Cuando el gobernador de Texas tomó estas decisiones fue ofendido por políticos del gobierno federal y los medios usuales, que incluso le acusaron de que no seguir a la ciencia.

LA REAPERTURA EN TEXAS SIGUE A LA CIENCIA: LA CIENCIA ECONÓMICA

Por Benjamin Powell
Independent Institute
11 de marzo del 2021

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La decisión del gobernador de Texas, Greg Abbott de eliminar las órdenes de usar mascarillas y restricciones en la capacidad de los negocios, efectiva el 10 de marzo, fue condenada por críticos por irresponsable. Pero, la reversión del gobernador alinea mejor la política de Texas con la ciencia: esto es, la ciencia económica.

Los epidemiólogos no tienen un monopolio del consejo relacionado con cómo manejar la pandemia del COVID-19. De hecho, la epidemiología no tiene nada que decir acerca de cómo los humanos deberían valorar las alternativas entre diversas actividades que ellos valoran y el nivel de riesgo de salud que están dispuestos a aceptar, al involucrarse en esas actividades. La ciencia económica es la disciplina que estudia estos valores que compiten entre sí.

La decisión del gobernador Abbott no elimina la necesidad de que los individuos balanceen riesgos de salud contra el placer de salir a cenar, asistir a una actividad deportiva, o respirar con la molestia de una mascarilla; termina con el monopolio estatal de esas escogencias.

En respuesta al anuncio de Abbott, el presidente Joe Biden dijo, “La última cosa que necesitamos es un pensamiento Neanderthal… Es crítico, crítico, crítico, crítico, que ellos sigan a la ciencia.” El New York Times escribió que la decisión de Abbott representaba “un regreso apurado a la normalidad, en vez de una ponderación cuidadosa de los costos y beneficios.” La realidad es que los costos y beneficios serán cuidadosamente ponderados, pero por individuos que escojan para si, en vez de un gobierno que impone su elección sobre todo mundo.

De acuerdo con Abbott, su decisión no iba dirigida a invalidar las “prácticas seguras que los tejanos han dominado durante el año pasado. En vez de ello, es un recordatorio de que cada persona tiene un papel que jugar en su propia seguridad personal y la seguridad de otros... [y] la libertad de determinar su propio destino.”

Por mucho tiempo, los economistas han apreciado que la mayoría de las compensaciones son mejor dejadas a que los individuos las tomen por sí mismos. Los individuos conocen mejor sus preferencias personales que cualquier otro y usualmente sufren el peso de malas elecciones y cosechan la recompensa de buenas decisiones. La presencia del COVID-19 no altera esta idea básica.

El caso económico para las órdenes gubernamentales de usar mascarillas e imponer límites de ocupación en negocios, descansa en “externalidades” en la transmisión del virus, o efectos de derrame. Esas externalidades ocurren cuando la gente pondera sus propios riesgos a la salud contra los beneficios de involucrarse en actividades deseables, aunque riesgosas, sin dar cuenta de cómo sus acciones pueden afectar a otros ̶ en este caso, infectarlos con COVID-19.

Escribiendo en el Southern Economic Journal, los economistas Peter Leeson y Louis Rouanet de la Universidad George Mason, encontraron que el tamaño de la externalidad de la transmisión del COVID-19 es mucho más pequeño de lo que la gente cree, en mucho debido a la vigilancia de los dueños de negocios, quienes entienden que, una transmisión aumentada hacia clientes y empleados, causará un daño adicional a sus firmas.

Como muchos otros, el año pasado he estado en asuntos que me hicieron sentir seguro y satisfecho, en otros en que me sentí inseguro, y en algunos en los que se sentí seguro, pero incomodado por líos que hicieron para que yo soportara tener que hacer que otros se sintieran seguros. Todos difieren en sus preferencias dentro de estos márgenes y afectan adónde eligen comer, comprar, e incluso trabajar. Eso significa que muchos de los ingresos de los negocios están directamente ligados con cómo ellos negocian estas compensaciones con sus clientes.

No sorprende que numerosos negocios de Texas ya hayan indicado que ellos no tienen intención de abandonar sus requisitos de usar mascarillas o regresar a una capacidad plena. Ejemplos inmediatos incluyen a Target, que anunció que las mascarillas serían aún requeridas en sus tiendas en Texas, y que Mark Cuban, el dueño de los Mavericks de Dallas, el equipo de la Asociación Nacional de Basquetbol, dijera que no tiene planes de aumentar la capacidad de la asistencia limitada a 3.000 personas. Como dijo Bob Sambol, dueño de Bob’s Steak & Chop House en Dallas, “gracias a Dios, tengo una semana” para decidir. Las compensaciones nunca son fáciles.
Si bien, por lo general, los negocios han sido eficientes en limitar las externalidades en la transmisión del COVID-19 que tiene lugar en sus premisas, la regulación de la trasmisión entre sitios sigue siendo el reino de gobiernos. Por desgracia, como Peter Boettke (otro economista de la Universidad George Mason) y yo argüimos recientemente en un simposio acerca de la Economía Política del COVID-19, el tipo de regulaciones de comando y control que la mayoría de los estados ha impuesto sobre las empresas, es una forma sumamente costosa de disminuir las transmisiones por externalidades, pues frena indiscriminadamente tanto acciones altamente valoradas, como aquellas de menor valor.

Una mejor opción es seguir la dirección de Texas y dejar que la ciencia económica, no los políticos, nos guíe por el resto de la pandemia.

También publicado en Real Clear Markets, el miércoles 10 de marzo del 2021.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.

Benjamin Powell es compañero sénior en el Independent Institute y director del Instituto del Libre Mercado de la Universidad de Texas.