Hoy pongo la tercera parte y final de un artículo extenso que le brinda una visión resumida al apreciado lector. En días siguientes publicaré las otras dos partes en las que traduzco secciones que dan base a esta tercera parte, que al amigo lector le podría interesar conocer. Debemos estar bien informados y recibir informaciones alternativas, no sólo oficial de gobiernos, expertos contratados o medios alarmistas. Así tomamos mejores e informadas decisiones.

EL USO DE MASCARILLAS: UNA REVISIÓN CUIDADOSA DE LA EVIDENCIA: HALLAZGO, CONCLUSIÓN Y RECOMENDACIONES-PARTE TRES

Por Paul E. Alexander et al.
American Institute for Economic Research
11 de febrero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como paul e. alexander et al. institute for economic research masking February 11, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

¿UN HALLAZGO PREDOMINANTE?

La conclusión predominante es que las mascarillas tienen un papel muy importante en lugares como hospitales, pero hay poca evidencia de un beneficio extendido para miembros de público (adultos o niños), así como evidencia de que la mascarilla es una forma verdaderamente inefectiva de administrar la diseminación relacionada con la pandemia de la enfermedad viral. Como lo afirmó Kolstoe, ha llegado a ser menos acerca de ciencia y más acerca de política y un símbolo de solidaridad.

Nuestra visión es que las mascarillas, tal como ahora se usan, y las mascarillas que están en uso, ofrecen protección cero. Ellas pueden ser vistas como inefectivas, mientras que otros las consideran como mejor que nada, pero sin evidencia que apoye ese punto de vista. Las mascarillas no están selladas apropiadamente al rostro y no detienen efectivamente la penetración de los viriones. Afirmamos enfáticamente que la política de salud pública, o cualquier política para el caso, debe fundamentarse en datos y evidencia sólida. Como hemos dicho, la realidad es que un uso diseminando de mascarillas no se apoya en la ciencia y, en efecto, es justamente lo opuesto. La histeria de las mascarillas innecesariamente está llevando el temor a la población y debe terminar. Quienes incansablemente transmiten mensajes acerca del uso de mascarillas, lo están haciendo sin tener el lujo de evidencia creíble que apoye esas visiones. Hablan con base en supuestos o especulación y ¡eso no es ciencia! Sin embargo, es importante entender que, mientras esperamos la investigación definitiva, dada la situación y deseo de prevenir la diseminación hacia personas de alto riesgo (por ejemplo, ancianos), cuando no es posible el distanciamiento social (a pesar de nuestras inquietudes previas acerca del distanciamiento), y a partir de un exceso de precaución, las coberturas faciales entre individuos sintomáticos pueden reducir la diseminación de gotitas con infección de SARS-CoV-2 hacia otros.

Esto también debe considerarse cuando en un ambiente se están experimentando tasas de transmisión elevadas. Es más, esto es sensato ¡en el grado en que no apoya el uso generalizado de mascarillas por toda la población! Urgimos siempre tomar precauciones razonables de sentido común y en base individual, según sea el caso, con un enfoque guiado por la edad y peligro para reducir el riesgo, siempre procurando hacer lo máximo por proteger a personas de alto riesgo que estén entre nosotros.

Es muy sensato que uno use una mascarilla cuando visita una persona de edad mayor quien tiene riesgo elevado o incluso si el ambiente es controlado, como en un ambiente de cuido de la salud en un asilo de ancianos. Eso tiene sentido totalmente ¡(aun cuando, de nuevo, sabemos que la evidencia no apoya esta noción)! Es razonable ser cauto aún a la luz de evidencia limitada o inexistente (en especial evidencia sólida de revisión de colegas) acerca de la efectividad e información creciente, que sugiere que ahora existe evidencia de daños relacionados con el uso (excesivo) de mascarillas. Decisiones en cada situación pueden tomarse dependiendo del riesgo a mano. El contexto total debe considerarse, pero, si usted está socialmente distanciado de manera adecuada, no hay razón para usar mascarilla. No hay evidencia para ello. Aunque también diríamos que uno debería usar mascarilla si eso es lo que se espera, adhiriéndose a la vez a una higiene meticulosa de las manos y socialmente aislado si se está enfermo.

Un reportaje danés de un estudio de la mejor calidad acerca de mascarillas y el Covid, que en la realidad fue rechazado o dejado de lado por importantes revistas, incluyendo Lancet, el New England Journal of Medicine, y JAMA de la Asociación Estadounidense de Medicina, es alarmante si eso es cierto, y sugiere un patrón de politización de la investigación y de la comunidad médica, editores de revistas y colegas revisores. Quedamos en espera de su publicación futura.

CONCLUSIÓN

Para concluir, tal vez Yinon Weiss, un veterano militar de los Estados Unidos, y que tiene un título en bioingeniería de la Universidad de California, en Berkeley, captura nuestra calamidad actual de las mascarillas, recordándonos cómo ellas restringen nuestro retorno a una vida más normal. Tan osado como puede parecer, ¿podría ser eso el objetivo de aquellos quienes usan la pandemia con el propósito de promover diversas ideologías políticas? Usar mascarillas impulsa el temor en la población y un sentimiento paralizador perenne de “enfermedad.” Como afirma elocuentemente Weiss, “Nuestro uso universal de mascarillas acientíficas es, por tanto, más cercano a la superstición medieval que a la ciencia, pero, en este momento, muchas instituciones poderosas tienen mucho capital político invertido en la narrativa, así se perpetúa el dogma.”

Nuestro artículo buscó examinar la evidencia científica completa y más actualizada relacionada con mascarillas, junto con datos y reportes anecdóticos. Nuestra creencia actual sigue siendo que los individuos asintomáticos no impulsan la pandemia y que el método probado en la época de Ignaz Philipp Semmelweis, de lavarse las manos, continúa siendo el mecanismo mejor establecido para limitar la mayoría de las infecciones microbianas, ¡Gente con enfermedad sintomática no debería ir a trabajar! Por desgracia, desde la recesión económica de alrededor del 2008, la incidencia del “presentismo” ha aumentado, debido al temor de perder el empleo propio si uno no se presenta a laborar, aún si está enfermo. Este comportamiento tiene que tomarse muy en serio y debe frenar.

También estamos de acuerdo con las palabras de Klompas en la publicación del New England Journal of Medicine: “No obstante, lo que queda claro es que el uso universal de mascarillas por sí sola no es una panacea. Una mascarilla no protegerá a quienes prestan servicios de cuido de un paciente activo con Covid-19, si no se acompaña de una higiene meticulosa de las manos, protección de los ojos, guantes y una gabacha. Una mascarilla sola no impedirá que trabajadores del cuido de la salud con un contagio temprano se contaminen sus manos y diseminen el virus en pacientes y colegas. Enfocarse sólo en el uso universal de mascarillas puede, paradójicamente, conducir a una mayor transmisión del Covid-19, si desvía la atención de poner en práctica medidas más básicas de control de la infección.

En resumen, cuando vemos la ciencia, hay evidencia, que emerge y preocupa, de daños a nosotros por usar de mascarillas en ausencia de algunos beneficios. También, hay cosas relacionadas con algo tan mundano como el simple uso incorrecto de mascarillas, así como el desarrollo de una complacencia que surge al usar mascarillas y, por tanto, el relajamiento de otros pasos de mitigación, tanto como contaminación de las mascarillas.

Tampoco podemos descontar los posibles daños a nuestros sistemas inmunes y salud en general, debido a un uso constante y prolongado de mascarillas, pues nunca lo hemos hecho antes. Estamos en un territorio no demarcado y, en especial, con posibles implicaciones para nuestros niños. Sus sistemas inmunes aún se están desarrollando y estamos imponiendo cuarentenas, cierres de escuelas, y uso de mascarilla en un niño que se desarrolla, y no tenemos experiencia previa con los resultados subsecuentes, al perturbar el desarrollo, salud, y bienestar de los niños.

Más inquietante es que aquellos burócratas gubernamentales a cargo, y, en particular, “expertos médicos,” continúan fallando en admitir que estaban excepcionalmente equivocados en relación con la mayoría de lo que han afirmado en términos de políticas de pandemia y respuestas relacionadas con la pandemia del Covid. Han fallado en ver la evidencia o en seguirla, y continúan operando en forma arbitrariamente fundamentada, no científica, sin basarse en evidencia. Ellos “atacan,” con la asistencia de los medios masivos, a aquellos de nosotros quienes cuestionamos sus políticas y acciones, a pesar de los resultados desastrosos de esas políticas de salud pública. De hecho, a menudo se nos culpa por los fracasos (llamándonos “negadores” o “herejes”) y por los daños aplastantes de todas sus políticas, cuando, en verdad, han sido sus acciones y recomendaciones engañosas las que merecen la indignación pública.

ASPECTOS QUE SE SUGIERE CONSIDERAR

En línea con Koops, y tal como se publicó en la revista de AIER, abrazamos y sugerimos lo siguiente en cuanto a términos del uso de mascarillas para esta pandemia del Covid (basados en tomas de decisiones individuales):

i)
Para personas que hayan sido infectadas y experimentado Covid, no se requiere que usen alguna mascarilla.

ii)
No se necesita una cobertura facial o mascarilla cuando esté en ambientes ventilados, al aire libre; el riesgo de infectarse por SARS-CoV-2 es extremamente pequeño, incluso inexistente.

iii)
Las coberturas faciales o mascarillas son potencialmente útiles cuando se está en aproximación estrecha con una persona de alto riesgo, por ejemplo, ancianos, o si está en un ambiente de cuido de salud, por ejemplo, hospital o sitio de cuido, instalaciones de cuido a largo plago plazo, instalación de vida asistida, hogares de cuido, etcétera. Esto también limitará la diseminación de bacteria, etcétera, a personas de alto riesgo, pero, de nuevo, debe enfatizarse, esto tiene que ver más en específico con aquellos visitantes que tienen una enfermedad sintomática activa, en oposición a aquellos que son totalmente asintomáticos.

iv)
Los niños tienen un riesgo muy bajo de adquirir el virus SARs-CoV-2, o de enfermarse severamente por la infección; también, tienen un riesgo muy bajo de diseminarlo hacia otros niños, o a adultos, y a sus maestros, etcétera. Los niños no deberían usar mascarillas bajo ninguna condición y sólo en caso de que sean un riesgo alto (inmunocomprometidos) o poseen condiciones médicas contribuyentes.

v)
A los niños se les debe permitir interactuar cara a cara con sus ambientes naturales (ambientes en general), de forma que sus sistemas inmunes permanecen siendo constantemente exigidos y “afinados” y es óptimo para el desarrollo del sistema inmune, así como su desarrollo cognitivo, en particular en niños con necesidades especiales, como autismo.

vi)
Gente que está en “post convalecencia” de Covid no debería usar mascarillas. Gente con Covid-19, si ha de estar en presencia de otros, debería usar mascarillas, aunque, en el mejor de los casos, solo sería mínimamente útil.

vii)
Imploramos que todos los líderes gubernamentales y los así llamados expertos médicos incluyan un análisis de costo-beneficio cada vez y siempre que busquen impulsar o poner en práctica políticas sociales. Debemos tener evidencia de los beneficios, así como de daños, y examinar las compensaciones y, más importante, considerar las implicaciones hacia el público. Si la política es destructora, ¡usted la finiquita!

AUTORES CONTRIBUYENTES

Paul E. Alexander, MDSc PhD, Universidad de Oxford, Universidad de Toronto, Profesor Asistente de la Universidad McMaster, Métodos de Investigación de Salud (HEI) y de GUIDE Research Methods Group de Hamilton Ontario, Canadá.
Howard C. Tenebaum DDS, Dip. Perio, PhD, FRCD (C) for Advanced Dental Research and Care, Hospital Monte Sinaí, y las Facultades de Medicina y Dentistería de la Universidad de Toronto, Ontario, Canadá.
Ramin Oskopui, MD, CEO de Foxhall Cardiology, PVC, Washington, D.C.
Harvey A, Risch, MD, PhD, Yale School of Public Health, New Haven, Connecticut, U.S.A.
Peter A. McCullough, MD, MPH, Centro Médico de la Universidad de Baylor, Instituto Vascular y de Corazón de Baylor, Hospital Baylor Jack and Jane Hamilton Heart and Vascular, Dallas, Texas, USA.
Nicholas E. Alexander

Traducido por Jorge Corrales Quesada.