Sería bueno que quienes dieron lugar a tanto daño con sus medidas restrictivas, lo reconozcan y que estén dispuestos a asumir sus responsabilidades por ello.

CÓMO Y POR QUÉ EL GOBIERNO CREA PÁNICO ANTE LA ENFERMEDAD

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
24 de febrero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como barry brownstein institute for economic research disease panic February 24, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

El afamado medico de Johns Hopkins Marty Makary recientemente se preguntó por qué “en medio de advertencias terribles por el Covid, un hecho crucial ha sido básicamente ignorado: Los casos se han reducido en un 77% durante las últimas seis semanas.”

Él señala que “Si una medicina redujera los casos en un 77%, la llamaríamos una píldora milagrosa.” El número de casos se está “desplomando mucho más rápidamente que lo predicho por expertos” pues, escribe Makary, la “inmunidad natural de infecciones previas es mucho más común de lo que puede medirse con exámenes.”

Makary tiene estas buenas noticias: “El Covid habrá desparecido básicamente para abril, permitiendo a los estadounidenses reasumir una vida normal.”

La mayoría de los estadounidenses no ha escuchado la predicción de Makary. Mientras él estaba compartiendo las buenas noticias, Anthony Fauci movió la meta aún más, diciendo que no será sino hasta el 2022 cuando la vida “se aproximará al tipo de normalidad al que hemos estado acostumbrados.”

Makary hace ver que “Muchos expertos, junto con políticos y periodistas, tienen miedo de hablar acerca de la inmunidad de rebaño.” Él refuta a quienes indujeron al público al error, diciendo, “Los científicos no deberían tratar de manipular al público escondiendo la verdad.”

Los esfuerzos por esconder la verdad no terminarán pronto. Ha pasado casi un año desde que empezaron las cuarentenas por el Covid-19 en Estados Unidos. Aún así, muchos días traen evidencia de reacciones existentes, desproporcionadas, ante el virus. Los sindicatos de maestros se rehúsan a regresar al trabajo. Los asilos de ancianos extienden las políticas crueles de aislar a los mayores de sus seres amados.

Como muchos de nosotros, Don Boudreaux quiere saber ¿Qué es tan especial acerca de esta enfermedad transmisible y peligrosa, que hace que la humanidad la trate categóricamente tan diferente de innumerables otras enfermedades transmisibles y contagiosas, que la consideramos con tanto descuido?”

Philipp Bagus, José Antonio Peña-Ramos y Antonio Sánchez-Bayón (luego referido como Bagus) en su artículo en una revista “COVID-19 and the Political Economy of Mass Hysteria” [“El COVID-19 y la economía política de la histeria masiva”] brindan respuestas amplias a la pregunta del profesor Boudreaux. Afirman que “la gente ha sido asustada por el SARS-CoV-12 en un grado no fácilmente explicable por su propio riesgo minúsculo de muerte debido a él.” El artículo expone las causas de un extenso “comportamiento irracional.”

Bagus considera “cómo el estado moderno influye en el desarrollo y expansión de la histeria masiva” y crea “consecuencias adversas para la salud pública.” Es fácil manipular las percepciones de riesgo, escriben ellos, “cuando los riesgos son vistos como injustos, incontrolables, desconocidos, aterrorizadores, potencialmente catastróficos, y que impactan a generaciones futuras.”

Usted no tiene por qué negar el Covid-19 o sus consecuencias terribles, para considerar por qué esencialmente se ignoran buenas noticias como las de Makary. Bagus señala a la “cobertura mediática sesgada, información incompleta y asimétrica, experiencias personales, temores, incapacidad de entender e interpretar estadísticas, y otros sesgos cognitivos” como factores que “conducen a juicios distorsionados acerca de riesgos.”

Para quedar claros, el cerebro humano está cableado para un sesgo hacia la negatividad, así que la histeria masiva puede ocurrir sin manipulación gubernamental. Lo explica Bagus:

“Ciertamente puede existir histeria masiva sin el estado en una sociedad de derecho privado o dentro del contexto de un estado mínimo. Esta posibilidad existe debido al sesgo hacia la negatividad del cerebro humano que hace a la gente vulnerable a engaños. Debido a la evolución biológica, nos enfocamos en las malas noticias pues pueden representar una posible amenaza. Al enfocarse en noticias negativas y sentir una pérdida de control pueden ocasionar estrés psicológico que puede desarrollarse en una histeria y propagarse hacia un grupo más amplio.”

La ansiedad y el temor pueden diseminarse a través de un proceso social de conformidad:

“Una vez que la ansiedad se ha diseminado y la mayoría en un grupo se comporta de cierta forma, existe el fenómeno de la conformidad; esto es, la presión social hace que los individuos se comporten de la misma forma que los otros miembros del grupo. Al final, puede existir un fenómeno que se ha llamado de normas emergentes: cuando un grupo establece una norma, todo mundo termina siguiendo esa norma. Por ejemplo, si un grupo decide usar mascarillas, todos están de acuerdo con esa norma. Las normas emergentes pueden explicar las etapas posteriores del contagio. El contagio por temor puede conducir a que la persona sobre reaccione fuertemente en una situación, incluso en un estado mínimo.”

CÓMO LA PROPIEDAD PRIVADA REDUCE LA HISTERIA

Crucialmente, Bagus señala que, sin una reacción gubernamental fuerte, “existen ciertos mecanismos y límites autocorrectivos que hacen que sea menos posible que una histeria masiva esté fuera de control.”

Aun cuando una minoría ejercita sus derechos de propiedad e ignora el pánico colectivo, la histeria es socavada:

“Si bien cualquiera en una histeria relacionada con la salud pública puede voluntariamente cerrar su propio negocio, usar una mascarilla, o quedarse en casa, en un estado mínimo nadie puede usar la coerción para obligar a otros quienes están sanos y no sucumben a la histeria, a que cierren sus negocios, usen mascarillas, o se pongan en cuarentena. Una minoría sólo puede ignorar el pánico colectivo y continuar viviendo sus vidas normales, pues son libres de hacerlo. Esa minoría puede ser un ejemplo y un llamado para que despierten aquellos quienes sucumben a la histeria colectiva o están cerca de hacerlo. Esta minoría puede ser especialmente atractiva para casos límites.”

Bagus explica cómo el ejemplo de otros limita la histeria: “Suponga que un grupo pequeño de gente durante una histeria colectiva de salud continúa yendo de compras, trabajando, socializando, y respirando libremente y que no se enferma (masiva y fatalmente). Al tener este ejemplo, la ansiedad de los observadores puede disminuir. Los observadores pueden seguir el ejemplo, y el grupo de histéricos encogerse.”
Bagus cataloga las formas en que los gobierno incrementaron la histeria e infligieron daño.

Primeramente, los gobiernos disminuyeron y prohibieron “aquellas actividades que reducen el temor y la ansiedad, tales como deportes, diversión, y socialización. Durante la crisis del Covid-19, los estados usaron sus poderes coercitivos para imponer el aislamiento social, por tanto, contribuyendo a la ansiedad y tensión psicológica, ambos ingredientes que impulsan la histeria masiva.” Adicionalmente, ellos explican que:

“Para escudarse contra infecciones biopsicológicas, la población debería ejercitarse regularmente, tener un sueño de calidad, ejercitarse regularmente (sic,) tener una nutrición balanceada, y mantener una fuerte conexión con otras personas. Los gobiernos alrededor del mundo ordenaron cuarentenas y mascarillas durante la crisis del COVID-19, dificultando más que los ciudadanos hicieran alguna de esas cosas. Más específicamente, el distanciamiento social impuesto por gobiernos reduce conexiones sociales fuertes, y las mascarillas obligatorias previenen expresar amistad y compasión, por tanto, disminuyendo la resistencia psicológica.”

Recientemente, universidades como la Universidad de California en Berkeley y la Universidad de Massachusetts prohibieron a los estudiantes involucrarse en actividades al aire libre, aunque el riesgo de enfermedad al ejercitarse al aire libre es inestimablemente pequeño.

De manera importante, lo explica Bagus: “Una de las características esenciales de los sistemas descentralizados es que permiten la competencia, la detección de errores, y la corrección. Por desgracia, los más histéricos pueden ganar el control del aparato de toma de decisiones:

“La competencia permite descubrir información acerca del peligro real de la amenaza percibida. Mientras que el desorden infligido por la histeria colectiva se limita por la protección de los derechos de propiedad privada en una sociedad de derecho privado o de un estado mínimo, esos límites pueden fácilmente ser sobrepasados por el moderno estado de bienestar. En efecto, un grupo bien organizado que ha sido infectado por la histeria colectiva puede estar a cargo del estado o lograr controlar el aparato estatal. En tal posición, este grupo puede imponer medidas sobre el resto de la población, infligiendo un daño casi irrestricto.”

En resumen, “Se reprime a la gente que se opone al enfoque estatal hacia el problema, debido a que ellos no han sucumbido a la histeria.
Ellos no pueden demostrar formas alternativas de resolver las ‘crisis’” pues el estado prohíbe puntos de vista alternativos y aumenta el pensamiento grupal.

Luego, en un estado de bienestar moderno, los medios pueden estar politizados. Hoy, los demócratas en el Congreso presionan por mayor censura de “mala información y desinformación” en medios sociales, con alarmas acerca de “consecuencias nefastas para la salud y seguridad pública.”

Lo negativo vende noticias. Durante el Covid-19, noventa y un porciento de las historias de los principales medios de noticias han sido negativos en tono. Escribe Bagus,

“Que a uno se le recuerde y que se dé cuenta constante de su propia mortalidad produce ansiedad. Retratos emocionales de ataúdes, fosas comunes, y pacientes con ventiladores contribuyeron al temor colectivo. Un exceso de noticias acerca del Covid-9 generó ansiedad y pánico, también llamado ‘desorden por estrés ante encabezados.’ Noticas negativas en medios sociales generan un estrés psicológico que era desconocido en tiempos anteriores y es bien apropiado para que cause histeria masiva.”

Anthony Fauci, en vez de Marty Makary, es más posible sea una fuente de historia para las noticias. Caminos alternativos hacia adelante, como la Declaración de Great Barrington, se censuran o suprimen. Bagus escribe que,

“Noticias negativas de una fuente autorizada produce ansiedad y son particularmente dañinas para la salud psicológica. Expertos que endosan esa credibilidad de una amenaza aumentan la diseminación de histeria masiva. Muchas personas, en especial en tiempos de crisis, acuden por ayuda al estado moderno. Ellas les otorgan una alta autoridad a los representantes del estado y a las advertencias de instituciones estatales.
Cuando doctores como Fauci hablan en nombre del estado, diciéndole a la gente que enfrenta una amenaza terrible y que tiene que usar mascarillas y quedarse en casa, se facilita el desarrollo de una histeria colectiva, en comparación con lo que sería el caso en una sociedad más descentralizada, en donde no existe una autoridad central tan poderosa.”

EN PRIMER LUGAR, NO CAUSES DAÑO

Makary reprendió a aquellos quienes infunden temor. Bagus advierte que el estado “puede activamente querer infundir temor en la población, por tanto, construyendo a la conformación de una histeria masiva.” Bagus da el ejemplo de “un artículo filtrado del Ministerio del Interior de Alemania,” que recomendó técnicas de comunicación para “diseminar el temor.”

“Primero, las autoridades estatales deberían enfatizar los problemas respiratorios de pacientes del COVID-19, pues los seres humanos tienen un temor primigenio a la muerte por sofocación, lo que puede disparar el pánico. Segundo, los expertos enfatizaron que el temor también debería infundirse en niños, aunque casi no haya riesgo para la salud propia de los niños. Sin embargo, los niños podrían infectarse fácilmente al reunirse o jugar con otros niños. De acuerdo con el reporte, a los niños se les debería decir que cuando ellos, por su parte, infectan a sus padres y abuelos, ellos podrían sufrir una muerte dolorosa en casa… Tercero, el gobierno alemán fue aconsejado que mencionara la posibilidad de daños a la salud irreversibles durante un largo plazo desconocido, causado por la infección del Sars-CoV-2 y la posibilidad de una muerte súbita e inesperada de gente que fue infectada”

Bagus lo explica aún más, “Descansa en los intereses de un gobierno enfatizar la vulnerabilidad de sus ciudadanos ante amenazas externas e internas, pues la legitimidad y poder del estado descansan en la narrativa de que protege a sus ciudadanos contra tales peligros.”

Nosotros podemos preguntar por qué el gobierno ha suprimido considerar prevenciones efectivas, como la vitamina D y, tratamientos posibles, como con ivermectin, hidroxicloroquina, así como medicinas ordinarias para el asma. Mientras que los tratamientos fueron suprimidos, murió casi un 90% de aquellos puestos en ventiladores.

En su libro Unaccountable: What Hospitals Won’t Tell You and How Transparency Can Revolutionize Health Care, Makary comparte hallazgos de su investigación acerca de errores médicos. Por desgracia, la evidencia indica que, cuando se cometen errores, pocos médicos tienen un interés en hacer preguntas tales como “¿Cómo puede prevenirse esto la próxima vez?

Reunamos todo esto. Los seres humanos se inclinan al sesgo hacia la negatividad y a un comportamiento de horda. Durante esta pandemia, los gobiernos exacerbaron, en vez de aliviar, una reacción hacia la pandemia impulsada por el temor y fuera de proporción. Alimentar la histeria activamente ha cobrado consecuencias económicas, sociales, de salud mental y educacionales terribles, sin brindar un alivio demostrable en los efectos del Covid-19. Tristemente, ¿Cómo puede prevenirse esto la próxima vez? es una pregunta que pocos considerarán.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es contribuyente sénior de Intellectual Takeout y autor de The Inner-Work of Leadership.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.