Una pregunta que muchos nos hacemos: ¿Cuándo terminará toda esta cosa de la pandemia presuntamente administrada por los políticos?

¿CÓMO TERMINA TODO ESTO?

Por Jeffrey A. Tucker
American Institute for Economic Research
23 de febrero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como jeffrey a. tucker institute for economic research end February 20, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Existe un sentimiento en el aíre de que la pandemia se está reduciendo, y junto con ella, la cultura toxica de la división, temor, y odio. Los casos se han reducido dramáticamente. También, las muertes. Las hospitalizaciones ya no son irregulares. Las restricciones están siendo repelidas. Usted puede seguir la acción diariamente en la nueva e inusualmente competente página de acceso acerca de los virus de los CDCs (sólo les tomó un año construirla).

A pesar de toda esta hablada acerca de órdenes nuevas normales e infinitas, existe la esperanza de que todo se podría desarrollar rápidamente, impulsado por la fuerza de la impaciencia y frustración del público con las restricciones, y una lucha política por evitar la responsabilidad huyendo de todo lo que hicieron durante el año pasado.

La lista de señales y símbolos podrías ser muy extensa.


  • Políticos que sobre reaccionaron súbitamente están siendo responsabilizados, con Andrew Cuomo y Gavin Newsom, ambos, en la silla caliente. Peticiones para que gobernadores y alcaldes renuncien consumen las noticias locales y estatales. Claramente se está construyendo un tumulto político importante.
  • Los científicos de la Declaración de Great Barrington difícilmente pueden satisfacer todas las peticiones de entrevistas respetuosas, ahora que se está aclarando que ellos todo el tiempo estuvieron en lo correcto.
  • La experiencia en estados abiertos, como Florida, Georgia, Dakota del Sur, etcétera, hace imposible ignorar la amarga verdad de que las cuarentenas no lograron nada para la salud pública, pero causaron daño a la salud, negocios, libertades, leyes, y vida civilizada.
  • La presión por abrir las economías, por la misma gente que las encerró, como Boris Johnson en el Reino Unido, es un repudio implícito al movimiento sinsentido ZeroCovid. Ahora todo mundo parece estar de acuerdo con lo que el American Institute for Economic Research (AIER) ha estado diciendo durante un año: la humanidad debe lidiar inteligentemente con los patógenos y dejar de pretender que fuerzas políticas pueden controlarlos.
  • La compañera visitante de AIER, Naomi Wolf, la noche anterior tuvo un éxito en el show de Tucker Carlson, y hablaron como aliados en los esfuerzos por reabrir después de años de divergencias ideológicas.
  • Hay un cansancio creciente hacia las ensaladas cotidianas de Anthony Fauci, que han mezclado masivamente los mensajes de salud pública por todo un año, al punto que Meghan McCain ha pedido su despido.
  • Hace un año, la revista Slate estaba teniendo sentido hasta que el virus se hizo político y se unió a la multitud pro cuarentena. Ahora, la publicación, de nuevo, está regresando a tener sentido con esta excelente pieza.
  • La revista médica Lancet está publicando artículos breves acerca de los costos de la cuarentena, incluyendo esta carta fascinante de Martin Kulldorf.
  • Una prestigiosa revista europea de salud pública ha publicado un ataque abrasador, a la misma idea de que alguna vez se podría confiar en el poder gubernamental para mitigar el virus.


La gente que ha dedicado sus carreras y vidas a esta pandemia y sus políticas las rodean pronto podría necesitar enfrentar una nueva raison d’etre. Luego, comienza la limpieza -cómo fue que esto sucedió, quién lo hizo, cómo asegurarse que nunca vuelva a pasar – y no termina sino, tal vez, en décadas.

Ha sido fascinante ver los primeros borradores de las razones de por qué. Habrá algunos esfuerzos superficiales por acreditar las cuarentenas, mascarillas, separación entre humanos, y cierres por, de alguna forma, haber alejado el virus. El problema es que no existe evidencia de ello.
Hay evidencia para muchas otras explicaciones que tienen que ver con la inmunidad de rebaño y “estacionalidad” (otra forma de decir que el patógeno viene y después se aleja) y posiblemente más precisión en los exámenes.

Por ejemplo, este nuevo artículo de la muy prudente Jennifer Beam Dowd de Oxford, nombra muchos factores (a la vez que disminuye el rol de las vacunas), pero dice de las mascarillas, etcétera, que es “un desafío identificar sus efectos específicos, y los casos se están reduciendo en casi todos los estados, aún en los de un rango amplio de políticas.”

¡En efecto!

El ajuste de las cuentas tomará lugar en muchos meses, si no es años. Al final, la gente estará preguntándose por qué tomamos esas medidas tan extremas, que destruyeron tantas vidas, cuando el equilibrio endémico viene a su momento, independientemente de todas esas medidas. Intentamos un experimento descabellado de control social y económico y nos deja evidencia escasa de que eso hizo mucha diferencia con el virus, pero una vasta evidencia de que desmoralizaron y arruinaron la vida de miles de millones de personas.

Y ¿qué acerca de la apertura? Continuarán quienes se escondieron por temor, lidiando aún con un profundo trauma psicológico, que viene de estar viendo a periodistas de la televisión gritar con pánico durante la mayor parte del año. Pero, habrá una mayoría emergente que estará más dispuesta a regresar a una vida real.

Mi libro al cual acudí durante la pandemia y la respuesta, ha sido la notable novela de Albert Camus The Plague [La peste]. La escribió como parte de su autobiografía acerca de su propia cuarentena. Se publicó en 1947. Aún se destaca como una descripción brillante de la sociología y psicología del temor durante la pandemia y cuarentena.

Al aproximarnos al final de la novela, la plaga empieza a disiparse, no debido a algo que los pueblerinos hicieron o debido a restricciones de sus vidas. Mejora porque el virus siguió su curso pandémico. Lo que ahora impacta es qué tan rápidamente se presenta el amanecer de la normalidad, seguido de una nueva apreciación de la vida, diversión, fiesta y exuberancia.

Al empezar la gente a ver el final, Camus registra la escena ficticia.

“Sin duda que la peste todavía no había terminado, un hecho que debía recordarse. Sin embargo, en su imaginación, ya desde muchas semanas antes, podían escuchar a los trenes partir silbando en su camino hacia un mundo externo que no tenía límite y los barcos surcando mares luminosos. Al día siguiente, estos ánimos estarían más calmados y renacerían las dudas. Pero, por el momento, la ciudad entera se despabilaba, dejando los lugares cerrados, sombríos e inmóviles, donde había echado raíces de piedra, y se ponía al fin en marcha como con un cargamento de supervivientes hacia una tierra prometida….

Se bailaba en todas las calles y plazas. De la noche a la mañana el tránsito había aumentado al doble y los automóviles, multiplicados de pronto, eran detenidos en cada vuelta por multitudes alegres. Todas las campanas de la ciudad, echadas a vuelo, sonaron durante la tarde, llenando con sus vibraciones un cielo azul y dorado. En las iglesias había oficios en acción de gracias. Y, al mismo tiempo, todos los lugares de placer estaban llenos hasta reventar, y los cafés, sin preocuparse del porvenir, distribuían las últimas botellas de licor. Ante sus mostradores se estrujaba una multitud de gente, toda igualmente excitadas, incluso numerosas parejas abrazadas que no temían ofrecerse en espectáculo. Todos gritaban o reían. Las reservas de vida que se habían hecho durante esos meses en que cada uno había tenido su alma en vela, las gastaban en este día que si fuera el día de su supervivencia. Al día siguiente empezaría la vida tal como es, con sus preocupaciones.
Pero, por el momento, la gente de orígenes muy diversos se codeaba y fraternizaba. La igualdad que la presencia de la muerte no había realizado de hecho, la establecía la alegría de la liberación, al menos por unas horas.”

Y así se da la apertura, lentamente al principio, luego rápidamente, luego toda de una vez. El cambio decisivo se presenta cuando el público regresa a pensar racionalmente, rehúsa estar encerrado más tiempo, y decide confiar en si mismo y la profesión médica, en vez de las élites poderosas que sólo pretenden administrar la enfermedad. El trauma se mantiene, por supuesto, pero también empieza el alivio.

El pasado abril, en un momento de mayor inocencia, en verdad que me imaginé que estas cuarentenas y restricciones no podían durar. Había subestimado tanto el pánico en el público como la disposición gubernamental de duplicar y triplicar sus políticas inviables.

También, sobreestimé lo que previamente había imaginado sería un compromiso generalizado con la libertad y propiedad, que habría inspirado alguna revuelta pública al inicio. Así que ahora nos encontramos un año completo después con reportes de la carnicería de las cuarentenas apareciendo día a día, hora tras hora. Es un desastre gigantesco, para estar claros, pero, el final parece vislumbrase y gracias a Dios por ello. Que empiece la macha atrás.

Jeffrey A. Tucker es director editorial del American Institute for Economic Research. Es autor de muchos miles de artículos en la prensa académica y popular y de nueve libros en 5 idiomas, siendo el más reciente Liberty or Lockdown. También es editor de The Best of Mises. Es conferenciante habitual en temas de economía, tecnología, filosofía social y cultura.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.