversas y distintas formas que la gente en sus interacciones diarias no se da cuenta y que son modificadas por “diseños” sociales y políticos de diversos tipos. Una mezcla de lo “intentado” y lo “no intentado.”

Para Menger, todo un conjunto de instituciones sociales ha demostrado su origen en este proceso “espontáneo,” incluyendo el lenguaje, religión, dinero, mercados, “todas estas estructuras sociales en sus diversas formas empíricas y en su cambio constante son, en una no pequeña extension, el resultado no intencionado del desarrollo social,” dijo Menger. “Los precios de los bienes, tasas de interés, alquiler de terrenos, salarios, y mil otros fenómenos de la vida social, en general y de la economía en particular, exhiben la misma peculiaridad.”

Uno encuentra poco o nada de este tipo de análisis ya sea en Jevons o en Walras. En el caso de Jevons, los mercados y sus formas institucionales no son tan sólo tomadas como existentes, sino que arriban a las condiciones de equilibrio de mercado que él desea demostrar, con base en el beneficio marginal y costo marginal del “placer-dolor,” que él asume sin explicar o siquiera sugerir cómo es que los mercados son “perfectos,” con agentes que casi tienen pleno conocimiento acerca de ellos mismos, de otros y todas las circunstancias que, de otra forma, resultan en que alguno de ellos tome una decisión equivocada y haga un intercambio falso, que precisamente impedirá maximizar la utilidad balanceada en los márgenes de elección matemáticos refinados.

EL SUBASTADOR ARTIFICIAL DE WALRAS QUE HACE QUE LOS MERCADOS FUNCIONEN

Walras es famoso por asumir la existencia de un subastador, un “pregonero,” quien grita ofertas alternativas y pide precios con base en los que el subastador procede a tabular las cantidades de demanda y cantidades de oferta a esos posibles precios alternativos, hasta que aterriza en uno en donde cada uno y todos los bienes son emparejados correctamente, punto en el que y tan sólo en ese punto, se permita que, quienes hacen las transacciones, lleven a cabo su comercio entre ellos. Nunca se explica cómo tales subastas han surgido, y por qué en las formas y reglas que hacen que los participantes le hagan saber al “pregonero” sus respuestas verdaderas acerca de cuánto están dispuestos a comprar o vender, a los diferentes precios que aquél expresa, y al que han llegado a estar de acuerdo entre sí para no intercambiar a cualesquiera otros precios distintos de aquellos que, dice el subastador, “limpiarán” todos los mercados. Lo más que Walras dijo en vez alguna fue lo que “empíricamente” hace el proceso real de los mercados vigentes verdaderos, y logra lo que él postula está haciendo su imaginario “pregonero” en este mercado imaginario.

Puede decirse que Menger no va mucho más allá de sus fundadores colegas marginalistas, en términos de explicar la lógica de los mercados y la coordinación de la oferta y la demanda con base en la toma de decisiones marginales. También, él intenta mostrar cómo las evaluaciones marginales de un grupo de compradores y vendedores, resultan en un rango relativamente estrecho dentro del cual estaría un precio que limpia el mercado, en vez de identificar un precio de equilibrio determinado, tal como Jevons y Walras intentaron postular, basados en cómo ellos, respectivamente, especificaron las condiciones del mercado y lo que o bien se sabe o es dado como información para que los actores no cometan errores.

PARA MENGER EL PROCESO DE MERCADO DE FORMACIÓN DE PRECIOS ES IMPORTANTE

Pero, hay una diferencia importante en el énfasis y preocupación de Menger: una determinación precisa de alguno y todos los precios de equilibrio no es importante para él, sino como ilustraciones de la naturaleza y lógica de los procesos de mercado. Por otra parte, Jevons y Walras consideran imperativo ser capaces de demostrar lo que debería ser el conjunto de precios de equilibrio, dadas las circunstancias subyacentes en el mercado. Esto es esencial para su análisis, pero, para Menger, es periférico. Dijo Menger:

“Los precios o, con otras palabras, las cantidades de bienes que deben aparecer en el intercambio, configuran, en cuanto que son percibidas por nuestros sentidos, el objeto más usual de la observación científica, pero están muy lejos de constituir la esencia del fenómeno económico del intercambio. Esta esencia consiste más bien en la mejor provisión —introducida por el intercambio— de la satisfacción de las necesidades de las personas contratantes…

Los precios son, pues, simples fenómenos accidentales, síntomas de la equiparación económica entre las economías humanas… Pero la fuerza que los empuja hasta la superficie del fenómeno es la causa última y universal de todo movimiento económico; es decir, el deseo de los hombres de satisfacer de la mejor manera posible sus necesidades, de mejorar su situación económica.”

Por tanto, lo crucial para Menger es la lógica y el proceso de formación de precios, en general y en diferentes situaciones. Con circunstancias siempre cambiantes a lo largo el tiempo, las condiciones de oferta y demanda subyacentes incorporadas en los juicios valorativos de los participantes en el mercado, no permanecerán siendo las mismas. Como resultado, los precios generados ayer por el mercado es posible que sean diferentes de aquellos de hoy, así como los precios de mañana variarán de aquellos de la actualidad. Por tanto, lo que era importante en la visión de Menger, es las “leyes” generales de precios y formación de precios que podrían hacer inteligible cualquier precio que emerja y se observe, en términos de un entendimiento analítico de su origen causal en las valoraciones subjetivas (personales) y el proceso competitivo interactivo que resulta en las relaciones de precios transitorias de momentos cambiantes.

EL PROCESO DE MERCADO DE FORMACIÓN DE PRECIOS DE BÖHM-BAWERK

Es a partir de este inicio en Carl Menger, que puede decirse tiene su origen el enfoque “austriaco” en el proceso de mercado en vez de estados de equilibrio. Debe notarse que, por ejemplo, cuando el seguidor de Menger, Eugen von Böhm-Bawerk (1851-1914), ofreció su propia exposición del valor y precio en una extensa “digresión” en su Positive Theory of Capital [Teoría positiva del capital] (1889), que se edifica en aquella de su mentor, asumió que ni quienes realizan transacciones en el mercado poseían conocimiento perfecto de todas las circunstancias relevantes para el intercambio, ni interpuso un “pregonero” mágico que le dijera a la gente cuándo era apropiado comerciar a los precios de equilibrio.

En vez de eso, los participantes en el mercado entran en el mercado de Böhm-Bawerk conociendo su propio suministro del bien que desean vender, una idea general del precio mínimo al que están dispuestos a venderlo y una idea general de algún precio al que están dispuestos a pujar por algún otro bien que están interesados en comprar. Pero, es sólo en la competencia real de otros vendedores que ofrecen un bien similar al propio, y también compradores que también pujan por comprar el mismo bien, que él está interesado en comprar, cuando cada individuo en particular debe decidir si, para ganar clientes, ofrece en venta su propio bien por menos y cuánto puede estar dispuesto a ir para ganarles a aquellos que están más cerca de su oferta inicial de compra.

Así, es sólo en el proceso de competencia, como vendedor o comprador, que el participante individual en el mercado “descubre,” por así decirlo, sus propias escalas de valores como vendedor y comprador, y las deja abiertas a revisión, cuando algunos de sus rivales en la oferta y competidores en la demanda ofrecen vender en menos que él o pujar más que él para comprar. En otras palabras, en el mercado de Böhm-Bawerk, los propios participantes inician y hacen pujas y ofertas, compitiendo activamente el uno contra el otro, en el proceso “endógeno” de creación y formación de precios, hasta que se hayan retirado y dejado el mercado suficientes pujadores del lado de la demanda y vendedores del lado de la oferta, cuando se encuentra un precio en que las ofertas se llevan a un balance con la demanda.

Aún en el caso de un ambiente de mercado simple de Böhm-Bawerk, emergen las pujas y ofertas y precios de mercado y, entonces, se forman a partir de las valoraciones subjetivas y acciones con un propósito de los propios participantes. He aquí una concepción de la formación verdadera de los precios a lo interno del mercado, en vez de por medio de supuestos mágicos que se establecen o subastadores imaginarios en todo el mercado, que les dan precios a la gente a los que ella responde pasivamente hasta que se les dice que hagan la transacción.

MENGER ACERCA DEL DESARROLLO “ESPONTÁNEO” DE LAS COMUNIDADES

Ahora bien, lo mismo es aplicable para el análisis de Menger acerca del origen del monopolio y el surgimiento de la competencia de mercado.
Es cierto que, en sus Principios, Menger intenta demostrar lógicamente el rango en el que un precio de mercado tiene que estar cuando hay, digamos, un vendedor y varios compradores pujando por lo que aquel quiere vender. Pero, también, Menger está interesado en aplicar su concepción de un precio monopólico en el contexto más amplio de los orígenes y razones históricas para que haya una situación de monopolio de un único vendedor en el mercado.

Menger señaló que no ha sido extraño que un monopolio haya surgido y mantenido debido a las intervenciones de la autoridad política; esto es, del gobierno. Pero, su enfoque más amplio es cómo la competencia emerge “naturalmente” en situaciones de un único vendedor en el mercado. El ambiente para entender esto, de nuevo, está en la atención de Menger hacia el desarrollo espontáneo y no previsto de instituciones sociales y económicas. En sus Investigations into the Methods of the Social Sciences, with Special Reference to Economics [Investigaciones sobre el Método de las Ciencias Sociales y de la Economía Política en particular] (1883), explicó que históricamente algunas veces los pueblos y ciudades nuevas han sido creación intencional de una autoridad política o algún diseño de un grupo colaborador, Pero, en general, sugirió que

“Sin embargo, como regla, las nuevas localidades surgen ‘sin intención,’ esto es, por la simple activación de los intereses individuales que por sí mismos conducen al resultado arriba mencionado, promoviendo el interés común; es decir, sin una intención realmente dirigida hacia eso.
Los primeros agricultores que tomaron posesión de un territorio, el primer artesano que se estableció en su medio, tienen como regla a la vista sólo su interés individual. Igualmente, el primer posadero, el primer tendero, el primer maestro, etcétera.

Con las necesidades crecientes de los miembros de la sociedad hasta otros súbditos encuentran ventajoso entrar con nuevas profesiones en la comunidad gradualmente creciente, para practicar lo antiguo de una manera más completa. Así, gradualmente llega a existir una organización económica que es en un alto grado de beneficio para los intereses de los miembros de una comunidad… No obstante, esta organización de ninguna manera es resultado de la activación de la voluntad común dirigida hacia su establecimiento.”

EL OESTE DE ESTADOS UNIDOS COMO EJEMPLO DEL PENSAMIENTO DE MENGER

La imagen que más fácilmente llega a la mente, en especial para un estadounidense, es la colonización del Oeste de Estados Unidos a través del continente. Los colonos, llegando como inmigrantes, desembarcaron en ciudades portuarias establecidas, pero, pronto, oleada tras oleada, se movieron hacia el oeste, hacia lugares no colonizados y a tierras no reclamadas. Se estableció una finca, una casa y un granero y se preparó la tierra para sembrar. No lejos hay otra familia haciendo lo mismo. Con suficientes de tales empresas familiares agrícolas, otro inmigrante que se traslada al oeste ve una oportunidad para abrir una tienda general, como forma de ganarse la vida, en vez de dedicarse a la siembra, tal vez porque él trabajaba en una tienda en el “viejo país,” lo que hacía que se sintiera más cómodo con el tipo de trabajo para ganarse la vida, con el que él estaba familiarizado.

Pronto establecen una caballeriza, una barbería, y un hotel y un bar. Un médico, rumbo hacia el oeste, pasa por este pueblo y se da cuenta que hay una oportunidad de dar el servicio, pues parece que no hay otro doctor en ninguna parte cerca de esta área. Con granjas y comercios y empresas creciendo en la comunidad, algún abogado, en busca de un lugar para colgar su rótulo de se hacen escrituras, resuelven disputas y documentos relacionados, construye o alquila una oficina. Un ministro, quien viaja divulgando la palabra de Dios, decide que este pueblo puede ser un lado en donde se establece con suficientes feligreses para apoyar una iglesia y su pastor. Los jóvenes en el pueblo y las fincas de los alrededores pueden necesitar algún “aprendizaje con los libros,” y un comité de vecinos del pueblo pone un anuncio solicitando que una “maestra” se una a su comunidad, La gente del pueblo puede encontrar, en cierto momento, que vale la pena contratar, igualmente, un sheriff para mantener la paz.

MENGER ACERCA DE POR QUÉ EL MONOPILIO VIENE ANTES DE LA COMPETENCIA

En este proceso social de pueblos que emergen, Menger sugiere que el monopolio, dando a entender un vendedor inicial único de un bien o servicio, es el punto de inicio “natural” de tal sistema de división del trabajo en una comunidad emergente. En otras palabras, el monopolio viene primero y, con el paso del tiempo, la competencia surge a partir de él, cuando no hay impedimentos legales o similares para la rivalidad desde el lado de la oferta. Él deja claro esto en sus Principios:

“Se entendería de una manera demasiado estrecha el concepto de monopolista si se le quisiera limitar a aquellas personas que están protegidas contra la competencia de otros sujetos económicos por el poder del Estado o por cualquier otra norma social… El artesano que vive en un pueblo donde no existen otros del oficio, el comerciante, médico o abogado que fijan su residencia en un lugar donde hasta ahora nadie ejerce este oficio, arte o profesión, son, en cierto sentido, monopolistas pues los bienes que ofrecen en intercambio a la sociedad sólo pueden ser prestados por ellos, al menos en la mayoría de los casos. Las crónicas de algunas florecientes ciudades nos hablan no pocas veces de los primeros artesanos que se asentaron en ellas cuando todavía eran pequeñas y de escasa población… El monopolio, concebido como situación de hecho y no como limitación social de la libre competencia, es, pues, de ordinario, lo más antiguo y primigenio, mientras que la competencia surge sólo en una etapa posterior… [estando] íntimamente relacionado con el progreso de la cultura económica.”

Es sólo con el desarrollo de un desarrollo económico más intenso y extenso, afirmó Menger, que la competencia surge a partir del monopolio.
El número creciente de personas que necesitan el producto o servicios del, hasta el momento, único proveedor en esta comunidad, llega a ser más de lo que él es capaz de proveer o satisfacer. El mercado supera lo que él es capaz de hacer por sus congéneres en este pueblo y ciudad en desarrollo. Al inicio, la demanda creciente de los servicios de este único vendedor le permite aumentar su precio y “racionar” la disponibilidad de lo que él puede ofrecer, ya sea un bien o servicio por estos medios, y lograr el beneficio económico.

Pero, deje que el tiempo pase, junto con las frustraciones de los compradores en esta comunidad en crecimiento, debido al mayor costo para obtener lo que el monopolista suple, y la cantidad limitadora de lo que él puede, en realidad, proveer a su número creciente de clientes, dadas sus propias limitaciones, y la puerta “naturalmente” se abre para la llegada de rivales y el surgimiento de la competencia, en vez de existir sólo “uno” en el lado de la oferta. De nuevo, como lo explicó Menger:

“El primer artesano de la especialidad que se quiera, el primer médico, el primer abogado, son personas bien recibidas en cualquier lugar. Si este profesional no encuentra ninguna competencia y el lugar vive una etapa de florecimiento, al cabo de algún tiempo y casi sin excepción adquirirá entre las capas menos pudientes de la población fama de hombre duro y avaricioso e incluso las clases más ricas le tendrán por interesado. El monopolista no siempre puede responder a la creciente necesidad que la sociedad tiene de sus mercancías (o respectivamente de sus servicios) …La situación económica que acabamos de describir acostumbra a ser la que suscita la competencia, siempre que no surjan obstáculos sociales o de otro tipo.”

ADAM SMITH ACERCA DEL LÍMITE DEL MERCADO

Es interesante notar que, en ningún momento de esta discusión, Menger ni siquiera se refiere a una discusión al pie de página de Adam Smith, “La División del Trabajo está Limitada por la Extensión del Mercado,” en La Riqueza de las Naciones (1776). El punto de Smith era que no sería objetivo de individuo alguno especializarse totalmente en producir un sólo bien, si el mercado no es lo suficientemente grande como para que absorba toda la producción aumentada que la especialización le permitiría ofrecer como intercambio. Sólo en el tanto en que una sociedad en general en donde él vive crece lentamente, será lo suficientemente grande para que las mayores mercancías de cada especialista en la división del trabajo, puedan ser absorbidas rentable, y mutuamente, para que tome ventaja total del beneficio pleno de las especializaciones y la productividad creciente que eso permite.

Aún si a un agricultor le fuera mejor siendo, en vez de ello, un herrero, estaría mejor si no dejara plenamente de plantar mucha de la comida que él y su familia necesitan para vivir, y hacer sólo un poco del trabajo de herrero al lado, si tiene pocos vecinos que necesitan que sus caballos sean adecuados con herraduras. Pero, al crecer la comunidad y que también un número mayor de residentes necesita un número creciente de caballos que requieren ser herrados, puede llegar un punto en que él puede especializarse del todo en ser herrero y ganar significativamente más, al llenar este nicho en la división del trabajo que se intensifica, y comprar toda la comida que necesita de otros, quienes, a su vez, pueden permitirse totalmente expandir sus esfuerzos hacia la producción de comida y comprar todo lo demás que necesitan alimentando a sus vecinos.

EL MONOPOLIO Y LA COMPETENCIA REFLEJAN EL TAMAÑO DE LOS MERCADOS

Una lógica similar se aplica al análisis de Menger acerca del surgimiento de la competencia a partir del monopolio. Invariablemente, en el desarrollo temprano de las sociedades, la necesidad de alguna ocupación, profesión y muchas actividades productivas será relativamente limitada debido a los pocos clientes de esos servicios o productos, que hacen imposible o no rentable que más de un oferente o vendedor ocupe alguna esquina especializada en esa arena de mercado aún pequeña.

La llegada del único proveedor, en donde nadie había estado antes presente, como dice Menger, puede ser apreciado alegremente por las personas del pueblo al que él se ha unido. Pero, con el paso del tiempo, al expandirse el pueblo, puede encontrarse a sí mismo capacitado sólo para manejar cierto tanto de los negocios crecientes de sus servicios. La gente que necesita la habilidad del abogado para los contratos, herencias, preparaciones de acuerdos, etcétera, se encuentra con que él no tiene, o no está dispuesto, a dedicar todas las horas del día necesarias para satisfacer sus demandas. Lo mismo con el médico, o el herrero del pueblo, o el dueño del hotel en cuanto a las habitaciones que tiene disponibles para quienes temporalmente buscan un lugar en donde quedarse.

Además de las quejas que otros pueden hacer acerca del monopolista, como lo menciona Menger, debido a que no puede satisfacer la necesidad de ellos por sus servicios, o que, para racionar sus productos o servicios disponibles, eleva el precio que cobra a sus vecinos, para lograr balancear su oferta con su demanda, ahora la división del trabajo puede exitosamente incorporar más que un oferente monopolista, debido a la extensión más amplia del mercado.

Al crecer los mercados, el monopolio engendra competencia, está diciendo Menger. Y observe, él no agregó la salvedad, al asumir que no hubiera barreras legales o relacionadas que protegen al único vendedor de una rentabilidad competitiva de vientos que emergen y que atraen a otros a su esquina de la división del trabajo. Al extender la lógica de Menger a la innovación, tanto como el tamaño del mercado, podemos ver cómo su cadena de razonamiento puede fácilmente conducir a la idea de Joseph Schumpeter (1883-1950), de que la empresariedad verdadera se refleja en parte en el mercadeo de versiones nuevas o radicalmente diferentes de algunos productos existentes. Pero, invariablemente al inicio, este innovador es el único productor, suplidor y mercader de este nuevo o mejor producto. Por un tiempo, puede ser “el” vendedor del bien, un “monopolista.”

Pero, si se permite que el tiempo pase, y si el producto demuestra una demanda que ofrece una rentabilidad significativa, el propio éxito del monopolista atraerá y en el futuro logrará la competencia que subvierte y elimina su estatus de monopolio. Un monopolio exitoso en mercados abiertos engendra la competencia que le reemplaza.

EL PROCESO NO PREVISTO DESDE EL MONOPOLIO A LA COMPETENCIA

Aunque Menger no expresa este proceso desde el monopolio hasta la competencia en las palabras explícitas de un desarrollo “no previsto” en que él discute un número de otros fenómenos de mercado y sociales, la lógica es la misma. El artesano, o el abogado, o el médico e incluso el herrero, pueden no haber tenido la intención de crear una posición de “monopolio” para sí mismos. Simplemente, él descubre un nicho en un mercado pequeño pero creciente, dentro del cual puede exitosamente ganarse la vida. Pero, su utilidad para aquellos en la comunidad atrae más negocios para él con el paso del tiempo, en parte de residentes existentes que ven el valor de sus servicios y en parte de nuevos clientes cuando un número creciente de gente vive en esa comunidad.

No es que él quiere aparecer como “egoísta” o “avaricioso” ente los ojos de sus vecinos, cuyos deseos él no es capaz de satisfacer plenamente, es sólo que por sí mismo no puede producir tanto de su producto o suplir sólo en tantas horas del día, para quienes necesitan sus servicios. En vez de arbitrariamente escoger y elegir cuáles demandas y de quienes él desea satisfacer, eleva el precio. Algunos en la comunidad compran menos de lo que él ofrece o del todo no lo pueden pagar. Sea como sea, la demanda está limitada a lo que él es capaz o está dispuesto a suplir. Su mercado está sobrepasando a su estatus monopólico.

Con el tiempo, aparecerán rivales. El mercado es ahora tan grande como para mantener rentablemente a dos vendedores, tres vendedores, una docena de vendedores del mismo bien o servicio. Los nuevos entrantes desde el lado de la oferta ofrecen sus servicios o productos por menos o con mejores funciones, calidad o características que aquellas del anterior vendedor único. El precio disminuye, la producción aumenta, la diversidad de tipos y disponibilidad de servicios se amplía. Las condiciones “primitivas,” como lo dijo Menger, del monopolio crecen en competencia con la “civilización” progresiva del mercado por una competencia rival y vibrante.

REPENSANDO LA ECONOMÍA A LA LUZ DE CARL MENGER

Qué tan diferentes podrían haber sido muchos aspectos de juicios de política y teoría económica, si hubieran sido seguidos, en vez de tomar las direcciones en la profesión de la economía, los rumbos analíticos propuestos por Carl Menger, en relación con la lógica de la elección individual, formación competitiva de precios, el significado y naturaleza del monopolio, y la “naturalidad” de la competencia que emergen como parte de las consecuencias no previstas de la acción humana.

Si bien el tiempo se mueve en una dirección, un entendimiento de las contribuciones únicas de Menger aún puede influir en los lectores cuando piensen acerca de procesos sociales y de mercado; ideas y enfoques que pueden ser repensados y redireccionados. Conservemos la esperanza de que el 150 aniversario, tanto de la revolución “marginalista,” como del desarrollo inconfundible de ella por Menger, junto con sus ideas acerca de los procesos sociales y de mercado que la rodean, puedan servir como inspiración para esa reconsideración, cuando pensemos acerca del hombre, mercados, y las instituciones en que vivimos.

(Basado en una presentación preparada para una sesión acerca de Carl Menger en la conferencia anual de la Asociación para la Educación acerca de la Empresa Privada, en Fort Lauderdale, entre el 11 y el 13 de abril del 2021)


Richard M. Ebeling, un compañero sénior de American Institute for Economic Research (AIER), es profesor distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en The Citadel, Carolina del Sur. Ebeling vivió en la ciudad universitaria de AIER entre el 2008 y el 2009.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.