Una lección de la historia moderna -del siglo pasado- que no puede desestimarse: cuando el socialismo no funciona, los mercados libres sí lo hacen.

LA NUEVA POLÍTICA ECONÓMICA DE LENIN: CUANDO LOS SOVIÉTICOS ADMITIERON QUE EL SOCIALISMO NO FUNCIONA

Por Lawrence W. Reed
Fundación para la Educación Económica
Lunes 22 de marzo del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como lawrence w. reed foundation for economic education Lenin March 22, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

¿Cuál fue el remedio de Vladimir Lenin ante su catástrofe socialista que se desarrollaba a principios del 1921? Mercados libres.

Hace un siglo, el Buque Madre del Socialismo -la Unión Soviética- se tambaleaba al borde del precipicio. Los polacos acababan de terminar con las esperanzas del dictador Vladimir Lenin de arrasar con toda Europa. Bajo el garrote de la planificación central marxista, la economía había colapsado a una fracción de sus dimensiones preguerra. El país estaba hirviendo en descontento. La insurrección parecía inminente. De hecho, el mes de marzo de 1921 había empezado con soldados y marinos soviéticos hambrientos montando la Rebelión de Kronstadt contra el régimen bolchevique.

¿Cuál fue el remedio de Lenin para su catástrofe socialista en desarrollo? No fue más socialismo, al menos por el momento. Eso sería como beberse un galón de Clorox después de tomarse un vaso de agua contaminada. Desesperado por revertir las consecuencias del socialismo, Lenin se volteó hacia su único antídoto conocido- el capitalismo.

El domingo marcó el aniversario 100 del inicio de la Nueva Política Económica (NEP) de Lenin. En un giro asombroso, el 21 de marzo de 1921, la NEP empezó a deshacer los cuatro años previos. Se detuvo la expropiación de negocios y la nacionalización de industrias. Lenin proclamó una restauración parcial de, en sus propias palabras, “un mercado libre y capitalismo.” Incluso empresas propiedad del estado buscarían operar con base en “utilidades.” Los individuos podían ser de nuevo propietarios de pequeñas empresas. Los precios de mercado se permitirían en vez de las órdenes del estado.

Un poquito de libertad ayuda mucho. En este caso, le dio vuelta a una economía y salvó a la infantil tiranía bolchevique. Pero no duró mucho. Tres años más tarde, Lenin estaría muerto. Antes de terminar la década, Stalin obliteró la NEP con su masiva campaña colectivista para resocializar la economía. Acerca de la NEP, el anterior asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Zbigniew Brzezinski, escribió en su libro de 1989, The Grand Failure [Gran fracaso], “Para muchos rusos, incluso más de sesenta años después, estos fueron los mejores años de la era iniciada por la revolución de 1917.”

En ese día de marzo en 1921, el mismo día en que el invierno se inclinó ante la primavera, los socialistas en Moscú admitieron efectivamente que ellos tenían que parar de robar. No había mucho más por robar. En un artículo de 1990, el economista Peter Boettke citó una letanía de mea culpas de intelectuales soviéticos importantes, incluyendo un tributo sumamente revelador al economista de libre mercado, Ludwig von Mises, por el arquitecto socialista Nicolai Bukharin. Él admitió a regañadientes que la crítica devastadora de Mises al socialismo hizo de él “uno de los críticos más doctos.”

Sería Mises quien, casi 30 años más tarde en La Acción Humana, expresó la diferencia entre socialismo y capitalismo en la manera elocuente a continuación:

Si nos presentan un vaso de leche y otro de cianuro potásico, la opción no estriba en escoger entre dos bebidas, sino en optar entre la vida y la muerte. Al decidirse por el socialismo o por el capitalismo, el sujeto no está prefiriendo uno entre dos posibles sistemas de organización económica; opta, por el contrario, entre la cooperación o la desintegración social. El socialismo en modo alguno supone meramente una solución distinta a la capitalista; si las gentes desean vivir como seres humanos, el socialismo no constituye solución alguna.”

Sin embargo, muchos socialists se adhieren fanáticamente a su visión sin importar lo que pase en el camino. Algunos leerán los párrafos de arriba y objetarán que lo que Lenin buscó revertir fue una versión más radical de la filosofía de ellos. Dirán, “¡Nosotros no estamos a favor de eso! ¡Somos socialistas democráticos!,” como si el barniz de democracia bendijera todos los pecados multitudinarios del socialismo. La verdad es esta: políticas desastrosas son políticas desastrosas; no importa mucho si sus impulsores fueron elegidos.

El registro histórico del tipo de socialismo del siglo XX, a menudo llamado “comunismo,” es horrendo ̶ la peor “causa” de asesinato en masa en la historia del mundo. El Libro Negro del Comunismo documentó sus crímenes, incluyendo el asesinato de más de 100 millones de personas.

“Socialismo democrático” puedes ser más seductor y menos sangriento, pero, eso también tiene un récord histórico miserable. Como su primo comunista más loco, consume vidas y riqueza y, más tarde o temprano, se le debe administrar el antídoto capitalista. Si los países abrazan el socialismo democrático y permanecen a flote, su longevidad siempre se explica, no por el socialismo que adopta, sino, más bien, por el capitalismo que todavía no han destruido. Y entre más un país se hunde en el socialismo democrático, más se evapora la parte democrática a la luz del poder estatal concentrado.

Los socialistas y el socialismo no poseen una teoría de creación de la riqueza; de hecho, no muestran interés en ello. La riqueza simplemente está “allí” para que ellos la vilipendien, confisquen y redistribuyan ̶ hasta que sus productores dejan de producir. El pensamiento a largo plazo no es su punto fuerte.

La próxima vez que escuche a un socialista democrático declarar que su sistema aún no se ha intentado, para empezar, repita de memoria esta lista (para más, revise las lecturas sugeridas abajo):

La antigua República de Roma empezó su experimento mortal de socialismo democrático en el Siglo Segundo antes de Cristo. Empezó como un estado de bienestar, se degeneró en una pesadilla regulatoria y, finalmente, colapsó en una autocracia imperial. Las asambleas legislativas que llegaron al cargo por votación del electorado romano, construyeron el edificio socialista ladrillo tras ladrillo. Roma no fue construida en un solo día, pero el poder estatal concentrado no tuvo problemas en derribarlo por completo.

Famosamente, los peregrinos de Plymouth, Massachusetts, intentaron diecisiete siglos después otra versión de socialismo democrático. Era la variedad comunitaria, en la que ellos pusieron los frutos de sus trabajos en un almacén en común y, después, los distribuyeron a cada cual por igual. A propósito, su gobernador fue electo, lo que lo hizo democrático. La hambruna les obligó a desecharlo muy rápidamente en favor de propiedad privada.

Los nacionalsocialistas de Adolfo Hitler llegaron al poder por medio del proceso democrático en 1933- ¡Ay, en esa también los socialistas de regreso a la pizarra!

Después de la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña votó por los socialistas al poder y convirtieron al país en el “Enfermo de Europa.” Margaret Thatcher administró una fuerte dosis de capitalismo 30 años después, antes que el paciente hubiera expirado.

Por la misma época, Escandinavia adoptó la versión socialista del estado de bienestar, tal como Inglaterra. La declinación económica se estableció apenas empezó. Pero, los noruegos, daneses y suecos aprendieron mucho de sus errores y revirtieron muchos de ellos. Hoy, sus economías están entre las más libres del mundo.

En la década de 1980, Nueva Zelandia se encontró hundida por sí misma en los estancamientos del socialismo democrático, pero se superó dramáticamente por medio de reducciones drásticas del gobierno. (Vea, New Zealand’s Path to Prosperity Began With Rejecting Democratic Socialism.)

Y así sigue y sigue como disco descompuesto. Los socialistas hacen grandes promesas. Las envuelven en terciopelo, y golpean la economía hasta la sumisión, usando el puño de hierro interno. Luego, cuando las víctimas han tenido lo suficiente, el capitalismo debe venir al rescate.

¿No tendría un sentido mayor tan sólo evitar, en primer lugar, la trampa socialista?

Para información adicional, ver:

Soviet Admissions: Communism Doesn’t Work por Peter J. Boettke
Private Ownership: A Must por Henry Hazlitt
The Soviet Tragedy: A History of Socialism in Russia, 1917-1991 and Russia Under the Bolshevik Regime por Richard Pipes, Martin Malia y Ralph Raico
Socialism: Force or Fantasy por Lawrence W. Reed
Four Ways Socialism is Anti-Social por Lawrence W. Reed
Margaret Thatcher on Socialism: 20 of Her Best Quotes por Lawrence W. Reed
The British Parliamentarian Who Jumped Ship from Socialism por Lawrence W. Reed
Socialism on My Mind por Lawrence W. Reed
61 Quick Facts and Observations on Socialism, Jesus and Wealth por Jon Miltimore
A Revolution to Always Remember but Never Celebrate por Lawrence W. Reed
Don’t Call Scandinavian Countries Socialist por Lawrence W. Reed

Lawrence W. Reed es presidente emérito y compañero senior Familia Humphreys de la Foundation for Economic Education (FEE) y Embajador Global por la Libertad Ron Manners, habiendo servido por casi 11 años como presidente de la FEE (2008-2019), Es autor del libro del 2020, Was Jesus a Socialist? así como de Real Heroes: Incredible True Stories of Courage, Character, and Conviction y Excuse Me, Professor: Challenging the Myths of Progressivism.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.