En los niveles de la realeza hay personas que nos son “reales” precisamente por su conocimiento.

PRÍNCIPE HARRY, PERMÍTAME EXPLICARLE LA PRIMERA ENMIENDA

Por Hannah Cox
Fundación para la Educación Económica
Martes 18 de mayo del 2021

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No es de extrañar que a príncipes y políticos no les guste la Primera Enmienda. Es acerca de cómo los poderosos están obligados a la rendición de cuentas.

Parece que el príncipe Harry ha nacido con pocos talentos aparte de meteduras de patas.

Recientemente, fue al podcast de Dax Shepard “Armchair Expert” para desplegar su talento, mmm, dando una entrevista. Durante la conversación, Harry llamó “chifladura” a la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, admitiendo a la vez que a él le costaba mucho poner su mente alrededor de sus 45 palabras.

“Tengo tanto que decir acerca de la Primera Enmienda como más o menos la entiendo, pero es una chifladura. No quiero empezar a irme por la ruta de la Primera Enmienda pues es un tema enorme y uno que no entiendo pues he estado aquí sólo por un corto tiempo. Pero, usted puede encontrar una laguna en cualquier cosa. Usted puede capitalizar o explotar lo que no se dice, en vez de mantener lo que se dice.”


Sin duda, los señalamientos de Harry han puesto a estadunidenses con los pelos de punta, muchos de quienes han señalado que el país peleó una guerra para asegurarse que las opiniones de la monarquía británica nunca más pudieran tener influencia alguna en nuestro país o nuestras leyes.

Para ser justos, el ex monarca perdió a su madre, la princesa Diana, en un incidente que involucraba a medios. Por años, la prensa notoriamente la acechó en cada movimiento suyo, y en última instancia murió en un choque de vehículos después de ser perseguida por las calles de París por paparazzi. También, con frecuencia la esposa de Harry se ha encontrado siendo tema de tabloides y no es favorita de la prensa, incurriendo con frecuencia en encabezados despectivos e historias invasivas y embarazosas.

Dado estos factores, en cierto grado es entendible (aunque, sin embargo, inexcusable) que Harry discrepe de una enmienda constitucional que protege a una prensa libre. Inglaterra, en donde la libre expresión es considerada un “derecho calificado,” tiene leyes más estrictas en los libros, las que le ganaron un triste lugar 40 en el Índice de Libertad de Prensa en el Mundo en el 2018.

Pero, es importante ver que Harry apuntó a la totalidad de la Primera Enmienda y no sólo a componentes que protegen a la prensa. Sus comentarios revelan una creencia peligrosa encontrada muy a menudo en la clase gobernante ̶ que el lenguaje de la gente común y corriente debería ser restringido según su preferencia. Y no se equivoque, este sentimiento se haya por igual entre líderes estadounidenses ̶ si bien pocos son lo suficientemente tontos como para decir en una entrevista que les disgusta la Primera Enmienda. En vez de eso, atacan la libre expresión con sus políticas.

Recientemente, la senadora Elizabeth Warren (demócrata de Massachusetts) amenazó con disolver a Amazon para que a su cuenta no se le pudieran enviar “tuits altaneros.”

Del lado Republicano, miembros de ese partido de Florida pasaron una ley que impondría multas a empresas de medios sociales privados si ellas removían a candidatos políticos de sus plataformas. Y el senador Josh Hawley (Republicano de Missouri) ha hecho su prioridad número uno derrotar la libre expresión de empresas privadas de tecnología, con frecuencia trabajando por revocar la Sección 230 y sugerir que sobre la mesa debería estar la “disolución de las empresas.”

Estos políticos no tienen que decir que odian la libre expresión; de hecho, a menudo la usan como disfraz para impulsar sus puntos de vista contrarios a las libertades civiles, pero sus políticas le dicen todo lo que usted necesita saber.

Y nuestros líderes políticos no se andan necesariamente por las ramas políticas; crecientemente también el público estadounidense no entiende o no apoya la libre expresión. Una encuesta de Gallup y la Fundación Knight encontró que un 56 por ciento de los estadounidenses cree en el derecho a expresar libremente puntos de vista en los medios sociales ̶ lo que significa que un 44 por ciento de aquellos encuestados… no lo hace. Esta es una fuerte declinación de tan sólo un año antes.

Pregúntele a un estadounidense si apoya la libre expresión y es poco posible que le diga a usted que no. Pero, es en la aplicación del principio en donde parece que perdemos gente.

Si bien el príncipe Harry, algunos senadores y el pueblo estadounidense pueden estar confundidos acerca de la Primera Enmienda, los fundadores no lo estuvieron. Ellos vieron a la libre expresión y libertad de prensa como tan esencial para nuestro sistema, como para que fueran las primeras libertades civiles consagradas en la Constitución.

Thomas Jefferson en una ocasión escribió, “Ningún experimento puede ser más interesante que el que ahora estamos intentando, y que confiamos terminará por establecer el hecho de que el hombre puede ser gobernado por la razón y la verdad. Por tanto, nuestro primer objetivo debería ser dejarle abiertas todas las avenidas hacia la verdad. Lo más efectivo encontrado hasta el momento es la libertad de prensa. Es, por tanto, el primer cállese la boca a quienes temen a la investigación de sus acciones.”

Y otro padre fundador, Benjamin Franklin, dijo, “En esos desdichados países en donde un hombre no puede llamar a su lengua como propia, difícilmente puede llamar propia a cualquier otra cosa. Quienquiera que busque acabar con la libertad de una nación debe empezar por someter a la libertad de expresión; una cosa terrible para los traidores públicos.”

Ellos no tuvieron pelos en la lengua, y por buena razón. Es importante recordar que históricamente, y en hoy en muchos sitios alrededor del mundo, gente ha sido encarcelada por hablar contra sus gobernantes o por publicar ideas consideradas controversiales.

Los Fundadores escribieron la Constitución no mucho después que Voltaire, un escritor de la Ilustración Francesa, fue obligado a huir de Francia por publicar trabajos que criticaban a la monarquía, sin tener la aprobación del censor real. Similarmente, el filósofo francés, Denis Diderot, fue apresado en 1749 por sus opiniones en Philosophical Thoughts [Pensamientos filosóficos: El combate por la libertad].

Sin una prensa libre y libre expresión, la gente no tiene forma de investigar y exigir rendición de cuentas a sus líderes. No es de extrañar que príncipes y políticos malquieran a la Primera Enmienda, al ser una de las pocas cosas que les mantiene frenados y que pone a la gente en mayor igualdad de condiciones.

Si bien la Constitución con frecuencia ha fallado en restringir a nuestro gobierno y en mantener derechos naturales como fue la intención, una comparación rápida de Estados Unidos e Inglaterra muestra que, de las dos, nuestras leyes han hecho un mejor trabajo. (Con algunas excepciones notables).

Estados Unidos puede, en ocasiones, ver empresas privadas que sacan a usuarios de sus plataformas, acción que la mayoría consideraría un lado negativo de organizaciones privadas al ejercer su libertad de definir sus límites a la libre expresión. Pero, en el Reino Unido, la gente es arrestada por sus mensajes en medios sociales y por mostrar trucos vulgares para perros. No debería ser difícil escoger el mejor escenario entre los dos.

El príncipe Harry adora hablar de la monarquía, a menudo yendo al aire para menospreciar a miembros de su propia familia. Uno pensaría que él apreciaría una disposición clave de la Constitución que asegura que los ciudadanos promedio tengan la misma habilidad ̶ la de criticar a nuestro propio gobierno sin temor a una represalia gubernamental.

Hannah Cox es una escritora libertaria-conservadora, comentarista y activista. Participa en National Insider y contribuyente en El Washington Examiner.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.