Primero de una serie de tres que publicaré en este y los dos días siguientes. Este es un tema trascendental y no circunscrito sólo a la relación Estados Unidos-China, sino que tiene un impacto global. Esta, sin duda, es la opinión personal del apreciado politólogo del AIER, Ethan Yang, pero el tema está en la palestra política estadounidense.

UN ENFOQUE DETALLADO HACIA CHINA-PRIMERA PARTE

Por Ethan Yang
American Institute for Economic Research
27 de enero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como ethan yang institute for economic research China part one January 27, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Las relaciones entre Estados Unidos y China tienen una historia increíblemente complicada que llega a muchos años atrás, cuando Estados Unidos interactuó por primera vez con China imperial. Ha habido períodos de beneficio y comercio mutuo. También, ha habido numerosos conflictos armados, como la Rebelión Bóxer en respuesta a los Estados Unidos y otros poderes coloniales, que ocuparon partes de China. Los Estados Unidos apoyaron al nacionalista Kuomintang durante la Guerra Civil China, que era la facción opuesta al Partido Comunista Chino, que actualmente está en el poder. Más recientemente se dio la Guerra de Corea, en donde fuerzas chinas intervinieron para asistir a fuerzas de Corea del Norte, para hacer retroceder a la coalición Estados Unidos-Corea del Sur hasta la frontera actual. Desde ese entonces, ha habido ejemplos incontables de ida y vuelta de agresión y cooperación de ambos lados. Sin embargo, China en mucho se ve a sí misma como humillada por Occidente e intenta devolver el favor creando su propia hegemonía global.

Con la administración Biden ahora en el poder y China ahora directamente en la mira bipartita estadounidense, tenemos una nueva oportunidad de entrarle apropiadamente a la amenaza creciente de China. No hace falta decir que el Partido Comunista Chino es una amenaza existencial para la libertad humana, no sólo la de China, sino de todo el mundo. Ya sea encerrando a millones de musulmanes en campos de concentración en la provincia china de Xinjiang, apoyando al autoritarismo del continente africano, o haciendo campañas de espionaje propiamente aquí, en suelo estadounidense, China es un adversario que vale la pena confrontar. No olvidemos que China suprimió información en relación con el brote del Covid-19 en Wuhan, que, subsecuentemente, lanzó al mundo entero hacia una cuarentena.

Al mismo tiempo, China es también nuestro mayor socio comercial y comprende un 14.7 por ciento de nuestro comercio total de bienes. La innovación china y el progreso industrial han contribuido enormemente, no sólo a nuestro bienestar, sino al del mundo entero. Los inmigrantes chinos y los chino-estadounidenses han contribuido de forma tremenda a edificar físicamente a Estados Unidos, así como culturalmente. Aunque estos beneficios ni siquiera se aproximan a balancear los hechos, es posible, si bien no necesario, preservarlos, a la vez que se confronta a China. El problema no es el pueblo chino, sino el Partido Comunista Chino.

Sería torpe sugerir que los objetivos autoritarios chinos no significan una amenaza para los intereses de Estados Unidos y para el bienestar general del mundo. También, sería ignorante sugerir que no hay absolutamente nada por ganar trabajando con los chinos o que hacerlo no es importante. Finalmente, sería una receta para el fracaso abrazar una estrategia que no ejercite la moderación y el detalle.

PROYECCIÓN DEL PODER Y LA DIPLOMACIA

Este tópico es el más existencial de todos los asuntos, así que sería bueno tratarlo de primero. ¿Deberíamos siquiera reconocer a China como una entidad política legítima? ¿Por qué sólo no echamos a andar los tanques ahora mismo e instituimos una democracia liberal? En el otro lado del argumento, ¿por qué no sólo aceptamos a China con los brazos abiertos y les damos las llaves del mundo? Ambos enfoques mostrarían ser totalmente desastrosos, uno conduciendo a la guerra nuclear y el otro poniendo en peligro el destino de la libertad humana.
Un buen libro para leer sobre el tema sería The Hundred-Year Marathon de Michael Pillsbury. El libro está del lado de la línea dura, pero brinda una descripción detallada de los objetivos de política exterior de China. En particular, China desarrolla un juego a largo plazo y emplea un conjunto diverso de activos económicos, militares, así somo institucionales, en formas ingeniosas, a fin de apalancarse en su lucha por el poder internacional.

China está dispuesta a esperar décadas para que los frutos de su trabajo, ya sean la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que busca crear un reino de intercambio comercial internacional sin precedentes con China en el medio, o la lenta reintegración de Hong Kong, que los británicos devolvieron en 1997. En el curso de 20 años, el Partido Comunista Chino erosionó lentamente las libertades de Hong Kong, a fin de no provocar una represalia internacional. China quiere desesperadamente conquistar Taiwán. Para impedir lo que muy posiblemente sería una incursión militar de Estados Unidos en una escala total, en vez de ello, periódicamente China ha movido activos militares alrededor de Taiwán, para probar la voluntad de intervención de Estados Unidos. También, ha conducido una larga campaña de integración económica con Taiwán, así como ha interferido en las elecciones de Taiwán, a fin de desviar el apoyo hacia políticos que apoyen una integración ulterior con China. Todo esto está sucediendo, mientras que, lentamente, los militares chinos se expanden y modernizan, al punto que puedan encarar a los militares de Estados Unidos.

Los activos militares chinos se han convertido en un problema creciente en Asia. En los años cincuenta, el Ejército de Liberación del Pueblo se anexó al Tíbet, así como Xinjiang. Ahora, ambas regiones viven bajo una represión brutal. También, los chinos fueron muy estratégicos en su uso de la fuerza, alegando que ambas regiones eran parte de la nación china histórica, que data de hace miles de años. El Mar del Sur de China es ejemplo contemporáneo en que, al menos seis países, tienen algún tipo de reclamación sobre la región, pero los chinos han sido hábiles en avanzar más lejos sus pretensiones.

Para hacerlo, emplea una mezcla de poder militar, integración económica, derecho internacional y, en ciertos momentos, construyendo islas físicas que, después, puede reclamar. El Mar del Sur de China no es sólo una pieza sentimental del océano. Más de $3 millones de millones en valor de comercio internacional pasó a través de la región en el 2017, según el Consejo de Relaciones Internacionales. Si los chinos ganan el control de la región, no sólo, y muy posiblemente, no honrarán un compromiso con el libre comercio y la libertad privada, pues al hacerlo, en especial, amplían aún más sus objetivos más amplios de proteger, así como de expandir su modelo autoritario.

Esta es sólo la punta del iceberg acerca de lo que China está haciendo para subvertir objetivos claves de las políticas internacionales de Estados Unidos, que amenazan todo, desde rutas comerciales, hasta la idea de una democracia liberal en el mundo entero.

¿QUE PRINCIPIOS DEBERÍAN GUIAR NUESTRA RESPUESTA?

China juega inteligentemente y nosotros también debemos hacerlo. Una guerra militar sería un desastre y ambos lados lo saben. Una guerra comercial con aranceles y prohibiciones y listas negras de importaciones, no sólo ha demostrado ser inefectiva, sino que el costo para los ciudadanos estadounidenses ha sido de miles de millones. Sobra decir que, muy posiblemente, la guerra comercial redujo el progreso de la innovación y competencia en ambos lados, con lo que todo mundo pierde. Un tema para otro día.

Una estrategia competente y efectiva sería entender las tácticas chinas y jugar el juego. En efecto, es mejor ser proactivo que reactivo.
Responder con diplomacia, integración económica y cooperación global. Esa respuesta evitará el derramamiento de sangre, a la vez que ejerce presión hacia atrás. También, permitirá que nosotros aprovechemos los frutos del comercio y la cooperación. La guerra comercial actual con China ha sido un desastre para todos los involucrados. No sólo eso, sino que Estados Unidos tiene más que perder en esta situación, pues su ingreso nominal per cápita es más de seis veces mayor. Asimismo, tiene un sistema que valora la libertad individual.
Expandir el comercio con China no sólo tendrá un enorme beneficio económico, sino que, también, creará una interdependencia adicional que permitirá que Estados Unidos tenga mayor apalancamiento. Igualmente, la economía estadounidense es mucho más dinámica y flexible que la economía china, que tiene el peso de una regulación excesiva, así como un control político creciente, que podrías ser una señal de ansiedad en relación con la estabilidad del Partido Comunista Chino. Promover el comercio y la integración no sólo con China, sino con el resto del mundo, operará en favor de Estados Unidos más que para los chinos.

Finalmente, los Estados Unidos no debería asumir sólo esta batalla. China tiene una lista siempre creciente de escépticos, ya sean nuestros antiguos aliados, como Corea del Sur, Japón, Taiwán y Australia, o amistades más recientes, como India y Vietnam. Promover la colaboración e integración con la lista siempre creciente de países furiosos, asegurará que el esfuerzo de promover algo que semeje un orden internacional basado en reglas, no sea una cruzada solitaria. Los activos militares y económicos combinados de todos estos países, serían una fuerza mucho más formidable y legítima, que sólo los militares de Estados Unidos. Igualmente, eso haría que fuera menos acerca de la promoción de los intereses de Estados Unidos, y más acerca de la coexistencia en la región del Pacífico, dirigida por aquellos inmediatamente involucrados, no por algunos superpoderes al otro lado del océano. Sin embargo, este no es un argumento para ensamblar una versión asiática de la OTAN, que antagonice aún más a los chinos. Todo el mundo tiene un interés en trabajar con China en donde pueda, y presionar cuando no pueda. Es posible usar esto para ventaja de todo el mundo.

LECCIONES CLAVES

El objetivo primordial en lo referente a política exterior debería ser reducir la temperatura establecida por la administración Trump, a la vez que hacer saber a China que hay limites y que el mundo la está observando. La proyección de un poder suave y la cooperación económica son, en este momento, esencialmente el nombre del juego. Sin embargo, una guerra comercial en el papel, y ahora en la práctica, han demostrado ser un desastre. Entender el papel que desempeña la integración económica en la estrategia china es crucial y Estados Unidos no debería ser un espectador ocioso. En efecto, es posible, sino es que evidente, que Estados Unidos tiene más que perder al abrazar el aislamiento económico y más por ganar al buscar lazos económicos más estrechos con países a través del mundo. En particular, esos incluirían a los vecinos más inmediatos de China, así como a la propia China. Más y más países se están cansando con los disparates chinos.
Fallar en involucrar a estos aliados, así como a China, tanto en lo económico como en lo estratégico, sería una pieza crucial que se habría abandonado en la mesa. La diplomacia, el involucramiento económico, y el uso reservado de la fuerza militar, son los principios esenciales que definen las relaciones interestatales disciplinadas. Deshacerse de ellas en favor de visiones románticas de conflicto y gloria, sería como jugar damas, mientras que China está jugando ajedrez.

Ethan Yang se unió al American Institute for Economic Affairs (AIER) en el 2020 como pasante en la parte editorial y es graduado del Trinity College. Recibió un BA en Ciencia Política junto con una materia secundaria en Estudios Legales y Organizaciones Formales. Sirve actualmente como Coordinador de la Región Noreste de Estudiantes por la Libertad y como director del Centro para el Estudio de la Libertad Humana en el Trinity College. Previo a unirse al AIER, fue pasante en organizaciones como el American Legislative Exchange Council, en el Senado del estado de Connecticut y en el Cause of Action Institute. Actualmente, Ethan tiene su base en Washington, D.C.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.