Un aniversario de la ignominia, el daño, la pérdida de libertades, la ruina, la miseria, el desempleo, las quiebras, ausencia de ingresos, encierros, prohibición de viajar, depresiones, agresiones en el hogar, sin poder compartir con amigos, sin escuelas…

EL PRIMER ANIVERSARIO DE LAS CUARENTENAS

Por Edward Peter Stringham
American Institute for Economic Research
15 de marzo del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como edward peter stringham institute for economic research anniversary March 15, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Hace un año, entre el 13 y el 16 de marzo del 2020, empezó lo que la mayoría de nosotros estaría de acuerdo en que fueron los días más difíciles de nuestras vidas. Pensábamos que nuestros derechos y libertades estaban más o menos seguros o que sólo podrían ser menoscabados marginalmente. Dábamos muchas cosas como hechos, como que nuestro gobierno no ordenaría -y no podía- quedarnos en la casa, cerrar la mayoría de los negocios y escuelas, acabar con los viajes, poner un candado a iglesias y salones de conciertos, cancelar actividades, mucho menos poner a la sociedad en cuarentena en nombre de un control del virus.

Todo eso cambió con un documento federal emitido el 13 de marzo del 2020, y desclasificado tres meses después. Eran las directrices de la cuarentena. En los días que le siguieron, los gobernadores entraron en pánico. La gente entró en pánico. Los burócratas se desataron. Todos los poderes del estado, en todos los niveles de la sociedad, fueron desplegados, no sólo sobre el virus, sino sobre la gente, que es todo lo que en realidad los gobiernos pueden controlar. Las cuarentenas fueron casi universales, puestas en práctica alrededor del mundo excepto por unos pocos bastiones, uno de los cuales estaba en Estados Unidos (Dakota del Sur).

Un año después, la mayoría de los estados está abriendo, mientras que aquellos que siguen guindados de las cuarentenas, yo no pueden más controlar a la gente. Independientemente de las advertencias de las alturas, de que regresar a la normalidad es demasiado peligroso, la mayoría de la gente ha decidido terminar con todo este episodio espantoso.

Durante todo el año nos hemos preguntado: ¿por qué eso sucedió? Los patógenos son hoy parte de nuestra vida y siempre lo han sido. En la mayor parte de un siglo, los resultados sociales y económicos de nuevos virus siempre fueron menos disruptivos. La salud pública tenía un consenso establecido de que la enfermedad es algo para mitigar por medio de relaciones médico-paciente. Quitar esos derechos a la gente estaba fuera de cuestionamiento. La última vez que se trató en formas muy limitadas en 1918, demostró que la coerción sólo distrae, divide y retrasa. Esta es la razón por la que nunca se intentaron cuarentenas en otros cien años. Sabiamente.

En la severa pandemia de 1957-58, los funcionarios dijeron explícitamente: “[N]o existe una ventaja práctica en cerrar escuelas o limitar reuniones públicas, en lo relacionado con la diseminación de esta enfermedad.” Fue igual en 1968-69, 2006, 2009 y 2012-13.

Luego llegaron el 2020 y el SARS-CoV-2. El ciclo de noticias de 24 horas y los medios sociales ingresaron. Imágenes impactantes de China -gente cayendo muerta en las calles, policías arrastrando gente fuera de sus hogares o, alternativamente, sellando unidades completas de apartamentos- fueron bombardeadas a través de celulares por todo el mundo. Luego, una parte de Italia pareció hacer erupción. Para muchos, se sintió como una plaga, y un enfermizo pánico primitivo se apropió de la cultura política.

Ahora sabemos que Estados Unidos había enviado una delegación a Beijing a mediados de febrero del 2020, para aprender cómo controlar la pandemia apropiadamente, aun cuando la información proveniente del Partido Comunista chino en el mejor de los casos no era confiable; simplemente no había evidencia de que sus cuarentenas en Wuhan eran, en realidad, responsables de derrotar al virus, Obviamente. Ninguna enfermedad en la historia ha sido suprimida descansando en la fuerza bruta por encima de la mitigación inteligente.

Nos dice demasiado que los promotores de cuarentenas hayan dejado seriamente de argüir que ellas funcionaron. Justin Fox, escribiendo en Bloomberg, hace grandes esfuerzos por justificar las cuarentenas, basado en que el Covid-19 era más mortal que las gripes de Hong Kong y Asiática del pasado, debido a datos exagerados de muertes comparados con los datos de muertes en el 2020. En verdad, realmente no conocemos lo suficiente acerca de los datos para hace esa valoración. Los problemas con la exactitud en los exámenes plantean preguntas gigantescas tanto acerca de los datos de casos como de muertes. Pasarán muchos años antes que podamos limpiar este desorden. Nos dice mucho que la gente esté aun discutiendo acerca de las tasas de mortalidad de 1918.

No obstante, la planificación central de la pandemia, aún si usted cree en ella, descansa en conocer la severidad de una enfermedad en particular, antes que se disponga de la evidencia. Eso simplemente no es posible. Los virus no llegan con etiquetas de severidad y prevalencia. Aún más, no hay salida de las circunstancias de tiempo y lugar. El SARS-CoV-2 golpeó a diferentes países de formas distintas basadas en demografías y perfil de la inmunidad de la población. África, Asia y América, todos, han tenido experiencias diferentes con el virus, con independencia de la política.

Lo que es más revelador acerca del artículo es el comentario de Fox: “[N]o era una locura descansar en medidas más primitivas. Qué tan exitosas han sido esas medidas permanecerá siendo objeto de mucha investigación y debate… En Estados Unidos es mucho más difícil saber cuántas vidas han salvado todos los exámenes y cuarentenas y mascarillas y cierres.”

Todo esto para decir: él no sabe. Esta es la nueva línea de los impulsores de las cuarentenas. Ellos no pueden citar una evidencia ampliamente basada de correlación alguna, y mucho menos causalidad, entre cuarentenas y control del virus. Simplemente no hay ninguna y, entre tanto, el American Institute for Economic Research (AIER) ha reunido 31 artículos serios que no muestran una conexión aparente entre cuarentenas y mejores resultados de la enfermedad.

Imaginemos un escenario alternativo en donde las cuarentenas en realidad funcionaron en un patógeno. ¿Valdrían ellas la pena? La salud pública, como continúa explicando Martin Kulldorff, debe considerar no sólo una enfermedad, sino el bienestar general de la comunidad, no sólo en el corto plazo, sino en el largo plazo. Aún si el Covid-19 fuera controlado por la vía de la coerción, ¿valía a la pena destrozar tantos negocios, hacer que exámenes de cáncer no se hayan realizado, mantener a niños fuera de las escuelas por un año, destrozar tantas comunidades que dependen de salones de adoración, encerrar a gente en sus hogares, y entorpecer la habilidad para viajar?

Estas son acciones atroces, y opuestas a todas las prácticas de políticas que asociamos con sociedades libres que respetan los derechos humanos. Así que, en un sentido, el argumento acerca de si las cuarentenas “funcionan” -no lo hacen- no viene al caso. Por el bien del funcionamiento social y económico, así como por los derechos humanos, la mitigación no debe ser manejada por actores políticos, sino por profesiones médicas, como lo ha venido diciendo AIER durante todo un año.

Cuando en octubre apareció la Declaración de Great Barrington, de la cual AIER fue anfitriona, millones encontraron a la declaración como un soplo de aire fresco intelectual. Finalmente, ¡algo con buen sentido! Otros se escandalizaron porque algunos estaban dispuestos a disentir de la ortodoxia de las cuarentenas. Al final de cuentas, un año después de que este experimento terrible empezó, casi es hora de declarar una victoria estrecha: la Declaración estaba en lo correcto y los promotores de las cuarentenas estaban en un error. Los impulsores de las cuarentenas van en retroceso al igual que el virus, y exactamente en la forma en que los autores lo dijeron, a través de la adquisición de la inmunidad de la población por la vía de la exposición natural y las vacunas.

Aun si se gana esta batalla, hay muchas otras en nuestro futuro. Tenemos un presupuesto quebrado del gobierno federal, un sistema monetario en quiebra, y una población quebrada y desmoralizada, que nunca se imaginó que la gente podía ser tan mal tratada por su propia clase política. Por tanto, el trauma del 2020 se sentirá durante décadas. El alivio sólo vendrá con la honestidad y verdad, y un rechazo total de la locura, duplicidad y engaño que han definido a nuestra era.

Es la hora de la verdad.

Edward Peter Stringham es presidente del American Institute for Economic Research, Profesor Davis de Organizaciones Económicas e Innovación del Trinity College, y editor del Journal of Private Enterprise. Es editor de dos libros y autor de más de 70 artículos, capítulos en libros y estudios de políticas. Su trabajo ha sido discutido en 15 de los 20 principales periódicos de Estados Unidos y en más de 100 estaciones de transmisión, incluyendo MTV. Stringham es huésped frecuente en BBC World, Bloomberg Television, CNBC y Fox. Rise Global califica a Stringham como uno de los 100 economistas más influyentes del mundo. Obtuvo su Licenciatura del College of the Holy Cross en 1997, su Doctorado de la Universidad George Mason en el 2002. Su libro Private Governance: Creating Order in Economic and Social Life, lo publica Oxford University Press.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.