Increíble que en la actualidad pequeños mezquinos quieran manchar la memoria de ese gran hombre.

REFLEXIONANDO ACERCA DE LA RIQUEZA DE LAS NACIONES DE ADAM SMITH, 245 AÑOS DESPUÉS

Por Lawrence W. Reed
Fundación para la Educación Económica
Martes 9 de marzo del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como lawrence w. reed foundation for economic education Smith March 9, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

No deje que vivir sólo del presente mancille a un gran hombre.

Los primeros diez días en el mes de marzo de 1776, dieron lugar a acontecimientos del momento que jugaron un papel en dar forma al mundo moderno.

La Guerra Revolucionaria de Estados Unidos no tenía más de un año de edad. El 2 de marzo, las tropas estadounidenses empezaron a bombardear la ciudad de Boston ocupada por los británicos. Dos días después, aquellas reclamaron Dorchester Heights, que domina la bahía de Boston, haciendo que los británicos evacuaran la ciudad en un plazo de dos semanas. Mientras tanto, en el Sur, las milicias de Carolina del Sur y Georgia atacaron la flota británica con fuego desde barcos en la Batalla de los Barcos del Arroz.

El 3 de marzo, el comodoro naval estadunidense, Esek Hopkins, tomó Nassau, Bahamas, que estaba en manos británicas, en uno de los primeros encuentros de los incipientes infantes de marina y la Naval estadounidense.

A tres mil millas de distancia, en Edimburgo, Escocia, el 9 de marzo, un profesor publicó un nuevo libro en el cual hizo ver que, “Nadie ha visto nunca a un perro hacer un intercambio justo y deliberado de un hueso por otro con otro perro.”

Entre estos diversos acontecimientos, ¿cuál piensa usted que produjo las mayores consecuencias a largo plazo?

La respuesta correcta: Fue el libro con la revelación del perro.

Tomar Boston fue un hito, pero, sin duda, los colonos estadounidenses más tarde o más temprano era posible que ganaran la independencia, sin tener en cuenta la disposición de un pueblo. La batalla en el Sur fue una escaramuza menor. Las fuerzas continentales dejaron Nassau y retornaron a Connecticut antes de fin de mes. En la guerra entre estadounidenses y británicos, vino marzo como el león proverbial, pero se alejó como un cordero manso.

No obstante, el libro que apareció el 9 de marzo fue fenomenal. Era An Inquiry Into the Nature and Causes of The Wealth of Nations [Una Investigación acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones] del filósofo moral Adam Smith. Hoy hace 245 años, hizo su debut. Desde ese entonces, la Economía no ha sido la misma.

De hecho, antes de Smith, la Economía no era en realidad mucho de una ciencia en sí. No todas las palabras en el libro de Smith eran nuevas y originales. Smith obtuvo muchas ideas de pensadores previos, tanto como, digamos, Man, Economy and State [El hombre, la economía y el estado] de Murray Rothbard, se derivó fuertemente de Mises, Menger, y otros. Pero, Smith juntó algunas ideas de otros, agregó muchas propias, y todo lo presentó en un tomo comprensivo que le ganó el título de “Padre de la Economía.”

El libro no era la última palabra en Economía y Smith no logró que todo fuera exactamente correcto (¿quién lo hace?). Por ejemplo, un siglo después, los economistas austriacos demolieron totalmente la teoría del valor trabajo que Smith (y la escuela clásica) habían abrazado erróneamente.

No obstante, las ideas de Smith eran profundas. Él liquidó la noción de que la sociedad sería caótica sin los dictados de potentados, al postular un orden espontáneo que surge de la gente que persigue constructivamente su interés propio. “En el gran tablero de ajedrez de la sociedad humana,” escribió él, “cada pieza tiene su propio motor totalmente diferente de los que el legislativo ha elegido imponer.”

Un capítulo dedicado a Smith en mi libro Real Heroes: Inspiring True Stories of Courage, Character and Conviction, hace ver que,

“Las ideas de Adam Smith ejercieron enorme influencia antes que muriera en 1790 y, en especial, en el siglo XIX. Los Fundadores de Estados Unidos fueron muy influenciados por sus ideas. La Riqueza de las Naciones se convirtió en una lectura requerida entre hombres y mujeres de ideas en todo el mundo. Hasta su esa fecha, nadie había más total y contundentemente demolido el edificio intelectual del gran gobierno, como el profesor de Kirkcaldy. Como un tributo tanto para él como para cualquier pensador individual, el mundo en 1900 era mucho más libre y más próspero de lo que alguien imaginó en 1776.”

Cualquier país que produjera un gigante ilustrado como Adam Smith, debería estar inmensamente, y por siempre, orgulloso de ello. Pero, por desgracia, la cultura de la cancelación ha desplegado sus dagas contra él. En la tierra de su nacimiento -Escocia- y en una de las ciudades en donde él escribió y enseñó -Edimburgo- unos pocos descontentos y mal orientados están pensando en modificar o remover una estatua de él en la Milla Real.

¿Por qué? No porque Smith promoviera la esclavitud (él fue un férreo oponente de ella), sino porque simplemente hizo ver que la malvada institución es históricamente ubicua.

¡Qué irónico! Activistas de mentalidad pequeña, activistas que buscan dar señales de virtuosidad -quienes muy posiblemente en sus vidas enteras lograrán si acaso una fracción en favor de la libertad de lo que nos legó Smith en un único volumen- quieren que derribemos al gran hombre. Vergonzoso (y carente de vergüenza) no empieza ni siquiera a describir la idea de eso. Oren para que tal iniquidad no se materialice.

Esta semana en The Spectator, Matt Kilcoyne del Instituto Adam Smith brindó los detalles. Escribe él,

“Describir un proceso no es condonarlo. Es perfectamente consistente afirmar que la esclavitud es ‘ubicua e inevitable,’ a la vez que se quiere verla reducida en todas sus formas. En efecto, Smith fue uno de los mayores aliados de la historia contra la esclavitud ̶ y es a menudo citado por los abolicionistas en la literatura popular antiesclavista.”

Marquemos el 245 aniversario del altamente influyente trabajo de Adam Smith, no con una reescritura sinsentido de la historia o la aplicación un venenoso presentismo a su legado, sino con una celebración de sus contribuciones. Podemos empezar con una muestra de su sabiduría con sus propias palabras:
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“Cada individuo en particular pone todo su cuidado en buscar el medio más oportuno de emplear con mayor ventaja el capital de que puede disponer. Lo que desde luego se propone es su propio interés, no el de la sociedad en común; pero esos mismos esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, sin premeditación suya, el empleo más útil a la sociedad como tal. (...)
Ninguno por lo general se propone primariamente promover el interés público, y acaso ni aún conoce cómo lo fomenta cuando no lo piensa fomentar. Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera sólo medita su propia seguridad; y cuando dirige la primera de modo que su producto sea del mayor valor que pueda, sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste y en otros muchos casos es conducido como por una mano invisible a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención.”
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“El hombre, en cambio, está casi permanentemente necesitado de la ayuda de sus semejantes, y le resultará inútil esperarla exclusivamente de su benevolencia. Es más probable que la consiga si puede dirigir en su favor el propio interés de los demás, y mostrarles que el actuar según él demanda redundará en beneficio de ellos. Esto es lo que propone cualquiera que ofrece a otro un trato. Todo trato es: dame esto que deseo y obtendrás esto otro que deseas tú; y de esta manera conseguimos mutuamente la mayor parte de los bienes que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas. Sólo un mendigo escoge depender básicamente de la benevolencia de sus conciudadanos.”
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“Cualquier propuesta de una nueva ley o regulación comercial que provenga de esta categoría de personas debe siempre ser considerada con la máxima precaución, y nunca debe ser adoptada sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no sólo con la atención más escrupulosa sino también con el máximo recelo. Porque provendrá de una clase de hombres cuyos intereses nunca coinciden exactamente con los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en engañar e incluso oprimir a la comunidad, y que de hecho la han engañado y oprimido en numerosas oportunidades.

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“El hombre del sistema, por el contrario, es propenso a ser muy sabio en su propia vanidad, y a menudo está generalmente tan enamorado de la belleza de su propio plan de gobierno que considera que no puede sufrir ni la más mínima desviación del él. Apunta a lograr sus objetivos en todas sus partes sin prestar la menor atención a los intereses generales o a las oposiciones que puedan surgir; se imagina que puede arreglar las diferentes partes de la gran sociedad del mismo modo que se arreglan las diferentes piezas en un tablero de ajedrez.”

Para información adicional ver:

Presentism Imperils Our Future by Destroying Our Past de Lawrence W. Reed
Why Edinburgh’s Adam Smith Statue Should Stay de Matt Kilcoyne
Adam Smith: Ideas Change the World de Lawrence W. Reed
How Adam Smith Showed We Can Do Good by Doing Well de T. Norman Van Cott
What Adam Smith Can Teach Us About Being Lovely de Barry Brownstein
Adam Smith’s Three Moral Principles for Navigating our National Crisis de Caroline Breashears
Adam Smith on What It Means to Flourish de Ryan Patrick Hanley

Lawrence W. Reed es presidente emérito y compañero senior Familia Humphreys de la Foundation for Economic Education (FEE) y Embajador Global por la Libertad Ron Manners, habiendo servido por casi 11 años como presidente de la FEE (2008-2019), Es autor del libro del 2020, Was Jesus a Socialist? así como de Real Heroes: Incredible True Stories of Courage, Character, and Conviction y Excuse Me, Professor: Challenging the Myths of Progressivism.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.