Este es el primero de una serie de cuatro partes. Es una descripción amplia del tema del impacto de medidas no farmacéuticas tomadas ante el Covid.

EL IMPACTO CATASTRÓFICO DE LAS CUARENTENAS SOCIALES IMPUESTAS POR EL COVID-PRIMERA DE CUATRO PARTES

Por Paul E. Alexander et al.
American Institute for Economic Research
30 de enero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como paul e. alexander et al. institute for economic research catastrophic January 30, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Las cuarentenas actuales inspiradas por el Covid sobre las empresas y los cierres de escuelas, son y han sido contraproducentes, no sostenibles y, francamente, son sin mérito y acientíficas. ¡Han sido desastrosas y simplemente equivocadas! No existe una buena razón para esto. Estas acciones de salud pública sin paralelo, han sido impuestas para un virus con una tasa de mortalidad de la infección (TMI) aproximadamente similar (o posiblemente menor, una vez que se recolecten todos los datos de la infección) a la de una influenza estacional.
John P.A. Ioannidis de Stanford identificó 36 estudios (43 estimaciones) junto con 7 estimaciones nacionales preliminares adicionales (50 artículos de datos), y concluyó que, entre las personas de menos de 70 años de edad de todo el mundo, las tasas de mortalidad de la infección oscilaron entre 0.00% y 0.57%, con una mediana de 0.05%, a través de diferentes localidades del globo (con una mediana corregida de 0.04%). Permítanme escribir esto de nuevo, 0.05%. ¿Puede alguien imaginarse la puesta en práctica de tales regulaciones draconianas para la gripe anual? ¡Por supuesto que no! Insatisfechos con los fracasos actuales y bien documentados de las cuarentenas, nuestros líderes están introduciendo y hasta endureciendo las cuarentenas y restricciones punitivas. Nos están encerrando con “más fuerza.”
En efecto, una ilustración de la necesidad espuria de estas acciones mal informadas, es que están siendo impuestas a la luz de evidencia científica clara de que, durante las cuarentenas, cierres de escuelas, órdenes de usar mascarillas y restricciones sociales, adicionales, socialmente estrictas previas, ¡aumentó el número de casos positivos! Nadie puede indicar un ejemplo en donde hayan funcionado las cuarentenas en esta pandemia de Covid.

También, es notorio que estas acciones restrictivas irracionales e irrazonables no se limitan a una jurisdicción tal como los Estados Unidos, sino que, impactantemente, han ocurrido a través del globo. Es asombroso por qué los gobiernos, cuyos papeles primarios son proteger a sus ciudadanos, sean quienes están tomando estas acciones punitivas, a pesar de la evidencia convincente de que estas políticas están mal dirigidas y que son muy dañinas; causando un daño palpable al bienestar humano en muchos niveles. Equivale a insanidad lo que los gobiernos han hecho a sus poblaciones y, principalmente, sin base científica alguna. ¡Ninguna! En esto, hemos perdido nuestras libertades civiles y derechos esenciales, todo basado en una “ciencia” espuria o, peor, basada en la opinión, y esta erosión de las libertades fundamentales y la democracia está siendo promovida por líderes gubernamentales, quienes están soslayando límites Constitucionales (Estados Unidos) y Estatutarios (Canadá) a sus derechos para formular y poner en marcha políticas. Estas restricciones inconstitucionales y sin precedente han tenido un precio muy alto sobre nuestra salud y bienestar y, también, están dirigidas a los propios preceptos de la democracia; en particular, dado el hecho de que esta pandemia viral no es diferente en cuanto al impacto general de pandemias previas sobre la sociedad. Simplemente, no hay razón defendible para tratar esta pandemia de forma diferente.

No hay razón en lo absoluto para la cuarentena, restringir y dañar a los ordinariamente saludables, que están bien, e irreparablemente a los miembros más jóvenes o de edad mediana de la población; la misma gente que se espera nos saque de esta pesadilla ficticia y nos ayude a sobreponernos de los daños causados por posiblemente el mayor fiasco autoinfligido de salud pública, jamás promulgado en las sociedades.
No hay razón para continuar esta política ilógica que está causando más mal que bien. Nunca en la historia humana hemos hecho esto y empleado esas restricciones abiertamente opresivas sin base alguna. Un principio básico de la medicina de la salud pública es que, aquellos con la enfermedad real o que están en un riesgo muy alto de contraer la enfermedad, estén en cuarentena, no la gente con un riesgo bajo ante la enfermedad: ¡no quienes están bien!” Esto parece haber sido olvidado por un número embarazosamente grande de expertos de la salud, en quienes nuestros políticos confían. Más bien, deberíamos estar usando un enfoque más “dirigido” (por edad y riesgo específico en la población) en lo que respecta a la puesta en marcha de medidas de salud pública, en oposición a las tácticas inelegantes y de escopeta actualmente impuestas sobre nosotros. Óptimamente, los elementos claves de la salud pública moderna incluyen abstenerse de causar alteración social (o, al menos, que sea mínima) y asegurar que la libertad se mantenga ante el advenimiento del surgimiento de un patógeno, a la vez que se protege concurrentemente a la salud y bienestar general. También, entendemos que, al inicio de la pandemia, había poca o no confiable información en relación con el SARS CoV-2. En efecto, los reportes iniciales de la tasa de mortalidad de casos (TMC) eran espectacularmente altos y, por ello, tenía sentido, al principio, la imposición de medidas de cuarentena estricta y otras medidas, hasta el momento en que tal peligro pasara o que entendiéramos con mayor claridad la naturaleza de este virus, los datos, y cómo podría administrarse. Pero, ¿por qué continuar de esta forma y por tanto tiempo, una vez que las características fácticas de este virus se hicieron evidentes y que, como se aludió arriba, finalmente nos dimos cuenta de que su tasa de mortalidad por infección (TMI), que es un reflejo de mortalidad más exacto y realista que la TMC, en la realidad no era peor que la influenza anual? Los gobiernos y expertos médicos que continúan citando la TMC son profundamente engañosos y están errados y tienen el propósito de crear el temor en poblaciones de que existe un riesgo exagerado de muerte. La opinión prevaleciente de nuestros expertos y políticos parece ser “detener al Covid a cualquier costo.” Si es así, esta es una política altamente destructiva, ilógica y sin base, opuesta abiertamente a todos los conceptos aceptados en relación con la medicina de salud pública moderna. Por desgracia, parece que nuestro liderazgo aún sigue orientado a seguir los modelos ya desmentidos y desacreditados de progresión pandémica, que fueron publicados para el mundo, siendo el más injurioso e impactante en la forma del modelo de Ferguson del Imperial College, que se basó en proyecciones y supuestos ficticios no probados, que han estado totalmente equivocados.
Estos modelos usaron insumos inexactos y eran fatalmente defectuosos.

¿CÓMO FUE QUE LLEGAMOS A AQUÍ?

Empecemos con una posición esencial de que tan sólo porque hay una situación de emergencia, si no podemos detenerla, eso no constituye razón para instituir estrategias que no tienen efecto o que incluso son peores. Tenemos que luchar contra el concepto de que, si en verdad no hay nada que podamos hacer para alterar el curso de una situación (por ejemplo, una enfermedad), aun así, tenemos que hacer algo, ¡incluso si eso es inefectivo! Aún más, no ponemos en práctica una política de salud pública catastrófica y que no funciona, y, después, continuamos su vigencia a sabiendas que es desastrosa. Empecemos por el hecho básico de que burócratas gubernamentales y sus expertos médicos engañaron al público, al fallar en explicarle al inicio que no todo mundo tiene un riesgo igual de un resultado severo si se infecta. Esta es una omisión clave acerca del Covid y esta omisión ha sido usada tácitamente y sin palabras para impulsar la histeria y el temor. De hecho, todavía el público no entiende esta distinción críticamente importante. La vasta mayoría de la gente tiene poco, si es que alguno, riesgo de enfermedad severa y, no obstante, esa misma gente está innecesariamente temblando de miedo debido a mala información y, tristemente, a desinformación. No obstante, las cuarentenas no hicieron nada por cambiar la trayectoria de esta pandemia, ¡en ningún lado! En efecto, es altamente probable que, si las cuarentenas hubieran servido de algo por cambiar el curso de la pandemia, ellos habrían extendido nuestro período de sufrimiento.

¿CUÁLES SON LOS EFECTOS DE LAS CUARENTENAS SOBRE LA POBLACIÓN EN GENERAL?

Con base en datos actuariales y en tiempo real, sabemos que hay daños tremendos causados por las cuarentenas y cierres de escuelas sin precedente. Estas estrategias han devastado a los más vulnerables entre nosotros -los pobres- quienes ahora están peor. Han golpeado devastadoramente a las comunidades afroestadounidenses, latinas y de Asiáticas del Sur. Las cuarentenas y, en especial, las extendidas, han sido profundamente destructivas. Incluso, no hay razón en lo absoluto para poner bajo cuarentena a aquellos de menos de 70 años de edad.
Datos fácilmente accesibles muestran que hay una probabilidad cercana al 100% de sobrevivencia ante el Covid en aquellos de 70 o menos.
Esta es la razón por la cual se les debe “permitir” a los más jóvenes y saludables que sean naturalmente infectados, y que diseminen el virus entre ellos. Esta no es una herejía. ¡Es biología clásica y medicina de la salud publica moderna! Y sí, nos estamos refiriendo a “inmunidad de rebaño,” siendo esta última condición la que, por razones que van más allá de la lógica, ha sido promocionada como una política pública peligrosa, a pesar del hecho de que la inmunidad de rebaño nos ha protegido de millones de virus durante decenas de miles de años. Aquellos en la categoría de no riesgo o bajo riesgo deben vivir vidas razonablemente normales, con precauciones de sentido común (a la vez que se duplican o triplican fuertes protecciones a las personas de alto riesgo y los mayores vulnerables), y aquellos pueden convertirse en un caso “naturalmente,” pues tienen un riesgo de casi cero de enfermedad o muerte subsecuente. Este enfoque podría haber ayudado a terminar con la pandemia mucho más rápidamente de cómo se hizo ver arriba, y, también, mantenemos que la inmunidad desarrollada por una infección natural, es posible que sea más robusta y estable que cualquier cosa que pueda desarrollarse de una vacuna. Si se sigue este enfoque óptimo, en realidad protegemos a quienes tienen mayores riesgos entre nosotros.

Continúa mañana con una segunda parte.

Paul E. Alexander, MDSc PhD, Universidad de Oxford, Universidad de Toronto, Profesor Asistente de la Universidad McMaster, Métodos de Investigación de Salud (HEI) y de GUIDE Research Methods Group de Hamilton Ontario, Canadá.
Howard C. Tenebaum DDS, Dip. Perio, PhD, FRCD (C) for Advanced Dental Research and Care, Hospital Monte Sinaí, y las Facultades de Medicina y Dentistería de la Universidad de Toronto, Ontario, Canadá.
Ramin Oskopui, MD, CEO de Foxhall Cardiology, PVC, Washington, D.C.
Harvey A, Risch, MD, PhD, Yale School of Public Health, New Haven, Connecticut, U.S.A.
Peter A. McCullough, MD, MPH, Centro Médico de la Universidad de Baylor, Instituto Vascular y de Corazón de Baylor, Hospital Baylor Jack and Jane Hamilton Heart and Vascular, Dallas, Texas, USA.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.