Una buena explicación del sinsentido que tienen y el daño que causarían los aumentos propuestos por Biden.

TRES RAZONES POR LAS QUE EL AUMENTO DE IMPUESTOS DE BIDEN NO TIENE SENTIDO

Por Daniel Lacalle
Mises Institute
6 de mayo del 2021

Quienquiera que crea que los “ricos” y las grandes empresas pagarán los $28 millones de millones en deuda o los $2 millones de millones de un nuevo déficit, tiene un problema real con las matemáticas.

El anuncio de Biden de un aumento masivo en impuestos a las empresas y los segmentos más ricos de la población, simplemente no tiene sentido. Los aumentos de impuestos tendrán un efecto significativo sobre el crecimiento económico, inversión, y creación de empleo, y ni siquiera rasca la superficie del déficit estructural. Aún si creemos en el crecimiento del producto doméstico bruto y estimaciones de recaudaciones anunciados por la administración Biden, el impacto sobre la deuda y el déficit es insignificante. Así que, ¿cuál es la respuesta? Que esa deuda y déficits no importan, pues la clave es ahora cómo elevar el crecimiento y el costo de pedir prestado es bajo a pesar de una deuda creciente.

Aún más, la administración Biden ha sido inundada por proponentes de la TMM (Teoría Monetaria Moderna), quienes creen apasionadamente que los déficits son buenos, pues se acompañan de la demanda global creciente de dólares estadounidenses. Además, la administración Biden dice que el aumento en el déficit no es un problema, pues la Reserva Federal continúa comprando bonos gubernamentales, manteniendo bajos los rendimientos y estables los costos de endeudarse.

Maravilloso, así que, entones ¿para qué los aumentos de impuestos? Si la deuda y los déficits no importan y empleos es en lo que necesitamos enfocarnos, entonces, ¿para qué aumentar los impuestos?

Todo el argumento de aumentos de impuestos se derrumba. No hay absolutamente lógica para tales aumentos masivo, ya sea desde la perspectiva de las recaudaciones, como del objetivo el crecimiento. Si el crecimiento se encargará del déficit creciente, la administración Biden debería usar todas las herramientas para apoyar el crecimiento.

Hay tres razones principales de por qué el aumento de impuestos no tiene sentido.

Primera, el impacto estimado de recaudaciones reales es insignificante. En el 2018, la recaudación por el impuesto a las ganancias de capital fue de $158.4 miles de millones. Un aumento de cinco puntos porcentuales al actual régimen proveería un monto adicional entre $18 y $30 miles de millones, según estimaciones de la Universidad Princeton, según un escenario optimista, en donde no habría un impacto negativo por el aumento de impuesto. Las estimaciones de recaudaciones por impuestos a empresas y personas supondrían $691 miles de millones de impuestos a empresas, $495 miles de millones del impuesto global mínimo, y $271 miles de millones por un cierre de los llamados huecos fiscales, terminar quiebres impositivos para terminar con los combustibles fósiles, y acuerdos anti inversión. Obviamente, estas estimaciones son optimistas y, en muchos casos, ciencia ficción, en el tanto en que consideran un mundo perfecto en que esos impuestos no tendrán impacto negativo alguno sobre la economía y el crecimiento del PIB, que del todo no se verán afectados. Aún si aceptamos las estimaciones, esos ingresos se distribuyen a lo largo de una década (si, diez años), de forma que el impacto sobre el valor neto presente es aún peor.

Estos ni siquiera empiezan a enfrentar el aumento en gasto obligatorio que impulsa al déficit estructural por encima del 2.5 por ciento del PIB.

Segunda, el impacto sobre la economía será mayor de lo que estima la administración Biden. Estos aumentos en impuestos no sólo afectan a “los ricos.” Esos impuestos altos a las ganancias de capital frenan la innovación y reducen el flujo de capital hacia el capital accionario, esencial para que empiecen empresas nuevas y haya negocios nuevos de alta productividad. Esta es la razón por la que Europa ha reducido los impuestos a las ganancias de capital e incluso los ha eliminado. Bélgica, Luxemburgo, Suiza no tienen un impuesto a las ganancias de capital. Entre los países que sí tienen un impuesto a las ganancias de capital, Grecia y Hungría tienen las tasas más bajas, de un 15 por ciento. Los países europeos tienen una tasa promedio de 19.3 por ciento. Lo mismo sucede con el impuesto a las empresas. Los Estados Unidos tendrían la mayor tasa de impuestos a la empresa de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) bajo el plan de Biden (28 por ciento). Muchos afirman que las tasas efectivas sobre las empresas son menores y que, en otros países, las empresas pagan el impuesto al valor agregado, y los argumentos son sólo parcialmente correctos. La Comisión Europea mostró que la tasa efectiva de impuesto para las empresas de Estados Unidos era del 36.5 por ciento, comparada con el 21.1 por ciento promedio de la Unión Europea. Al comparar tasas efectivas, muchos análisis de Estados Unidos emplean el truco de agregar empresas que tienen pérdidas o promediar lo que un gigante tecnológico paga en Estados Unidos con el resto de los sectores. No obstante, ninguno de estos argumentos importa si usted mira la brecha impositiva total que empresas de Estados Unidos pagan, en comparación con otras empresas de la OCDE. Según la consultora PWC, la brecha impositiva total y la contribución de negocios de Estados Unidos fue un 43.8 por ciento (impuestos a ganancias, mano de obra y otros), comparada con un promedio de la región de 38.9 por ciento.

El riesgo de una salida de capital desde Estados Unidos hacia otros países con una imposición más competitiva es evidente para cualquiera que haya manejado un negocio o firma financiera. Este aumento de impuestos puede tener poco impacto en corporaciones multinacionales, pero tiene un efecto excepcionalmente negativo sobre negocios de tamaño mediano. Es la razón de por qué estas medidas son regresivas.

Hasta Yellen sabe que este aumento impositivo es dañino. Esa es la razón de por qué ella quiere un impuesto global. Si ella no viera un impacto negativo, dejaría que otros países administraran sus impuestos según les pareciera.

Tercera, el problema del gasto obligatorio ni siquiera es enfrentado. El gasto obligatorio en Estados Unidos se ha disparado a $2.9 millones de millones en el 2021 desde $1.8 millones de millones en el 2008, y se estima que aumente otros mil millones en los próximos diez años. La causa principal del déficit de Estados Unidos viene del aumento en el gasto obligatorio, cuando los ingresos no pueden emparejarse con el aumento indetenible en el gasto que ningún gobierno puede tocar. Las economías crecen y entran en recesiones. Es imposible recortar el déficit por la vía de aumentos de impuestos, cuando el ritmo del crecimiento del lado de los gastos excede al de la producción económica y recaudaciones, incluso en períodos de crecimiento.

Ningún economista serio puede creer que aumentos en impuestos generarán recaudaciones anuales sostenidas en cualquier ciclo económico, ya sea crecimiento, estancamiento, o recesión, para que cubran más de $200 miles de millones anuales en aumentos del gasto por encima de un déficit de un millón de millones.

Así que, ¿por qué Biden hace eso? Para complacer la parte socialista de su administración y su base de votantes, a quienes no les preocupan las implicaciones económicas; ellas sólo quieren hacer más pobres a los ricos.

Si hacer dinero en los mercados de capitales es tan fácil, entonces, ¿por qué los políticos no facilitan las cosas para que todo mundo pueda hacerlo? Aún más, si creen que hacer dinero en los mercados de capitales o en negocios es tan fácil, ¿por qué no lo hacen ellos mismos?

El plan de aumento de impuestos de Baiden no tiene sentido desde una perspectiva de crecimiento, recaudación o déficit. Todavía más, no tiene sentido desde una perspectiva Republicana o Demócrata. Simplemente las cosas no suman y no se enfrenta el problema de Estados Unidos: un gasto obligatorio disparado.

Daniel Lacalle, PhD, economista y administrador de fondos, es autor de los libros exitosos en ventas Freedom or Equality (Libertad o igualdad) (2020), Escape from the Central Bank Trap (La gran trampa: Por qué los bancos centrales están abonando el terreno para la próxima crisis) (2017), The Energy World Is Flat (2015), y Life in the Financial Markets (2014). Es profesor de economía global en la Escuela de Negocios del Instituto de la Empresa en Madrid.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.