Esta parte dos es en realidad la tercera parte de este artículo que consta de tres partes y en que la tercera y final se publicó de primero en consideración de los lectores.

EL USO DE MASCARILLAS: UNA REVISIÓN CUIDADOSA DE LA EVIDENCIA-PARTE DOS

Por Paul E. Alexander et al.
American Institute for Economic Research
11 de febrero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como paul e. alexander et al. institute for economic research masking February 11, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.


¿CUÁL ES LA EVIDENCIA ACTUAL ACERCA DE LAS MASCARILLAS?

¿Cuál es lo que el mejor cuerpo general de evidencia muestra en este momento acerca de la efectividad de las mascarillas? Para responder a esto, nos referimos a una pieza seductora reciente de Jenin Younes, publicada en el American Institute for Economic Research (AIER), que pone sobre la mesa al presentar un argumento fuerte contra la efectividad de las mascarillas y, también hace preguntas muy inquietantes.
Dado lo disponible, también, debemos basarnos en datos derivados del estudio de otros virus respiratorios (por ejemplo, influenza), en relación con el uso de mascarillas para prevenir la diseminación de la enfermedad, y, también, argüimos que esta evidencia es muy pertinente para el virus (SARS CoV-2) asociado con la enfermedad del Covid-19.

En general, la investigación disponible acerca del uso de mascarillas para mitigar la transmisión de patógenos en una pandemia es de calidad metodológica muy pobre, usando básicamente evidencia indirecta no ajustada, y no la investigación clínica óptima que se necesita. Una importante limitación es el uso de la misma base de evidencia por todas las reseñas y, así, llegan a hallazgos similares. Sin embargo, esta evidencia de baja calidad es lo que tenemos y es, creemos que, aun así, es lo suficientemente útil para guiarnos e informarnos.

Al mismo tiempo, reconocemos la necesidad urgente de tener investigación clínica bien diseñada para enfrentar, tan definitivamente como sea posible, preguntas relacionadas con la utilidad de mascarillas para reducir o frenar la diseminación del Covid-19 (y patógenos “pandémicos” respiratorios similares a futuro). De hecho, es destacable que no se haya comisionado que investigadores desarrollen estudios adecuados acerca del uso de mascarillas para prevenir la diseminación del SARS-CoV-2 por gente asintomática. También, es destacable que no haya habido estudios confiables que puedan demostrar, de una u otra forma, si el distanciamiento social puede, en verdad, usarse para impedir la diseminación viral, en especial en gente asintomática.

Parece que ahora este tema está plagado por la política y agendas promulgadas por una gama amplia de expertos médicos en televisión y los medios, en oposición a estar relacionado con una base confiable de conocimiento. Sugerimos que poblaciones diversas están siendo dañadas por este tipo de “descuido intelectual,” que se alimenta de lo que llamaríamos comportamiento irresponsable de muchos expertos y medios mal informados, que descansan en esas autoridades. Las conclusiones acerca del uso de mascarillas durante la pandemia del Covid (y otras acciones que se han tomado, pero que no se tratan aquí en detalle, como cuarentenas y cierres de escuelas) a menudo carecen de base y afirmamos que la comunidad de la investigación no ha estudiado apropiadamente el tema de la mascarilla, en mucho por reticencia y, tal vez, hasta preocupación, por lo que puedan revelar los hallazgos. Después de todo, quienes objetan al uso de mascarillas son, a menudo, etiquetados como “negadores” y herejes.

El público sigue confundido por los mensajes de expertos médicos sénior a través de Estados Unidos. Esto puede ejemplificarse por los comentarios hechos al principio de la pandemia por el Dr. Anthony Fauci (marzo del 2020), como parte de su papel en el Grupo de Trabajo sobre el Covid-19, al afirmar categóricamente que “usar una mascarilla puede hacer que la gente se sienta un poco mejor” pero “no está brindando la protección perfecta que la gente espera lo sea.“ En aquel entonces y ahora, en realidad hizo eco del consenso científico vigente y ese iban en línea con la guía de la Organización Mundial de la Salud.

No obstante, como sabemos, la guía que proviene de esos expertos era aún algo confusa, en el mejor de los casos, y totalmente acientífica y fallida, en el peor. Interesantemente, este tipo de consejo (también brindado por otros, incluso el principal funcionario médico de Canadá, la Dra. Theresa Tam), fue cambiado (inicialmente despreciativo del uso de mascarillas) bajo la noción de que, en efecto, los expertos estaban intencionalmente diciendo estas cosas para impedir corridas sobre mascarillas quirúrgicas que estaban en un suministro escaso y eran necesitadas por trabajadores de la salud. Planteamos la noción de que ese no es el caso y que, en efecto, en ese momento, los expertos en realidad estaban descansando en datos disponibles como los arriba mencionados. Todo esto es para decir que esos cambios en el consejo brindado por expertos médicos de las alturas, sólo sirvieron para confundir a un público que desesperadamente necesitaba honestidad y guía óptima.

En relación con lo citado arriba, señalamos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que “el uso diseminado de mascarillas en gente saludable en el ambiente comunitario, aún no tiene apoyo en evidencia científica de alta calidad o directa y hay beneficios y daños potenciales que considerar.”

Un argumento fuerte contra el uso de mascarillas en nuestra pandemia actual de Covid-19, ganó tracción cuando un estudio de control de casos de los CDC reportó que muy por encima del 80% de los casos siempre o a menudo usaron mascarillas. Más allá, este estudio cuestionó la utilidad de mascarillas en la emergencia por el Covid-19.

Una publicación reciente asevera que las mascarillas se convierten en algo intrascendente y no funcionan después de 20 minutos debido a saturación. “Esas mascarillas son sólo efectivas en el tanto estén secas,” dijo la profesora Yvonne Cossart, del Departamento de Enfermedades Infeccionas de la Universidad de Sidney. “Tan pronto como se saturan con la humedad de su aliento, dejan de hacer su trabajo y dejan pasar las gotitas.” En una luz similar, hay indicaciones de que usar una mascarilla que ha sido usada, es más arriesgado que no usar mascarilla.

Aún más, in toto evidencia y datos que se acumulan, sugieren una carencia de evidencia que apoye el uso de mascarilla (en adultos y niños) inclusive cualquier orden generalizada. Por ejemplo, los CDC en su examen acerca de Medidas No Farmacéuticas (MNFs) para ambientes no de cuido de la salud de Influenza Pandémica, cuestionan datos no confiables acerca de mascarillas, el Centro para Medicina basada en Evidencia (CEBM) de Oxford, el Centro de Investigación y Política acerca de Enfermedades Infecciosas (CIDRAP) de la Universidad de Minnesota, Klompas y la universalización de las mascarillas (New England Journal of Medicine,) Jefferson et al., los CDC 2 ,la investigación de Brainard et al. acerca de prevención de enfermedades respiratorias (Norwich School of Medicine), Marks acerca de clústeres de transmisión de Covid-19 en Cataluña, España (Lancet), el artículo persuasivo de Jenin Younes en AIER cerca de mascarillas en Estados Unidos, y evidencia de investigación poder Hunter et al. relacionada con MNFs.

Más específicamente, investigación hecha por los CDC (mayo del 2020) y publicada en Emerging Infectious Diseases (EID), examinó medidas de protección personal y de higiene en el ambiente acerca de la efectividad de esas medias en reducir la transmisión en la comunidad de influenza confirmada por laboratorio. Los investigadores se enfocaron en mascarillas quirúrgicas o médicas (típicamente de color azul) e identificaron 7 estudios que involucraron influenza y enfermedad de tipo influenza (ETI) y reportó que, de hecho, no había una reducción significativa en la transmisión de influenza al usarse mascarillas. En general, los CDC reportaron que no hubo efecto significativo de mascarillas en la transmisión de influenza confirmada en laboratorio y mantenemos que estos hallazgos podrían extrapolarse al SARS-CoV-2.
Investigadores del Centro para Medicina basada en Evidencia (CEBM) de Oxford examinaron los datos relacionados con la efectividad del uso de mascarillas dentro del trasfondo actual altamente cargado de política. Concluyeron que, después de casi 20 años de preparación para pandemias futuras, continúa siendo conflictiva la evidencia acerca del uso de mascarillas. Ellos examinaron evidencia que revelaba que “las mascarillas solas no tenían un efecto significativo en interrumpir la diseminación de ETI o influenza en la población en general, ni entre trabajadores de la salud.” Ellos preguntan por qué no se había llevado a cabo la investigación correcta acerca de la efectividad comparativa aplicable, y estamos de acuerdo, esto es, hasta la publicación de un estudio de la marina (publicación en el New England Journal of Medicine (estudio CHARM)) y del estudio danés publicado en Annals of Internal Medicine que describimos. Los investigadores de Oxford también especulan acerca de que es posible que haya una elevada tasa de daño (infección) al usarse mascarillas de tela. Vieron específicamente 6 pruebas al azar controladas en el 2020, que examinaron mascarillas en virus respiratorios, en que 2 estudios se hicieron en empleados del cuido de la salud y 4 en grupos familiares y de estudiantes. Las pruebas de ETI mostraron un muy pobre cumplimento en el uso de mascarillas y rara vez reportaron daños que pudieran asociarse con el uso de mascarillas (evidencia de daño que luego se presentará en esta conversión). No obstante, visto todo en conjunto, ello calza con la premisa esquematizada arriba, en donde afirmamos que, si las mascarillas pudieran ser efectivamente usadas para prevenir la diseminación viral, para ahora ya tendríamos una evidencia clara.

En el 2013, la Agencia Canadiense para las Drogas y Tecnologías de Salud (Agencia que se especializa en los Meta Análisis y Exámenes Sistemáticos), afirmó, “No se halló evidencia acerca de la efectividad de usar mascarillas quirúrgicas para proteger al personal ante material infeccioso en cuartos de operaciones, no se encontró evidencia que apoyara el uso de mascarillas quirúrgicas para reducir la frecuencia de infecciones quirúrgicas en el sitio, y las guías recomiendan el uso de mascarillas quirúrgicas por el personal en los cuartos de operaciones tanto para proteger al equipo del cuarto como a pacientes (a pesar de la ausencia de evidencia).”

Asimismo, Jefferson et al. estudiaron intervenciones físicas para interrumpir o reducir la diseminación de virus respiratorios (actualizando un análisis previo de Cochrane (2011)), para incluir 15 pruebas controladas aleatorias (n=13.259 personas) explorando impactos de mascarillas (14 pruebas) en trabajadores del cuido de la salud, población en general y aquellos en cuarentena (1 prueba). Cuando se compara con el no uso de mascarilla, los investigadores no encontraron reducción significativa en casos ETI o de influenza cuando se usaron mascarillas en la población en general y trabajadores del cuido de la salud. Algo sorprendente, tampoco hubo diferencias entre mascarillas quirúrgicas y respiradores N95 para ETI o influenza.

Sin embargo, esto puede deberse al hecho de que, aunque las mascarillas N95 pueden ser efectivas en filtrar un 95% de la materia de partículas, las mascarillas deben ajustarse apropiadamente. Y, en ese sentido, cuando un individuo se pone una nueva mascarilla en su rostro, no hay garantía alguna de que será puesta en la ubicación precisa usada cuando se hicieron las pruebas de ajuste. Por tanto, esto significaría que la efectividad de filtrado de las mascarillas N95 no puede ser, en realidad, predicha o garantizada. El cuerpo de evidencia se consideró que era de “baja” calidad, con base en una limitación que se incluyó en el estudio, aun cuando estas eran pruebas controladas al azar, y estaban plagadas de preocupaciones metodológicas serias.

Marks et al. reportaron acerca de clústeres de transmisión de Covid-19 en Cataluña, España (análisis post hoc de datos recolectados en el Estudio BCN PEP CoV-2), que mira a una cohorte parte de una prueba controlada al azar (324 pacientes con Covid-19, con 282 (un 90%) teniendo al menos un contacto, 753 contactos en total, resultando en 282 clústeres. Noventa (32%) de los 282 clústeres tuvieron al menos un acto de transmisión). Los investigadores reportaron que no hubo asociación de riesgo de transmisión con el uso de mascarillas por los contactos.

El New England Journal of Medicine (NEJM) recientemente publicó un artículo acerca del Covid-19 y las mascarillas, que parecería sugerir que las mascarillas han llegado a ser nada más que una muleta psicológica, y afirmó que “Sabemos que usar una mascarilla fuera de las instalaciones de cuido de la salud ofrece poca, si alguna, protección ante la infección. Las autoridades de salud pública definen una exposición significativa al Covid-19 como un contacto cara a cara dentro de 6 pies, con un paciente sintomático con el Covid-19, que se mantiene por, al menos, unos pocos minutos (y algunos dicen que más de 10 minutos y hasta 30 minutos).

La probabilidad de contraer Covid-19 en una interacción pasajera en un espacio público es, por tanto, mínima. En muchos casos, “el deseo de un uso difundido de mascarillas es una acción refleja ante la ansiedad sobre la pandemia.” También aseveraron que “asimismo es claro que las mascarillas desempeñan roles simbólicos. Las mascarillas no son sólo herramientas, son también talismanes que pueden ayudar a aumentar el sentido ‘percibido’ de seguridad, bienestar, y confianza en sus hospitales de trabajadores del cuido de la salud. Aunque puede que esas reacciones no sean estrictamente lógicas, todos estamos sujetos al temor y ansiedad, en especial en épocas de crisis. Uno puede afirmar que el temor y ansiedad se contrarrestan mejor con datos y educación, que con una mascarilla marginalmente beneficiosa.”

Una reseña y un meta análisis sistemático patrocinado por la OMS, publicado en Lancet, incluyó 39 estudios de observación no al azar (diseños de estudio más débiles) que no siempre se ajustaron plenamente por factores de confusión y reportó que las mascarillas podrían ser efectivas. Estos estudios tuvieron tamaños pequeños de muestras con números pequeños de acontecimientos, estaban plagados con sesgos de selección potenciales y sesgos residuales de factores de confusión. El cuerpo de la evidencia se juzgó como de baja calidad y, también, estuvo abierto al riesgo de retiro, y sesgo de medición. Los estudios se enfocaron principalmente en el uso de mascarillas en hogares o contactos de casos, que surgieron de investigaciones de las epidemias de SARS y MERS (pero, también, con una fecha limitada para el Covid-19). Sin embargo, los investigadores arguyeron que esta evidencia indirecta podía considerarse como la información más directa que también se aplicaría al Covid-19.

Después de la publicación en Lancet del análisis patrocinado por la OMS, investigadores liderados por el profesor de epidemiología de la Universidad de Toronto, Peter Jueni, ahora han salido pidiendo a Lancet que retire el estudio, citando numerosos fallos metodológicos serios, como (pero no limitado a):

i)
7 estudios que no fueron publicados o estudios observacionales no revisados por colegas

ii)
fallo en considerar la evidencia al azar

iii)
25 estudios incluidos son acerca del virus SARS-1 o del coronavirus MERS, ambos teniendo características de transmisión muy diferentes al SARS-CoV-2: ellos se transmitieron casi exclusivamente por pacientes hospitalizados severamente enfermos y no hubo evaluación de transmisión comunitaria; una preocupación seria en relación con los temas que se discuten en este documento

iv)
2 de los 4 estudios relacionados con el SARS-CoV-2, fueron mal interpretados por los autores del meta estudio de Lancet, 1 no es concluyente, y 1 se enfocó en el impacto de usar respiradores N95 (modelo FPP2), que es irrelevante en relación con la transmisión comunitaria, en especial para gente asintomática y, también, no encaró el uso de mascarillas de grado médico o de tela.

v)
este estudio se está usando para guiar la política global de uso de mascarillas para la población en general, en donde un estudio incluido se juzgó como mal clasificado (relacionado con mascarillas en un ambiente hospitalario), uno no mostró beneficios de las mascarillas, y uno es un estudio retrospectivo pobremente diseñado acerca del SARS-1 en Beijing, basado en entrevistas telefónicas. Ninguno de los estudios se refiere al SARS-CoV-2.

Similarmente, un estudio reciente publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) relacionado con transmisiones aéreas y mascarillas también ha provocado consternación sustancial y se ha discutido que más que científico es un estudio motivado políticamente. Ha logrado que 40 científicos destacados pidan su retiro, pues tiene muchas fallas al usar análisis estadísticos altamente subóptimos.

Una reseña de la Escuela Norwich de Medicina (preimpreso) estudió la efectividad de usar mascarillas y examinó 31 estudios publicados de todo tipo de diseños de investigación. Reportaron que “la evidencia no es lo suficientemente fuerte como para apoyar el uso generalizado de mascarillas como medida protectora contra el Covid-19. Sin embargo, hay evidencia suficiente que apoya el uso de mascarillas en períodos de tiempo cortos, en particular individuaos vulnerables cuando están en situaciones transitorias de riesgo mayor.”

Un reciente estudio danés publicado en Annals of Internal Medicine buscó evaluar si recomendar el uso de mascarillas quirúrgicas fuera del hogar ayudaría a reducir los riesgos del usuario en adquirir la infección del SRAS-CoV-2, en un ambiente en que las mascarillas no eran comunes y no estaban entre las medidas recomendadas de salud pública. La muestra incluyó un total de 3.030 participantes, asignados al azar para que usaran mascarillas, 2.294 a quienes se les dijo que no usaran mascarillas (esto es, el brazo de control). Los investigadores reportaron que 4.862 personas completaron el estudio. La infección con SARS-CoV-2 ocurrió en 42 participantes que usaron mascarillas (un 1.8%), mientras que 53 participantes del grupo de control desarrollaron la infección (2.1%). La diferencia inter grupos fue de -0.3 puntos porcentuales a favor del uso de mascarillas (95% de intervalo de confianza, entre -1.2 y 0.4 puntos porcentuales; ρ=0.38). No obstante, con base en el análisis de los hallazgos, los autores concluyeron que no había un impacto significativo estadístico o clínico en el uso de mascarillas en relación con la tasa de infección con SARS CoV-2.

Interesantemente, estos resultados emergieron en un ambiente en donde el distanciamiento social y otras medidas de salud pública estaban en vigencia, excepto el uso de mascarillas. De hecho, el uso de mascarillas en esta población, en general, era bastante bajo. En todo caso, basado en estos hallazgos, se puede esperar que, con base sólo en este estudio, habría una duda seria en cuanto a la necesidad de iniciar y mantener el uso mandatorio de mascarillas en el dominio público. Por desgracia, a la fecha, este no parece ser el caso y, muy francamente, es inexplicable.

Además, con un enfoque en mascarillas de tela, reportes recientes sugieran que ellas nunca se deberían usar como barrera protectora, pues no ofrecen protección ante la transmisión (como Equipo de Protección Individual (EPI) o como fuente de control; ver reporte de Tokio y estudio de BMJ).

En el estudio de clústeres al azar del British Medical Journal (BMJ), los investigadores buscaron comparar la eficacia de mascarillas de tela con mascarillas médicas entre trabajadores de hospital (en 14 hospitales vietnamitas utilizando 1,607 trabajadores de más de 28 años de edad).
Los salones se escogieron al azar así que, en algunos, se usaron mascarillas médicas, mientras que, en otros salones, se usaron mascarillas de tela. Otro salón se asignó como grupo de control en la “práctica usual”,” lo que incluyó uso de mascarillas en cada jornada durante 4 semanas consecutivas. Las tasas de todos los resultados de infecciones fueron más altas en el brazo de mascarillas de tela, con la tasa de enfermedad de tipo influenza (ETI) siendo significativamente mayor en el brazo de mascarillas de tela (riesgo relativo (RR)=13.00, 95% de intervalo de confianza oscilando entre 1.69 y 100.07) en comparación con el brazo de mascarilla médica. También, hubo tasas significativamente más altas de ETI en el grupo de mascarillas de tela comparado con el brazo de control.

Un análisis de uso de la mascarilla mostró que el ETI (riesgo relativo (RR)=6.64, con un intervalo de confianza del 95% oscilando ente 1.45 y 28.65) y el virus confirmado en laboratorio (riesgo relativo (RR)=1.72, con un 95% de intervalo de confianza entre 1.01 a 2.94) eran significativamente mayores en el grupo de mascarillas de tela comparado con el grupo de mascarillas médicas. Los investigadores encontraron que la penetración por partículas en mascarillas de tela estaba en el rango del 97% (filtrando sólo un 3% de las partículas virales) y, para mascarillas médicas, era aún de sólo un 44%. Siendo esta la primera prueba controlada al azar de mascarillas de tela, los investigadores advirtieron contra el uso de mascarillas de tela. Hay amplia retención de humedad y filtración pobre con la reutilización, lo que resulta en un riesgo aumentado de infección, incluyendo microrganismos bacterianos. Concluyeron que las mascarillas de tela no se deben recomendar para trabajadores del cuido de la salud, en especial en ambientes de alto riesgo.

El Instituto Noruego de Salud Pública (NIPH) recientemente condujo un resumen rápido para evaluar si individuos en la comunidad sin síntomas respiratorios, deberían usar mascarillas para reducir la diseminación del Covid-19. Procedieron bajo el supuesto de que el 20% de la gente “infectada” es asintomática y que, con una reducción del riesgo del 40% al usar mascarillas, aproximadamente 200.000 personas necesitarían usar una mascarilla para prevenir una nueva infección cada semana. Los investigadores concluyeron que, con base en la pandemia/epidemia existente en Noruega, “usar mascarillas para reducir la diseminación del Covid-19 no se recomienda para individuos en la comunidad sin síntomas respiratorios, que no estén en contacto estrecho con gente que se conoce está infectada.”

En un reporte que se comunicó en mayo del 2020 en Nature (Medicina), Leung et al. examinaron la importancia de las gotitas respiratorias, así como rutas de diseminación por aerosol con un enfoque específico en coronavirus, virus de la influenza y rinovirus. Midieron la cantidad de virus respiratorios en la exhalación respiratoria de participantes con infecciones respiratorias agudas (IRAs) y determinaron la posible eficacia de mascarillas quirúrgicas para prevenir la transmisión viral.

Como parte del estudio, hicieron un escrutinio a 3.363 personas en un estudio de dos fases, en su momento involucrando a 246 pacientes con IRA, que brindaron muestras de respiración exhalada, con 122 (un 50%) de los participantes siendo al azar, ya sea no usando mascarilla durante la primera recolección de respiración exhalada o al azar en el uso mascarillas (n=124 (50%)). Se identificaron coronavirus humanos estacionales, virus de influenza y rinovirus dentro de la respiración exhalada, así como en toses de niños y de adultos con IRA. En este estudio, se encontró que mascarillas quirúrgicas pueden reducir significativamente la detección de ARN viral de influenza en gotitas respiratorias y ARN de coronavirus en aerosoles, y una tendencia hacia detección reducida de ARN de coronavirus en gotitas respiratorias. Sus resultados sugieren que las mascarillas quirúrgicas pueden reducir potencialmente la liberación en gotitas respiratorias de partículas de virus de influenza en el ambiente, pero no en aerosoles. Y debe enfatizarse que este estudio descansó en gente con enfermedad sintomática, algo sumamente distinto de los temas bajo consideración aquí.

Tal vez uno de los estudios más rigurosos y trascendentales (junto con el estudio danés publicado en los Annals of Internal Medicine) emergió de un estudio del cuerpo de los Marines de Estados Unidos, realizado en una ubicación aislada; la Isla Parris. Como se reportó recientemente en una publicación del NEJM (el estudio CHARM), los investigadores estudiaron la transmisión del SARS-CoV-2 entre reclutas de los Marines durante la cuarentena. Los reclutas de los Marines en la Isla Parris (n=1.848 de 3.143 reclutas elegibles) voluntariamente pasaron una cuarentena de dos semanas en su hogar, que fue seguida de una segunda cuarentena de dos semanas en un ambiente cerrado de una ciudad universitaria.

Como parte del estudio, los participantes usaron mascarillas y distanciamiento social, mientras que los síntomas se monitorearon con revisiones diarias de temperatura. Se usaron pruebas RT-PCR para evaluar la efectividad de esas estrategias en lo referente a la presencia o ausencia de SARS-CoV-2 mRNA. Se obtuvo muestras mediante el uso de hisopos nasales, que se recolectaron entre el arribo y el segundo día de cuarentena supervisada y, luego, en los días 7 y 14 (la segunda cuarentena usada para mitigar la infección entre reclutas). A todos los reclutas se les requirió tener un resultado negativo de la RT-PCR antes de ingresar a la Isla Parris. Se encontró que, dentro de los días siguientes a la llegada a la ciudad universitaria cerrada, ahora 16 participantes mostraron ser positivos de SARS-CoV-2 mRNA (15 siendo sintomáticos) y 35 más mostraron ser positivos el día 7 o el día 14 (n=51 en total).

Más específicamente, de los 1.801 reclutas que probaron ser negativos con un estudio de PCR cuando se incorporaron, 24 (un 1.3%) mostró ser positivo el día 7. El día 14, un total de 11 de 1.769 (0.6%) de los participantes previamente negativos por el examen PCR, mostraron ser positivos; ninguno de estos participantes fue seropositivo el día 0. Como tales, 35 participantes que habían resultado ser negativos en los resultados PCR dentro de los dos primeros días posteriores a su arribo a la ciudad universitaria, luego dieron pruebas positivas durante la cuarentena estrictamente supervisada. Del total de 51 participantes que al menos tenían un resultado positivo de la prueba PCR, 22 tuvieron pruebas positivas en más del día 1. Se condujo el análisis filogenético mediante el cual 6 clústeres independientes de transmisión monofilética (cepas virales independientes) indicativos de transmisión local fueron descubiertos durante la cuarentena supervisada. La mayoría de los clústeres incluyó principalmente a miembros del mismo pelotón, y numerosos reclutas infectados tenían un compañero de habitación infectado.

Los autores reportaron que alrededor del 2% de quienes habían tenido pruebas negativas previas de SARS-CoV-2 al inicio de una cuarentena estricta supervisada (le pedimos a los lectores que piensen; supervisión en grado militar), y menos del 2% de los reclutas que tenían un estatus previo desconocido, para el día 14 resultaron positivos. Los voluntarios positivos eran principalmente asintomáticos y los clústeres de transmisión se dieron dentro de los pelotones. El hallazgo predominante fue que, a pesar de la cuarentenas muy estrictas y exigidas (incluyendo dos semanas completas de confinamiento supervisado y luego distanciamiento social obligado y protocolos de mascarillas), la tasa de transmisión no se redujo y, de hecho, ¡pareció ser más alta de lo esperado! Por tanto, señalamos que no sólo las mascarillas fueron inefectivas en prevenir la diseminación de la enfermedad, sino que incluso empeoraron las cosas. A pesar de las cuarentenas, distanciamiento social, y mascarillas, en esta cohorte de básicamente reclutas jóvenes, aproximadamente el 2% llegó a infectarse y dio resultados positivos de exámenes de SARS-CoV-2. Compartir dormitorios y membresía en pelotones se reportaron como factores de riesgo para la transmisión viral.

Tal como la investigación danesa, este estudio de reclutas de los Marines, quienes se mantuvieron bajo estricta supervisión a nivel militar, plantea serios cuestionamientos acerca de la utilidad de las cuarentenas, pues parece que no sólo las mascarillas son inefectivas para prevenir la transmisión comunal de la enfermedad, sino que, también, las cuarentenas no funcionan, incluso cuando se supervisan durante dos semanas en una universidad cerrada. Como dijimos en otra parte, parece que las cuarentenas son inefectivas y que también ¡parecería incluir al distanciamiento social obligado! A riesgo de ser repetitivos, esto es para decir que, en este estudio, en donde el cumplimiento se monitoreó y obligó, y las condiciones son lo suficientemente favorables para apoyar un estudio riguroso, simplemente las así llamadas estrategias de “mitigación” no funcionan y no pueden funcionar en la población en general. Este estudio se presenta como uno de los de mayor calidad y robustez en el tema de las mascarillas.

Una publicación británica de 1981 del Dr. Neil Orr reportó acerca de una prueba en pacientes de un salón quirúrgico de 40 camas, enfocado en colecistectomías, gastrectomías, tiroidectomías, resección de intestinos, prostatectomías, herniorrafías, así como cistoscopías, broncoscopias, y gastroscopias. El análisis miró tasas de rendimientos, heridas e infección en un período de 6 meses (de marzo a agosto) cada año entre 1976 y 1980. Notablemente, concluyó que la efectividad de una mascarilla en reducir la contaminación, variaba con la forma de las mascarillas, los materiales de los que fueron hechas, y la forma en que se usaron las mascarillas. De importancia, mostró que usar una mascarilla no redujo los incidentes de contaminación en el ámbito. En efecto, los resultados sugirieron lo opuesto, que no usar mascarilla se correlacionó con reducciones mayores en la contaminación (también se asociaron con el desempeño de operaciones en condiciones de silencio… sin que el personal hablara durante cualquiera de los procedimientos).

Una publicación de Bae et al. en Annals of Internal Medicine, “Effectiveness of Surgical and Cotton Masks in Blocking SARS-CoV-2” se retractó ante una petición de la revista Atmospheric Chemistry and Physics (ACP). Así, no estamos en capacidad de comentar acerca de los hallazgos.

Con base en la evidencia anterior arriba citada, no encontramos evidencia concluyente que apoye el uso de mascarillas para el Covid-19 (excepto mascarillas del tipo N95 en un ambiente de hospital, cuando se ajustan y utilizan apropiadamente). De hecho, usar mascarillas parece acarrear riesgos sustanciales para el usuario. Y, reiteramos que nuestras conclusiones no se basan sólo en la ausencia de evidencia de inefectividad, sino en evidencia fáctica de inefectividad.

Posiblemente el único estudio que podría ser construido como pseudociencia, se basa en un Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad (MMWR) de los CDC. acerca del uso de mascarillas dobles, esto incluso después que el Dr. Anthony Fauci echó marcha atrás y dijo que no había evidencia de que esto fuera efectivo. Esta es la razón de por qué este estudio se dejó para el final de nuestro análisis. Luego, vinieron los CDC con un estudio acerca de maximizar el ajuste para mascarillas de tela y de procedimientos médicos, al poner una mascarilla de tela encima de una quirúrgica, y anudando los ganchos de las orejas de una mascarilla de procedimientos médicos y, después, arropar y aplastar el material extra cerca del rostro. Se usó una forma de cabeza elastómera flexible para simular una persona bajo diversas condiciones, por ejemplo, tosiendo, etcétera. Los CDC reportaron que “sola mascarilla de procedimiento médico sin anudar bloqueó un 42% de las partículas de tos simulada (desviación estándar=6.70), y que sola la mascarilla de tela bloqueó un 44.3% (desviación estándar=14.0). La combinación de la mascarilla de tela cubriendo la mascarilla de procedimiento médico (mascarilla doble) bloqueó un 92.5% de las partículas de tos (deviación estándar=1.9).”

Increíblemente, luego los CDC salieron declarando que “los hallazgos de estas simulaciones no se deberían generalizar en torno a la efectividad de todas las mascarillas de procedimientos médicos o mascarillas de tela, ni ser interpretarse como representativos de la efectividad de estas mascarillas cuando se usan en ambientes del mundo real” y que los hallazgos no deben extrapolarse a niños “debido a su menor tamaño o a hombres con barbas y otro vello facial, que interfieren con el ajuste.” Además, los CDC dijeron que “aunque el uso de mascarillas dobles, o anudar y plegar, son dos de las muchas opciones que pueden optimizar el ajuste y ampliar el desempeño de mascarillas como fuente de control y protección del usuario, las mascarillas dobles pueden impedir respirar u obstruir la visión periférica para algunos usuarios, y anudar y plegar puede cambiar la forma de las mascarillas, tal que ya no cubren a mayor plenitud tanto la nariz como la boca de personas con caras más largas.” Nos queda preguntar, ¿cuál fue el propósito de esta publicación si no puede generalizarse a ambientes del mundo real y puede impactar la respiración? De paso, en el estudio Transmisión del SARS-CoV-2 entre Reclutas de los Marines durante la Cuarentena (CHRAM) en la Isla Parris, los reclutas militares usaron mascarillas dobles y los hallazgos fueron que las mascarillas y el distanciamiento social no detuvieron la diseminación de la infección del COVID.

¿Y QUÉ HAY ACERCA DE POSIBLES DAÑOS AL USAR MASCARILLAS?

Pero, ¿y qué acerca de daños por usar mascarilla? La información que se está acumulando involucra usuarios de mascarillas en un ambiente de Covid-19 y plantea muchas inquietudes, en especial en relación con daño psicológico y, en particular, en infantes y niños, con impactos potencialmente catastróficos en el desarrollo cognitivo de los niños. Esto es aún más crítico en relación con niños con necesidades especiales o que están en el espectro autista, quienes necesitan ser capaces de reconocer expresiones faciales como parte de su desarrollo en proceso.
La evidencia que se acumula también sugiere que el uso prolongado de mascarillas en niños o adultos puede causar daños:

i)
dificultad al respirar

ii)
la inhalación de sustancias tóxica, como micro plásticos y compuestos clorados ubicados en las mascarillas (estos son riesgos potencialmente serios)

iii)
intoxicación con CO2

iv)
arresto cardiaco súbito en niños

v)
reducción en la oxigenación de la sangre (hipoxia) o aumento en el CO2 de la sangre (hipercapnia)

vi)
daño psicológico

vii)
con el uso prologado (de mascarillas N95) una reducción en el nivel de la pO2, aumentos en la tasa de respiración, e incrementos en la aparición de inconformidad en el pecho y angustia respiratoria

viii)
mareo y vértigo, dolores de cabeza, en especial entre trabajadores del cuido de la salud

ix)
acumulación de bacteria y moho en mascarillas de niños, que luego pueden inhalarse

x)
problemas de ansiedad y sueño, desórdenes de comportamiento y temor de contaminación en niños

xi)
desoxigenación durante cirugía

xii)
daño a los pulmones que potencialmente amenaza la vida (por ejemplo, ingenieros de Stanford reportan que las mascarillas pueden hacer más difícil respirar, estimando que, como ejemplo, las mascarillas N95 reducen la toma de oxígeno entre un 5% y un 20% y si se usan por un período prolongado)

xiii)
como reportó Koops, infecciones de la piel facial, de nariz y garganta y sinusales, un cambio en los patrones de respiración.

AUTORES CONTRIBUYENTES

Paul E. Alexander, MDSc PhD, Universidad de Oxford, Universidad de Toronto, Profesor Asistente de la Universidad McMaster, Métodos de Investigación de Salud (HEI) y de GUIDE Research Methods Group de Hamilton Ontario, Canadá.
Howard C. Tenebaum DDS, Dip. Perio, PhD, FRCD (C) for Advanced Dental Research and Care, Hospital Monte Sinaí, y las Facultades de Medicina y Dentistería de la Universidad de Toronto, Ontario, Canadá.
Ramin Oskopui, MD, CEO de Foxhall Cardiology, PVC, Washington, D.C.
Harvey A, Risch, MD, PhD, Yale School of Public Health, New Haven, Connecticut, U.S.A.
Peter A. McCullough, MD, MPH, Centro Médico de la Universidad de Baylor, Instituto Vascular y de Corazón de Baylor, Hospital Baylor Jack and Jane Hamilton Heart and Vascular, Dallas, Texas, USA.
Nicholas E. Alexander

Traducido por Jorge Corrales Quesada.