EL USO DE MASCARILLAS: UNA REVISIÓN CUIDADOSA DE LA EVIDENCIA

Por Paul E. Alexander et al.
American Institute for Economic Research
11 de febrero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como paul e. alexander et al. institute for economic research masking February 11, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

El asunto acerca de si usar o no una mascarilla durante la pandemia del Covid-19 continúa siendo emocional y contencioso. ¿Por qué? Esta cuestión acerca de la utilidad de las coberturas de la cara (que han tomado una vida como si fueran un talismán) ahora ha sido sobreexcitada por una politización elevada, independiente de afiliación política (por ejemplo, republicanos o demócratas/estatistas).

Importantemente, la evidencia sólo es y no estaba allí para apoyar el uso de mascarillas para que gente asintomática detenga la diseminación del virus durante una pandemia. Si bien la evidencia puede parecer conflictiva, en realidad, la evidencia (incluyendo evidencia revisada por colegas) no apoya su uso y se inclina fuertemente a que el uso de mascarillas no tiene un impacto significativo en detener la diseminación del virus del Covid.

De hecho, en este momento no es irracional en este momento que las mascarillas quirúrgicas y de tela, usadas como lo son actualmente, no tienen absolutamente impacto alguno en el control de la transmisión del virus Covid-19, y evidencia actual implica que las mascarillas pueden en realidad ser dañinas. Todo esto es para decir, y exhaustivamente documentado por el Dr. Roger W. Koops en una publicación reciente del American Institute for Economic Research (AIER), que no existe evidencia científica clara de que las mascarillas (quirúrgicas o de tela) funcionan para minimizar el riesgo del usuario o de quienes entran en contacto con quien la usa, como se usan actualmente en la vida cotidiana y, en específico, al referirnos al Covid-19.

Abajo presentamos la evidencia a plenitud. También, afirmamos que, si emergiera evidencia apropiada que apoya la efectividad de las mascarillas quirúrgicas y de tela en esta pandemia del Covid (o cualquier tipo similar de mascarilla), entonces, cambiamos nuestra posición y concluiremos lo opuesto. Nuestro enfoque es en mascarillas para el Covid, pero nos referiremos, de paso, a temas de cierre escolar y cuarentenas, pues estos tres asuntos siguen siendo las catástrofes públicas claves que hemos enfrentado como sociedades globales.

Allá atrás, en agosto del 2020, una encuesta de Pew indicó que un 85% de los estadounidenses usó mascarillas en público todo o la mayoría del tiempo. Así que, el público has estado usando mascarillas extensamente. Por tanto, ponemos sobre el tapete esta revisión acerca de la efectividad del uso de mascarillas para el Covid, preguntando, si estas mascarillas quirúrgicas y de tela son efectivas, ¿por qué la incidencia del virus (o la enfermedad en realidad; y no son la misma cosa) escaló tan rápidamente a pesar de su uso extenso? ¿Por qué no hay evidencia a través de los estados de Estados Unidos y naciones del globo, que muestre que, cuando el uso es mandado (o no objeto de una orden, dada la adopción general de mascarillas por el público), eso contribuye a reducir la transmisión viral? ¿Existe esa evidencia?

¿TRANSMISIÓN ORO FECAL?

El entendimiento de la transmisión de este patógeno respiratorio SARS-CoV-2 también está evolucionando, dada evidencia de que la diseminación oro fecal tendría un papel potencialmente mayor como contribuyente a la transmisión no respiratoria del Covid. Como ejemplo, un informe de revisión de evidencia disponible de investigadores de Oxford (Jefferson, Brassey, Heneghan) y su publicación en el Centro de Medicina Basada en Evidencia (CEBM por sus siglas en inglés), revela un reconocimiento creciente de que el SARS-CoV-2 puede infectar y ser eliminado por el tracto gastrointestinal (GI) de los humanos. La diseminación oro fecal exige un estudio urgente y, si se muestra que la diseminación oro fecal es definitiva y con mayores consecuencias en la transmisión del Covid, entonces, esto podría impactar las estrategias de mitigación más allá de aquellas de transmisión respiratoria.

¿POR DÓNDE EMPEZAMOS ACERCA DE LAS MASCARILLAS? ¿QUÉ TAL CON LA TASA DE MORTALIDAD DE INFECCIONES (TMI)?

Aún más, nos estamos refiriendo a restricciones sociales altamente irracionales, punitivas, caprichosas y sin base, para un virus con una tasa de mortalidad de infecciones (TMI), con base en cálculos de John Ioannidis de la Universidad Stanford, de 0.05% en personas de menos de 70 años de edad (a través de diferentes naciones del globo). La investigación de Ioannidis fue seguida recientemente de una TMI no institucionalizada reportada en el estado de Indiana (personas de edad mayor a 12 años) de 0.12 (al 95% con un intervalo de confianza entre 0.09 a 0.19), cuando la edad está entre 40 y 59-60 años edad (reportado a los Annals of Internal Medicine) y con una TMI para menores de 40 años de edad de 0.01% (al 95% con un intervalo de confianza entre 0.01 a 0.02). Las personas de 60 o más tuvieron una TMI de 1.71% (la TMI general fue de 0.26%).

Así que, ¿por qué deberíamos continuar este camino con estas políticas restrictivas sin fundamento y altamente punitivas, y mucho tiempo, una vez que se evidenciaron las características fácticas de este virus y que, como se dijo arriba, al fin nos dimos cuenta que su tasa de mortalidad de infecciones (TMI), que es un reflejo más exacto y realista de mortalidad que la tasa de mortalidad de casos (TMC), en realidad no era peor que la influenza anual?

¿CÓMO FUE QUE LLEGAMOS AQUÍ?

¿Cómo llegamos a la confusión e información equivocada relacionada con el uso de mascarillas, que es nuestro foco, aunque, por extensión, también lo son cuarentenas sociales aplastantes y cierres dañinos de las escuelas? Hay serios daños y desventajas debido a estas políticas restrictivas aplastantes y entendemos que en un acto reflejo se piense que, si hay un patógeno, simplemente deberíamos cerrar y apagar todo y alejarse. Entendemos este instinto inicial.

A pesar de lo anterior, hay beneficios y riesgos en toda acción y los daños de estas cuarentenas y cierres de escuelas sobrepasan en mucho a los beneficios, con base en lo que ha pasado. Incluso sabíamos eso poco después de que se pusieron en marcha las cuarentenas, aunque aún continuamos con las políticas catastróficas y que todavía están. ¿Cómo fue que socialmente llegamos allí? ¿Cómo nuestros líderes de la burocracia gubernamental han fallado tan desastrosamente?

Culpamos fuertemente a nuestros líderes gubernamentales, pero afirmamos que los así llamados “expertos médicos,” parte de las Fuerzas de Tarea del Covid y de paneles de guías, han sido en mucho no científicos, ilógicos e irracionales en su guía y declaraciones.

Sin ataduras ante la realidad de las cosas. En muchos casos, ¡simplemente engañosos y equivocados! La campaña incesante de los medios, que ha trabajado para impulsar el temor e histeria en el público, también es parcialmente culpable. Parece existir una alianza no muy santa entre los burócratas del gobierno, los arriba mencionados “expertos médicos,” y unos medios escritos y digitales dispuestos. Gran parte de lo que esos expertos dicen acerca del Covid ya no más tiene sentido, en momentos son desaforados y carentes de cualquier credibilidad.

En esa increíblemente importante guía e insumo relacionado con el Covid, estos expertos médicos de la televisión y muchos líderes gubernamentales han fallado en formas profundas y a menudo inimaginables y nos dejan pensando cómo fue que estuvieron tan equivocados ante las cosas. ¿Es que esos expertos médicos no leen la ciencia? ¿O, tal vez, no pueden entender los datos o la ciencia? ¿Cuál? Ellos hablan de seguir la ciencia, pero parecen estar ciegos ante ella. Claramente no siguen la ciencia, pues, de lo contrario, no estaríamos aquí. Parece que no entienden la devastación que han ocasionado sobre las vidas de tantos.

Afirmamos que los mensajes por los medios y expertos médicos inicialmente sugirieron que todas las personas tenían un riesgo igual de enfermedad severa por la infección del Covid. Es aquí en donde todo se echó a perder y en que las sociedades fueron ampliamente engañadas por quienes no deberían haber hecho eso. Nunca estuvimos “todos” en un mismo riesgo. Esto era profundamente errado y ha lesionado a Estados Unidos y las naciones del globo desde el día uno de la pandemia. Esta fue y permanece lisa y llanamente siendo una mentira (no verdad) y ha impulsado un miedo irracional en el público. Esta intimación claramente errada se ha impregnado en las mentes del público e impactado severamente la percepción del público de su riesgo y de cómo saldrían a futuro.

¿LA POLÍTICA DE CIERRE DE ESCUELAS REFLEJA LA POLÍTICA ACERCA DE LAS MASCARILLAS?

¿Qué íbamos a saberlo? Abordemos primero las mascarillas viendo el cierre de escuelas, pues merece que se mencione el desastre que las fallidas políticas de cierre escolar dirigidas por nuestros líderes gubernamentales, han causado en las vidas de nuestros niños. La catástrofe del cierre de escuelas refleja la catástrofe de las mascarillas y políticas similares poco sólidas. Sabíamos temprano en el 2020 que el grupo clave de riesgo eran personas de mayor edad con condiciones médicas (aunque, con base en datos existentes, el Covid cedió su paso a la edad debido a serias condiciones médicas u obesidad). Pero, sólo vea al desastre completo que los expertos han creado con nuestros niños en términos de los cierres de escuelas.

Miren lo que ahora es sabido en Ontario, Canadá, con los sindicatos y tarifas pagadas a expertos médicos “conflictuados” para que impulsaran un mensaje de cierre de escuelas. ¡Esto es temerario y escandaloso! A pesar de tasas de transmisión bajas y poca posibilidad de diseminación del Covid entre niños (o de enfermarse severamente por el Covid), ellos han procedido y destruido un año de las vidas escolares de los niños, debido a estos expertos médicos sin sentido y medios histéricos y eso acarreará una enorme pérdida a largo plazo a nuestros niños. ¿Quién va a pagar por esto?

¿QUÉ SABÍAN LOS CENTROS PARA EL CONTROL DE LAS ENFERMEDADES (CDC) Y EL INSTITUTO NACIONAL DE SALUD (NIH) ACERCA DEL RIESGO DE LOS NIÑOS Y CUÁNDO LO SUPIERON?

¿Tuvimos algunos datos o ciencia? Por supuesto que los tuvimos. Una investigación de calidad “en la importante revista Nature estimó que la tasa de sobrevivencia del Covid-19 era aproximadamente del 99.995% en niños y jóvenes.” Supimos de ello muy temprano, pero eso no detuvo a las agencias de salud pública en engañar y fallar en informar acerca del riesgo verdadero. Una publicación reciente de los CDC reportó que, entre más de 90.000 estudiantes y personal de 11 distritos escolares de Carolina del Norte, encontraron que la transmisión del virus en escuelas era “muy rara.” Un hallazgo similar emergió en 17 escuelas rurales de Wisconsin.

Derek Thompson de The Atlantic escribió en enero del 2021 que “hemos sabido por meses que niños jóvenes son menos susceptibles a infección seria y menos posible que transmitan el coronavirus. Actuemos como tal.” Esta pieza de Thompson fue impulsada por la “aparición” de los CDC en la última semana ante la reapertura de escuelas, cuando los datos eran claros desde hace mucho tiempo de que el riesgo era muy bajo, si es que alguno. Así que, nos vemos provocados, como Thompson en su pieza, a preguntar, ¿por qué los medios, nuestros líderes de la burocracia gubernamental y expertos médicos, aparentemente entraron en colusión para dañar a nuestros niños con sus cierres escolares sin base? ¿Por qué engañaron al público por tanto tiempo? Se han acumulado las pérdidas catastróficas a largo plazo en el desarrollo educativo, pero, importantemente, en lo social y emocional/psicológico de nuestros niños. Sabemos que los suicidios entre niños están escalando. Los padres están luchando con la pandemia y la educación en el hogar y los niños están fracasando. Este tipo de temor sin fundamento ha sido impulsado por los medios “a pesar de una diferencia de miles en el riesgo entre viejos y jóvenes.” Ellos siempre lo supieron, ¡pero continuaron con una mentira descarada! Como resultado, esto ha dado lugar a una atmósfera de desconfianza grave en nuestros funcionarios gubernamentales y expertos médicos.

Y ahora, en enero-febrero del 2021, los CDC corren hacia cualquier podio y micrófono abierto que puedan encontrar, para decirnos que es hora de reabrir escuelas y que se puede hacer con seguridad. No obstante, estos no son datos nuevos con los que por primera vez tropiezan los CDC. No., ellos siempre han sabido eso. Los CDC siempre supieron, durante muchos, muchos, meses, que era seguro reabrir escuelas. Como el resto del globo, tenían los datos públicamente asequibles de pediatría infantil desde mediados del 2020, que han sido consistentes y claros en que hay un riesgo bajo para los y escuelas, que, en primer lugar, nunca deberían haber sido cerradas o mantenidas cerradas. Los datos han sido claros y estables desde poco después del inicio de la pandemia, de que hay una susceptibilidad mucho menor para niños o enfermedad severa en ellos, y un riesgo muy bajo de hospitalización o muerte para los niños cuando se trata del Covid.

¿Por qué este riesgo substancialmente reducido? No estamos del todo seguros, pero, investigación preliminar apunta a una expresión menor de proteínas receptoras ACE2 en la superficie del epitelio nasal de niños (de 4 a 9 años de edad). Esto es bien sabido globalmente desde hace muchos, muchos, meses, que los niños tienen un riesgo muy bajo de diseminar la infección a sus compañeros, a sus adultos, maestros, e incluso llevarla a la casa. La evidencia de transmisión secundaria no existe. Con base en una revisión de alta calidad de la Universidad McMaster, los investigadores encontraron que “La transmisión fue trazada de regreso a la comunidad y a ambientes de hogares o adultos, en vez de entre niños dentro de sitios de cuido infantil o escuelas, incluso en jurisdicciones en que las escuelas permanecieron abiertas o han sido reabiertas desde ese entonces.”

La investigación internacional ha sido clara en que no había relación consistente entre la escuela en persona para niños y transmisión del virus. Cualquier experto o agencia médica que implicó lo contrario, que esta es nueva ciencia y que “ahora entendemos los datos” o que “los datos ahora están disponibles” es claramente engañosa. Pero, ¿por qué esto les ha sucedido a nuestros niños a la vez que no sucedió con la influenza estacional anual, que es mucho más mortal para niños que el Covid? ¿O con el H1N1 cuando golpeó en el 2009? ¿Fueron decisiones tomadas con base en evidencia o por otros factores?

¿Quién falla aquí? ¿Cuál fue la razón para esta política fallida? Ciertamente no se basa en ciencia, ¿Por qué los CDC y otras agencias de salud de Estados Unidos, como el NIH, han sido tan lentos en reaccionar ante la ciencia conocida (fuerte evidencia de Noruega, Irlanda, Singapur, Carolina del Norte, etcétera) y así guiar las decisiones óptimas de política con base en esta ciencia previamente acumulada (pieza en el Washington Post de setiembre del 2020, del Atlantic, de octubre del 2020)? Estas agencias de la salud tenían la evidencia, pero continuaron abogando por políticas de cierres de escuelas devastadoramente fallidas, que han dañado a nuestros niños. Sólo vea el combate entre el senador Rand Paul y el Dr. Anthony Fauci, en donde el senador ha sido continuamente ridiculizado por los medios por llamar a cuentas al Dr. Fauci, quien rutinariamente ha cambiado declaraciones y ha sido confuso en un rango de tópicos y, en particular, en el tema de cierres escolares. El Dr. Fauci replicó: “No sabemos todo acerca de este virus, y realmente buscamos ser muy cuidadosos, en particular cuando se trata de niños.” En verdad, el Dr. Fauci sabía de los datos globales del Covid en relación con el riesgo en niños.

Mientras que niños impulsan la gripe estacional y llevan la influenza a la casa, este no es el caso con el Covid. Supimos eso muy temprano.
Reconocemos que hay un riesgo de infección y transmisión, pero que es muy negligible cuando se trata de niños y el Covid. No podemos decir un riesgo cero, pero estamos hablando acerca de una posibilidad extremamente baja, y eso lo supimos muy temprano. Sin embargo, si usted sintonizaba las noticias del día, no sabría de esto, pues el mensaje prácticamente lanzado en una base de 24/7, ¡es uno de fatalidad y pesimismo para nuestros niños! Ciertamente, los medios y expertos médicos saben que lo que afirman prácticamente es incorrecto con base en la ciencia. Nuestros gobiernos y sindicatos han cerrado escuelas con políticas irracionales, viscerales, sin sentido, no científicas, similares a las cuarentenas, siendo conocidos los resultados de daños inmensurables a nuestros niños (esto es, no son teóricos) dadas las pérdidas que surgen. De nuevo, ¿quién va pagar la devastación innecesaria que ocasionaron estos aparentemente ajenos, arrogantes y sin sentido expertos médicos?

La verdad es que muchos niños -y, en particular, aquellos menos aventajados, nuestra minoría, nuestros niños afroestadounidenses, latinos y del Sureste de Asia- logran satisfacer sus necesidades personales en la escuela, incluso nutrición, exámenes de la vista y anteojos, e instrumentos para oír. Importantemente, a menudo, las escuelas funcionan como un sistema protector fuerte o de vigilancia para niños que son sexual o físicamente abusados, y la visibilidad de ello declina con cierres escolares.

Debido a cuarentenas y empleos perdidos, los padres adultos están muy molestos y amargados, y el estrés y la presión en el hogar se escala debido a los empleos e ingreso perdidos y la pérdida de independencia y control sobre sus vidas, así como el disfuncional sistema educativo remoto, que a menudo hace que ellos no puedan ayudar óptimamente. Algunos están reaccionando trágicamente, atacándose entre padres y a sus niños. Incluso hay reportes de que niños están siendo llevados a Salones de Emergencia de los hospitales, por padres que declaran que ellos piensan que mataron a su hijo, el cual no responde.

De hecho, como ejemplo, desde que se iniciaron las cuarentenas por el Covid en Gran Bretaña, se ha reportado que la incidencia de trauma craneal abusivo en niños se ha incrementado en ¡casi un 1500%! Traumas craneanos catastróficos similares en bebés que están ligados a la pandemia del Covid ¡se han reportado en Canadá! Ha habido una tendencia devastadora en hospitales de Ottawa, Canadá, con un aumento en niños pequeños y bebés siendo vistos con daños craneales catastróficos durante la segunda ola de Covid-19. El Covid-19 ha costado vidas y nuestros líderes gubernamentales y agencias de salud, con expertos médicos de la televisión, son parcialmente responsables por su toma de decisiones sin sentido y, en apariencia, politizadas, sin tener base científica, ¡Vean lo que ellos han hecho!

Tristemente, durante décadas por venir, nuestros niños sufrirán consecuencias catastróficas, y no sólo educacionalmente por la profundamente fallida política de cierres de escuelas (en particular, nuestros niños de minorías que eran quienes menos podían permitirse que eso pasara). Ellos han hecho esto, los CDC, el NIH, etcétera, que han costado vidas a niños y causado un daño inmensurable a nuestros niños por políticas crecientemente reconocidas como profundamente destructivas y sin sentido.

Estos expertos y agencias han sabido por mucho tiempo, en verdad hace muchos, muchos, meses (desde el verano del 2020 y antes) que los niños tenían poco riesgo, si es que alguno, de diseminar la infección o llevarla a casa. Sabían que las escuelas ofrecen una especie de protección de una red de seguridad de vanguardia en nuestra sociedad y que los niños, a menudo, están muchísimo mejor en el ambiente escolar.

No obstante, a pesar de lo que la ciencia disponible mostraba, continuaron con sus posiciones y políticas y llamados de cierre de escuelas, lo que envalentonó a sindicatos y maestros para que reaccionaran y se comportaron como lo hacen actualmente, a pesar de ciencia abrumadora. ¿Por qué no estarían maestros y sindicatos locamente petrificados basados en información consistentemente ilógica y sin sentido que emerge de agencias gubernamentales y expertos médicos? A pesar de ello, esta política errada continúa y con el uso de mascarillas y otras órdenes. ¿Vamos a creer que todos los aspectos de respuesta ante la pandemia, esto, es, cuarentenas, mascarillas, vacuna, etcétera, están plagados de estas irregularidades y aberraciones de política que están devastando al público? Por ejemplo, tenemos médicos que actualmente tratan de integrar el tratamiento temprano de pacientes externos para el Covid en pacientes de alto riesgo, usando medicinas establecidas, seguras, baratas, efectivas, y disponibles, quienes son ridiculizados por expertos médicos nihilistas y por el sistema. Tal tratamiento temprano ambulatorio secuenciado y en combinación, es una opción potencial que puede reducir la hospitalización y muerte.

¿CUESTIONAR LAS MASCARILLAS REFLEJA CUESTIONAMIENTOS AL DISTANCIAMIENTO SOCIAL?

Específicamente, ¿en qué fuentes descansaron los CDC para definir que una distancia de 6 pies entre individuos es necesaria para mitigar la diseminación viral del Covid? Y ¿por qué, por ejemplo, los europeos de varios países sólo tienen que estar separados cerca de 1 metro (aproximadamente 3 pies)? ¿Saben ellos algo que nosotros no sabemos? O, ¿se llegó a ambos valores arbitrariamente? ¿Estuvieron estas recomendaciones basadas en evidencia o fueron establecidas arbitrariamente? Si es lo último, entonces, ¿por qué no 4 pies, 10 pies o 20 pies? Resulta que “la Organización Mundial de la Salud recomienda una distancia de al menos un metro (3.3 pies).” China, Francia, Dinamarca y Hong Kong lo hicieron con un metro, Corea del Sur optó por 1.4 metros; Alemania, Italia y Australia por 1.5 metros.

Los CDC dijeron 6 pies y aún no sabemos cómo fue que arribaron a esa distancia y, no obstante, esta pandemia ha estado activa desde, al menos, febrero del 2020. Por desgracia, podemos, entonces, similarmente en el mejor de los casos, hacer afirmaciones poco sólidas e insinceras a favor del uso de mascarillas, que no se respaldan en evidencia o datos. Sin embargo, los temas a mano son tan serios dadas las implicaciones y reorganización social tan grandes, que es difícil reconciliarlos con la lógica en ausencia de los estudios correspondientes.

ENFOCÁNDOSE EN LAS MASCARILLAS

Con un enfoque en las mascarillas, ¿adónde nos encontramos? Bueno, nuestra posición está basada en la ciencia. Afirmamos que las mascarillas quirúrgicas o de tela son básicamente coberturas faciales que carecen de dato científico alguno que apoye su uso. Y que, en esencia, son cosméticas y funcionan más para darle al usuario un sentido de confianza y seguridad con respecto a la pandemia del Covid.
Estamos basando esto en un examen de la totalidad de la evidencia presentada abajo hasta la fecha. Excepto por las mascarillas N95 (típicamente para hospitales y ambientes de alto riesgo y usualmente acompañada de batas, guantes y otro equipo de protección individual (PPE)) y sólo cuando son apropiadamente ajustadas para permitir un sello óptimo de la cara, y sólo cuando se cambian a menudo, hay efectividad en mitigar la diseminación del virus respiratorio.

Y, en relación con esto, esa protección generalmente se requiere ¡sólo cuando médicos clínicos tratan pacientes altamente infecciosos y en condiciones de aislamiento! También, la efectividad depende de un filtro que pueda lidiar efectivamente con las partículas del tamaño de virus. El virus del Covid-19 tiene un tamaño de 120 nanómetros, mientras que la filtración potencial de una mascarilla N95 es de 150 a 300 nanómetros. También, sugerimos que en realidad ese ajuste sería necesario cuando una persona se pone una mascarilla fresca en su rostro, para retener la funcionalidad del respirador N95. Tal vez, es importante ver que la terminología “N95” significa que la mascarilla filtra el 95% de las materias de partículas, Es más, un uso prolongado de mascarillas ajustadas del tipo N95 (respiradores de mascarilla con filtro de partículas) es incómodo, y puede potencialmente causar daño.

A la luz de lo expuesto arriba, mantenemos que la mayoría de la población favorecería usar mascarillas “azules” quirúrgicas típicas (o, peor, mascarillas de tela o mascarillas de tela hecha en casa) e incluso considerando los temas de ajuste discutidos aquí en relación con las mascarillas N95, ellas no pueden brindar protección similar (de ser infectado o traspasar una infección) como lo pueden las N95.

Simplemente, no hay una lógica defendible para tratar esta pandemia, distinta de usar un enfoque antiguo basado en riesgos y edad, y promover la higiene óptima del lavado de manos. La forma vastamente sensata y racional es apuntar a personas de alto riesgo (esto es, aquellos en riesgo de desarrollar una enfermedad severa o de morir) y permitir que todos los demás continúen con sus vidas. Asegurarnos que los hospitales estén bien preparados (eso esperamos) y hemos tenido un año para hacerlo tal como se esquematizó por nuestros gobiernos cuando nos pidieron que ayudáramos a “doblar la curva,” y nosotros simultáneamente triplicamos la protección de personas de alto riesgo.

Con esto en su sitio, luchamos para que, con seguridad y precauciones sensatas, reabramos la sociedad y las escuelas a plenitud. Es tan simple como eso, y, encima de ello, tenemos evidencia fuerte acerca del uso temprano de terapéuticas existentes con un nuevo propósito, seguras, baratas y efectivas, en personas de alto riesgo positivas de Covid, en casas privadas o asilos de ancianos, quienes estén mostrando síntomas iniciales. Cuando se usan temprano en un ámbito de pacientes externos, estas medicinas (antivirales combinados secuencialmente, corticosteroides, y drogas antitrombóticas y anticoagulantes) pueden ayudar a reducir el aislamiento, mitigar la transmisión, y recortar significativamente la hospitalización y muerte.

Las implicaciones de políticas como restricciones y uso de mascarillas son de largo alcance y esas políticas deben basarse en la evidencia. Las políticas actuales causan daños aplastantes a nuestras sociedades y no pueden basarse en la noción de detener al Covid cualquiera que sea el costo. Detener el Covid a toda costa, sin tomar en cuenta la implicación social, es un objetivo completamente ilógico, irracional, dañino y sin posibilidad de logro.

¿DISEMINACIÓN ASINTOMÁTICA Y MASCARILLAS?

Antes de proceder a la evidencia clave acerca de la efectividad (o no) de las coberturas del rostro (mascarillas), deseamos destacar investigación altamente aplicable. Se relaciona con evidencia que recientemente surge de que la diseminación del Covid-19 es sumamente rara en personas asintomáticas, como para que virtualmente no tenga impacto alguno en el gran esquema. Dado que hay datos muy fuertes que apoyan esta afirmación, entonces, debemos señalar desde el inicio que el uso universal de mascarillas no tiene mérito y que no puede ser apoyada en datos o investigación confiable.

En un artículo publicado en Nature Communications (de noviembre del 2020) que estudió a 10 millones de personas elegibles, se demostró que la diseminación asintomática no sólo era extremamente rara, sino que, de hecho, ¡del todo no pareció presentarse! No se encontró caso alguno en el estudio en que emergieron pruebas positivas, incluso entre contactos cercanos con casos asintomáticos en esta muestra de 10 millones, ¿Por qué, entonces, siquiera consideraríamos la necesidad de un uso universal de mascarillas, cuando existe evidencia como esta de una diseminación asintomática limitada?

También, señalamos (y, asimismo, reconocemos y apreciamos que este argumento está lejos de basarse en una fuerte evidencia per se) que si decenas o más de estudios son necesarios para probar, de una u otra forma, si un producto es efectivo o no (y, a partir de ello, conducir a cambios en el cuidado estándar), y que aún no hay datos confiables, los efectos son o bien mínimos o inexistentes, Por tanto, puede razonarse que no hay un efecto significativo en primer lugar; tal argumento se puede usar en el dilema de las mascarillas.

Todo esto es para decir que hay y que no hubo justificación científica para la orden o llamado de uso “voluntario” de mascarillas en gente saludable, ¡Ninguna! Y, también, sugerimos que este razonamiento al grano puede aplicarse a la mayoría de otros esfuerzos de “mitigación,” que están siendo puestos en práctica al momento; en específico, cuarentenas sociales y cierres de escuelas. En efecto, al momento de escribir esta pieza, no podemos encontrar evidencia definitiva basada en investigación que apoye el uso de mascarillas, cuarentenas sociales o cierre de escuelas. Continuamos arguyendo que la mayoría de esto se ha construido arbitrariamente por líderes gubernamentales y sus expertos médicos.

Estas políticas no son sólo simplemente erradas, sino que ellas, también, no dejan de tener consecuencias serias y adversas; han ocasionado daños aplastantes y han sido dañinas a nivel social y personal. ¡Las políticas restrictivas no han sido plenamente meditadas en torno a las implicaciones en general! Los beneficios no han sido valorados o considerados a la par de los daños potenciales (y documentados) y esta es una omisión catastrófica desde la perspectiva de políticas y principios sólidos de salud pública. En resumen, la burocracia nos ha brindado una política confusa y a menudo contradictoria, apoyada en una ausencia de claridad, simples supuestos, y sin sentido en general, y, en este caso, en relación con el uso universal de mascarillas, nuestro liderazgo y “expertos” han fallado en reconocer los daños aplastantes que resultan de sus políticas arbitrarias y, aún peor, caprichosas, ¡que carecen de cualquier apoyo confiable de evidencia!

También, puede esperarse que, a la luz de trabajo seminal manifiestamente innovador, al cual aludimos arriba, esto no sólo sería cubierto por los medios de la corriente principal y, por supuesto, por nuestros expertos, sino que, también, esto aclararía y ayudaría a resolver temas relacionados con la diseminación asintomática, cuarentenas en general, cierres de escuelas y, por supuesto, este caso de las mascarillas. A pesar de ello, asombrosamente, no ha habido reconocimiento de este trabajo. Y, aún así, estos hallazgos, que podrían tener un efecto en la toma de decisiones informadas y basadas en evidencia, han sido ignorados del todo.

¿MASCARILLAS DOBLES?

Todavía más, el Dr. Anthony Fauci del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (NIAUID por sus siglas en inglés) ahora está apoyando (o al menos no desalentando) ¡el pedido de usar dos mascarillas! Para parafrasearlo, es de “sentido común” usar dos mascarillas en vez de una. No obstante, esto va en contra de los datos existentes, que muestran que el uso de una sola mascarilla no ha brindado protección alguna en lo que respecta al progreso de la pandemia (de hecho, es lo opuesto… en casi cada jurisdicción en que se ordenó el uso de mascarillas, hubo grandes aumentos en las tasas de infección o, al menos, que la positividad PCR fuera más exacta). A pesar de esto, el Dr. Fauci ha respondido proponiendo el enfoque de doble mascarilla, afirmando que “eso posiblemente funciona” en relación con ofrecer una mayor protección.

¿Qué ha pasado con “seguir a la ciencia” y la necesidad de hacer pruebas de control al azar en el uso de dos mascarillas? Parece que seguimos a la ciencia sólo cuando apoya nociones o metas preconcebidas. Lo que se afirmó acerca de mascarillas dobles fue un completo sinsentido. Posiblemente, el Dr. Fauci no leyó el estudio CHARM NEJM de reclutas de los Marines, en el que los reclutas consistentemente usaron mascarillas de dos capas, sin embargo, la diseminación todavía se presentó en los más fuertemente vigilados en su cumplimiento, y restringidos a ambientes militares.

¿Consideró el Dr. Fauci la posibilidad de que, con dos mascarillas, los usuarios posiblemente experimentarán más dificultades tan sólo para respirar cómodamente? Y, ¿cuáles serían las consecuencias para aquellos con enfermedades pulmonares, infecciones respiratorias superiores, otros con dificultad para respirar sin una mascarilla, y, más importante, para niños? Usar una mascarilla, por no hablar de dos, estimula potencialmente la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (COPD por sus siglas en inglés), similar a lo que comúnmente les pasa a los fumadores. Las mascarillas pueden dificultar que uno respire, en especial en situaciones estresantes. Aquí no lo podemos decir, pues no lo sabemos en ausencia de datos científicos, pero tampoco lo puede decir el Dr. Fauci. En el peor de los casos, el consejo relacionado con mascarillas dobles (¿por qué no triples o incluso cuatro o cinco mascarillas?) es arbitrario y no tiene base científica. Entonces, ¿por qué ponerlas? Esto refleja una disonancia con cualquier cosa que altere la narrativa establecida, la que, en esta etapa de la pandemia, parece ser más política, desde nuestro punto de vista, que científica o basada en evidencia. Para agregar a la confusión, el Dr. Fauci siguió esto afirmando, al cuestionársele acerca de esa declaración en los medios, que no hay datos que muestren que las mascarillas dobles funcionan.
Por tanto, ¿qué se espera que el público crea? No podemos alegar que pensamos por el Dr. Fauci y médicos expertos similares, pero, ¿por qué expertos médicos con un podio consistentemente en esta pandemia del Covid brindan tanta desinformación y confusión hacia el público? Ellos consistentemente hacen pronunciamientos sin datos o evidencia que los apoyen. Con esto, causan gran confusión y desconfianza.

¿ÓRDENES DE USAR MASCARILLAS?

Como se hizo ver arriba, los datos muestran que los giros confusos del Dr. Fauci acerca de consejos para administrar los temas pandémicos, incluso usar mascarillas, en el mejor de los casos fueron arbitrarios. En referencia a las mascarillas, simplemente es imposible entender las recomendaciones vigentes para eso, cuando sabemos que hay diversos estados en Estados Unidos en que puede mostrarse con claridad que, después de poner en marcha órdenes de usar mascarillas (a lo interno y externo), ¡el número de casos aumentó! No estamos sugiriendo que la adición de órdenes de usar mascarillas de alguna forma causó que se disparara el número de casos, pero, claramente, tampoco tuvo efectos positivos o beneficiosos. Hay 37 estados de Estados Unidos, incluyendo, pero no circunscritos, a California, Texas, Hawái, Maine, Delaware, Florida, Oregón, y Pennsylvania, que actualmente ordenan cubrirse la cara en público. Fuera de Estados Unidos, también, hay datos globales que muestran que, cuando las órdenes de usar mascarillas fueron puestas en práctica en Austria, Alemania, Francia, España, Reino Unido, Bélgica, Italia, para nombrar sólo a unos pocos, el número de casos aumentó, no se redujo.

Aún más, el EPOCH Times reportó que “en estados (de Estados Unidos) con un mandato en vigencia, hubo 9.605.256 casos confirmados de Covid-19, que resultan en un promedio de 27 casos por cada cien mil personas por día. Cuando los estados no tenían una orden en toda su jurisdicción -incluyendo estados que nunca tuvieron mandatos, junto con el plazo en que estados que ordenaron usar mascarillas no lo practicaron. Hubo 5.781.716 casos, promediando 17 casos por cada 100.000 personas por día; ¡una reducción notable comparada con el número de casos observados durante las órdenes de usar mascarillas! “Estados con mandatos en vigencia tuvieron un promedio de más de 10 en infecciones reportadas por cada 100.000 personas por día que los estados sin órdenes” La aceptación ciega sin base del dogma actual, que ha llegado a arraigarse tanto que, si aumentan los casos, expertos adictos al uso universal de mascarillas, alegan que esas son buenas noticias, hasta que las mascarillas previnieron que hubiera más casos; esto es ciertamente increíble.

La realidad es que hay evidencia significativa de que las mascarillas no son efectivas en controlar una pandemia. Para reiterar, no obstante, estamos de acuerdo en que, dentro de un contexto de un tratamiento clínico, para un paciente obviamente infectado (con cualquier enfermedad transmisible), el uso de las mascarillas es importante, pero, incluso cuando eso pasa, debe aumentarse con el uso de otros Equipos de Protección Individual (EPI) (gafas, e incluso ropas para materiales peligrosos con suministro aislado de oxígeno, por ejemplo) y esto simplemente no puede compararse con un uso generalizado de mascarillas en toda la población. Los efectos sobre los pueblos son catastróficos y las mascarillas, tal vez sin intención, han restringido nuestra habilidad para regresar a ¡algo que se parezca a una vida normal”

¿CUÁL ES LA EVIDENCIA ACTUAL ACERCA DE LAS MASCARILLAS?

¿Cuál es lo que el mejor cuerpo general de evidencia muestra en este momento acerca de la efectividad de las mascarillas? Para responder a esto, nos referimos a una pieza seductora reciente de Jenin Younes, publicada en el American Institute for Economic Research (AIER), que pone sobre la mesa al presentar un argumento fuerte contra la efectividad de las mascarillas y, también hace preguntas muy inquietantes.
Dado lo disponible, también, debemos basarnos en datos derivados del estudio de otros virus respiratorios (por ejemplo, influenza), en relación con el uso de mascarillas para prevenir la diseminación de la enfermedad, y, también, argüimos que esta evidencia es muy pertinente para el virus (SARS CoV-2) asociado con la enfermedad del Covid-19.

En general, la investigación disponible acerca del uso de mascarillas para mitigar la transmisión de patógenos en una pandemia es de calidad metodológica muy pobre, usando básicamente evidencia indirecta no ajustada, y no la investigación clínica óptima que se necesita. Una importante limitación es el uso de la misma base de evidencia por todas las reseñas y, así, llegan a hallazgos similares. Sin embargo, esta evidencia de baja calidad es lo que tenemos y es, creemos que, aun así, es lo suficientemente útil para guiarnos e informarnos.

Al mismo tiempo, reconocemos la necesidad urgente de tener investigación clínica bien diseñada para enfrentar, tan definitivamente como sea posible, preguntas relacionadas con la utilidad de mascarillas para reducir o frenar la diseminación del Covid-19 (y patógenos “pandémicos” respiratorios similares a futuro). De hecho, es destacable que no se haya comisionado que investigadores desarrollen estudios adecuados acerca del uso de mascarillas para prevenir la diseminación del SARS-CoV-2 por gente asintomática. También, es destacable que no haya habido estudios confiables que puedan demostrar, de una u otra forma, si el distanciamiento social puede, en verdad, usarse para impedir la diseminación viral, en especial en gente asintomática.

Parece que ahora este tema está plagado por la política y agendas promulgadas por una gama amplia de expertos médicos en televisión y los medios, en oposición a estar relacionado con una base confiable de conocimiento. Sugerimos que poblaciones diversas están siendo dañadas por este tipo de “descuido intelectual,” que se alimenta de lo que llamaríamos comportamiento irresponsable de muchos expertos y medios mal informados, que descansan en esas autoridades. Las conclusiones acerca del uso de mascarillas durante la pandemia del Covid (y otras acciones que se han tomado, pero que no se tratan aquí en detalle, como cuarentenas y cierres de escuelas) a menudo carecen de base y afirmamos que la comunidad de la investigación no ha estudiado apropiadamente el tema de la mascarilla, en mucho por reticencia y, tal vez, hasta preocupación, por lo que puedan revelar los hallazgos. Después de todo, quienes objetan al uso de mascarillas son, a menudo, etiquetados como “negadores” y herejes.

El público sigue confundido por los mensajes de expertos médicos sénior a través de Estados Unidos. Esto puede ejemplificarse por los comentarios hechos al principio de la pandemia por el Dr. Anthony Fauci (marzo del 2020), como parte de su papel en el Grupo de Trabajo sobre el Covid-19, al afirmar categóricamente que “usar una mascarilla puede hacer que la gente se sienta un poco mejor” pero “no está brindando la protección perfecta que la gente espera lo sea.“ En aquel entonces y ahora, en realidad hizo eco del consenso científico vigente y ese iban en línea con la guía de la Organización Mundial de la Salud.

No obstante, como sabemos, la guía que proviene de esos expertos era aún algo confusa, en el mejor de los casos, y totalmente acientífica y fallida, en el peor. Interesantemente, este tipo de consejo (también brindado por otros, incluso el principal funcionario médico de Canadá, la Dra. Theresa Tam), fue cambiado (inicialmente despreciativo del uso de mascarillas) bajo la noción de que, en efecto, los expertos estaban intencionalmente diciendo estas cosas para impedir corridas sobre mascarillas quirúrgicas que estaban en un suministro escaso y eran necesitadas por trabajadores de la salud. Planteamos la noción de que ese no es el caso y que, en efecto, en ese momento, los expertos en realidad estaban descansando en datos disponibles como los arriba mencionados. Todo esto es para decir que esos cambios en el consejo brindado por expertos médicos de las alturas, sólo sirvieron para confundir a un público que desesperadamente necesitaba honestidad y guía óptima.

En relación con lo citado arriba, señalamos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que “el uso diseminado de mascarillas en gente saludable en el ambiente comunitario, aún no tiene apoyo en evidencia científica de alta calidad o directa y hay beneficios y daños potenciales que considerar.”

Un argumento fuerte contra el uso de mascarillas en nuestra pandemia actual de Covid-19, ganó tracción cuando un estudio de control de casos de los CDC reportó que muy por encima del 80% de los casos siempre o a menudo usaron mascarillas. Más allá, este estudio cuestionó la utilidad de mascarillas en la emergencia por el Covid-19.

Una publicación reciente asevera que las mascarillas se convierten en algo intrascendente y no funcionan después de 20 minutos debido a saturación. “Esas mascarillas son sólo efectivas en el tanto estén secas,” dijo la profesora Yvonne Cossart, del Departamento de Enfermedades Infeccionas de la Universidad de Sidney. “Tan pronto como se saturan con la humedad de su aliento, dejan de hacer su trabajo y dejan pasar las gotitas.” En una luz similar, hay indicaciones de que usar una mascarilla que ha sido usada, es más arriesgado que no usar mascarilla.

Aún más, in toto evidencia y datos que se acumulan, sugieren una carencia de evidencia que apoye el uso de mascarilla (en adultos y niños) inclusive cualquier orden generalizada. Por ejemplo, los CDC en su examen acerca de Medidas No Farmacéuticas (MNFs) para ambientes no de cuido de la salud de Influenza Pandémica, cuestionan datos no confiables acerca de mascarillas, el Centro para Medicina basada en Evidencia (CEBM) de Oxford, el Centro de Investigación y Política acerca de Enfermedades Infecciosas (CIDRAP) de la Universidad de Minnesota, Klompas y la universalización de las mascarillas (New England Journal of Medicine,) Jefferson et al., los CDC 2 ,la investigación de Brainard et al. acerca de prevención de enfermedades respiratorias (Norwich School of Medicine), Marks acerca de clústeres de transmisión de Covid-19 en Cataluña, España (Lancet), el artículo persuasivo de Jenin Younes en AIER cerca de mascarillas en Estados Unidos, y evidencia de investigación poder Hunter et al. relacionada con MNFs.

Más específicamente, investigación hecha por los CDC (mayo del 2020) y publicada en Emerging Infectious Diseases (EID), examinó medidas de protección personal y de higiene en el ambiente acerca de la efectividad de esas medias en reducir la transmisión en la comunidad de influenza confirmada por laboratorio. Los investigadores se enfocaron en mascarillas quirúrgicas o médicas (típicamente de color azul) e identificaron 7 estudios que involucraron influenza y enfermedad de tipo influenza (ETI) y reportó que, de hecho, no había una reducción significativa en la transmisión de influenza al usarse mascarillas. En general, los CDC reportaron que no hubo efecto significativo de mascarillas en la transmisión de influenza confirmada en laboratorio y mantenemos que estos hallazgos podrían extrapolarse al SARS-CoV-2.
Investigadores del Centro para Medicina basada en Evidencia (CEBM) de Oxford examinaron los datos relacionados con la efectividad del uso de mascarillas dentro del trasfondo actual altamente cargado de política. Concluyeron que, después de casi 20 años de preparación para pandemias futuras, continúa siendo conflictiva la evidencia acerca del uso de mascarillas. Ellos examinaron evidencia que revelaba que “las mascarillas solas no tenían un efecto significativo en interrumpir la diseminación de ETI o influenza en la población en general, ni entre trabajadores de la salud.” Ellos preguntan por qué no se había llevado a cabo la investigación correcta acerca de la efectividad comparativa aplicable, y estamos de acuerdo, esto es, hasta la publicación de un estudio de la marina (publicación en el New England Journal of Medicine (estudio CHARM)) y del estudio danés publicado en Annals of Internal Medicine que describimos. Los investigadores de Oxford también especulan acerca de que es posible que haya una elevada tasa de daño (infección) al usarse mascarillas de tela. Vieron específicamente 6 pruebas al azar controladas en el 2020, que examinaron mascarillas en virus respiratorios, en que 2 estudios se hicieron en empleados del cuido de la salud y 4 en grupos familiares y de estudiantes. Las pruebas de ETI mostraron un muy pobre cumplimento en el uso de mascarillas y rara vez reportaron daños que pudieran asociarse con el uso de mascarillas (evidencia de daño que luego se presentará en esta conversión). No obstante, visto todo en conjunto, ello calza con la premisa esquematizada arriba, en donde afirmamos que, si las mascarillas pudieran ser efectivamente usadas para prevenir la diseminación viral, para ahora ya tendríamos una evidencia clara.

En el 2013, la Agencia Canadiense para las Drogas y Tecnologías de Salud (Agencia que se especializa en los Meta Análisis y Exámenes Sistemáticos), afirmó, “No se halló evidencia acerca de la efectividad de usar mascarillas quirúrgicas para proteger al personal ante material infeccioso en cuartos de operaciones, no se encontró evidencia que apoyara el uso de mascarillas quirúrgicas para reducir la frecuencia de infecciones quirúrgicas en el sitio, y las guías recomiendan el uso de mascarillas quirúrgicas por el personal en los cuartos de operaciones tanto para proteger al equipo del cuarto como a pacientes (a pesar de la ausencia de evidencia).”

Asimismo, Jefferson et al. estudiaron intervenciones físicas para interrumpir o reducir la diseminación de virus respiratorios (actualizando un análisis previo de Cochrane (2011)), para incluir 15 pruebas controladas aleatorias (n=13.259 personas) explorando impactos de mascarillas (14 pruebas) en trabajadores del cuido de la salud, población en general y aquellos en cuarentena (1 prueba). Cuando se compara con el no uso de mascarilla, los investigadores no encontraron reducción significativa en casos ETI o de influenza cuando se usaron mascarillas en la población en general y trabajadores del cuido de la salud. Algo sorprendente, tampoco hubo diferencias entre mascarillas quirúrgicas y respiradores N95 para ETI o influenza.

Sin embargo, esto puede deberse al hecho de que, aunque las mascarillas N95 pueden ser efectivas en filtrar un 95% de la materia de partículas, las mascarillas deben ajustarse apropiadamente. Y, en ese sentido, cuando un individuo se pone una nueva mascarilla en su rostro, no hay garantía alguna de que será puesta en la ubicación precisa usada cuando se hicieron las pruebas de ajuste. Por tanto, esto significaría que la efectividad de filtrado de las mascarillas N95 no puede ser, en realidad, predicha o garantizada. El cuerpo de evidencia se consideró que era de “baja” calidad, con base en una limitación que se incluyó en el estudio, aun cuando estas eran pruebas controladas al azar, y estaban plagadas de preocupaciones metodológicas serias.

Marks et al. reportaron acerca de clústeres de transmisión de Covid-19 en Cataluña, España (análisis post hoc de datos recolectados en el Estudio BCN PEP CoV-2), que mira a una cohorte parte de una prueba controlada al azar (324 pacientes con Covid-19, con 282 (un 90%) teniendo al menos un contacto, 753 contactos en total, resultando en 282 clústeres. Noventa (32%) de los 282 clústeres tuvieron al menos un acto de transmisión). Los investigadores reportaron que no hubo asociación de riesgo de transmisión con el uso de mascarillas por los contactos.

El New England Journal of Medicine (NEJM) recientemente publicó un artículo acerca del Covid-19 y las mascarillas, que parecería sugerir que las mascarillas han llegado a ser nada más que una muleta psicológica, y afirmó que “Sabemos que usar una mascarilla fuera de las instalaciones de cuido de la salud ofrece poca, si alguna, protección ante la infección. Las autoridades de salud pública definen una exposición significativa al Covid-19 como un contacto cara a cara dentro de 6 pies, con un paciente sintomático con el Covid-19, que se mantiene por, al menos, unos pocos minutos (y algunos dicen que más de 10 minutos y hasta 30 minutos).

La probabilidad de contraer Covid-19 en una interacción pasajera en un espacio público es, por tanto, mínima. En muchos casos, “el deseo de un uso difundido de mascarillas es una acción refleja ante la ansiedad sobre la pandemia.” También aseveraron que “asimismo es claro que las mascarillas desempeñan roles simbólicos. Las mascarillas no son sólo herramientas, son también talismanes que pueden ayudar a aumentar el sentido ‘percibido’ de seguridad, bienestar, y confianza en sus hospitales de trabajadores del cuido de la salud. Aunque puede que esas reacciones no sean estrictamente lógicas, todos estamos sujetos al temor y ansiedad, en especial en épocas de crisis. Uno puede afirmar que el temor y ansiedad se contrarrestan mejor con datos y educación, que con una mascarilla marginalmente beneficiosa.”

Una reseña y un meta análisis sistemático patrocinado por la OMS, publicado en Lancet, incluyó 39 estudios de observación no al azar (diseños de estudio más débiles) que no siempre se ajustaron plenamente por factores de confusión y reportó que las mascarillas podrían ser efectivas. Estos estudios tuvieron tamaños pequeños de muestras con números pequeños de acontecimientos, estaban plagados con sesgos de selección potenciales y sesgos residuales de factores de confusión. El cuerpo de la evidencia se juzgó como de baja calidad y, también, estuvo abierto al riesgo de retiro, y sesgo de medición. Los estudios se enfocaron principalmente en el uso de mascarillas en hogares o contactos de casos, que surgieron de investigaciones de las epidemias de SARS y MERS (pero, también, con una fecha limitada para el Covid-19). Sin embargo, los investigadores arguyeron que esta evidencia indirecta podía considerarse como la información más directa que también se aplicaría al Covid-19.

Después de la publicación en Lancet del análisis patrocinado por la OMS, investigadores liderados por el profesor de epidemiología de la Universidad de Toronto, Peter Jueni, ahora han salido pidiendo a Lancet que retire el estudio, citando numerosos fallos metodológicos serios, como (pero no limitado a):

i)
7 estudios que no fueron publicados o estudios observacionales no revisados por colegas

ii)
fallo en considerar la evidencia al azar

iii)
25 estudios incluidos son acerca del virus SARS-1 o del coronavirus MERS, ambos teniendo características de transmisión muy diferentes al SARS-CoV-2: ellos se transmitieron casi exclusivamente por pacientes hospitalizados severamente enfermos y no hubo evaluación de transmisión comunitaria; una preocupación seria en relación con los temas que se discuten en este documento

iv)
2 de los 4 estudios relacionados con el SARS-CoV-2, fueron mal interpretados por los autores del meta estudio de Lancet, 1 no es concluyente, y 1 se enfocó en el impacto de usar respiradores N95 (modelo FPP2), que es irrelevante en relación con la transmisión comunitaria, en especial para gente asintomática y, también, no encaró el uso de mascarillas de grado médico o de tela.

v)
este estudio se está usando para guiar la política global de uso de mascarillas para la población en general, en donde un estudio incluido se juzgó como mal clasificado (relacionado con mascarillas en un ambiente hospitalario), uno no mostró beneficios de las mascarillas, y uno es un estudio retrospectivo pobremente diseñado acerca del SARS-1 en Beijing, basado en entrevistas telefónicas. Ninguno de los estudios se refiere al SARS-CoV-2.

Similarmente, un estudio reciente publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) relacionado con transmisiones aéreas y mascarillas también ha provocado consternación sustancial y se ha discutido que más que científico es un estudio motivado políticamente. Ha logrado que 40 científicos destacados pidan su retiro, pues tiene muchas fallas al usar análisis estadísticos altamente subóptimos.

Una reseña de la Escuela Norwich de Medicina (preimpreso) estudió la efectividad de usar mascarillas y examinó 31 estudios publicados de todo tipo de diseños de investigación. Reportaron que “la evidencia no es lo suficientemente fuerte como para apoyar el uso generalizado de mascarillas como medida protectora contra el Covid-19. Sin embargo, hay evidencia suficiente que apoya el uso de mascarillas en períodos de tiempo cortos, en particular individuaos vulnerables cuando están en situaciones transitorias de riesgo mayor.”

Un reciente estudio danés publicado en Annals of Internal Medicine buscó evaluar si recomendar el uso de mascarillas quirúrgicas fuera del hogar ayudaría a reducir los riesgos del usuario en adquirir la infección del SRAS-CoV-2, en un ambiente en que las mascarillas no eran comunes y no estaban entre las medidas recomendadas de salud pública. La muestra incluyó un total de 3.030 participantes, asignados al azar para que usaran mascarillas, 2.294 a quienes se les dijo que no usaran mascarillas (esto es, el brazo de control). Los investigadores reportaron que 4.862 personas completaron el estudio. La infección con SARS-CoV-2 ocurrió en 42 participantes que usaron mascarillas (un 1.8%), mientras que 53 participantes del grupo de control desarrollaron la infección (2.1%). La diferencia inter grupos fue de -0.3 puntos porcentuales a favor del uso de mascarillas (95% de intervalo de confianza, entre -1.2 y 0.4 puntos porcentuales; ρ=0.38). No obstante, con base en el análisis de los hallazgos, los autores concluyeron que no había un impacto significativo estadístico o clínico en el uso de mascarillas en relación con la tasa de infección con SARS CoV-2.

Interesantemente, estos resultados emergieron en un ambiente en donde el distanciamiento social y otras medidas de salud pública estaban en vigencia, excepto el uso de mascarillas. De hecho, el uso de mascarillas en esta población, en general, era bastante bajo. En todo caso, basado en estos hallazgos, se puede esperar que, con base sólo en este estudio, habría una duda seria en cuanto a la necesidad de iniciar y mantener el uso mandatorio de mascarillas en el dominio público. Por desgracia, a la fecha, este no parece ser el caso y, muy francamente, es inexplicable.

Además, con un enfoque en mascarillas de tela, reportes recientes sugieran que ellas nunca se deberían usar como barrera protectora, pues no ofrecen protección ante la transmisión (como Equipo de Protección Individual (EPI) o como fuente de control; ver reporte de Tokio y estudio de BMJ).

En el estudio de clústeres al azar del British Medical Journal (BMJ), los investigadores buscaron comparar la eficacia de mascarillas de tela con mascarillas médicas entre trabajadores de hospital (en 14 hospitales vietnamitas utilizando 1,607 trabajadores de más de 28 años de edad). Los salones se escogieron al azar así que, en algunos, se usaron mascarillas médicas, mientras que, en otros salones, se usaron mascarillas de tela. Otro salón se asignó como grupo de control en la “práctica usual”,” lo que incluyó uso de mascarillas en cada jornada durante 4 semanas consecutivas. Las tasas de todos los resultados de infecciones fueron más altas en el brazo de mascarillas de tela, con la tasa de enfermedad de tipo influenza (ETI) siendo significativamente mayor en el brazo de mascarillas de tela (riesgo relativo (RR)=13.00, 95% de intervalo de confianza oscilando entre 1.69 y 100.07) en comparación con el brazo de mascarilla médica. También, hubo tasas significativamente más altas de ETI en el grupo de mascarillas de tela comparado con el brazo de control.

Un análisis de uso de la mascarilla mostró que el ETI (riesgo relativo (RR)=6.64, con un intervalo de confianza del 95% oscilando ente 1.45 y 28.65) y el virus confirmado en laboratorio (riesgo relativo (RR)=1.72, con un 95% de intervalo de confianza entre 1.01 a 2.94) eran significativamente mayores en el grupo de mascarillas de tela comparado con el grupo de mascarillas médicas. Los investigadores encontraron que la penetración por partículas en mascarillas de tela estaba en el rango del 97% (filtrando sólo un 3% de las partículas virales) y, para mascarillas médicas, era aún de sólo un 44%. Siendo esta la primera prueba controlada al azar de mascarillas de tela, los investigadores advirtieron contra el uso de mascarillas de tela. Hay amplia retención de humedad y filtración pobre con la reutilización, lo que resulta en un riesgo aumentado de infección, incluyendo microrganismos bacterianos. Concluyeron que las mascarillas de tela no se deben recomendar para trabajadores del cuido de la salud, en especial en ambientes de alto riesgo.

El Instituto Noruego de Salud Pública (NIPH) recientemente condujo un resumen rápido para evaluar si individuos en la comunidad sin síntomas respiratorios, deberían usar mascarillas para reducir la diseminación del Covid-19. Procedieron bajo el supuesto de que el 20% de la gente “infectada” es asintomática y que, con una reducción del riesgo del 40% al usar mascarillas, aproximadamente 200.000 personas necesitarían usar una mascarilla para prevenir una nueva infección cada semana. Los investigadores concluyeron que, con base en la pandemia/epidemia existente en Noruega, “usar mascarillas para reducir la diseminación del Covid-19 no se recomienda para individuos en la comunidad sin síntomas respiratorios, que no estén en contacto estrecho con gente que se conoce está infectada.”

En un reporte que se comunicó en mayo del 2020 en Nature (Medicina), Leung et al. examinaron la importancia de las gotitas respiratorias, así como rutas de diseminación por aerosol con un enfoque específico en coronavirus, virus de la influenza y rinovirus. Midieron la cantidad de virus respiratorios en la exhalación respiratoria de participantes con infecciones respiratorias agudas (IRAs) y determinaron la posible eficacia de mascarillas quirúrgicas para prevenir la transmisión viral.

Como parte del estudio, hicieron un escrutinio a 3.363 personas en un estudio de dos fases, en su momento involucrando a 246 pacientes con IRA, que brindaron muestras de respiración exhalada, con 122 (un 50%) de los participantes siendo al azar, ya sea no usando mascarilla durante la primera recolección de respiración exhalada o al azar en el uso mascarillas (n=124 (50%)). Se identificaron coronavirus humanos estacionales, virus de influenza y rinovirus dentro de la respiración exhalada, así como en toses de niños y de adultos con IRA. En este estudio, se encontró que mascarillas quirúrgicas pueden reducir significativamente la detección de ARN viral de influenza en gotitas respiratorias y ARN de coronavirus en aerosoles, y una tendencia hacia detección reducida de ARN de coronavirus en gotitas respiratorias. Sus resultados sugieren que las mascarillas quirúrgicas pueden reducir potencialmente la liberación en gotitas respiratorias de partículas de virus de influenza en el ambiente, pero no en aerosoles. Y debe enfatizarse que este estudio descansó en gente con enfermedad sintomática, algo sumamente distinto de los temas bajo consideración aquí.

Tal vez uno de los estudios más rigurosos y trascendentales (junto con el estudio danés publicado en los Annals of Internal Medicine) emergió de un estudio del cuerpo de los Marines de Estados Unidos, realizado en una ubicación aislada; la Isla Parris. Como se reportó recientemente en una publicación del NEJM (el estudio CHARM), los investigadores estudiaron la transmisión del SARS-CoV-2 entre reclutas de los Marines durante la cuarentena. Los reclutas de los Marines en la Isla Parris (n=1.848 de 3.143 reclutas elegibles) voluntariamente pasaron una cuarentena de dos semanas en su hogar, que fue seguida de una segunda cuarentena de dos semanas en un ambiente cerrado de una ciudad universitaria.

Como parte del estudio, los participantes usaron mascarillas y distanciamiento social, mientras que los síntomas se monitorearon con revisiones diarias de temperatura. Se usaron pruebas RT-PCR para evaluar la efectividad de esas estrategias en lo referente a la presencia o ausencia de SARS-CoV-2 mRNA. Se obtuvo muestras mediante el uso de hisopos nasales, que se recolectaron entre el arribo y el segundo día de cuarentena supervisada y, luego, en los días 7 y 14 (la segunda cuarentena usada para mitigar la infección entre reclutas). A todos los reclutas se les requirió tener un resultado negativo de la RT-PCR antes de ingresar a la Isla Parris. Se encontró que, dentro de los días siguientes a la llegada a la ciudad universitaria cerrada, ahora 16 participantes mostraron ser positivos de SARS-CoV-2 mRNA (15 siendo sintomáticos) y 35 más mostraron ser positivos el día 7 o el día 14 (n=51 en total).

Más específicamente, de los 1.801 reclutas que probaron ser negativos con un estudio de PCR cuando se incorporaron, 24 (un 1.3%) mostró ser positivo el día 7. El día 14, un total de 11 de 1.769 (0.6%) de los participantes previamente negativos por el examen PCR, mostraron ser positivos; ninguno de estos participantes fue seropositivo el día 0. Como tales, 35 participantes que habían resultado ser negativos en los resultados PCR dentro de los dos primeros días posteriores a su arribo a la ciudad universitaria, luego dieron pruebas positivas durante la cuarentena estrictamente supervisada. Del total de 51 participantes que al menos tenían un resultado positivo de la prueba PCR, 22 tuvieron pruebas positivas en más del día 1. Se condujo el análisis filogenético mediante el cual 6 clústeres independientes de transmisión monofilética (cepas virales independientes) indicativos de transmisión local fueron descubiertos durante la cuarentena supervisada. La mayoría de los clústeres incluyó principalmente a miembros del mismo pelotón, y numerosos reclutas infectados tenían un compañero de habitación infectado.

Los autores reportaron que alrededor del 2% de quienes habían tenido pruebas negativas previas de SARS-CoV-2 al inicio de una cuarentena estricta supervisada (le pedimos a los lectores que piensen; supervisión en grado militar), y menos del 2% de los reclutas que tenían un estatus previo desconocido, para el día 14 resultaron positivos. Los voluntarios positivos eran principalmente asintomáticos y los clústeres de transmisión se dieron dentro de los pelotones. El hallazgo predominante fue que, a pesar de la cuarentenas muy estrictas y exigidas (incluyendo dos semanas completas de confinamiento supervisado y luego distanciamiento social obligado y protocolos de mascarillas), la tasa de transmisión no se redujo y, de hecho, ¡pareció ser más alta de lo esperado! Por tanto, señalamos que no sólo las mascarillas fueron inefectivas en prevenir la diseminación de la enfermedad, sino que incluso empeoraron las cosas. A pesar de las cuarentenas, distanciamiento social, y mascarillas, en esta cohorte de básicamente reclutas jóvenes, aproximadamente el 2% llegó a infectarse y dio resultados positivos de exámenes de SARS-CoV-2. Compartir dormitorios y membresía en pelotones se reportaron como factores de riesgo para la transmisión viral.

Tal como la investigación danesa, este estudio de reclutas de los Marines, quienes se mantuvieron bajo estricta supervisión a nivel militar, plantea serios cuestionamientos acerca de la utilidad de las cuarentenas, pues parece que no sólo las mascarillas son inefectivas para prevenir la transmisión comunal de la enfermedad, sino que, también, las cuarentenas no funcionan, incluso cuando se supervisan durante dos semanas en una universidad cerrada. Como dijimos en otra parte, parece que las cuarentenas son inefectivas y que también ¡parecería incluir al distanciamiento social obligado! A riesgo de ser repetitivos, esto es para decir que, en este estudio, en donde el cumplimiento se monitoreó y obligó, y las condiciones son lo suficientemente favorables para apoyar un estudio riguroso, simplemente las así llamadas estrategias de “mitigación” no funcionan y no pueden funcionar en la población en general. Este estudio se presenta como uno de los de mayor calidad y robustez en el tema de las mascarillas.

Una publicación británica de 1981 del Dr. Neil Orr reportó acerca de una prueba en pacientes de un salón quirúrgico de 40 camas, enfocado en colecistectomías, gastrectomías, tiroidectomías, resección de intestinos, prostatectomías, herniorrafías, así como cistoscopías, broncoscopias, y gastroscopias. El análisis miró tasas de rendimientos, heridas e infección en un período de 6 meses (de marzo a agosto) cada año entre 1976 y 1980. Notablemente, concluyó que la efectividad de una mascarilla en reducir la contaminación, variaba con la forma de las mascarillas, los materiales de los que fueron hechas, y la forma en que se usaron las mascarillas. De importancia, mostró que usar una mascarilla no redujo los incidentes de contaminación en el ámbito. En efecto, los resultados sugirieron lo opuesto, que no usar mascarilla se correlacionó con reducciones mayores en la contaminación (también se asociaron con el desempeño de operaciones en condiciones de silencio… sin que el personal hablara durante cualquiera de los procedimientos).

Una publicación de Bae et al. en Annals of Internal Medicine, “Effectiveness of Surgical and Cotton Masks in Blocking SARS-CoV-2” se retractó ante una petición de la revista Atmospheric Chemistry and Physics (ACP). Así, no estamos en capacidad de comentar acerca de los hallazgos.

Con base en la evidencia anterior arriba citada, no encontramos evidencia concluyente que apoye el uso de mascarillas para el Covid-19 (excepto mascarillas del tipo N95 en un ambiente de hospital, cuando se ajustan y utilizan apropiadamente). De hecho, usar mascarillas parece acarrear riesgos sustanciales para el usuario. Y, reiteramos que nuestras conclusiones no se basan sólo en la ausencia de evidencia de inefectividad, sino en evidencia fáctica de inefectividad.

Posiblemente el único estudio que podría ser construido como pseudociencia, se basa en un Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad (MMWR) de los CDC. acerca del uso de mascarillas dobles, esto incluso después que el Dr. Anthony Fauci echó marcha atrás y dijo que no había evidencia de que esto fuera efectivo. Esta es la razón de por qué este estudio se dejó para el final de nuestro análisis. Luego, vinieron los CDC con un estudio acerca de maximizar el ajuste para mascarillas de tela y de procedimientos médicos, al poner una mascarilla de tela encima de una quirúrgica, y anudando los ganchos de las orejas de una mascarilla de procedimientos médicos y, después, arropar y aplastar el material extra cerca del rostro. Se usó una forma de cabeza elastómera flexible para simular una persona bajo diversas condiciones, por ejemplo, tosiendo, etcétera. Los CDC reportaron que “sola mascarilla de procedimiento médico sin anudar bloqueó un 42% de las partículas de tos simulada (desviación estándar=6.70), y que sola la mascarilla de tela bloqueó un 44.3% (desviación estándar=14.0). La combinación de la mascarilla de tela cubriendo la mascarilla de procedimiento médico (mascarilla doble) bloqueó un 92.5% de las partículas de tos (deviación estándar=1.9).”

Increíblemente, luego los CDC salieron declarando que “los hallazgos de estas simulaciones no se deberían generalizar en torno a la efectividad de todas las mascarillas de procedimientos médicos o mascarillas de tela, ni ser interpretarse como representativos de la efectividad de estas mascarillas cuando se usan en ambientes del mundo real” y que los hallazgos no deben extrapolarse a niños “debido a su menor tamaño o a hombres con barbas y otro vello facial, que interfieren con el ajuste.” Además, los CDC dijeron que “aunque el uso de mascarillas dobles, o anudar y plegar, son dos de las muchas opciones que pueden optimizar el ajuste y ampliar el desempeño de mascarillas como fuente de control y protección del usuario, las mascarillas dobles pueden impedir respirar u obstruir la visión periférica para algunos usuarios, y anudar y plegar puede cambiar la forma de las mascarillas, tal que ya no cubren a mayor plenitud tanto la nariz como la boca de personas con caras más largas.” Nos queda preguntar, ¿cuál fue el propósito de esta publicación si no puede generalizarse a ambientes del mundo real y puede impactar la respiración? De paso, en el estudio Transmisión del SARS-CoV-2 entre Reclutas de los Marines durante la Cuarentena (CHRAM) en la Isla Parris, los reclutas militares usaron mascarillas dobles y los hallazgos fueron que las mascarillas y el distanciamiento social no detuvieron la diseminación de la infección del COVID.

¿Y QUÉ HAY ACERCA DE POSIBLES DAÑOS AL USAR MASCARILLAS?

Pero, ¿y qué acerca de daños por usar mascarilla? La información que se está acumulando involucra usuarios de mascarillas en un ambiente de Covid-19 y plantea muchas inquietudes, en especial en relación con daño psicológico y, en particular, en infantes y niños, con impactos potencialmente catastróficos en el desarrollo cognitivo de los niños. Esto es aún más crítico en relación con niños con necesidades especiales o que están en el espectro autista, quienes necesitan ser capaces de reconocer expresiones faciales como parte de su desarrollo en proceso. La evidencia que se acumula también sugiere que el uso prolongado de mascarillas en niños o adultos puede causar daños:

i)
dificultad al respirar

ii)
la inhalación de sustancias tóxica, como micro plásticos y compuestos clorados ubicados en las mascarillas (estos son riesgos potencialmente serios)

iii)
intoxicación con CO2

iv)
arresto cardiaco súbito en niños

v)
reducción en la oxigenación de la sangre (hipoxia) o aumento en el CO2 de la sangre (hipercapnia)

vi)
daño psicológico

vii)
con el uso prologado (de mascarillas N95) una reducción en el nivel de la pO2, aumentos en la tasa de respiración, e incrementos en la aparición de inconformidad en el pecho y angustia respiratoria

viii)
mareo y vértigo, dolores de cabeza, en especial entre trabajadores del cuido de la salud

ix)
acumulación de bacteria y moho en mascarillas de niños, que luego pueden inhalarse

x)
problemas de ansiedad y sueño, desórdenes de comportamiento y temor de contaminación en niños

xi)
desoxigenación durante cirugía

xii)
daño a los pulmones que potencialmente amenaza la vida (por ejemplo, ingenieros de Stanford reportan que las mascarillas pueden hacer más difícil respirar, estimando que, como ejemplo, las mascarillas N95 reducen la toma de oxígeno entre un 5% y un 20% y si se usan por un período prolongado)

xiii)
como reportó Koops, infecciones de la piel facial, de nariz y garganta y sinusales, un cambio en los patrones de respiración.

¿UN HALLAZGO PREDOMINANTE?

La conclusión predominante es que las mascarillas tienen un papel muy importante en lugares como hospitales, pero hay poca evidencia de un beneficio extendido para miembros de público (adultos o niños), así como evidencia de que la mascarilla es una forma verdaderamente inefectiva de administrar la diseminación relacionada con la pandemia de la enfermedad viral. Como lo afirmó Kolstoe, ha llegado a ser menos acerca de ciencia y más acerca de política y un símbolo de solidaridad.

Nuestra visión es que las mascarillas, tal como ahora se usan, y las mascarillas que están en uso, ofrecen protección cero. Ellas pueden ser vistas como inefectivas, mientras que otros las consideran como mejor que nada, pero sin evidencia que apoye ese punto de vista. Las mascarillas no están selladas apropiadamente al rostro y no detienen efectivamente la penetración de los viriones. Afirmamos enfáticamente que la política de salud pública, o cualquier política para el caso, debe fundamentarse en datos y evidencia sólida. Como hemos dicho, la realidad es que un uso diseminando de mascarillas no se apoya en la ciencia y, en efecto, es justamente lo opuesto. La histeria de las mascarillas innecesariamente está llevando el temor a la población y debe terminar. Quienes incansablemente transmiten mensajes acerca del uso de mascarillas, lo están haciendo sin tener el lujo de evidencia creíble que apoye esas visiones. Hablan con base en supuestos o especulación y ¡eso no es ciencia! Sin embargo, es importante entender que, mientras esperamos la investigación definitiva, dada la situación y deseo de prevenir la diseminación hacia personas de alto riesgo (por ejemplo, ancianos), cuando no es posible el distanciamiento social (a pesar de nuestras inquietudes previas acerca del distanciamiento), y a partir de un exceso de precaución, las coberturas faciales entre individuos sintomáticos pueden reducir la diseminación de gotitas con infección de SARS-CoV-2 hacia otros.

Esto también debe considerarse cuando en un ambiente se están experimentando tasas de transmisión elevadas. Es más, esto es sensato ¡en el grado en que no apoya el uso generalizado de mascarillas por toda la población! Urgimos siempre tomar precauciones razonables de sentido común y en base individual, según sea el caso, con un enfoque guiado por la edad y peligro para reducir el riesgo, siempre procurando hacer lo máximo por proteger a personas de alto riesgo que estén entre nosotros.

Es muy sensato que uno use una mascarilla cuando visita una persona de edad mayor quien tiene riesgo elevado o incluso si el ambiente es controlado, como en un ambiente de cuido de la salud en un asilo de ancianos. Eso tiene sentido totalmente ¡(aun cuando, de nuevo, sabemos que la evidencia no apoya esta noción)! Es razonable ser cauto aún a la luz de evidencia limitada o inexistente (en especial evidencia sólida de revisión de colegas) acerca de la efectividad e información creciente, que sugiere que ahora existe evidencia de daños relacionados con el uso (excesivo) de mascarillas. Decisiones en cada situación pueden tomarse dependiendo del riesgo a mano. El contexto total debe considerarse, pero, si usted está socialmente distanciado de manera adecuada, no hay razón para usar mascarilla. No hay evidencia para ello.
Aunque también diríamos que uno debería usar mascarilla si eso es lo que se espera, adhiriéndose a la vez a una higiene meticulosa de las manos y socialmente aislado si se está enfermo.

Un reportaje danés de un estudio de la mejor calidad acerca de mascarillas y el Covid, que en la realidad fue rechazado o dejado de lado por importantes revistas, incluyendo Lancet, el New England Journal of Medicine, y JAMA de la Asociación Estadounidense de Medicina, es alarmante si eso es cierto, y sugiere un patrón de politización de la investigación y de la comunidad médica, editores de revistas y colegas revisores. Quedamos en espera de su publicación futura.

CONCLUSIÓN

Para concluir, tal vez Yinon Weiss, un veterano militar de los Estados Unidos, y que tiene un título en bioingeniería de la Universidad de California, en Berkeley, captura nuestra calamidad actual de las mascarillas, recordándonos cómo ellas restringen nuestro retorno a una vida más normal. Tan osado como puede parecer, ¿podría ser eso el objetivo de aquellos quienes usan la pandemia con el propósito de promover diversas ideologías políticas? Usar mascarillas impulsa el temor en la población y un sentimiento paralizador perenne de “enfermedad.” Como afirma elocuentemente Weiss, “Nuestro uso universal de mascarillas acientíficas es, por tanto, más cercano a la superstición medieval que a la ciencia, pero, en este momento, muchas instituciones poderosas tienen mucho capital político invertido en la narrativa, así se perpetúa el dogma.”

Nuestro artículo buscó examinar la evidencia científica completa y más actualizada relacionada con mascarillas, junto con datos y reportes anecdóticos. Nuestra creencia actual sigue siendo que los individuos asintomáticos no impulsan la pandemia y que el método probado en la época de Ignaz Philipp Semmelweis, de lavarse las manos, continúa siendo el mecanismo mejor establecido para limitar la mayoría de las infecciones microbianas, ¡Gente con enfermedad sintomática no debería ir a trabajar! Por desgracia, desde la recesión económica de alrededor del 2008, la incidencia del “presentismo” ha aumentado, debido al temor de perder el empleo propio si uno no se presenta a laborar, aún si está enfermo. Este comportamiento tiene que tomarse muy en serio y debe frenar.

También estamos de acuerdo con las palabras de Klompas en la publicación del New England Journal of Medicine: “No obstante, lo que queda claro es que el uso universal de mascarillas por sí sola no es una panacea. Una mascarilla no protegerá a quienes prestan servicios de cuido de un paciente activo con Covid-19, si no se acompaña de una higiene meticulosa de las manos, protección de los ojos, guantes y una gabacha. Una mascarilla sola no impedirá que trabajadores del cuido de la salud con un contagio temprano se contaminen sus manos y diseminen el virus en pacientes y colegas. Enfocarse sólo en el uso universal de mascarillas puede, paradójicamente, conducir a una mayor transmisión del Covid-19, si desvía la atención de poner en práctica medidas más básicas de control de la infección.

En resumen, cuando vemos la ciencia, hay evidencia, que emerge y preocupa, de daños a nosotros por usar de mascarillas en ausencia de algunos beneficios. También, hay cosas relacionadas con algo tan mundano como el simple uso incorrecto de mascarillas, así como el desarrollo de una complacencia que surge al usar mascarillas y, por tanto, el relajamiento de otros pasos de mitigación, tanto como contaminación de las mascarillas.

Tampoco podemos descontar los posibles daños a nuestros sistemas inmunes y salud en general, debido a un uso constante y prolongado de mascarillas, pues nunca lo hemos hecho antes. Estamos en un territorio no demarcado y, en especial, con posibles implicaciones para nuestros niños. Sus sistemas inmunes aún se están desarrollando y estamos imponiendo cuarentenas, cierres de escuelas, y uso de mascarilla en un niño que se desarrolla, y no tenemos experiencia previa con los resultados subsecuentes, al perturbar el desarrollo, salud, y bienestar de los niños.

Más inquietante es que aquellos burócratas gubernamentales a cargo, y, en particular, “expertos médicos,” continúan fallando en admitir que estaban excepcionalmente equivocados en relación con la mayoría de lo que han afirmado en términos de políticas de pandemia y respuestas relacionadas con la pandemia del Covid. Han fallado en ver la evidencia o en seguirla, y continúan operando en forma arbitrariamente fundamentada, no científica, sin basarse en evidencia. Ellos “atacan,” con la asistencia de los medios masivos, a aquellos de nosotros quienes cuestionamos sus políticas y acciones, a pesar de los resultados desastrosos de esas políticas de salud pública. De hecho, a menudo se nos culpa por los fracasos (llamándonos “negadores” o “herejes”) y por los daños aplastantes de todas sus políticas, cuando, en verdad, han sido sus acciones y recomendaciones engañosas las que merecen la indignación pública.

ASPECTOS QUE SE SUGIERE CONSIDERAR

En línea con Koops, y tal como se publicó en la revista de AIER, abrazamos y sugerimos lo siguiente en cuanto a términos del uso de mascarillas para esta pandemia del Covid (basados en tomas de decisiones individuales):

i)
Para personas que hayan sido infectadas y experimentado Covid, no se requiere que usen alguna mascarilla.

ii)
No se necesita una cobertura facial o mascarilla cuando esté en ambientes ventilados, al aire libre; el riesgo de infectarse por SARS-CoV-2 es extremamente pequeño, incluso inexistente.

iii)
Las coberturas faciales o mascarillas son potencialmente útiles cuando se está en aproximación estrecha con una persona de alto riesgo, por ejemplo, ancianos, o si está en un ambiente de cuido de salud, por ejemplo, hospital o sitio de cuido, instalaciones de cuido a largo plago plazo, instalación de vida asistida, hogares de cuido, etcétera. Esto también limitará la diseminación de bacteria, etcétera, a personas de alto riesgo, pero, de nuevo, debe enfatizarse, esto tiene que ver más en específico con aquellos visitantes que tienen una enfermedad sintomática activa, en oposición a aquellos que son totalmente asintomáticos.

iv)
Los niños tienen un riesgo muy bajo de adquirir el virus SARs-CoV-2, o de enfermarse severamente por la infección; también, tienen un riesgo muy bajo de diseminarlo hacia otros niños, o a adultos, y a sus maestros, etcétera. Los niños no deberían usar mascarillas bajo ninguna condición y sólo en caso de que sean un riesgo alto (inmunocomprometidos) o poseen condiciones médicas contribuyentes.

v)
A los niños se les debe permitir interactuar cara a cara con sus ambientes naturales (ambientes en general), de forma que sus sistemas inmunes permanecen siendo constantemente exigidos y “afinados” y es óptimo para el desarrollo del sistema inmune, así como su desarrollo cognitivo, en particular en niños con necesidades especiales, como autismo.

vi)
Gente que está en “post convalecencia” de Covid no debería usar mascarillas. Gente con Covid-19, si ha de estar en presencia de otros, debería usar mascarillas, aunque, en el mejor de los casos, solo sería mínimamente útil.

vii)
Imploramos que todos los líderes gubernamentales y los así llamados expertos médicos incluyan un análisis de costo-beneficio cada vez y siempre que busquen impulsar o poner en práctica políticas sociales. Debemos tener evidencia de los beneficios, así como de daños, y examinar las compensaciones y, más importante, considerar las implicaciones hacia el público. Si la política es destructora, ¡usted la finiquita!

AUTORES CONTRIBUYENTES

Paul E. Alexander, MDSc PhD, Universidad de Oxford, Universidad de Toronto, Profesor Asistente de la Universidad McMaster, Métodos de Investigación de Salud (HEI) y de GUIDE Research Methods Group de Hamilton Ontario, Canadá.
Howard C. Tenebaum DDS, Dip. Perio, PhD, FRCD (C) for Advanced Dental Research and Care, Hospital Monte Sinaí, y las Facultades de Medicina y Dentistería de la Universidad de Toronto, Ontario, Canadá.
Ramin Oskopui, MD, CEO de Foxhall Cardiology, PVC, Washington, D.C.
Harvey A, Risch, MD, PhD, Yale School of Public Health, New Haven, Connecticut, U.S.A.
Peter A. McCullough, MD, MPH, Centro Médico de la Universidad de Baylor, Instituto Vascular y de Corazón de Baylor, Hospital Baylor Jack and Jane Hamilton Heart and Vascular, Dallas, Texas, USA.
Nicholas E. Alexander

Traducido por Jorge Corrales Quesada.