“Nunca hay que desaprovechar la oportunidad de una nueva crisis”: algunos para ampliar su poder político, otros para enriquecerse a costas de los demás.

LO QUE LA INADAPTADA RESPUESTA A LA PANDEMIA LE ESTÁ HACIENDO A NUESTRAS SOCIEDADES

Por Joakim Book
American Institute for Economic Research
12 de marzo del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como Joakim book institute for economic research inapt March 12, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Ronald Reagan dijo famosamente que las nueve palabras más aterradoras en el idioma inglés eran “Yo vengo del Gobierno, y estoy aquí para ayudar.”

La pandemia, o más bien cómo nosotros y nuestros gobiernos escogimos actuar en el 2020, convirtió a ese enemigo en un salvador bendito y proyectó como la amenaza externa a una enfermedad invisible y siempre al acecho. Súbitamente, ya no más eran aplicables las viejas reglas, y los gobiernos se apuraron a llenar el vacío colmándonos de regalos brillantes (“¡Más dinero, más poder!)

Lo que logramos fue formas de vida arruinadas, sueños destrozados, y desesperación, que se diseminaron más rápidamente que la enfermedad que esas medidas intentaban contrarrestar. Contra eso, cheques gubernamentales enviados indiscriminadamente constituyen un alivio pequeño.

Lo que hemos tenido en el último año es principalmente regulaciones estúpidas (¿hay algunas inteligentes…?) y gente internalizándolas dormidamente como si fueran transmitidas por un profeta en tablas de piedra. Sí, la manía del Covid es un culto religioso. Más que un resurgir en idolatría fuera de lugar me preocupan las actitudes sociales que vienen con eso. Ahora cualquier amenaza puede, de nuevo, ser tratada mediante la imposición de reglas tal como lo hicimos ̶ mi vida es suya para que usted la gobierne. (¿No piensa usted que la muchedumbre climática está ansiosa por su oportunidad de tomar las decisiones?)

Mientras que los Estados Unidos estaba ocupado repartiendo dinero en un intento no lo suficientemente encubierto de introducir esquemas de Ingreso Básico Universal (IBU), los gobernantes europeos siguieron una visión más zombi: congelar en su sitio a los mercados de trabajo, al pagar a empleadores y trabajadores para que no trabajaran. “Manos arriba, nadie se mueva,” dijeron los gobiernos y reguladores europeos.

En la primavera, esta medida temporal -como todas las medidas “temporales” de largo plazo del gobierno - parecía razonable, cuando esa amenaza invisible pasaría en unas pocas semanas (¿correcto?). ¿Por qué echar a perder las relaciones laborales productivas cuando regresaremos a la normalidad dentro de poco?

Las semanas se convirtieron en meses y los meses en un año. Es impensable que, después de un año, en la planilla gubernamental, viviendo una vida relajada sin consecuencias financieras notables para el individuo, ello no haya cambiado la mentalidad y formato ideológico de grandes segmentos de la sociedad. Me pregunto hondamente qué es lo que eso le hace a una población: mientras que trabajadores en industrias afectadas fueron compensados por gobiernos que piden prestado e imprimen dinero, se dejó que aquellos cuyos ingresos no fueron directamente afectados lucharan por sí mismos ̶ sin ninguno de los placeres y rutinas que sus vidas generalmente incluyen.

Durante más o menos un año, muchos europeos tuvieron una vacación pagada (no obstante, sin el placer de viajar), a expensas de todos los demás. Los estadounidenses marginaron a los empleadores, para, en vez de ello, bañar a su populacho con efectivo y moratorias en el pago de alquileres. La misma lección inolvidable se inculcó en la psique civil a ambos lados del charco: el gobierno puede pagar todo; pues, para citar el adagio de la Teoría Monetaria Moderna, nosotros podemos tener cosas maravillosas.

No es difícil poner esto en términos que nos recuerdan horrendos discursos políticos: una división entre creadores y vividores, entre productores de valor y reinas del bienestar, entre aquellos que hacen y aquellos que gorronean. Nosotros aceptamos que los jóvenes y viejos vivan del sudor de aquellos que trabajan, entendiendo muy bien que todos pasamos por esas mismas fases. Es una cosa muy distinta lo que ahora los gobiernos están promulgando subrepticiamente: algunas personas viven bien a expensas de todos los demás, mientras que las pasiones, sueños, y amistades de estos últimos se deterioran y decaen.

Sí, este cuento de hadas debe terminar algún día, ya sea en desengaño y reconciliación si aun queremos continuar como sociedad libre, o en resentimiento y (esperanzadoramente no violenta) guerra civil si preferimos alejamos, separamos y segregamos. Es muy difícil tender un puente en esa vasta división entre esas dos formas de vida, las de quienes fueron groseramente despojadas -empresas de turismo, restaurantes y bares, propietarios de pequeños negocios cerrando de por vida- y mis amigos disfrutando la totalidad de sus salarios por la pandemia en un trabajo que no es a tiempo parcial.

En ese sentido, el pequeño consuelo de cheques gubernamentales, incluso para aquellos cuyas formas de vida no han sido destruidas, es, al menos, algo: ellos logran alguna compensación por las libertades y experiencias que el gobierno les quitó. Los europeos, en posiciones similares, no lo han sido: ellos obligadamente perdieron un año de sus vidas, con poco por mostrar ante ello, y ahora se asoman aumentos tributarios, como lo anunció recientemente el ministro de Hacienda británico Rishi Sunak.

Gracias, gobierno, por su servicio espléndido.

Y no soy el único preocupado por estos cambios sutiles. El equipo editorial del Wall Street Journal comentó acerca de los contenidos del paquete de $1.9 millones de millones:

“Sólo una pequeña parte de lo que los Demócratas pasaron es para alivio pandémico o económico. Es principalmente una parada de su tren de alta velocidad hacia un estado asistencial de bienestar desde la cuna hasta la tumba. La mayor parte de los $1.9 millones de millones fluirá hacia sindicatos gubernamentales o en transferir ingresos supuestamente temporales que los Demócratas pretenden hacer permanentes luego en este año.”

¿La lógica? “La mayoría de los Demócratas quiere desligar al asistencialismo del trabajo como un asunto de principio.”

LA ILUSIÓN DE QUE TODOS PUEDEN VIVIR A EXPENSAS DE TODOS LOS DEMÁS

Una abundancia de cosas estaba destrozando las sociedades estadounidenses mucho antes de la pandemia: guerras culturales, intolerancia intelectual, división entre generaciones, integrados contra excluidos en mercados laborales y de vivienda. Europa compartió algunos de los problemas de Estados Unidos y agregó grietas propias: inmigración, el euro, y la burocracia del superestado de la Unión Europea.

Es justo preguntarse que harán al tejido de una sociedad ya rota en pedazos un IBU extenso, asistencialismo gubernamental, y hacer de los mercados laborales unos zombis: no se preocupe por abrirse camino, la interminable bolsa de oro del gobierno está aquí para salvarlo de todas y cualesquiera de las dificultades que usted pueda o no experimentar. No se preocupe por usted o aquellos cercanos a usted: no ahorre para días difíciles, no sea responsable, no aprenda habilidades de valor que le hacen más empleable; de hecho, no trabaje duro ̶ o del todo.
Tan sólo, usted sabe, deles vuelta a las aterradoras palabras de Reagan, abrace a esos agradables muchachos del gobierno, y culpe a alguien más por sus problemas (en realidad, a cualquiera: los Republicanos, las élites, los idiotas del covid, el patriarcado, el privilegio blanco, los valores sociales arbitrarios que no lo tomen en serio después que usted se tiño su cabello color verde neón).

La pandemia y la extralimitación gubernamental que le siguió son sólo otros males agregados encima de los previos. Para los gobernantes, siempre del lado que progresa ante cualquier división, este es un sueño hecho realidad: ningún costo (financiero), ninguna queja pública u obstáculos políticos. Una tierra de fantasía para quienes quieren que los gobiernos no sean los salvadores de ultima instancia, sino de primera instancia. Y, si todos comparten en los donativos ostensiblemente gratuitos, todos somos culpables cuando los proponentes de gobiernos siempre cada vez más grandes, luego digan, “Pero, ¡el Tío Sam nos salvó del Covid! ¡Todos ustedes se beneficiaron con su apoyo financiero generoso!”

Ethan Yang escribe persuasivamente que

“Aunque mucha gente apoya las cuarentenas porque cree que ellas ayudarán a controlar el virus, otros genuinamente las ven como un medio para cambiar fundamentalmente a la sociedad estadounidense, a pesar de nuestros valores individualistas.”

Probablemente son insalvables las grietas entre aquellos que se abren camino en buena lid y aquellos que son parásitos del apoyo gubernamental por la pandemia.

Ese editorial del Wall Street Journal no pierde tiempo con calificaciones: “El objetivo del programa del partido Demócrata no es alivio ante el Covid. El punto es expandir y solidificar el papel del gobierno como el garante a cada estadounidense de ingreso no relacionado con obligación alguna de trabajar.”

Saluden a su nuevo salvador en Washington; él (o ella) probablemente está para quedarse.

Joakim Book es un escritor, investigador y editor, entre otras cosas, acerca de dinero, finanzas e historia financiera. Posee una maestría de la Universidad de Oxford y ha sido académico visitante del American Institute for Economic Research en el 2018 y el 2019. Sus escritos han aparecido en el Financial Times, FT Alphaville, Neue Zürcher Zeitung, Svenska Dagbladet, Zero Hedge, The Property Chronicle y muchos otros medios. Él es escritor regular y cofundador del sitio libre sueco Cospaia.se, y escritor frecuente en CapX, NotesOnLiberty, y en HumanProgress.org.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.