Aquí nos salen con ese mismo cuento de impuestos justos y que hay que pagar lo justo, pero lo que en realidad les interesa es ver cómo se apropian de lo ganado por otros, para usarlos esos recursos en satisfacer objetivos personales propios, usualmente asociados con un aumento de su poder político.

CUANDO LOS POLÍTICOS DICEN QUE UN IMPUESTO ES JUSTO, TAN SÓLO DAN A ENTENDER MÁS IMPUESTOS

Por James R. Harrigan & Antony Davies
American Institute for Economic Research
30 de abril del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como james r. harrigan & antony davies institute for economic research politicians April 30, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Los políticos nunca parecen tener mucho problema en decirnos que ellos quieren aumentar los impuestos. Parece surgir tan naturalmente en ellos como respirar lo es para el resto de nosotros. Por supuesto, ellos hacen lo más que pueden para mantener el foco sobre “el rico,” quienes, dicen ellos, deben “pagar su porción justa.” Pero, ¿qué es lo que difícilmente los políticos dicen alguna vez? Difícilmente dicen quiénes son “los ricos.” Y, cuando lo hacen, usualmente apuntan a multimillonarios, si bien por eso dan a entender a gente con considerablemente menos. ¿Qué es lo que también nunca dicen? Ellos nunca dicen qué significa una “porción justa.” Realmente eso sólo significa “más.” ¡Quién lo hubiera pensado…!

Esto crea un problema para la clase de la guerra de clases, pues es esa misma gente rica quien financia sus campañas políticas. Y, si eso no fuera suficientemente malo, la mayoría de congresistas y senadores estadounidenses son ricos. Los dos que más gritan acerca de poner impuestos a los ricos, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, valen $2.5 millones y $12 millones respectivamente, ¿Cuáles son las posibilidades de que estos dos, y sus amigotes en el Congreso, muerdan las manos que les alimentan? ¿Cuáles son las posibilidades de que ellos se muerdan sus propias manos?

Hacemos bien si recordamos a 1988. George H.W. Bush, al aceptar la nominación del partido republicano para la presidencia, dejó este punto perfectamente en claro. La gente le presionaría a él para que aumentara los impuestos, pero, cuando eso sucediera, diría, clamaría, “Lean mis labios. No nuevos impuestos.” Considerando todas las cosas, aquella fue una promesa sumamente fácil de hacer, pero mucho más difícil de mantener. No pasó mucho tiempo para que Bush rompiera su promesa, pero, al hacerlo, él sólo se fue contra “los ricos,” al firmar una ley de un impuesto al lujo del 10 % a cosas que la gente rica compra ̶ yates, aviones privados, y joyería cara.

Se suponía que el impuesto produciría más de $30 millones en ingresos adicionales, pero produjo muy poco. Los ricos simplemente fueron a otras partes a comprar sus lujos. Los empresarios y la clase trabajadora lo pagaron, y lo pagaron duramente, cuando el impuesto destruyó casi 10.000 empleos en las industrias de botes, aviones y joyería. Entre tanto, las empresas extranjeras se enriquecieron como bandidos. Y esa es la diferencia entre la retórica y la realidad de la imposición.

Podemos ahondar más en la realidad de los impuestos por medio de la Oficina de Presupuestaria del Congreso (OPC), la que les pregunta a los estadounidenses cuánto ganan y cuánto pagan en impuestos federales. Separar esas preguntas según el nivel de ingreso brinda alguna idea valiosa acerca de quién está y quién no está pagando su “porción justa.”

Para soslayar problemas técnicos, como cancelaciones y deducciones, ingreso por salarios versus ingreso por intereses, e impuestos a la planilla versus a las ganancias de capital, la OPC junta en un solo grupo todos los impuestos federales que la gente paga: impuestos al ingreso (neto del Crédito Impositivo por el Ingreso Ganado), impuestos a la planilla, impuestos a las empresas (incluyendo impuestos a las ganancias de capital), e impuestos específicos. En otro grupo, la OPC ubica el ingreso de mercado que la gente gana de todas las fuentes: sueldos, salarios, beneficios pagados por el patrono, ingresos por intereses, ingresos de negocios, ganancias de capital, ingreso por alquileres, ingreso diferido, y otras fuentes de ingreso no gubernamental. La OPC entonces divide el primer número entre el segundo para obtener las tasas efectivas promedio de impuestos. La tasa efectiva promedio de impuesto es la fracción de la totalidad de ingresos que ellos en realidad pagan a la Dirección de Impuestos Internos (IRS).

Los últimos números de la OPC no nos dicen qué es lo justo; sino que nos dicen quién está pagando qué. Mientras que los políticos evitan eso, tal como los vampiros evitan el ajo, saber lo que la gente en realidad paga es la primera cosa que necesitamos para determinar en cualquier discusión qué es “justo.”

En el 2017 (último año del que hay datos disponibles), el ingreso familiar promedio del 1% más alto fue de $2 millones, el ingreso familiar promedio del 20% de la mitad fue de $61.700, y en el 20% inferior fue de $15.900. Después de varios ejercicios contables y legales por los que uno pasa para reducir la carga impositiva propia, el hogar promedio del 1% más alto pagó alrededor de un 32% de esos $2 millones en impuestos federales. La familia promedio de ingreso medio pagó un 17%, y la familia promedio del 20% inferior, pagó menos del 2%.

En otras palabras, la familia promedio del uno por ciento ganó alrededor de 125 veces lo que ganó la familia promedio del 20 por ciento más bajo, pero pagó más de 2.000 veces en impuestos federales.

Y, este no es un fenómeno nuevo. Los ricos han estado pagando la mayor parte de la porción de impuestos federales durante décadas. En efecto, desde mediados de los años ochenta, la tasa efectiva de impuesto promedio pagada por el 1% más alto, ha permanecido más o menos siendo la misma, mientras que la tasa pagada por el 20% inferior ha disminuido constantemente.

El cuadro “Tasa Promedio de Impuestos Federales, según Grupos de Ingresos, de 1979 al 2017” puede verse en james r. harrigan & antony davies institute for economic research politicians April 30, 2021.

Pero, esta no es toda la historia, pues, mientras lo que el gobierno federal toma con una mano, lo entrega con la otra. Las transferencias son pagos en efectivo y servicios en especie que el gobierno da a la gente. Las transferencias basadas en la capacidad económica se distribuyen según las necesidades y típicamente disminuyen al aumentar el ingreso de una familia. Las transferencias basadas en los ingresos se distribuyen con base en los ingresos y típicamente aumentan al elevarse el ingreso de las familias.

El gobierno hace sus transferencias basadas en la capacidad económica por medio del Medicaid, CHIP (Siglas en inglés de Programa de Seguro de Salud de Niños), SNAP (anteriormente “cupones para alimentos”), Asistencia Temporal para Familias en Necesidad (anteriormente Ayuda a Familias con Niños Dependientes), asistencia para vivienda, asistencia de ingreso, asistencia para energía, y programas de nutrición infantil. El gobierno suple las transferencias basadas en el ingreso en forma de beneficios de seguridad social: beneficios del Seguro Social y Medicare, seguro de desempleo, y compensación a trabajadores.

Los trabajadores tienden a pensar de los beneficios de seguridad social -en particular, beneficios de pensiones del Seguro Social- no como transferencias gubernamentales, sino como un rendimiento del dinero que pagaron al sistema de seguridad social. De hecho, hace mucho tiempo la Corte Suprema estableció que los beneficios del Seguro Social no son un derecho contractual (Fleming versus Nestor, 1960), que los impuestos al seguro social pagados al sistema son como cualquier otro ingreso gubernamental y no están asignados específicamente para beneficios de la Seguridad Social (Helvering versus Davis, 1937). En consecuencia, en nuestros cálculos, deberemos tratar los impuestos a la planilla para el seguro social como cualquier otro impuesto federal y, similarmente, los beneficios del seguro social como cualquier otra transferencia federal.

Claramente, estas transferencias son principalmente cosas que el gobierno hace para ayudar a hogares de menores ingresos. Pero, aparte de la intención, las transferencias son, de hecho, impuestos negativos. Al substraer las transferencias que las familias reciben, de los impuestos que las familias pagan, dan los impuestos federales netos pagados. La familia promedio del 1% más alto pagó $620.000 en impuestos federales y recibió $1.300 en transferencias, sobre un ingreso de mercado de $2 millones, dando una tasa efectiva de impuestos neta del 31%. La familia promedio de la mitad del ingreso pagó $10.500 y recibió $16.800, sobre un ingreso de mercado de $61.700, dando una tasa efectiva de impuestos neta de un 10% negativo. La familia promedio del 20% inferior pagó $300 en impuestos y recibió $20.300 en transferencias, sobre un ingreso de mercado de $15.900, dando una tasa de impuestos efectiva neta de un 126% negativo.

El cuadro “Tasa Promedio de Impuestos Federales Netos,” puede verse en james r. harrigan & antony davies institute for economic research politicians April 30, 2021.

Un interesado en gravar al rico para darle al pobre puede afirmar que este tipo de resultado es precisamente aquel tipo de cosas que se supone logra un sistema de impuestos progresivo. Dejando de lado el argumento de si transferencias masivas como estas son aconsejables, lo que queda claro es que es un poco exagerado alegar que los ricos no están pagando su “porción justa,” cuando el 60% inferior de las familias del todo no está pagando algo.

Si se toma en cuenta tanto a impuestos como transferencias federales, en promedio, sólo el 40 por ciento más alto de las familias son pagadores netos en el sistema de impuestos y transferencias federales. Esta es la razón de por qué la mayoría de las discusiones acerca de recortes de impuestos terminan con la aseveración de parte de quienes promueven los recortes impositivos, de que simplemente quieren “recortar impuestos para los ricos.” Nuestro sistema de impuestos y transferencias es tan progresivo que, casi por definición, cualquier recorte de impuestos es un recorte de impuestos para el rico, pues en promedio, son las únicas familias pagadoras netas.

En una democracia, un sistema impositivo en que algunos son pagadores netos y otros receptores netos, se hace peligrosamente inestable cuando los receptores netos llegan a convertirse en más de la mitad de todos los votantes. En ese punto, la mayoría tiene un incentivo para votar por un gasto siempre creciente, para beneficio de ella e impuestos cada ver mayores sobre la minoría que paga.

Nada de esto es nuevo, pues no es acerca de un sistema particular económico o político, sino acerca de la naturaleza humana. La gente siempre quiere más a cambio de menos. Los políticos simplemente han descubierto una forma de convertir el deseo de la gente por más, en votos para aquellos. El truco está en decirle a la mayoría votante que la minoría rica no está pagando su porción justa, y que sólo si la mayoría vota correctamente, puede restaurar la justicia, Pero, no obstante, al nunca definir lo “justo,” los políticos sólo pueden repetir sus alegatos cansinos elección tras elección.

Así que, ¿qué es exactamente la “porción justa” de alguien? Esa es una pregunta difícil, y se hace más aún cuando a la gente que tiene la tarea de responderla, todo lo que puede hacer es evitar hacerlo. Mientras que eso continúa, los llamados para que el rico pague “su porción justa” nunca terminarán, pues, a la luz de los números, del todo los proponentes no parecen querer dar a entender qué es “justo.”
Simplemente dan a entender, “más.”

James R. Harrigan es director administrativo del Centro para la Filosofía de la Libertad en la Universidad de Arizona, y el profesor distinguido F.A. Hayek de la Fundación para la Educación Económica. Es también coanfitrión del podcast Words & Numbers. Previamente fue deán de la American University de Irak-Sulaimani, y, luego, sirvió como director de programas académicos del Institute for Human Studies y de Strata, en donde también fue compañero sénior de investigación. Ha escrito extensamente en la prensa popular, con artículos en el Wall Street Journal, USA Today, U.S. News and World Report, y un conjunto de otros medios. Es también coautor del libro Cooperation & Coercion. Su trabajo actual se enfoca en las intersecciones entre economía política, política pública y filosofía política.

Antony Davies es el compañero distinguido Milton Friedman de la Fundación para la Educación Económica y profesor asociado de economía en la Univesidad Duquesne. Autor de Principles of Microeconomics (Cognella), Undestanding Statitics (Cato Institute), y Cooperation and Coercion (ISI Books). Ha escrito cientos de páginas de opinión, incluyendo, entre otros, en el Wall Street Journal, Los Angeles Times, USA Today, the New York Post, New York Daily News, Newsday, U.S. News y el Houston Chronicle. Es también coanfitrión del podcasrt semanal Words & Numbers. Davies fue Funcionario Jefe Financiero de Parabon Computation, y fundó varias empresas de tecnología.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.