Artículo en celebración del natalicio de Hayek. Explica bien la diferencia entre el individualismo y el colectivismo.

F.A. HAYEK ACERCA DE “LA REGLA SUPREMA” QUE SEPARA AL COLECTIVISMO DEL INDIVIDUALISMO

Por Lawrence W. Reed
Fundación para la Educación Económica
Sábado 8 de mayo del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como lawrence w. reed foundation for economic education Hayek May 8, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

El principio de que los fines justifican los medios es uno en donde entran en colisión la ética de los individualistas y la de los colectivistas.

Nacido en Viena, en esta fecha (8 de mayor) de 1899, el economista y filósofo político austriaco Friedrich August von Hayek vivió para ver casi la totalidad del siglo XX. Él ganó el premio Nobel en Economía en 1974 y murió en 1992 a la edad de 92.

El siglo XX fue tal vez el más colectivista desde el Imperio Inca del siglo XVI ̶ una ironía trágica, pues Hayek le ofreció al mundo algunas de las críticas más incisivas del veneno colectivista.

Las ideas de Hayek acerca del colectivismo están diseminadas a través de sus muchos trabajos y se expresan particularmente bien en su libro clásico de 1944, The Road to Serfdom [Camino de Servidumbre]. Aquí se ofrecen algunas citas como tributo a él en el aniversario 122 de su nacimiento. (En adición, urjo a los lectores que tienen un interés especial en este asunto existencial, que consulten la selección de lecturas que proveo al final de este ensayo).

El colectivismo es una perspectiva acerca de la vida y acción humanas. Ve a la gente como una masa amorfa que requiere una dirección unificada (si no es que unánime). El individualismo es su opuesto, pues mira a la “humanidad” como una abstracción, compuesta de individuos únicos, cada quien con una mente y derechos propios. Mientras que un colectivista rápidamente engloba al individuo en nociones como voto mayoritario o “la voluntad general,” un individualista desconfía de cualquier persona o grupo que alegue hablar por otros sin su consentimiento.

Hayek señala lo que debería ser obvio, pero que, a menudo, se pasa por alto; esto es, que los “planes” de la autoridad colectivista son impuestos a expensas de los planes de los individuos. Eso significa que todas las formas de socialismo son, en esencia, colectivistas y que todas las críticas al colectivismo son aplicables, de una u otra forma, al socialismo. El socialismo invariablemente utiliza la retórica colectivista y, de mayor importancia, intenta lograr sus fines por métodos colectivistas. Tomadas en conjunto, las contribuciones de Hayek y su mentor Ludwig von Mises, constituyen un completo y poderoso desmantelamiento de la visión socialista, cuya única respuesta efectiva de los socialistas ha sido ignorarlas.

“Casi todas las cuestiones que se discuten entre socialistas y liberales [clásicos, de libre mercado],” escribe Hayek, “atañen a los métodos comunes a todas las formas del colectivismo y no a los fines particulares a los que desean aplicarlos…”

Por ejemplo, casi todo mundo favorece la educación en el abstracto. Un individualista estimularía una multiplicidad de métodos e instituciones para que la genta la adquiera por medio de elección personal y empresariedad privada. Un socialista apoya un enfoque colectivo -escuelas estatales, currículos estatales, órdenes provenientes de una autoridad, un tamaño que calza para todo. Un individualista nunca homogeneizaría la educación a través de la orden. Incluso podría citar a Mao y en realidad dar a entender que: “¡Dejen que florezcan cientos de flores!” Un colectivista, como el socialista Mao, no vería propósito alguno en un florecimiento de cien flores, excepto para cortarlas a muñones comunes y obedientes.

Para un colectivista, dejar solas a las flores o permitir una interminable variedad de ellas, es equivalente, señala Hayek, a que del todo no haya un plan. Los planes de los individuos son caos por definición, mientras que los planes de la autoridad centralizada son, de alguna forma, inherentemente racionales. “Lo que nuestros planificadores demandan,” hace ver Hayek, “es la dirección centralizada de toda la actividad económica según un plan único, que determine la ‘dirección explícita’ de los recursos de la sociedad para servir a particulares fines por una vía determinada.”

Esta distinción se reduce a esto: ¿Debería o no haber competencia? El individualista respondería esa pregunta con un entusiasta “¡SÍ!” pues competencia implica elección individual, rendición de cuentas, y una tendencia hacia la eficiencia. Implica experimentación, con consumidores mediante sus selecciones individuales decidiendo en última instancia los planes de quién producen los mejores resultados. El colectivista es instintivamente anti competencia, pues el plan que él quiere, puede no ser aquel que otra gente elige en una arena competitiva. Una sociedad libre e individualista, explica Hayek,

“…considera superior la competencia, no sólo porque en la mayor parte de las circunstancias es el método más eficiente conocido, sino, más aún, porque es el único método que permite a nuestras actividades ajustarse a las de cada uno de los demás sin intervención coercitiva o arbitraria de la autoridad. En realidad, uno de los principales argumentos en favor de la competencia estriba en que ésta evita la necesidad de un ‘control social explícito’ y da a los individuos una oportunidad para decidir si las perspectivas de una ocupación particular son suficientes para compensar las desventajas y los riesgos que lleva consigo.”


Formular política colectivista es, inescapablemente, la cúspide de la arrogancia. No es la tarea sabia de un Mago de Oz omnisapiente, benévolo. Como en la película, el “mago” resulta ser sólo otro mortal (o sus lacayos) que está detrás de la cortina colectivista, pretendiendo ser más inteligente y más grande que el resto de nosotros. ¿Por qué deberían sus planes tener precedencia sobre aquellos de otros humanos?
Usted puede alegar, como lo hacen los colectivistas, que él representa la mayoría más uno, o que posee intensiones superiores, o lo que sea, pero, usted no puede justificar el hecho de que tales alegatos sean algo más que presunciones arrogantes. “La fuerza hace el derecho” es todo lo que es la planificación colectivista.

Hoy, a menudo, a los estudiantes se les enseña que en el imaginario “espectro político,” el socialismo y el comunismo están a la “izquierda del centro” y que el capitalismo y el fascismo están a “la derecha del centro.” Como escribí en un ensayo reciente, “The Only Spectrum That Makes Sense,” esto es terriblemente engañoso. El socialismo, el comunismo y el fascismo son todos frijoles de la misma vainica colectivista. Hayek mantuvo que todos ellos despreciaban tanto la competencia como el individuo, y él está exactamente en lo correcto.

“La idea de una centralización completa de la dirección de la actividad económica espanta todavía a mucha gente,” escribió Hayek, “no sólo por la tremenda dificultad de la tarea, sino aún más por el horror que inspira el pensamiento de que todo sea dirigido desde un centro único.”

En el Capítulo Diez de Camino de Servidumbre (“Por qué los peores se colocan a la cabeza”), Hayek lanza un golpe del cual los colectivistas nunca se recuperan. ¿Por qué? Porque está basado fundamentalmente en un argumento moral:

“El principio de que el fin justifica los medios se considera en la ética individualista como la negación de toda moral social. En la ética colectivista se convierte necesariamente en la norma suprema; no hay, literalmente, nada que el colectivista consecuente no tenga que estar dispuesto a hacer si sirve ‘al bien del conjunto,’ porque el ‘bien del conjunto’ es el único criterio, para él, de lo que debe hacerse. La raison d’état, en la que ha encontrado su más explícita formulación la ética colectivista, no conoce otro límite que el fijado por la oportunidad; es decir, por la adecuación del acto particular al fin perseguido... No puede haber límite a lo que su ciudadano [del estado colectivista] debe estar dispuesto a hacer, ni acto que su conciencia pueda impedirle cometer, si es necesario para un fin que la comunidad se ha propuesto o que sus superiores le ordenan cumplir.”


Friedrich August von Hayek fue un gigante intelectual. Uno no necesita ser un intelectual para apreciarlo. Usted sólo debe ser un individuo que aprecia el hecho de que todo somos individuos, y que sólo el propio Dios es capaz de planificar las vidas o economías de otros.
¡Feliz cumpleaños, F.A. Hayek!

Para información adicional, ver:

Hayek Proved that Collectivism Cannot Provide Security
por Jim Huntzinger
Myth: Humanity Can Be Best Understood in a Collective Context por Lawrence W. Reed
The Trap of Collectivism por Jorge C. Carrasco
Is Individualism Vs. Collectivism the New Left Vs. Right? por Nicholas Baum
Star Trek and Collectivism: The Case of The Borg por Steven Yates
The Collectivist Paradox por Sheldon Richman
Experiments in Collectivism por Melvin D. Barger
The Collectivist Illusion por Tibor R. Machan
The Tulsa Race Massacre: A Mindless Rage of Collectivist Groupthink por Lawrence W. Reed
I, The Individual: Why the Individual Should be Celebrated por Lawrence W. Reed
Bigotry and Compulsory Inclusion are Both Collectivist por Pierre Lemieux
The Dark Lessons of Utopia por Alex Kozinski

Lawrence W. Reed es presidente emérito y compañero senior Familia Humphreys de la Foundation for Economic Education (FEE) y Embajador Global por la Libertad Ron Manners, habiendo servido por casi 11 años como presidente de la FEE (2008-2019), Es autor del libro del 2020, Was Jesus a Socialist? así como de Real Heroes: Incredible True Stories of Courage, Character, and Conviction y Excuse Me, Professor: Challenging the Myths of Progressivism.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.