Hay los que consideran que la solución ante una hiperinflación, es que el banco central supla más billetes: una impresora de billetes más rápida.

REUTERS: “DESAPARECE” EL EFECTIVO EN VENEZUELA A PESAR DE LA HIPERINFLACIÓN

Por Jon Miltimore
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 17 de marzo del 2021

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La última batalla contra la hiperinflación de Venezuela se está desarrollando cuando Estados Unidos enfrenta sus propias preocupaciones inflacionarias.

En Caracas las filas serpentean en las afueras de los bancos propiedad del estado, virtualmente todos los días cuando los venezolanos esperan para retirar fondos.

“Hacemos fila sólo para pagar el transporte público,” le dice a un reportero una enfermera llamada Karina, mientras espera para retirar el máximo de 400.000 bolívares.

Cuatrocientos mil bolívares pueden sonar como mucho. No lo es. Aproximadamente es el equivalente de veinte centavos de dólar.

“Con eso, usted ni siquiera puede comprar un caramelo,” dice Karina con tristeza.

No obstante, los venezolanos tienen poca posibilidad de elegir, excepto esperar en una fila para retirar dinero ̶ incluso si es un monto que ni siquiera comprará un dulce. Como reportó Reuters el lunes pasado, las estaciones de transporte público en Venezuela no pueden procesar pagos digitales lo que significa que una cantidad exorbitante de efectivo físico -aproximadamente tres cuartas partes de todos los bolívares en circulación en Venezuela- se gasta en los sistemas de transporte público, tan sólo para que los trabajadores puedan comprar tarifas del transporte para poder ir a trabajar.

“Pagar las tarifas del transporte es complicado pues no hay efectivo,” le dijo a Reuters Marina Ospino, una vendedora de tiempo parcial y madre de dos, cuando andaba en un autobús. “Y, para hacer un mandado, usted necesita tener una fortuna.”

¿NADA DE EFECTIVO?

La escasez de efectivo es de alguna forma difícil de entender. Después de todo, a principios de marzo, el banco central de Venezuela anunció que estaba introduciendo un nuevo billete de un millón de bolívares para facilitar las transacciones.

“Estos nuevos billetes complementarán y optimizarán las denominaciones actuales, para reunir los requisitos de la economía nacional,” dijo el banco central en una declaración.

El problema de Venezuela es que las impresoras ya no pueden seguir el ritmo de la hiperinflación que ellas precipitaron. La inflación era de 3.000 por ciento en enero, según estatal el banco central, en seguimiento de años de hiperinflación que tuvo su pico de 10 millones por ciento en el 2018.

Como resultado, la moneda venezolana es casi inservible, a pesar del anuncio reciente. (Esos nuevos billetes de un millón de bolívares equivalen más o menos a medio dólar).

No obstante, la hiperinflación no es el único problema monetario de Venezuela. El efectivo físico casi que literalmente está desapareciendo en el país. Reuters reporta que la cantidad de efectivo actualmente en circulación es aproximadamente un 2 por ciento de la oferta monetaria total en Venezuela, al reducirse considerablemente de un 7 por ciento de hace sólo unos pocos años atrás.

“Sí, está desapareciendo,” dijo en una entrevista el presidente Nicolás Maduro a principios de este año, cuando se le preguntó si el dinero físico se estaba haciendo más escaso. “Para Venezuela esa es una gran ventaja.” (Maduro no ofreció detalles de por qué esa era una ventaja para los venezolanos.)

Parte del acto de desaparición del efectivo parece emanar del hecho de que Venezuela ni siquiera puede obtener suficiente papel para imprimir los nuevos billetes.

“En el 2020, Venezuela le compró a una compañía brasileña dos embarques de papel de seguridad para imprimir efectivo, según Genius, empresa que recolecta registros aduaneros para la industria de importación y exportación,” reporta Reuters. “Un esfuerzo por imprimir billetes en Turquía fracasó, dijeron dos personas familiarizadas con el asunto.”

LOS PELIGROS DE LA HIPERINFLACIÓN

El sufrimiento de Venezuela es severo, pero la hiperinflación no es tan extraña como uno podría pensar.

Desde la Alemania de la era de Weimar hasta Zimbabwe en los años 2000 bajo Robert Mugabe y más allá, la historia moderna está repleta de ejemplos de hiperinflación que arrasaron con economías en alguna época fueron prósperas.

En la mayoría de los casos, las causas inmediatas de la hiperinflación no son difíciles de identificar: naciones que repetidamente inyectaron grandes cantidades de dinero en sus economías. Ciertamente fue el caso de Venezuela, en donde su sistema socialista disparó una enorme cantidad gasto público, que ya no era sostenible como resultado del colapso global de los precios del petróleo y la erosión de la industria privada.

El gasto gubernamental más que se triplicó en Venezuela entre el 2000 y el 2013, un período que fue seguido de un colapso en el crecimiento económico, que vio al PIB de la nación caer en más de un tercio entre el 2013 y el 2017. De acuerdo con The Economist, Maduro se volcó hacia la “solución” más obvia de su crisis económica: “una creación desbocada de dinero para financiar el déficit presupuestario.”

¿UN CUENTO DE PRECAUCIÓN?

La tragedia económica de Venezuela se está desarrollando cuando Estados Unidos encara sus propias preocupaciones inflacionarias.

Una encuesta del Banco de América, recientemente publicada, revela que la principal preocupación de los inversionistas ya no es más la pandemia, sino el riesgo de inflación en la economía.

“Tanto la inflación (37% de quienes respondieron) como el riesgo de un berrinche del mercado [un pánico impulsado por una reducción de la cantidad de dinero que está siendo inyectada en la economía] (un 35%) le ganan a la pandemia como el mayor riesgo de los inversionistas,” reporta Axios.

Los inversionistas no fallan en sus temores. En recientes semanas, economistas han expresado preocupaciones acerca de una inflación que se desliza, que bordeó el 0.4 por ciento en febrero, resultado del aumento en los precios de la energía.

“Pienso que hay un riesgo enorme que estamos corriendo,” señaló hace poco hizo el economista y anterior presidente de Harvard, Larry Summers. “Pienso que hay una posibilidad real de que dentro de un año estaremos lidiando con el problema de inflación incipiente más serio que hayamos encarado en los últimos 40 años.”

Las preocupaciones acerca de la inflación no deberían venir como una sorpresa.

Como en Venezuela, las impresoras en Estados Unidos últimamente han estado trabajando tiempo extra. La hoja de balance de la Fed explotó a más de $7 millones de millones en el 2020, un aumento de alrededor del 600 por ciento desde la crisis financiera del 2008. Este bombeo de dinero sin precedente intentaba estimular la economía, tanto al reducir artificialmente las tasas de interés como financiar un alza masiva del gasto público a resultas de la pandemia del coronavirus. Por encima del presupuesto federal de casi $5 millones de millones, el año pasado los legisladores aprobaron paquetes de estímulo federal que se espera lleguen a $6 millones de millones en gasto total ̶ más o menos $42.000 por cada contribuyente de los Estados Unidos.

Recientemente, el Washington Post alabó la más reciente inyección, un paquete de “alivio por el Covid” de $1.9 millones de millones, que contenía muchos ítems de gasto elevado, que nada tenían que ver con la pandemia.

“El estímulo de Biden inunda de dinero a los estadounidenses, recortando fuertemente la pobreza en una movida definitoria de la presidencia,” declaró el Post.

No obstante, esa lluvia de dinero no es gratis. La simple realidad económica es que imprimir dinero viene con un costo. Resulta que el dinero vale menos que antes.

Muchos dirán que lo que está pasando en Venezuela “no puede pasar aquí.” Esa es una filosofía poco sabia.

La verdad es que sí puede pasar aquí, en especial si quienes hacen las políticas son seducidos por el nuevo pensamiento económico de moda de la Teoría Monetaria Moderna (TMM), que rechaza la idea de que los presupuestos deben ser balanceados, pues los gobiernos tienen la habilidad de simplemente emitir dinero propio sin límites.

“El carpintero no puede quedarse sin pulgadas. El estadio no puede quedarse sin puntos. Las aerolíneas no pueden quedarse sin sus millas gratis para viajar. Y los Estados Unidos no puede quedarse sin dólares,” afirmó en el 2019 la economista Stephanie Kelton, anterior asesora de Bernie Sanders e impulsora de la TMM.

La respuesta obvia, señaló el economista David Youngberg, es que un estadio puede quedarse sin asientos. Las aerolíneas pueden quedarse sin combustible. Los carpinteros pueden quedarse sin madera. Y, como lo muestra Venezuela, es incluso posible quedarse sin dinero en efectivo ̶ una vez que llega a ser virtualmente inútil.

La realidad económica básica es que tampoco la Fed puede sostener una expansión monetaria indefinidamente sin arriesgar una inflación importante.

Jonathan Miltimore es editor administrativo de la FEE.org. Sus reportajes y artículos han aparecido en la revista TIME, el Wall Street Journal, CNN, Forbes, Fox News y el Star Tribune. Otros: El Washington Times, MSN.com, El Washington Examiner, el Daily Caller, el Federalist, el Epoch Times.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.