Hoy cumplo lo prometido ayer: Léalo por partes, pues es extenso, pero sí calificadamente informativo. Lo haré en dos partes pues así me lo exige Facebook.

CIERRES DE ESCUELAS: UNA REVISIÓN CUIDADOSA DE LA EVIDENCIA-PRIMERA PARTE

Por Paul E. Alexander et al.
American Institute for economic Research
19 de febrero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como paul e. alexander et al. institute for economic research closures February 19, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Resumen: basados en la revisión de la evidencia existente, el hallazgo predominante es que los niños (en particular niños pequeños) tienen un riesgo sumamente bajo de ser infectados por el SARS-CoV-2 y, si llegan a infectarse, tienen un riesgo muy bajo de diseminarlo entre ellos u otros niños en el ambiente escolar, de diseminarlo hacia sus maestros, o diseminarlo hacia otros adultos o sus padres, o de llevarlo al ambiente del hogar; típicamente los niños se infectan de los conglomerados de los ambientes de clústeres familiares y típicamente los adultos son el caso índice; los niños tienen un riesgo muy bajo de enfermedad severa o muerte por la enfermedad del COVID-19, excepto en circunstancias muy raras; los niños no impulsan el SARS-CoV-2/COVID-19 como lo hacen con la gripe estacional; existe un gradiente etario en cuanto a susceptibilidad y capacidad de transmisión por el que los niños de mayor edad no deberían ser tratados como los niños más pequeños en términos de la habilidad de transmisión; por ejemplo, un niño de 6 años versus uno de 17 años (en sí, las medidas de salud pública serían muy diferentes en una escuela primaria versus una escuela secundaria); un “riesgo muy bajo” puede también considerarse como “muy raro” (no un riesgo de cero, pero insignificante, muy escaso); afirmamos que el uso de mascarilla y de distanciamiento social para niños pequeños no es una política sólida y es innecesaria y, si se va a usar el distanciamiento social, que 3 pies son apropiados en vez de 6 pies y enfrentará las limitaciones de espacio en las escuelas; aseveramos que ya hemos sobrepasado el punto en que debemos reemplazar la histeria y el temor por el conocimiento y los hechos. Las escuelas deben ser reabiertas de inmediato para la instrucción en persona, pues no hay razón para no hacerlo.

¿Por dónde empezamos con las devastadoras políticas de cierre de escuelas debido al COVID-19? ¿Cómo llegamos hasta aquí y por qué nuestros líderes gubernamentales continúan y hacen más duras esas políticas irracionales sin una buena razón? Nunca antes hemos puesto en práctica políticas como cierres de escuelas o mascarillas en los niños por la gripe estacional, que es mucho más mortal para los niños. La ciencia establecida muestra que los niños llevan la influenza al hogar, pero que no llevan al COVID-19 al hogar. Nuestras políticas no tienen sentido alguno cuando sabemos que los niños no transmiten el COVID-19 y que la diseminación asintomática ha sido cuestionada. Los niños, si son infectados, simplemente no diseminan rápidamente el COVID-9 hacia otros. Afirmamos desde el inicio que nuestros niños están sufriendo como resultado de los cierres de escuelas (y por las cuarentenas) como lo demostraremos más abajo. Están siendo abusados por el abuso infantil y doméstico, que aumenta como resultado de estas restricciones sociales sin fundamento. Es hora de que, como sociedad, reconozcamos los daños que les estamos causando a nuestros niños a fin de protegernos nosotros mismos; los adultos y padres. Esta podría ser la primera vez en el tiempo bajo registro en la sociedad occidental en que hemos revertido posiciones con nuestros hijos y les estamos pidiendo que sufran para que se nos proteja a nosotros de una enfermedad infecciosa que no es peor que la gripe anual; de hecho, los hemos convertido en escudos humanos. Además de la devastación que esto causa en ellos, por sí sólo es vergonzoso, y sería aún vergonzoso incluso si los niños transmitieran el SARS-CoV-2, lo que ellos no hacen. La historia no nos mirará bondadosamente.

Estamos hablando acerca de extensas pérdidas educacionales, pero, más alarmantemente, de muertes por desesperación y suicidio entre nuestros niños que ya están ocurriendo, depresión, y abuso de nuestros niños, etcétera. Como un ejemplo, Lisa Selin Davis de CNN recientemente expuso una pieza muy informativa acerca de la necesidad urgente de poner atención estrecha a nuestros niños durante esta pandemia, pues su salud mental está en juego y ha sido golpeada. Esto impacta más a nuestros niños más pobres y de minorías, la mayoría de quienes no podrá soportar su costo y es un engaño que se ha permitido que continúe por mucho tiempo. Aseveramos que las agencias principales de salud pública de Estados Unidos, como los CDC [Centers for Disease Control {Centros para el Control de las Enfermedades}, por sus siglas en inglés], continúan fracasando en su papel necesario de liderazgo y parece que no hay un fin a la vista. Guías recientes de los CDC para la reapertura escolar plantea incluso crean más incertidumbre cuando la CNBC reporta que la guía actualizada tiene “limitaciones notorias” y mantendrían a un 90% de las escuelas cerradas en algún grado, afirmando médicos que “las escuelas no pueden reabrir totalmente para la educación en persona durante meses, incluso si pudieran hacerlo con seguridad más pronto…” siendo algo que sabemos después de un año en esta pandemia que usted puede mantener las escuelas seguras “aún si tiene altas tasas de transmisión comunitaria.”

El Dr. Bill Schaffner opinó acerca de esta nueva guía de los CDC y asevera que los “CDC deberían enfocarse más en asegurar que las escuelas sepan qué medidas de prevención de la infección poner en práctica y menos en el nivel de diseminación comunitaria.” Keilar de la CNN también dio su opinión, al referirse a la política de Biden de reapertura de las escuelas como confusa. Keilar cuestionó las declaraciones recientes de la nueva directora de los CDC, al decir esto “es la razón de por qué todo esto es muy confuso para los estadounidenses, de por qué es confuso para padres y maestros, y ciertamente para niños, si están poniendo atención.” También, Keilar enfatizó que “Es el mantra de la respuesta del equipo del presidente Biden para el COVID, que la ciencia, no la política, guiará su política en la pandemia. Pero, ¿es eso lo que está guiando el camino cuando se trata de la reapertura de las escuelas?”

Le pedimos a los CDC que sean aseverativos y que actúen, ¡ya! Aún más, ¿por qué a los sindicatos de maestros se les ha permitido tanto poder y que lo usen para dañar las vidas de nuestros hijos en un grado tal? La Federación Estadounidense de Maestros (AFT por sus siglas en inglés), en lo que sólo puede describirse como una extorsión clásica, ha demandado más de $120 miles de millones antes que se permita la reapertura de las escuelas públicas (a las que asiste la mayoría de niños estadounidenses), manteniendo secuestrada a la educación de nuestros niños. Le pedimos a agencias importantes, como los CDC, que asuman los mejores intereses de los niños, quienes han sido secuestrados innecesariamente por demasiado tiempo, cuando la ciencia ha sido clara, desde casi un año a la fecha, en que el riesgo es limitado. Hablan de seguir la ciencia, pero las acciones para reabrir escuelas y en muchos temas de la pandemia, muestran que no es así. El partido estatista demócrata profesa ser el partido de la ciencia y, si es así, entonces, es hora de que actúe con base en la ciencia. ¡Sigan a la ciencia!

Tal vez los CDC y otros que permanecen “inseguros” acerca de qué hacer, deberían llamar al gobernador DeSantis de Florida, para que les aconseje, pues parece que el gobernador DeSantis de Florida lo ha hecho bien y ahora está cosechando los beneficios de permitir que los niños regresen a la escuela. 33 estados tienen más casos de COVID-19 en niños, mientras que muchos de ellos no tienen instrucción escolar en persona. El gobernador DeSantis recientemente dijo en una rueda de prensa, en respuesta a la publicación de la guía de los CDC, “lo que los CDC sacaron en una tarde del viernes es francamente una desgracia… no hay evidencia que sugiere que los niños deben hacer otra cosa más que estar en la escuela… esto ha sido claro por meses y meses y meses… nosotros seguimos a los datos… vimos lo que pasó en Europa en lugares como Suecia y no se requiere de otros 100 mil millones de dólares… la única razón, la única razón, una sola razón por la que no está pasando como en Florida… es porque el partido demócrata pone el interés de los sindicatos y los intereses especiales por encima del de los niños… si usted sigue la guía de los CDC, nunca regresarán… es una desgracia.”

Lo más asombroso es que el virus ante el cual estamos reaccionando tiene una tasa de mortalidad por infección (TMI) aproximadamente similar (y hasta menor) que la gripe estacional. Investigación llevada a cabo por el estimado profesor de Stanford, John P.A. Ioannidis, ha mostrado que, entre personas de menos de 70 años de edad alrededor del mundo, la TMI ha oscilado entre 0.00% y 0.57%, con una mediana de 0.05% a través de las diferentes localidades en el mundo (con una mediana corregida de 0.04%). La investigación de Ionnadis fue seguida recientemente por un reporte no institucionalizado de la TMI en el estado de Indiana (para personas de edades mayores a 12 años) de 0.12% (con un intervalo de confianza del 95%, de 0.09 hasta 0.19), cuando la edad estaba entre 40-59 a 60 años (reportado en los Annals of Internal Medicine), y con una TMI para los menores de 40 años de edad de 0.01% (con un intervalo de confianza del 95%, de 0.01 hasta 0.02). Las personas de 60 años y más tuvieron una TMI de 1.71%. Piense tan sólo acerca de esto; cerramos escuelas y devastamos a nuestros niños por un patógeno que tiene una TMI que no es peor que aquella de la gripe. En efecto, como ya lo hemos indicado, la gripe puede, en la realidad, conducir a la enfermedad y muerte en niños, mientras que lo mismo no puede decirse del COVID-19, el cual perdona a los niños. En efecto, tal vez uno de los argumentos más poderosos señalados contra el cierre de las escueles durante esta pandemia es, también, la explicación más imple y que no necesita de referencia médica; tan sólo de sentido común. Si no cerramos las escuelas durante la estación anual de la influenza, que está relacionada con una enfermedad que, en realidad, pone en riesgo a los niños de enfermarse e incluso de morir, entonces, ¿por qué cerraríamos las escuelas por un virus que casi completamente perdona a los niños?

Es lamentable que se nos haya mentido de forma tan destructiva cuando burócratas gubernamentales y sus aparentemente despistados asesores y, en ciertos momentos, en “medios” por expertos médicos poco científicos, ilógicos, y desquiciados, engañaron al público al fracasar en explicarle, al inicio, que no todo mundo tenía un “riesgo igual” de un resultado severo o mortal, si eran infectados por el SARS-CoV-2. Hay un claro gradiente de riesgo por edades. Esta es una omisión clave y esa omisión es crítica para la promoción no científica y subversiva de histeria y temor, que condujo a aquellos no familiarizados con los datos verdaderos, a estar más de acuerdo con la noción de cuarentenas en toda la nación y, en este caso, ¡a cierres de escuelas! No necesita mirar muy lejos para ver que tan ilógica e insensata es la respuesta ante el COVID por el sistema médico politizado, por su reacción y admonición de un tratamiento para pacientes externos de medicinas temprano ambulatorio secuenciado para personas de alto riesgo de ser infectadas por el COVID (McCullough, Risch, Zalenko, Fareed, etcétera), cuando están en riesgo de hospitalización y muerte, cuando tenemos a mano terapéuticas efectivas, seguras, baratas y disponibles. Los principios de la medicina han sido descartados en lo referente al COVID-19.

Es una mentira completa y los mensajes de medios y sus expertos médicos de que hay sistemas de salud colapsados y consecuencias severas inevitables si alguien se infecta con el virus COVID-19. Este tipo de engaño y temor resultante han sido impulsados por los medios “a pesar de diferencias de miles de veces en el riesgo entre viejos y jóvenes.” Sugerimos que esto siempre se ha sabido y, aun así, esta desinformación fue diseminada deliberadamente por nuestros líderes y medios. ¿De qué otra forma podría uno explicar la omnipresencia de cuadros de mediciones de casos y muertes en las transmisiones de la televisión de virtualmente toda estación de noticias, que sólo alimenta las llamas del temor? Sin embargo, según noticias de la CBS, en la administración Obama “abruptamente los CDC advirtieron a los estados que dejaran de hacer exámenes de la gripe H1N1 (la pandemia de gripe porcina del 2009), y que detuvieran el conteo de casos individuales”.
En ese entonces, no hubo cuestionamiento de medios y expertos médicos en los medios. ¿Qué fue lo que cambió el impulso hacia la histeria y manía con el COVID-19? Como resultado de la manía y engaños del COVID-19, hemos generado una atmósfera de temor en el público y una desconfianza grosera acerca de nuestros funcionarios gubernamentales y expertos médicos. Es como si los expertos médicos de la televisión tuvieran una aversión hacia los datos, no leyeran los datos o la ciencia, no entendieran los datos o están intencionalmente ciegos ante ellos. Exhiben un pensamiento pedante sin señales de “balance” y sentido común. En momentos en que el público está hambriento de honestidad, claridad, y liderazgo de nuestros expertos, tales actos son inadmisibles.

En efecto, aún el público no entiende esta distinción críticamente importante de que NO todos tenemos un riesgo igual de enfermarnos o morir si somos infectados por el virus COVID-19. Los niños tienen un riesgo casi de cero de tener una enfermedad severa o mortal. La vasta mayoría de personas que se infecta se recupera sin síntomas o con síntomas moderados mínimos. Aún el público se encuentra acurrucado en una esquina, impactado en su sitio y no puede moverse por temor, ir a correr al bosque con nadie en 10 millas a su alrededor, al aire libre, con el viento soplando sobre sus rostros, si no usan mascarillas. La triste realidad es que nuestros gobiernos nos han engañado al grado en que ya no más podemos pensar con claridad y que están estúpidamente moviéndose a nuestro alrededor, inseguros de qué viene luego o qué hacer. Con este engaño, pudieron cerrar nuestras economías, nuestras escuelas, y nuestras vidas.

Tal vez, nuestros liderazgos gubernamentales, sus correspondientes Grupos de Trabajo para el COVID-19, expertos médicos de la “televisión,” y agencias como los CDC y NIH [National Institutes of Health {Institutos Nacionales de la Salud} por sus siglas en inglés], durante muchos meses ignoraron los daños de acciones como cierres de escuelas, o se engañaron a sí mismos. Pero, aún tan atrás como abril y mayo del 2020, hace un año, esta información era evidente. Sabiendo del daño causado a nuestros niños por el aislamiento de sus amigos al cerrar las escuelas, actuaron e intencionalmente dieron lugar a consecuencias emocionales y físicas severas. Tenían que haber sabido que existían indicaciones de que el COVID-19 podía estar aumentando el abuso infantil y doméstico. Tenían que saber que las escuelas son uno de los baluartes más importantes en la protección de los niños ante el abuso. Los maestros son observadores de primera fila del abuso y maltrato de los niños bajo su protección, dada su situación obligatoria de reportar cuando observan maltrato o abuso infantil. Al cerrar escuelas, nuestros funcionarios de salud pública conscientemente cortaron una avenida clave para impedir el abuso infantil proveniente de los hogares. Sugerimos que es altamente imposible que la educación remota (en línea) pueda sustituir la línea defensiva de nuestros niños. Es claro que nada de esto les importó a quienes hacen las políticas.

Incluso, teníamos fuerte evidencia (publicación de agosto) que emergió de un caso positivo de un niño con SARS-CoV-2 en un clúster en los Alpes Franceses, quien visitó tres (3) escuelas distintas mientras era sintomático y quien no diseminó el virus a persona alguna, aun cuando más de 100 personas habían sido expuestas. Este fue un estudio muy convincente que no fue cubierto por medios o expertos médicos. En efecto, podemos ver (como se mostrará más abajo) que había evidencia robusta asequible muy temprano en esta pandemia, de ¡que los niños no eran vectores de la transmisión! No obstante, ese conocimiento no detuvo a nuestros gobiernos, a sus asesores, a menudo aparentemente sin tener ni idea, y a expertos médicos “hambrientos de publicidad mediática” (lo llamamos el equipo del “Armagedón”) para que continuaran recomendando (en diversos casos exigiendo) cierres de las escuelas, independientemente de la fácilmente asequible disponibilidad de datos. El cuerpo de datos y evidencia acumulados se dejó intencionalmente de lado en lo referente a la recomendación y puesta en marcha de cierres de escuelas. Hasta los CDC reportaron en una pieza acerca de la Transmission of SARS-CoV-2 in K-12 schools [Transmisión del SARS-CoV-2 en escuelas para niños de kínder a 12 años], que “Con base en los datos disponibles, el aprendizaje en persona en escuelas no ha sido asociado con una transmisión comunitaria sustancial.”

No podemos ignorar la patraña de la “diseminación asintomática” al estar en el corazón de las restricciones por el COVID-19 y lo que, en primer lugar, nos metió en este enredo desastroso. Tome como ejemplo que empezamos con “15 días para ralentizar la diseminación” y ahora tenemos un año de esta locura interminable pues los gobiernos continúan restricciones sin revisitar los datos o conclusiones. De hecho, se nos asusta hasta la sumisión con esta transmisión “asintomática” y se nos dijo que debemos cerrar escuelas, que los negocios deben cerrarse, que debemos hacer exámenes masivos de gente asintomática y que todos debemos usar mascarillas, aun cuando caminamos en bosques con nadie a 10 millas a nuestro derredor. Esto ha continuado sin pausa, a pesar de un estudio básico publicado en NATURE, que no pudo encontrar un solo caso de diseminación asintomática entre 10 millones de personas (no salieron exámenes positivos entre contactos estrechos de los casos asintomáticos estudiados). Usted pensaría que los medios tomarían totalmente en cuenta ese estudio para ayudar a impulsar el debate científico de alto nivel con expertos médicos “de medios,” demandando la anulación de todas las restricciones sobre gente asintomática. Usted esperaría que esos expertos insistieran en que fuéramos liberados del arresto perpetuo en nuestros hogares, pero, por desgracia, todo lo que escuchamos es un sonido de grillos. Podemos encontrar que no hay evidencia significativa que tenga que ver con la diseminación “asintomática” de parte de niños. ¿Fue este un alegato exagerado de transmisión “asintomática”? ¿Fue una mentira?

Deseamos plantear el tema, y esta es nuestra opinión, que las mascarillas y el distanciamiento social para los niños (por ejemplo, niños de 12 años y menos), en especial niños jóvenes dentro del ambiente escolar, es absurdo e ilógico cuando hemos tenido evidencia por casi un año (que más abajo bridaremos con mayor detalle) que los niños no adquieren fácilmente la infección, que no la diseminan rápidamente hacia otros niños, adultos o padres, que no llevan el COVID-19 a la casa, y que tampoco se enferman severamente o mueren si se infectan, excepto en circunstancias muy raras. Esta no es una creencia, esta es evidencia real. ¿Por qué les pondrían mascarillas a los niños cuando ellos no diseminan el virus y es muy posible que no sean materialmente dañados por él? ¿Cuál es el valor de estas medidas, comparadas con los riesgos? Es claro que las mascarillas y el distanciamiento social son innecesarios para los niños y urgimos que esta política sea objeto de pensamiento cuidadoso, dado que cada acción conlleva beneficios, así como daños. Podemos dar una lista de varios daños derivados del uso de mascarillas, a la vez que podemos encontrar muy pocos beneficios, si es que alguno, por el uso de mascarillas y distanciamiento de niños en el ámbito escolar. Si la regla es usar mascarillas y guardar distancia, no estamos proponiendo que no se adhieran a estas directrices; sin embargo, tenemos serias inquietudes acerca del valor de estas mitigaciones en niños y cuestionamos estas políticas con base en la ciencia.

En este sentido, también la Dra. Emily Oster plantea el irritante tema de la “arbitrariedad establecida” de la regla de distanciamiento social de 6 pies, al limitar la habilidad de las escuelas para permanecer totalmente abiertas, pues, a menudo, carecen de espacio físico para lograrlo, y, con ella, la reapertura se hace mucho más difícil o imposible. La regla de 6 pies no posee evidencia científica que sustancie su uso. Debemos remover estos obstáculos artificiales y debemos hacer que nuestros niños – “todos” ellos- regresen al ambiente escolar para una instrucción de todo el día. Expertos como el Dr. Joseph G. Allen, de Harvard, están aseverando que 3 pies es más que suficiente y firmemente estamos de acuerdo, si es que debe haber distanciamiento en la escuela. Seis pies “limitan el numero de estudiantes que asisten en persona debido a restricciones de espacio.” Aunque, de nuevo, afirmamos que no encontramos mérito en algún distanciamiento entre niños de bajo riesgo, como se describió arriba, con base en el riesgo de transmisión.

¿Qué sabemos acerca de los niños y el riesgo de transmisión en escuelas? Muy temprano, en el 2020, supimos que había una carencia de evidencia sobre la transmisión del SARS-CoV-2 hacia el hogar o en ambientes escolares, con evidencia acumulada de que no existía transmisión pediátrica. También, supimos poco después de empezar la pandemia que los niños no estaban alimentando la diseminación y, de hecho, que tenían un riesgo negligible de adquirir el virus o diseminarlo hacia otros niños o adultos. Sí, las agencias gubernamentales de salud, como los CDC, supieron por casi un año de una menor posibilidad de que los niños fueran diseminadores claves en la transmisión del virus hacia otros niños, o a adultos o sus maestros. La evidencia estaba disponible de que era mucho menos posible que los niños diseminaran la infección a sus amigos o maestros ̶ y fue ignorada.

Estos expertos médicos han mostrado continuamente un descuido académico extremo y disonancia cognitiva hacia cualquier cosa contraria al pensamiento grupal que prevalece acerca del COVID-19. Fallaron en comprender que los cierres de escuelas son una medida extremamente “excepcional” y que lo que sabíamos acerca del COVID-19 no apoyaba ese paso draconiano. Parece que nuestros líderes del gobierno, sus así llamados asesores “científicos,” y el equipo “Armagedón,” han estado tomando decisiones basados en supuestos, especulación, modelos fallidos y superstición, en vez de la ciencia.

Existen tremendos daños provenientes de cierres de escuelas, negocios y cuarentenas sociales. Estas políticas han sido devastadoras y han vaciado a porciones de nuestra sociedad. No hay otra forma de decir esto: Las cuarentenas sociales han causado una extensa y paralizante destrucción económica, social y emocional. El Dr. John Ioannidis, de Stanford, afirmó que “ya han sucedido importantes consecuencias sobre la economía, sociedad y salud mental. Espero que sean reversibles, y esto depende en alto grado de si podemos evitar la prolongación de los cierres draconianos y administrar para lidiar con el COVID-19 con un enfoque inteligente, dirigido con precisión según el riesgo, en vez de ciegamente cerrar todo.” El Dr. Ioannidis siempre ha sido profético acerca del COVID-19 y, en efecto, estamos experimentando algunos de los desastres económicos, conflicto social, discordia y lágrimas en nuestro tejido social, de lo cual él nos advirtió. ¡Qué completo desastre nos han causado nuestros líderes de gobierno! Aún así, con un año de este fiasco, todo lo que hemos escuchado es promesas de que viene una mayor devastación causada por el gobierno.

Enfocándonos en los cierres de escuelas, nunca hubo y actualmente no hay una buena razón para mantener las escuelas cerradas ¡Ninguna! ¡Cero! Ni por un día más. Los CDC recientemente afirmaron, en una publicación de enero del 2021 del Journal of the American Medical Association (JAMA), que “la preponderancia de evidencia disponible proveniente del semestre escolar del otoño, hasta el momento ha venido a reafirmar lo referente al tipo de diseminación rápida que había sido frecuentemente observada en viviendas grupales o sitios de trabajo de alta intensidad, que no se ha reportado en ambientes educativos de escuelas.” Ahora un APLAUSO. ¿Puede escuchar usted el aplauso rugiente? ¿Por qué los CDC tomaron tanto tiempo en hacer estos comentarios? ¿Variaron súbitamente los datos? Si bien le damos la bienvenida a este giro, señalamos que el atraso alimentó la histeria para el cierre de escuelas, lo que ha venido con un costo grave para nuestros hijos. Hoy los CDC y todos los expertos médicos deberían estar en los medios pidiendo la reapertura inmediata de todas las escuelas, pues para ellos la ciencia y los datos ya son “claros” y “disponibles,” y “ahora sabemos” que las escuelas deberían estar abiertas y, en efecto, que nunca debieron haber sido cerradas. Esto no es así y, si esa es la intención, si ese es el mensaje que los CDC y cualquier experto médico están tratando de enviar, entonces, son insinceros con el público, pues lo hemos venido diciendo durante más de seis meses.

Sí, podríamos entender que la reacción instintiva de cerrar escuelas fue impulsada por una expectativa razonable y ponderada en términos de cómo se transmitieron brotes respiratorios previos, con los niños jugando un papel elevado en la cadena de transmisión. Así es con la gripe estacional, por ejemplo, en donde los niños llevan la infección a los hogares (y, como señalaremos más abajo, nunca ha habido cierres de escuelas en períodos de influenza estacional). Sin embargo, pronto fue evidente, poco después de hacer su aparición la pandemia del COVID en los primeros meses del 2020, que simplemente no existía un papel clave de los niños en la cadena de transmisión. La evidencia fue concluyente en esto. Nosotros, quienes ni siquiera somos parte del cuadro de expertos de los CDC, supimos de esto por muchos meses (casi un año) y hemos estado clamando para que los CDC den un paso adelante y brinden guías declaratorias acerca de reaperturas de escuelas.
Ahora arriba tenemos una declaración positiva, si bien sumamente atrasada, dada la fuerte evidencia que estaba públicamente disponible
desde el inicio de la pandemia. ¿Dónde estaban ustedes, CDC? ¿Por qué la intransigencia por tanto tiempo? ¿Es esto acerca de la ciencia o algo más? Algunos han llamado a esto ciencia à la Lysenko “politizada” [Lysenko fue un agrónomo soviético que condujo una pseudo ciencia agrícola, conocida como Lysenkoismo, que iba contra la ciencia agrícola y genética conocidas]. ¿Es eso cierto? ¿Hemos servido a intereses políticos sobre las espaldas de nuestros niños? Esperamos que no y no lanzamos aspersiones. “Estamos siguiendo a la ciencia,” “estamos siguiendo a la ciencia,” dicen ellos, “sigamos a la ciencia,” ellos dicen, pero, la verdad y los hechos, es que estos expertos médicos sinsentido de los medios no están siguiendo a la ciencia.

Una entrevista reciente entre la nueva directora de los CDC, Dra. Walensky, y Jake Tapper de CNN fue muy ilustrativa en relación con las reaperturas de escuelas y la confusión del momento. Reveló la forma de gobernar y liderazgo dentro de un ambiente político y destaca los desafíos que el anterior director de los CDC, Redfield, enfrentó durante la administración Trump. No hay una respuesta sencilla cuando los jugadores a su alrededor esconden cada tema dentro un manto político de “te atrapé.” Los directores de los CDC tienen buenos propósitos, pero fuerzas oscuras tiran de ellos. En la entrevista hubo una clara inhabilidad para explicar cómo las escuelas pueden reabrirse usando la ciencia, dado que, a menudo, la política prevaleciente obliga a asumir posiciones que no son acordes con la ciencia. La insinuación clave de Tapper era que hemos tomado los pasos seguros, pero que aún no estamos abriendo las escuelas. Le aplaudo por ello en este intercambio y fue un intercambio difícil para una directora de los CDC, quien, por las apariencias y palabras, quiere hacer lo correcto, pero que ahora se encuentra atrapada por la política de la reapertura de las escuelas. No podemos culpar a la nueva directora, pues ahora está nadando en las aguas turbias del suampo del D.C., infestado de expertos médicos politizados. Esta no es una posición fácil para ella, dada la irracionalidad y aparente rabia de los sindicatos de maestros. Estamos contando con la directora para que se plante ante los sindicatos y todas las fuerzas “nefarias” negativas que la presionan, y que SÓLO luche por los mejores resultados para los niños.

Bajo una luz similar que recalque la política del COVID-19 y las escuelas, la nueva directora de los CDC, Rochelle Walensky, declaró a principios de febrero del 2021 que las vacunaciones a maestros no eran prerrequisito para la reapertura de las escuelas, y ello, en efecto, es muy positivo. El anterior director Redfield de los CDC en la administración Trump, también pidió que las escuelas permanecieran abiertas, a pesar de mensajes confusos de la agencia que lo reportó y las buenas noticias son que la nueva directora parece estar similarmente conduciendo bien este punto. Sin embargo, la administración Biden siguió a esto afirmando que su objetivo era reabrir las escuelas un día por semana. Para estos escritores, el razonamiento detrás de la apertura de las escuelas sólo un día a la semana es totalmente opaco. Si se comprueba que eso es cierto y si no es lo suficientemente confuso en sí, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, la señorita Psaki, siguió al presidente con su propia aseveración de que, como padre de familia, consideraba como inaceptable que la reapertura escolar fuera sólo un día a la semana. La señorita Psaki también indicó que aún no existían planes claros acerca de cuándo la administración Biden abriría los colegios. Luego, el 16 de febrero, el presidente Biden respondió que hubo “un error en la comunicación” en cuanto a la reapertura de escuelas durante los primeros 100 días de su administración. Entender la lógica y adónde se encontraba la administración actual en relación con la reapertura escolar, es similar a pedirle a Sísifo que tome su piedra y escale el muro de Adriano.

Habiendo dicho que los niños no transmiten el SRS-CoV-2, reconocemos y apreciamos que eso puede representar algo de exageración, pues los riesgos de transmisión e infección no son cero. Pero, los riesgos son tan bajos como para que sean virtualmente negligibles, mientras que el daño causado a nuestros niños es potencialmente inmenso ¡cuando se trata del cierre de escuelas! Sentimos que debemos reiterar que los CDC y los NIH sabían de esta evidencia desde muy temprano. No obstante, si usted veía las noticias diarias, probablemente desconocería totalmente esta información, pues los únicos mensajes que eran enviados con base de 24/7, a menudo histéricos, frenéticos, y diríamos que por expertos médicos sinsentido, eran unos que piden el cierre de todas las escuelas para protegernos contra la diseminación (en particular, suponemos, a maestros). En verdad los medios y expertos médicos saben que lo que estaban afirmando era fácticamente incorrecto, con base en conocimiento sustentado en hechos, de que, en el mayor de los casos, hay un riesgo extremamente bajo de que los niños se enfermarán seriamente por el SARS-CoV-2 o que diseminarán el virus hacia otros.

¿Quienes defienden los cierres de escuelas no ven o no entienden los datos reportados en la literatura científica? Nuestros gobiernos parecen haberse coludido con los sindicatos para cerrar las escuelas y mantenerlas así con base en políticas irracionales, impensadas, sinsentido, acientíficas, similares a las cuarentenas sociales (que incluso funcionan para aumentar el riesgo de transmisión en familias y hogares). Estas acciones han causado daños conocidos (no teóricos) y casi inconmensurables a nuestros niños, dados las pérdidas a que dan lugar. No olvidemos que esos daños no se limitan sólo a efectos negativos actuales, sino a daños a largo plazo que todavía están por convertirse en realidad, aunque pueden predecirse y es casi seguro que ocurrirán. Los cierres de escuelas harán que nuestros niños sufran de déficits educacionales y enormes pérdidas en ingresos futuros. Entes de caridad infantil ya han advertido que la devastación causada por restricciones sociales y, en este caso, por cierres de escuelas (así como por cierres asociados de empresas y sociedad, y por cuarentenas) durará por años, y algunos creen que el impacto continuará por décadas. Se ha proyectado que, para algunos niños, los impactos devastadores del cierre por el COVID durarán toda la vida, y, en especial, en niños de nuestras minorías.

¿Qué es lo que sabían exactamente las agencias de salud desde hace algún tiempo? Las agencias de salud sabían o deberían haber sabido desde hace cierto tiempo que había una menor posibilidad de que los niños fueran vectores claves en la transmisión del virus hacia otros niños, o a adultos, o a sus maestros. Sí, la evidencia estaba disponible de que era mucho menos posible que los niños diseminaran las infecciones a sus compañeros o sus maestros ̶ e intencionalmente fue ignorada. Los propios CDC publicaron datos que mostraban sólo qué tan bajo era el riesgo de hospitalización y muerte para niños de 0 a 4 años de edad y, también, para aquellos entre 5 años de edad y los 17 años. Es menos posible que los niños lleven el virus a la casa, comparado con la gripe estacional (para repetir, las escuelas no se cierran cada año durante la estación anual de influenza). Los CDC y, de hecho, todas las agencias de salud del gobierno, sabían eso. Lo sabemos casi concluyentemente con base en evidencia acumulada de dominio público desde el año pasado, de investigación científica y en dominios médico-clínicos. Pero, ¿cómo las más importantes agencias de salud de Estados Unidos manejaron la evidencia de que la enfermedad severa y la mortalidad eran extremamente bajas en niños? ¿Fueron declarativos en su guía? No; en vez de ello, trataron a nuestros niños como pequeñas Marías Tifoideas, quienes inevitablemente matarían a sus maestros, madres y abuelitas, si no eran confinados a sus hogares. ¿Por qué han sido nuestros niños encerrados fuera de la escuela durante casi un año, a pesar de evidencia abrumadora del poco o ningún riesgo de diseminación o enfermedad para ellos, o sus maestros? El hecho es que la transmisión en las escuelas es extremamente rara. Puesto en sencillo, los ambientes escolares no pueden ser considerados como super diseminadores.

¿Por qué se presenta este riesgo reducido entre niños? En este momento no lo sabemos con certeza, pero, investigación preliminar apunta a una menor concentración o expresión de proteínas receptoras ACE2 [enzima convertidora de angiotensina 2] en la superficie del epitelio nasal de los niños (de 4 a 9 años de edad). También, algunos sugieren que el sistema inmune de los niños puede estar más entrenado y “sintonizado” debido a infecciones virales regulares (medición de linfocitos), así como que pueden tener una respuesta sistémica inmune innata más aumentada. Son buenas noticias que el COVID-19 deja de lado a nuestros niños, a diferencia de la gripe estacional u otros patógenos, ¡pero este conocimiento parece haber evadido el escrutinio de nuestros líderes!

Para apreciar los desafíos que enfrentamos al depender de la guía de funcionarios de salud, tan sólo vea la lucha entre el senador Rand Paul y el Dr. Anthony Fauci del NIAID [siglas en inglés del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas], por el que el senador ha sido contantemente ridiculizado por los medios, al desafiar al Dr. Fauci, quien, aparentemente, varió declaraciones sobre numerosos temas del COVID. Repetidamente, el Dr. Fauci ha variado de posiciones en un rango de aspectos relacionados con el COVID y, en particular, en el tema de cierres de escuelas. Dicho esto, entendemos que, al evolucionar la información científica (¡y ella nunca debería ser estática!) algunas recomendaciones de diversos asesores tendrían que ser variadas para representar nuevas revelaciones. Sin embargo, en lo que tiene que ver con los cierres de escuelas, no creemos que los cambios en el consejo relacionado con este asunto, haya ocurrido debido a variaciones en datos relevantes, pues, como lo hicimos ver arriba, estaban en amplia disponibilidad para que todos los vieran, desde muy al principio de esta pandemia. En todo caso, el senador Paul aparece en el registro como diciéndole lo siguiente al Dr. Fauci: “No creo que usted sea en quien todo termina con los cierres de las escuelas…” A lo que respondió el Dr. Fauci: “No sabemos todo acerca de este virus, y ciertamente deberíamos ser muy cuidadosos, en particular cuando se trata de niños.” Reiteramos que el Dr. Fauci ya conocía o debería conocer, los datos globales claros y extensos acerca del COVID, relacionados con el muy bajo riesgo en niños y en el ambiente escolar. El discurso del Dr. Fauci acerca del COVID se ha visto tensionado y el senador Marco Rubio recientemente declaró que el Dr. Fauci había mentido acerca del uso de mascarillas y del nivel de vacunación necesario para obtener la inmunidad de rebaño. Tal vez, la pieza reciente de Ponnuru captura mejor el paisaje: “La pregunta que plantea el registro del Fauci no es sólo acerca de si dice la verdad o miente. Es si algo en el ámbito de la salud pública milita contra la honestidad tajante: es decir, si condiciona a sus expertos para que piensen acerca de la mayoría de la gente como objetos de manipulación, en vez de adultos normales.”

Consideren la devastación y caos total que los sindicatos de maestros en Estados Unidos están dejando de visita sobre nuestros niños.
Después de meses de discurso, el sindicato de maestros continúa demandando más dinero, a la vez que continúa resistiéndose a la apertura de escuelas en persona. Entre tanto, los padres están luchando con la pandemia, la educación en el hogar y los niños están fallando mientras que a estos sindicatos y sus miembros simplemente no parecen importarles, poniendo a los buenos maestros en una posición insostenible.
Acontecimientos similares están sucediendo en Canadá, en donde existen relaciones más que problemáticas y cuestionables entre sindicatos de maestros y miembros consejeros o del Grupo de Trabajo sobre el COVID, que a la mayoría de observadores racionales les parecerían representan serios conflictos de interés en ambas partes. En este caso, hay evidencia de que un sindicato de maestros retuvo a un miembro del grupo de trabajo, puramente para que el miembro pudiera argumentar a favor de cuarentenas escolares vigentes, a pesar de la evidencia de que eso no era apropiado. Reconociendo esto, uno debe concluir que los sindicatos parecen tener poco o ningún aprecio por las vidas y bienestar de nuestros niños y que están buscando cobrar un peaje sobre las espaldas de nuestros niños para obtener una ganancia política y financiera. La realidad es que los maestros en Estados Unidos son una población joven (una mediana de edad aproximada de 41 años) y, así, por lo general, tienen un riesgo muy bajo de enfermedad severa mortal por el COVID, con base en evidencia a la fecha acerca de grupos en riesgo. Existe un riesgo bajo en persona. Los maestros tienen un riesgo muy bajo de enfermedad severa y, quienes tienen condiciones subyacentes o son mayores, tienen la opción del modelo remoto. Los datos y experiencia del Reino Unido exponen esto, así como los de Ontario, Canadá. La mitigación en escuelas y aquellos procedimientos de seguridad son pertinentes, pero los niños no deberían verse perjudicados y usados como peones políticos, como lo han sido desde el inicio de esta pandemia.

Por desgracia, son los más pobres, niños empobrecidos y aquellos de medios limitados, quienes carecen de la infraestructura y recursos de los afluentes (WIFI, internet, tablets, tutores domésticos, aprendizaje por podcasts, etcétera), los que más pierden debido a estas acciones mal concebidas por todos los jugadores en esta crisis de reapertura escolar. Algunos expertos creen que esas pérdidas debidas a escuelas cerradas pueden durar toda una vida. Reportes del Reino Unido sugieren que “sólo un 10% de los maestros reporta que todos sus estudiantes tienen un acceso adecuado a un instrumento de aprendizaje remoto.” Se supone que las escuelas sean estándares de excelencia en educación, que alimentan el pensamiento crítico en nuestros niños. Qué es lo que esta demanda de conformidad hacia datos no científicos les enseña a nuestros niños: ¿a ser mediocres y autómatas para que sirvan, en vez de que piensen y razonen?

La dura realidad es que muchos niños -y en particular aquellos menos aventajados- logran satisfacer sus principales necesidades en el ambiente escolar, incluyendo vacunas, nutrición, exámenes de la vista, anteojos y aparatos de audición. Ha habido ya una declinación dramática en la vacunación infantil para prevenir enfermedades prevenibles con vacunas. Principalmente, a menudo, las escuelas funcionan como un sistema protector o de vigilancia para niños que son sexual o físicamente abusados y esta visibilidad declina por el cierre de escuelas. “Además, a los niños se les están negando oportunidades de desarrollo social y emocional que vienen con los juegos, ejercicio, deportes y socialización” y, como aptamente lo señaló el Superintendente Escolar del Estado de Virginia, “Esta situación va a ser lo que a menudo se le llama la declinación del verano [en el logro estudiantil,] pero con esteroides.”

Como si el impacto de cierres de escuelas sobre nuestros niños no fuera suficiente, también afirmamos que las cuarentenas están actuando en una sinergia negativa en lo que tiene que ver con su bienestar. Las cuarentenas han costado empleos (en algunos casos conduciendo a una pérdida total del ingreso familiar). Los padres que se ven obligados a quedarse en casa debido las cuarentenas, y como resultado directo de los estreses relacionados, están muy enojados y amargados, conduciendo a escalamientos tangibles en el estrés y presión en el hogar. Esto, junto con los inefectivos y disfuncionales programas de aprendizaje remoto, ha conducido a una situación en donde, aún si los padres pudieran ayudar a sus niños con educación en línea, ellos son emocionalmente incapaces de hacerlo. Trágicamente, estas circunstancias han causado que los padres reaccionen arremetiendo entre sí, y, relacionado con los temas que se han venido discutiendo aquí, sus niños.
“Trabajadores de Ayuda Infantil en Ottawa están sonando la alarma ante lesiones en la cabeza que son tratadas en hospitales, sucedidas el año pasado ̶ una tendencia preocupante que también se ha observado en otras partes del país.” Se ha estimado que alrededor de un 30% de la fuerza de trabajo de Estados Unidos depende de instituciones preescolares y escolares para poder reasumir sus empleos, y eso subraya la tremenda tensión que los cierres escolares han tenido sobre la economía en general y en carreras (principalmente de mujeres quienes no deberían retrasar o perder sus carreras en esta situación, cuando la evidencia es y ha sido declarativa acerca de la seguridad en la reapertura de las escuelas).

Incluso hay reportes de niños están siendo llevados a emergencia hospitalaria con padres que afirman que ellos piensan que podían haber matado a su hijo, quien está inconsciente exhibiendo huesos quebrados. La evitación de ir a emergencias en hospitales durante estos períodos de cuarentena posiblemente resulte en una subestimación de reportes acerca del verdadero peso del abuso a los niños (y de adultos, en particular mujeres). Estas políticas han tenido consecuencias demoledoras, conduciendo así ¡a un impacto aterrador sobre la unidad de la propia familia! Quedarse en la casa y el cierre de fundamentos básicos de las familias, se combinaron con una carencia de apoyo social e impulsando aumentos de violencia doméstica familiar. En efecto, por ejemplo, desde que las cuarentenas por el COVID se iniciaron en Gran Bretaña, se ha reportado que la incidencia de trauma abusivo sobre la cabeza de niños se elevado ¡en casi un 1.500%! También, se ha reportado en Canadá de abusos infantiles similares y golpes en la cabeza catastróficos en bebés, que están ligados con la pandemia del COVID.

Son asombrosos los costos de cierres de escuelas y cuarentenas en Estados Unidos y en todo el mundo, y los niños sufren un peso desproporcionado. Simplemente, no hay forma sencilla de poner esto, excepto que estas restricciones por el COVID resultan en daños aplastantes sobre nuestras sociedades. BROOKINGS estima que habrá una pérdida de un 3% en ganancias a lo largo de la vida de aquellos cuya educación ha sido dejada de lado. “Algunos modelos sugieren que la pérdida de aprendizaje durante la extraordinaria crisis sistémica de la Segunda Guerra Mundial, aún tiene un impacto negativo 40 años más tarde sobre las vidas de estudiantes previos.” Afirmamos, basados en datos referenciados arriba, que impactos negativos similares resultarán sobre las vidas futuras de nuestros hijos debido a nuestras inexplicables reacciones al COVID-19.

El hecho es que 1 de cada 5 niños que vive en Estados Unidos lo hace en condiciones de pobreza. La pobreza afecta desproporcionalmente a niños afroestadounidenses, latinos, y nativos indio estadounidenses y de Alaska. La triste realidad es que el sistema educativo de Estados Unidos a menudo ha reforzado las desigualdades por su provisión de sistemas de financiamiento insuficiente e inequitativo. “Los distritos escolares que sirven a niños de ingresos bajos tienen instalaciones más derruidas, menores ofertas curriculares, y maestros menos experimentados.” Afirmamos que las restricciones impuestas por el COVID, ocasionan que estos obstáculos ya existentes sean incluso más formidables e insuperables. La evidencia muestra que, cuando las escuelas se involucran en educación a distancia, hay una “amplia variabilidad en el acceso a instrucción educacional de calidad, tecnología digital, y acceso a internet.”

¿Qué datos tenemos acerca de los riesgos de una enfermedad severa o muerte? Sabemos que los niños de 0 a 10 años, más o menos, tienen un riesgo cercano a cero de una enfermedad severa mortal por el COVID-19 (con un riesgo muy pequeño de diseminar el virus COVID en las escuelas, expandirlo a adultos, o llevarlo a casa). Los CDC nos dieron un vistazo de justamente qué tan bajo es el riesgo de muerte en niños, al reportar que, de las primeras 68.998 muertes en Estados Unidos por COVID-19, sólo 12 (0.017%) eran niños de menos de 14. En aquel momento (mayo del 2020), la mortalidad total en niños de menos de 18 y sin una condición médica subyacente, fue de uno. Diez de las 16.469 muertes confirmadas en la Ciudad de Nueva York ocurrieron en personas de menos de 18 años de edad. Para poner esto en perspectiva, los datos de los CDC sugieren que alrededor de 600 niños murieron de gripe estacional en las temporadas del 2017 al 2018. Un estudio pediátrico publicado en JAMA reportó que “Nuestros datos indican que los niños tienen un riesgo mucho mayor de enfermedad crítica por influenza que por COVID-19.” Para poner a los muertos por COVID en una perspectiva adicional, “en promedio, 12.175 niños de 0 a 19 años de edad murieron cada año en Estados Unidos por un accidente no intencional.” Si vemos sólo ahogamientos accidentales, aproximadamente 400 niños en edades de 1 a 4 años mueren cada año por ahogamiento… Entre el 2005 y el 2014, hubo un promedio de 3.536 ahogamientos fatales no intencionales (no relacionados con botes).”

También, supimos que personas con edades entre 0 y 19 tienen una posibilidad de supervivencia del COVID-19 de aproximadamente un 99.997 por ciento, y aquellos con edades entre 50 y 69 a 70, un riesgo de supervivencia de más o menos un 99.5 por ciento. ¡Estos son los propios hallazgos de los CDC! El COVID es mucho menos mortal para gente joven y niños que la gripe anual y más mortífero para gente de más edad que la gripe; no debemos tomar con ligereza esa devastación, pues esta enfermedad puede llegar a las personas mayores y frágiles. También, los CDC reportan que sus mejores estimaciones actuales de tasas de mortalidad por infección entre aquellos en edad de 0 a 19 años, es de 0.00003, para los de 20 a 49 años, de 0.0002, para los de 50 a 69 años, de 0.005 y para los mayores a 70 años, de 0.054.

Continuamos señalando que esto permanece siendo básicamente una pandemia geriátrica y que no hay razón en lo absoluto para poner en cuarentena a aquellos de menos de 70 años de edad, dando a entender que no existen argumentos racionales que puedan hacerse para cerrar escuelas. Datos fácilmente asequibles muestran que hay una probabilidad de casi el 100% de supervivencia para aquellos de 70 y menos. Esta es la razón de por qué a los niños, los más jóvenes y saludables entre nosotros, se les debería “permitir” infectarse naturalmente y sin daño, como parte de la vida diaria, y diseminar el virus entre ellos, como se hace cada año con la influenza anual. Los autores de este estudio publicado en la revista Nature afirman: “impactos potenciales claves de memoria de reactividad cruzada de las células T ya están incorporados en los modelos epidemiológicos sustentados en la dinámica de la transmisión de datos, en particular, en relación con sus implicaciones para la inmunidad de rebaño.” Como parte de una vida natural, una diseminación entre jóvenes crea el nivel de inmunidad de rebaño. Esta no es una herejía; sólo representa la vida normal. Para reiterar, los conceptos que subyacen el desarrollo de la infección natural y la inmunidad de rebaño no son una herejía. De hecho, ¡esto representa la biología clásica y la moderna medicina de la salud! Sin embargo, por razones que están mas allá de la lógica, las nociones que fundamentan la inmunidad de rebaño están siendo promocionadas como una política peligrosa, a pesar del hecho de que la inmunidad de rebaño nos ha protegido de millones de virus durante decenas de miles de años.
Siempre hemos pensado que aquellos con el menor riesgo en una sociedad, los más jóvenes, los saludables, “aquellos que están bien,” infantes, niños, muchachos, jóvenes adultos, gente de mediana edad y mayores que están sanos y sin condiciones médicas, quienes tienen buena salud o son razonablemente sanos, asuman precauciones razonables, para que vivan la vida y sean expuestos “naturalmente y sin daños.”

Aquellos en categorías de bajo o ningún riesgo deben vivir vidas razonablemente normales, con precauciones sensibles de sentido común (a la vez que se duplican y triplican las fuertes precauciones de personas con alto riesgo y ancianos vulnerables); aquellos pueden llegar a ser un caso “naturalmente” cuando tienen un riesgo de casi cero de tener una enfermedad o muerte subsecuente. Con responsabilidad personal, mitigación sensata, lavado de manos y quedarse en casa si no se siente bien, junto con hospitales preparados, este enfoque podría haber ayudado a que la pandemia terminara mucho más rápidamente que como se hizo ver arriba. También, mantenemos que la inmunidad desarrollada por una infección natural es posible que sea mucho más robusta y estable que cualquier cosa que pudiera desarrollarse a partir de una vacuna. Al seguir este enfoque óptimo, en realidad protegeremos a los de riesgos altos entre nosotros.

Hay estrategias que incluso minimizan más el riesgo. Por ejemplo, en vez de dejar a los niños sentados en sus escritorios escolares, aislados entre sí por plexiglás, necesitamos tomar en cuenta a la ciencia actual que subyace en la diseminación del virus del COVID (y probablemente otras enfermedades virales). En este sentido, la diseminación por la ruta fecal-oral ha sido claramente dilucidada como un contribuyente importante a la transmisión no respiratoria del COVID. De hecho, un reciente comentario de reseña de evidencia por investigadores de Oxford (Jefferson, Brassey, Heneghan) y su publicación en CEBM (siglas en inglés del Centre for Evidence-Based Medicine), revela el reconocimiento creciente de que el virus del COVID, el SARS-CoV-2, puede infectar y propagarse desde el tracto gastrointestinal (GI) de los humanos. Esto puede impactar las estrategias de mitigación y requiere un estudio urgente. Consideramos que asegurar que la gente, incluyendo, por supuesto, a estudiantes, se lave sus manos después de ir al baño podría tener benéficos mayores para prevenir la diseminación de la enfermedad, que mascarillas, distanciamiento social, y aislamiento físico de los niños al encerrarlos en escritorios rodeados de plexiglás.


CIERRES DE ESCUELAS: UNA REVISIÓN CUIDADOSA DE LA EVIDENCIA-SEGUNDA PARTE


Por Paul E. Alexander et al.
American Institute for economic Research
19 de febrero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como paul e. alexander et al. institute for economic research closures February 19, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.


¿EN DÓNDE ESTAMOS?

¿En dónde estamos actualmente? ¿Cuáles son los componentes inquietantes acerca de cómo llegamos aquí para tener sin bases estas cuarentenas escolares devastadoras y acientíficas? La realidad es como lo especifica Atlas, que “nunca las escuelas han sujetado a los niños a un ambiente tan insalubre, incómodo y anti educacional, de forma que la ciencia no puede definir con precisión la totalidad de daños que eso causará.” Para reiterar, la actual pandemia no es sólo reflejo de un tema que puede o debe descansar sólo en “la ciencia;” siendo eso último completamente indefinido. ¿A qué áreas de la ciencia limitamos nuestro examen? ¿A la biología celular? ¿A la psicología? ¿A la virología? ¿A la economía de la sociedad? ¿A la Salud Pública? ¿A estudios psicosociales? En este sentido, sugerimos que la ciencia debe incluir a todos y a más que los ámbitos arriba mencionados. Sin embargo, parecería que el único foco de los esfuerzos de mitigación actual descansa en ciencia que parece estar restringida principalmente a la virología, con algún enfoque en fisiopatología de la infección del SARS-CoV-2, sin considerar la gama amplia disponible de ámbitos de pensamiento e investigación científica. Esto es lo que nos ha conducido a la actual situación desastrosa en que nos encontramos.

El argumento expuesto arriba calza perfectamente con las palabras sabias del Dr. D.A. Henderson y del Dr. Thomas Inglesby, quienes ayudaron a erradicar la viruela. “La experiencia ha mostrado que las comunidades enfrentadas con epidemias u otros acontecimientos adversos, responden mejor y con menor ansiedad cuando se altera menos el funcionamiento social normal de la comunidad. Son elementos críticos un liderazgo político y salud pública fuerte que provean confianza y aseguren que se suplan los servicios necesarios de cuido médico.
Si alguno de ellos es visto como menos que óptimo, una epidemia administrable podría moverse hacia una catástrofe.”

Por desgracia, este augurio ha sucedido y nosotros en el 2020-2021 estamos bien adentro de un año de pandemia y, por lo visto, nuestros líderes gubernamentales han sido fracasos catastróficos con políticas aplastantes de cuarentenas y cierres de escuelas. Ellas, en efecto, continúan endureciendo las restricciones, a pesar de evidencia de que hacerlo ha destruido negocios y vidas. No hay buena razón para esto.

¿LA EVIDENCIA DE RIESGO PARA LOS NIÑOS Y LOS CIERRES DE ESCUELAS?

Después de casi un año ¿por qué ellos le hicieron esto a nuestros niños? ¿Por qué el gobierno ha mantenido cerradas las escuelas por tanto tiempo? Decimos que no estuvo basado en la ciencia o los hechos. En efecto, hay evidencia sustancial de que los cierres de las escuelas no tuvieron ningún mérito basado en ciencia que ha existido desde abril, mayo, junio del 2020. ¿Qué está pasando aquí? Probablemente una de las personas más inteligentes que ha lidiado con las tragedias de las restricciones sociales por el COVID es Alex Berenson (autor de ‘Unreported Truths About COVID-19 and Lockdowns” [Verdades No Reportadas acerca del COVID-19 y las Cuarentenas”]). Con mucho riesgo para su existencia personal y profesional, él lo ha hecho en tiempo récord y mostrado, desde meses atrás, una y otra vez, de nuevo, cómo la ciencia apuntala la reapertura de las escuelas, con una excoriación legítima a los sindicatos de maestros.

Esto nos lleva a la evidencia actual. ¿Tenemos alguna? ¿Hay algún riesgo para los niños y diseminación del COVID en las escuelas, para los adultos, para los hogares? Bueno, resulta que tenemos toneladas de evidencia y, si bien limitados aquí por el espacio, les brindaremos sólo una muestra usando aproximadamente 50 estudios y reportes (informes concretos, exámenes sistemáticos, y estudios de investigación) que ayudan a apoyar nuestra tesis esencial de por qué las escuelas deben ser reabiertas de inmediato. En adición, este artículo de opinión está todo sembrado de evidencia y citas de apoyo.

Nos enfocaremos más estrechamente en evidencia científica relacionada con el cierre escolar, para a quienes, en realidad, desean leer la investigación que se ha hecho en esta área. Este examen de la evidencia no es exhaustivo, pero sentimos fuertemente que hemos incluido los principales estudios y reportes en esta área, que pueden brindar un entendimiento general, pero más claro, del riesgo de transmisión en lo que concierne a niños. Brindará luz de forma importante al hecho de que no hubo y no continúa habiendo necesidad de cerrar escuelas.

Tenemos evidencia de Suiza, Canadá, Holanda, Francia, Islandia, Reino Unido, Australia, Alemania, Singapur, Grecia, e Irlanda de que la tasa de infección en niños es muy baja, que la diseminación de niño a niño no es frecuente, que la diseminación de niño a adulto o padre no es común, que los casos en niños típicamente provienen de una transmisión en hogares y clústeres por aspersión de gotas, y, si son infectados, los niños no tienen síntomas o son muy leves, siendo muy bajos los riesgos de hospitalización, enfermedad severa o muerte.

Por ejemplo, a partir de Irlanda, Heavey le echó una mirada a la transmisión secundaria de COVID en niños (marzo del 2020). Investigadores vieron a niños y adultos en un ambiente escolar e identificaron 6 casos (3 niños, 3 adultos, de los cuales 2 eran maestros) y sus 1.155 contactos (924 contactos con niños y 101 contactos con adultos identificados). Los investigadores reportaron que no había evidencia de transmisión secundaria en el ambiente escolar. En específico, afirmaron que “no hay un caso de transmisión hacia adelante hacia otros niños o adultos dentro de la escuela… En el caso de niños, del todo no se detectó transmisión hacia adelante. Aún más, en los tres casos de adultos identificados, no se registró transmisión hacia adelante hacia niños.”

En adición, Thompson en The Atlantic, el 28 de enero del 2021, señaló un estudio de Singapur que involucraba 3 clústeres de COVID-19, encontrando que “los niños no son los principales vectores” de brotes de COVID y que “el riesgo de transmisión del SARS-CoV-2 entre niños en escuelas, en especial en entes preescolares, es posible que sea bajo.”

Un estudio de Noruega evaluó a 200 niños de escuela primaria con edades entre 5 y 13 y quienes tenían COVID-19 (examinando a todos los contactos dos veces durante su cuarentena), encontrando que no hubo casos de diseminación secundaria, disipando aún más la noción de que los niños juegan un papel primordial en la diseminación en el ambiente escolar.

Un estudio sistemático muy comprensivo de Ludvigsson publicado en Acta Pediatrica, estudió 47 textos completos y reportó que “los niños explicaban una pequeña fracción de los casos de COVID-19… los niños pueden tener menores niveles que los adultos, en parte porque aquellos a menudo tienen menos síntomas, y esto debería disminuir el riesgo de transmisión… los casos de transmisión familiar mostraron que los niños raramente eran el caso índice y estudios de casos sugirieron que los niños con COVID-19 rara vez causaron brotes… es poco posible que los niños sean los principales vectores de la pandemia.”

Un examen muy comprensivo de Canadá acerca del papel de instituciones de cuido infantil y escuelas en la transmisión del COVID-19, conducido por el National Collaborating Centre for Methods and Tools de la Universidad of McMaster, por Dobbins et al., encontró que (i) Los niños no son una fuente importante de transmisión del COVID-19, (ii) Que los análisis de clústeres de infección revelaron que para niños que fueron infectados, la transmisión se trazó de regreso a la comunidad y ambientes de hogares o a adultos, en vez de entre niños dentro de instituciones de cuido infantil o escuelas; los niños no lo diseminaron entre ellos, (iii) Dentro de los clústeres domésticos, era mucho más posible que adultos fueran el caso índice que niños, (iv) la prevalencia de infección de COVID-19 en ambientes de instituciones de cuido infantil y escuelas fue menor que la prevalencia de COVID-19 en adultos que trabajan en ambientes de instalaciones de cuido y escuelas.

Investigadores de la Universidad Duke (el CIDRAP) examinaron 35 distritos escolares de Carolina del Norte con enseñanza en persona y encontraron que no hubo casos de diseminación de niño a adulto en las escuelas.

Un reporte reciente de los CDC acerca de Transmission of SARS-CoV-2 in K-12 schools [Transmisión de SARS-CoV-2 en escuelas desde kínder a 12 años de edad], encontró que “Con base en datos disponibles, el aprendizaje en persona en escuelas no ha sido asociado con transmisión comunitaria sustancial.”

Basado en un examen de alta calidad de la Universidad McMaster (Brighter World), los investigadores encontraron que, en niños de menos de 10 años de edad, la “Transmisión se trazó de regreso a la comunidad y los ambientes hogareños y a adultos, en vez de niños dentro de entidades de cuido infantil o escuelas, incluso en jurisdicciones en que las escuelas permanecieron abiertas y que, desde ese entonces, se han reabierto… Hasta el momento, el resumen es que niños de menos de 10 años de edad es poco posible que impulsen brotes de COVID-19 en entidades de cuido infantil y escuelas y que, a la fecha, los adultos es más posible que sean los transmisores de la infección que los niños.”

Un estudio de revisión bibliográfica del British Medical Journal (BMJ) evaluó el papel de los niños en la transmisión del virus del COVID-19 e incluyó 14 estudios. Se encontró que los niños no son transmisores en mayor grado que los adultos. No obstante, en el estudio aparece que los niños pueden diseminar la enfermedad. No estamos de acuerdo en este punto, pero le señalamos al lector la rareza de este tipo de diseminación.

El Center for Disease Control de la Columbia Británica (BCCDC) emitió un reporte completo en setiembre del 2020, acerca del impacto de los cierres de escuelas sobre los niños y encontró que (i) los niños significan una pequeña porción de casos diagnosticados con el COVID-19, que
tienen una enfermedad menos severa, y la mortalidad es rara, (ii) los niños no parecen ser una fuente importante de transmisión del SARS-CoV-2 en hogares o escuelas, hallazgo que ha sido globalmente consistente, (iii) hay diferencias importante entre cómo se transmiten la influenza y el SARS-CoV-2. Los cierres de escuelas pueden ser menos efectivos como medida de prevención para el COVID-19, (iv) los cierres de escuelas pueden tener consecuencias severas y no previstas para niños y jóvenes, (v) los cierres de escuelas contribuyen a un mayor estrés familiar, en especial para mujeres encargadas del cuido, mientras que las familias balancean el cuido infantil y el aprendizaje en el hogar con las exigencias laborales, (vi) la violencia familiar puede ir en ascenso durante la pandemia del COVID, mientras que el cierre de escuelas y centros de cuido infantil puede crear un bache en la red de seguridad de niños que están en riesgo de abuso o abandono.

Una publicación del New England Journal of Medicine (NEJM) observó la transmisión del SARS-CoV-2 en niños en China y encontró que 171 con infección confirmada (febrero y marzo del 2020), al comparárseles con adultos, “la mayoría de los niños infectados parecía tener un curso clínico más leve.”

Un estudio prospectivo de cohortes en LANCET que miró la transmisión en el sistema educativo australiano (15 escuelas y diez instituciones de cuido y educación infantil temprana (ECEC) tenían niños (n=12) o adultos (n=15) que asistieron estando infectados, con 1448 contactos monitoreados), encontró que las tasas de transmisión del SARS-CoV-12 eran bajas en ambientes educativos de Nueva Gales del Sur durante la primera onda epidémica del COVID-19, y que los niños y maestros no contribuyeron significativamente a la transmisión del COVID-19 mientras asistían a ambientes educativos en persona.

Un estudio de Irlanda examinó la transmisión secundaria de niños en escuelas y no encontró transmisión pediátrica. Esto apoyó el entendimiento de que los niños no impulsan la transmisión del virus COVID-19.

Una publicación de un estudio de Grecia en el Journal of Medical Virology acerca de las dinámicas de transmisión del SARS-CoV-2 dentro de familias con niños (n=23 clústeres, 109 miembros de las familias, 66 adultos, 43 niños) encontró que “la transmisión de la infección ocurrió desde un adulto a un niño en 19 clústeres o de un adulto a otros adultos en 12 clústeres. No hubo evidencia de transmisión de niño a adulto o de niño a niño.” Los niños “aparentemente no transmiten la infección a otros.”

Una investigación de Alemania que miró la diseminación del SARS-CoV-2 en niños en edades de 0 a 19 que estaban en instalaciones de cuido infantil y escuelas, después de su reapertura en mayo del 2020, encontró que la transmisión de niño a niño en escuelas e instalaciones de cuido infantil parecieron ser muy infrecuentes.

Un reporte en la revista PEDIATRICS de 11 distritos escolares de Carolina del Norte durante las 9 semanas iniciales de instrucciones en persona, encontró transmisión secundaria muy limitada (rara) del SARS-CoV-2 dentro de las escuelas.

Un reporte reciente de los CDC acerca de casos de COVID-19 y su transmisión en 17 escuelas desde kínder hasta 12 años de edad del Condado Wood, Wisconsin, entre el 31 de agosto y el 29 de noviembre del 2020, encontró que la transmisión dentro de la escuela era muy baja. De hecho, y este es un hallazgo crucialmente importante, la incidencia del COVID-19 ¡era menor en escuelas que en la comunidad!

Un reporte del European Centre for Disease Prevention and Control (del 20 de diciembre que incluye hallazgos de encuestas a nivel de 17 condados) afirmó que las tasas de infección entre maestros y no maestros era generalmente similar, mostrando que las escuelas no estaban asociadas con una aceleración de la transmisión comunitaria.

Una publicación de SCIENCE (por Snape) referida al COVID-19 en niños y jóvenes reportó que la evidencia existente indica que los ambientes educativos juegan un rol muy limitado en la mayoría de la dispersión del virus COVID cuando las medidas de mitigación están en su sitio, “en contraste marcado con otros virus respiratorios.”

Una publicación del BMJ por Swann reportó acerca de un estudio prospectivo de cohortes acerca de las características clínicas de niños y jóvenes admitidos al hospital con casos confirmados por el laboratorio de SARS-CoV-2 en el Reino Unido. Encontraron que entre 651 niños y jóvenes (de 19 y menos) admitidos a 138 hospitales, los niños y jóvenes tuvieron COVID-19 aguda menos severa que adultos (6 murieron (0.9%) y tenían condiciones de comorbilidad subyacentes graves.)

Un reporte de los CDC acerca de hospitalización y muerte de niños, encontró que, cuando se comparan con personas de 18 a 29 años de edad, los niños de 0 a 4 años tuvieron una tasa de hospitalización cuatro veces menor y una tasa de mortalidad 9 veces menor. Niños de 5 a 17 años de edad tenían una tasa de hospitalización nueve veces menor y una tasa de mortalidad dieciséis veces menor.

Un estudio preimpreso examinó clústeres familiares de COVID-19 para evaluar el papel de los niños en la cadena de transmisión (clústeres en China, Singapur, Estados Unidos, Corea del Sur y Vietnam n=31 clústeres de transmisión familiar). Los investigadores encontraron que solo 3 (9.7%) de los niños podían considerarse como el caso índice. Concluyeron que los niños desempeñan un papel negligible en transmitir el COVID-19, teniendo esto que ver con intervenciones no farmacéuticas, como los cierres de escuelas. De hecho, en comparación con la epidemia del H5N1, en que a menudo los niños fueron el caso índice en el 54% de los clústeres familiares, no hubo cierres de escuelas ni, podemos agregar, tampoco alguna otra medida como cuarentenas y similares, que hubieran tenido un costo tan elevado en el tejido de la sociedad en general. Esto acentúa aún más la simple falacia relacionada con las decisiones de cerrar escuelas durante la pandemia del COVID-19.

Una publicación de Clinical Infectious Diseases reportó acerca de un estudio retrospectivo que calculó las tasas de ataques secundarios del COVID-19 entre 392 contactos familiares de 105 casos índice determinados por las pruebas RT-PCR hospitalizados en China por el SARS-CoV-2. La tasa de ataque secundario fue de 4% en niños comparado con 21% en contactos adultos familiares. Los investigadores concluyeron que hay tasas de ataque mucho menores en niños y que pacientes sintomáticos tienen un riesgo mayor de diseminar el virus que personas asintomáticas.

Insights for Education produjo un reporte que analizó las fechas de reapertura de las escuelas y las tendencias del coronavirus entre febrero y fines de setiembre del 2020, a lo largo de 191 países. “No existe un patrón consistente,” afirmó la Dra. Randa Grob-Zakhary, quien es la líder de la organización.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó que (i) hubo pocos brotes reportados en escuelas desde inicios del 2020, (ii) en los brotes escolares, era más posible que el virus se introdujo por personal adulto, (iii) en la mayoría de los casos o infecciones por COVID-19 reportados en niños, la infección fue adquirida en el hogar, (iv) estudios sugieren que los niños de menos de 10 años de edad son menos susceptibles y menos infecciosos que los de mayor edad.

Un estudio de la Universidad de Yale publicado en la revista PEDIATRICS, que observó el cuido infantil y si estaba asociado con la transmisión del COVID-19, siguió a 57.000 trabajadores de cuido infantil en todos los 50 estados de Estados Unidos, incluyendo a Washington D.C. y a Puerto Rico. Lo hicieron por los primeros tres meses de la pandemia y para el estudio, aproximadamente, un 50% continuó cuidando a los niños muy pequeños mientras que el otro 50% se quedó en casa, “No se observaron diferencias en los resultados del COVID-19 entre trabajadores que continuaron brindando cuido en persona a niños pequeños y aquellos que no lo hicieron.” Esto indica que quienes proveen cuido infantil no experimentan un riesgo mayor por su trabajo. Dada las interacciones usualmente estrechas en proximidad que se dan entre cuidadores de niños, versus las interacciones generalmente más distantes entre maestros y sus estudiantes (esto es, los niños), este hallazgo subraya aún más el prospecto de que maestros desarrollarán COVID-19 de sus estudiantes y viceversa.

La Dra. Rainu Kaushal de Weill Cornell Medicine afirma que “los niños de edad menor a 10 generalmente tienen un riesgo bajo de adquirir la enfermedad sintomática… y también ellos raramente la transmiten.”

Una publicación de Munro en el BMJ examinó el tema de la transmisión por niños y reportó que los niños no son super diseminadores del COVID-19 y que ya había pasado la hora de regresar a la escuela.

Un reporte de Clinical Infectious Diseases brindó estudios detallados de un clúster de COVID-19 en los Alpes franceses, en febrero del 2020.
De importancia, un (1) caso pediátrico de nueve años de edad que visitó tres escuelas diferentes y una clase de esquí mientras era sintomático. Hubo un gran número de contactos del caso pediátrico (n=112) y los investigadores reportaron que el niño no transmitió el SARS CoV-2 o la enfermedad del COVID-19 ¡a pesar de sus interacciones estrechas!

Una investigación del Royal College of Pediatrics and Child Health reportó que (i) la infección con el SARS-CoV-2 parece tomar un curso más moderado en niños que en adultos: la mayoría de niños infectados desarrolla síntomas leves o son asintomáticos, (ii) muy pocos, (cerca de un 1%) desarrolló una enfermedad severa o que amenazó la vida, (iii) se ha mostrado que generalmente las tasas de ataques secundarios en niños son menores que en adultos, sugiriendo que ellos tienen una susceptibilidad reducida hacia la infección, (iv) las muertes en niños debido al COVID-19 han sido extremamente raras: la mortalidad parece ser consistente con alrededor de 0.01 a 0.1% (similar a la incidencia vista todos los años con la gripe estacional), (v) en general, la evidencia sugiere que hay menor posibilidad de que los niños adquieran la enfermedad, (vi) su papel en la transmisión del virus es limitado, (vii) era poco posible que los niños fueran el caso índice, (viii) el SARS-CoV-2 se disemina principalmente entre adultos y desde miembros adultos de la familia hacia los niños.

Un estudio australiano de Nueva Gales de Sur observó los contactos cercanos (una proporción de 863 contactos) de 9 niños y 9 maestros y no encontró indicaciones de que alguno de los niños en realidad infectó a un maestro.

También, Insights for Education reportó una actualización de la Infectuous Diseases Society of America (IDSA)) acerca de reaperturas seguras de las escuelas, en que el IDSA indicó que “Los datos hasta el momento no están indicando que las escuelas sean un sitio de super diseminación.” (Dra. Preeti Malani)

Un reporte del European Centre for Disease Prevention and Control (ECDC), de Estocolmo, 2020, concluyó que (i) investigaciones de casos identificados en ambientes escolares sugieren que la transmisión de niño a niño en las escuelas no es frecuente y que en cualquier caso no es la causa primaria de infección de SARS-CoV-2 en niños, (ii) se han documentado muy pocos brotes significativos de COVID-19 en las escuelas y, basados en lo anterior, puede resumirse que la mayoría de los brotes eran probablemente relacionados a casos índices de adultos.
Un reporte de Holanda indica que el SARS-CoV-2 es transmitido principalmente entre adultos y desde adultos en una familia hacia niños.

Un reporte de Public Health England acerca de la infección y transmisión del SARS-CoV-2 en ambientes educativos encontró en su examen que, “las infecciones y brotes de SARS-CoV-2 no eran frecuentes a lo largo de todos los ámbitos educativos. El personal tenía un riesgo aumentado de infecciones por el SARS-CoV-2 comparado con los estudiantes en cualquier ambiente educativo, y la mayoría de los casos ligados con brotes estaban en el personal.” Y, como se sugirió arriba, el personal adquirió estas infecciones de la población en general y no de los sitios escolares.

Una publicación de Emerging Infectious Diseases reportó acerca de un análisis de todos los niños menores de 1 a 19 años de edad (n=94, con una mediana de edad de 6 años, un rango de dos meses a 11 años) con COVID-19 y sus guardianes no infectados, quienes estuvieron aislados juntos en 7 hospitales de Corea del Sur. Los investigadores reportaron que no hubo transmisión alguna de SARS-CoV-2 de niños a guardianes en ambientes de aislamiento.

Una publicación de Lee en la revista PEDIATRICS, enfocado en la transmisión de la enfermedad del COVID-19 y los niños, concluyó que “A casi 6 mes de la pandemia, la evidencia acumulada y experiencia colectiva afirman que niños, en particular niños de edad escolar, son vectores mucho menos importantes de transmisión del SARS-CoV-2 que adultos. Por tanto, debería prestarse consideración seria a las estrategias que permiten que las escuelas permanezcan abiertas, incluso en períodos de diseminación del COVID-19.

Una publicación de Emerging Infectious Diseases que ve el trazado de contactos en Corea del Sur encontró que “la transmisión en los hogares fue menor cuando el índice de caso-paciente era de 0 a 9 años de edad.”

Un estudio de Corea del Sur que miró al rol de los niños en la transmisión en hogares del SARS-CoV-2 encontró que la tasa de ataque secundario (TAS) de niños a miembros de los hogares fue muy baja y se estimó que sólo era de un 0.5%.

Un estudio de India en el Journal of Public Health que analizó las tasas de ataques secundarios (TAS) en hogares (se incluyeron en el estudio 72 casos índice pediátricos que tuvieron 287 contactos en hogares) halló que la TAS fue más o menos un 1.7%.

En The Pediatric Infectious Disease Journal, en un estudio que miró a 203 niños infectados con SARS-CoV-2 (una mediana de edad de 11 años, un rango de 6 días a 18.4 años) en términos de transmisión intrafamiliar, los investigadores sólo reportaron un ejemplo de transmisión de niño a adulto. No debe dejar de destacarse que esta transmisión ocurrió en un ambiente familiar, mostrando así qué tan baja es la transmisibilidad de niño hacia adulto. Claramente, las familias son un ámbito en que hay interacciones físicas muchos más estrechas entre niños y adultos, ¡en comparación con lo que puede tomar lugar en una escuela!

En el Journal of the Pediatric Infectious Diseases Society, único centro en Estados Unidos con un estudio retrospectivo de patrones de infección en contactos de niños en el hogar con infección confirmada por laboratorios de SARS-CoV-2 en un ambiente urbano, no encontró transmisión de niño a adulto.

Una publicación del Clinical Infectious Diseases reportó un meta análisis del rol de niños en la transmisión en clústeres familiares del SARS-CoV-2 (n=213 en 12 países). Los investigadores calcularon que la TAS de contactos pediátricos en hogares fue menor que aquella encontrada en contactos de adultos en hogares (Riesgo Relativo 0.62; intervalo de confianza al 95% 0.42 a 0.91).

Un examen de Li publicado en el Journal of Global Health que examinó el papel de niños en la transmisión (n=16 estudios en la narrativa examinada), encontró que “los niños pueden ser menos frecuentemente infectados o infectar a otros… el derramen fecal prolongado observado en estudios destaca el riesgo potencialmente incrementado de transmisión buco-fecal en niños.” Y, en este sentido, este último hallazgo tiene grandes implicaciones para los ambientes escolares en que, por el momento, la mayoría de los esfuerzos de mitigación se enfocan en usar mascarillas, distanciamiento social, y uso de barreras físicas entre los escritorios de niños. Dado el tipo de mecanismo de transmisión para los niños discutido en este estudio, los enfoques de mitigación mencionados arriba (además de, tal vez, el distanciamiento social) tendrían poco o ningún efecto sobre la transmisión del SARS-CoV-2.

En un meta análisis de 40 estudios (publicación preimpresa en medRxiv de Madewell) que analiza la tasa de ataque secundario (TAS) en hogares, encontraron que las TSA de los hogares eran significativamente mayores de casos índices sintomáticos que de casos índices asintomáticos… de contactos de adultos que de los contactos infantiles.”

Una publicación de Clinical Infectious Diseases que miró los riesgos de transmisión en ambientes educacionales en Singapur reportó que ellos “no pudieron detectar transmisión de SARS-CoV-2 a pesar de seleccionar niños sintomáticos y asintomáticos. Los datos sugieren que los niños no son los vectores primarios de transmisión del SARS-CoV-2 en escuelas.” Este hallazgo importante también ilustra la falacia detrás del impulso de examinar a todos los niños que llegan a la escuela por la presencia de SARS-CoV-2 mRNA o fragmentos de mRNA.

Una publicación en PEDIATRICS de Posfay-Barbe que analiza al COVID en niños (n=40) en Suiza y la dinámica de infección en familias, encontró que “en el 79% de los hogares en donde al menos un miembro adulto de la familia era sospechoso o estaba confirmado del COVID-19 antes que se presentara el síntoma en el niño del estudio, confirmó que los niños se infectan principalmente dentro de clústeres familiares.”

El National Academies of Science, Engineering, and Medicine (NASEM) ha afirmado que “evidencia a la fecha sugiere que los niños y jóvenes (de edades de 18 y más jóvenes) tienen un riesgo bajo de consecuencias serias, a largo plazo, o muerte como resultado de contraer el COVID-19.”

CONCLUSIÓN

¿Por qué hemos tenido estos cierres durante tanto tiempo? ¿Por qué el público, los padres, los niños y maestros han sido tan malamente engañados en cuanto al riesgo? ¿Se basaban las decisiones en evidencia o en otros factores? ¿Quién falló aquí? Cualquiera que fuera la razón de esta política fallida, ciertamente no estaba basada en datos de investigación disponibles e incluso en el sentido común. Esto equivale a un sabotaje de nuestros niños por funcionarios gubernamentales, sindicatos de maestros, expertos médicos y agencias de salud pública aparentemente no calificados, estando las últimas a cargo de la salud y bienestar de nuestras sociedades. ¿Por qué las CDC y otras agencias de salud en Estados Unidos, como los NIH, han sido tan lentos en reaccionar a la ciencia que era rápidamente accesible tan pronto como luego del inicio de la pandemia (por ejemplo, la fuerte evidencia de Noruega, Irlanda, Singapur, Carolina del Norte, etcétera) y así guiar las decisiones de política óptima y racional con base en esta ciencia clara previamente acumulada (pieza en el Washington Post del 20 de septiembre del 2020, The Atlantic, octubre del 2020)? ¿Por qué ellos metieron la pata con nuestros niños? Lo que es muy preocupante es que quienes toman decisiones saben que los niños más impactados por estos cierres son, a menudo, los de grupos minoritarios, en muchos casos de áreas pobres en centros de ciudades, los menos capaces de soportar los déficits. Este no es sólo un asunto de seguridad, sino un tema de equidad en la salud.

Aseveramos que las evidencias de un riesgo muy bajo, si es que alguno, para niños (y maestros) en especial con reaperturas seguras, siempre estuvieron presentes. Y es sólo ahora cuando los CDC, en enero-febrero del 2021, salen corriendo hacia cualquier podio o micrófono abierto que pueden hallar, para decirnos que es hora de reabrir las escuelas y que se puede hacer con seguridad. No obstante, estos no son datos nuevos en los que por vez primera los CDC están tropezando; siempre lo han sabido. Cualquier médico o agencia experta que da a entender lo contrario, de que es ciencia nueva y que “ahora tenemos los datos” o “que ahora los datos están disponibles,” es profundamente hipócrita. Los CDC siempre supieron muchos meses antes que ahora, que era seguro reabrir las escuelas (casi por un año). Ellos, como aquellos alrededor del globo, tuvieron los datos pediátricos infantiles públicamente asequibles desde mediados del 2020, los que han sido consistentes y claros: Hay muy poco riesgo para los niños y que, dados los otros efectos negativos y serios sobre nuestros hijos relacionados con cierres escolares, las escuelas nunca deberían, en primer lugar, haberse cerrado. Entendemos que durante las fases muy tempranas de la pandemia hubo escasez de información relacionada con el SARS-CoV-2 y así, tal vez, las cuarentenas iniciales pueden entenderse y definitivamente perdonarse. Pero, eso no puede decirse de los cierres actuales.

Es muy evidente para las poblaciones que las políticas de cierre de escuelas han sido extraordinariamente dañinas para nuestros niños y que ellos sufrirán los efectos catastróficos durante las próximas décadas. Esto es más impactante en nuestros niños de minorías vulnerables. Ha habido y continuará habiendo daños abrumadores debido a estas acciones y esta política en particular ha dañado a nuestros niños.

Lo sabíamos en aquel entonces y lo sabemos ahora en cuanto a cierres de escuelas y el riesgo, con base en lo que aprendimos acerca de cuarentenas sociales por el COVID y de exactamente qué tan infectivas y devastadoras son las cuarentenas (por ejemplo, Jutlandia en Dinamarca, el análisis a nivel de país de Chaudhry, la evidencia de Alemania, la evidencia del Reino Unido la evidencia de Nueva Zelandia, la evidencia de Europa, la evidencia de Lipsitch, la evidencia de Ioannidis, y la evidencia del American Institute for Economic Research (AIER).
Quienes deciden las políticas sabían de los daños, pero impusieron y continúan imponiendo, cuarentenas catastróficas. Ya ha pasado mucho tiempo como para que se terminen estos cierres de escuelas, cuarentenas sociales y obligaciones no científicas de usar mascarillas, cuando tienen un beneficio muy limitado pero que están causando daños serios con consecuencias de largo plazo, ¡en especial entre aquellos menos capaces de aguantarlas!

Señalamos que el impacto de cierres escolares no ha sido mitigado por la así llamada educación a distancia. Sabemos que los modelos de aprendizaje remoto han fallado en gran parte, ocasionando daño severo a la educación de nuestros niños. Matthew Snape quien es investigador de pediatría en la Universidad de Oxford, señaló “Hay evidencia clara de que cerrar las escuelas daña directamente a los estudiantes, en términos tanto de su educación como de su salud mental y social.” ¡Debemos tomar muy en serio esta advertencia! También, el Dr. Craig Wax lo dice claramente: “No podemos dejar que los cierres de escuelas dañen aún más a nuestros niños y al tejido de la sociedad.”

Para concluir, debemos admitir que la comunicación de salud pública acerca de la enfermedad COVID-19 ha sido espantosa tanto la administración previa como en esta. Los hechos son claros y el público demanda una mucho mejor toma de decisiones. Le pedimos a la nueva administración que remedie estos fallos y sugerimos que empiecen con una educación de salud pública inmediata y un mensaje a los maestros acerca del bajo riesgo de ellos y sus niños. “Los maestros también se benefician con la enseñanza escolar en persona. Se benefician con una educación más efectiva, de la atención y la interacción directa, de la retroalimentación inmediata y de la comunicación no verbal, de una satisfacción y seguridad incrementadas del empleo, y de un conjunto de otros beneficios.” La tasa de sobrevivencia del COVID-19 es aproximadamente del 99.995% en niños y jóvenes y es este el mensaje que debe enviarse.

Si hoy nosotros fuéramos maestros, entre la mala información y las recomendaciones suministradas por algunos sindicatos y el enredo y temor creado por los expertos ilógicos y sinsentido de la “televisión,” quienes buscan principalmente sembrar el temor e histeria, igual en cuanto al riesgo para los niños, así como para otros en el ambiente estudiantil, ante ello, tampoco querríamos regresar a la instrucción en persona.

Ya hemos pasado el punto en que debemos reemplazar la histeria y temor por el conocimiento y los hechos. Las escuelas deben reabrirse de inmediato para que haya instrucción en persona.

Autores Contribuyentes:


  • Paul E Alexander, MsC, PhD, Universidad McMaster y GUIDE Research Methods Group, Hamilton, Ontario, Canada elias98_99@yahoo.com
  • Howard C. Tenenbaum, DDS, Diplomado en Periodismo, PhD, FRCD© Centre for Advanced Dental Research and Care, Hospital Monte Sinaí, y Facultades de Medicina y Dentistería de la Universidad de Toronto, Toronto, Ontario, Canadá
  • Ramin Oskoui, MD, CEO, Foxhall Cardiology, PC, Washington, D.C. oskouimd@gmail.com
  • D. Parvez Dara, MD, MBA, daraparvez@gmail.com




Paul E. Alexander recibió su licenciatura en epidemiología de la Universidad McMaster en Hamilton, Ontario, una maestría de la Universidad de Oxford, y un PhD del Departamento de Métodos, Evidencia, e Impacto de Investigación de la Salud de la Universidad McMaster.

Traducido por Jorge Corrales Quesada