La cultura de cancelar lo que otros opinan y de lo cual uno difiere, causa un daño enorme a la sociedad y la civilización. La libertad de expresión es lo que permite que el conocimiento avance por medio de la crítica. Aquella cultura es propia del pensamiento tiránico, que aborrece cualquiera que desafíe con argumentos y razones, su forma de pensar. Temor o inseguridad de quienes restringen las opiniones de otros.

LA IZQUIERDA LIBERAL HA LLEGADO A SER TOTALMENTE ILIBERAL

Por Jenin Younes
American Institute for Economic Research
9 de enero del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como jenin younes institute for economic research illiberal January 9, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

[NOTA DEL TRADUCTOR: la palabra “liberal” en Estados Unidos caracteriza a posiciones estatistas e intervencionistas, en contraste con el sentido original del liberalismo clásico. Por ello, cuando en esta traducción aparece la palabra liberal es en el sentido usado en Estados Unidos].

Durante diez meses, he visto con incredulidad como la izquierda liberal incuestionable e inequívocamente ha abrazado políticas, ostensiblemente para administrar la pandemia del coronavirus, que no son sólo iliberales, sino autoritarias. Cada día que pasa, aquellos en el lado de la izquierda liberal del espectro político despliegan una mayor aceptación de medidas crecientemente opresivas. Tal vez, debí estar preparada.

Con más y más frecuencia durante años anteriores, me encontré difiriendo del consenso de mis cohortes durante diversas discusiones emanadas de acontecimientos de actualidad, en particular, en el tanto en que tuvieron que ver con temas de libertades civiles. Más perturbador que el desacuerdo sustancial fue la carencia extrema, entre muchos de mis colegas, de consideración hacia la diferencia de opinión.

No obstante, no anticipé que la izquierda pronto abandonaría toda pretensión de preocupación por los valores liberales, que son ampliamente entendidos que consisten de tolerancia, apertura de la mente, y protección de los derechos y dignidad individual (Como un asunto preliminar, yo estoy usando el término izquierda liberal ampliamente: para describir a individuos que se identifican como tales, los políticos y el Partido Demócrata, y los medios de noticias de centro izquierda, como el New York Times, el New Yorker, el Washington Post, MSNBC, y CNN.
Reconozco que hay diversidad de opiniones, pero, creo que es justo caracterizar la visión general de la izquierda liberal como una que acepta la eficacia y moral de las cuarentenas, mascarillas y separación humana obligada).

En este punto, aquellos de nosotros los suficientemente desafortunados por vivir en estados azules y rojos, así como en muchas otras partes del mundo, hemos sido privados de nuestras libertades básicas durante casi un año. No nos podemos asociar libremente con otras personas, operar nuestros propios negocios, enviar nuestros hijos a escuelas, o viajar a muchos lugares sin estar aislado por dos semanas, lo que, a menudo, se traduce en que visitar a los seres amados se convierte en una imposibilidad práctica. Los estudiantes universitarios están aprisionados en dormitorios universitarios durante semanas, pues ellos o alguien con quien interactuaron resultó positivo del virus (dejo el tema de la no fiabilidad de estos exámenes para otro día). Ellos son expulsados, fuertemente penalizados y avergonzados por ir a fiestas y socializar en grupos. No es sorpresa que, condenados por involucrarse en las actividades más naturales con aquellos de su edad, en este grupo demográfico se ha disparado la idea de suicidio, depresión y uso de drogas. A los niños se les prohíbe jugar entre ellos o se ven obligados hacerlo estando amordazados.

Estas políticas opresivas, que a primera vista constituyen violaciones grotescas de las libertades y derechos civiles, son promulgadas y aplicadas primariamente por políticos del Partido Demócrata, sobre todo, entre ellos, los gobernadores de Nueva York, Michigan y California: Andrew Cuomo, Gretchen Whitmer y Gavin Newsom, respectivamente. En la mayor parte, estas estrategias de administración de la pandemia son alabadas tanto por sus electores, como por publicaciones de centro-izquierda. En el grado en que son criticadas por la izquierda, es usualmente porque fallaron en imponer antes las medidas o aplicarlas con mayor restricción.

Particularmente escalofriante es una pieza de Li Yuan publicada en el New York Times el 4 de enero del 2021, “In a Topsy-Turvy Pandemic World, China Offers Its Version of Freedom” [“En un mundo pandémico patas arriba, China ofrece su versión de libertad”]. Notoriamente, este artículo no apareció en las páginas de opinión, en donde, sin duda, podía ser defensivamente impreso, sino en la sección de noticias y, según ello, ser considerado que representa los puntos de vista del Times. Vale la pena señalar que la influencia del Times no puede sobreestimarse: es el brazo periodístico de la institución del Partido Demócrata e informa acerca de la consciencia y valores de la clase profesional urbana. Uno puede estar muy seguro que las creencias de la mayoría de médicos, maestros, abogados y profesores reflejarán las ideas propagadas en el periódico.

La premisa de la señora Yuan es que los valores post ilustración, que hasta hace poco se consideraban no negociables en la mayoría de las democracias de Occidente -libertad de expresión, libertad religiosa, libertad de asociación- son prescindibles.

Eso es porque, según la señora Yuan, China ha triunfado sobre el virus, huelga decir, pisoteando esos mismos derechos, y, al hacerlo, permitió un nuevo conjunto: la libertad de vivir una vida normal (“Occidente puede encontrar que debe trabajar más duro para vender su visión de libertad, después de que China ha hecho tan atractivo a su modelo”).

¿Quién puede decir cuáles derechos son más importantes? cuestiona el artículo.

La señora Yuan especula que la “crisis global podría sembrar dudas acerca de otros tipos de libertad” cuando “[c]asi la mitad de los votantes estadounidenses apoyó a un presidente que ignoró la ciencia y falló en tomar precauciones básicas para proteger a su país. Algunos estadounidenses afirman que es su derecho individual ignorar las recomendaciones de expertos de la salud para que usen mascarillas, poniéndose ellos y otros en un riesgo creciente de infección.”

Este es un conjunto asombroso de afirmaciones: parecen cuestionar la importancia en sí de la democracia y, más vagamente, los derechos de los estadounidenses para tomar sus propias decisiones acerca de su salud y para cuestionar y disentir de los mandatos gubernamentales. Tal vez soy ingenua, pero estaba bajo la impresión de que, en una sociedad libre, las personas son libres de evaluar la evidencia de cualquier propuesta -en especial una tan personal como usar o no un cobertor facial- para evaluar el riego, y actuar según ello.

Es muy preocupante que ni la señora Yuan ni el New York Times parecen reconocer el peligro de permitir que “expertos” dicten todos nuestros movimientos (olvídese de la premisa fallida que subyace esto, como que la ciencia que apoya el uso de mascarilla, como medio para frenar la diseminación del coronavirus, es, en el mejor de los casos, de una increíble mala calidad). Más inquietante aún, evidentemente los derechos del individuo ya no más son sacrosantos; al contrario, pueden ser subvertidos para mejoría de la sociedad. La gente no debería ser forzada a escoger entre llevar una vida normal (esto es, socializar, asistir a la escuela, ganarse a vida, ir a restaurantes y tener experiencias artísticas) y poseer libertades civiles fundamentales. Ambas son características absolutas, inmutables, de una democracia liberal.

Convenientemente, el artículo falla en mencionas que la voluntad de China de sacrificar al individuo para promocionar el bien comunal, ha conducido a la creación de campos de concentración para los musulmanes uigures, que incluyen prácticas como tortura y esterilización forzosa. La página China 2019 de Amnistía Internacional abre con la observación de que: “la situación de los derechos humanos continuó siendo marcada por una represión sistemática de la disidencia. El sistema de justicia permanece plagado de juicios injustos y tortura y maltrato en la detención. Todavía, China clasifica su información acerca del uso intensivo de la pena de muerte como secreto de estado.”
Asimismo, la página en la red de Human Rights Watch (HRW) declara que:

“El gobierno de China ve los derechos humanos como una amenaza existencial. Su reacción podría significar una amenaza a los derechos de las personas en todo el mundo. En su casa, el Partido Comunista Chino (PCC), preocupado porque un permiso de libertad política pondría en peligro su posición de poder, ha construido un estado orwelliano de vigilancia de alta tecnología y un sistema sofisticado de censura a la internet, para monitorear y reprimir la crítica del público. En el extranjero, usa su poder económico creciente para silenciar a críticos y llevar a cabo el ataque más intenso al sistema global que hace cumplir los derechos humanos, desde que ese sistema empezó a surgir a mediados del siglo XX.”

Si China erradicó el virus -y hay un acuerdo generalizado de que no se puede confiar en los datos del PPC acerca del coronavirus- lo hizo usando las mismas tácticas violatorias de los derechos humanos discutidas arriba por HRW y Amnistía Internacional (de paso, el propio Times reconoció eso hace diez meses). Que aparentemente el Times y la señora Yuan consideren apropiado pasar por alto la realidad, no es nada menos que asombroso.

Por otra parte, el artículo de la señora Yuan es simplemente una admisión más expresa que muchas de las sugerencias más sutiles del periódico, de que los valores liberales están sobreestimados y que deberían ser abandonados en favor de políticas de eliminación del virus que no se molestan con tales fastidios como los derechos humanos. Una reciente contribución en la página editorial afirma que, a médicos que cuestionan la eficacia de las mascarillas y el distanciamiento social, se les debería revocar sus licencias para trabajar como tales. Otra insinúa fuertemente que debería ilegalizarse la expresión que se considerara peligrosa para la República. También, el artículo de la señora Yuan tiene una semejanza impactante con varias otras piezas recientes, si bien ligeramente más detalladas, presentadas en el Economist y el New Yorker, implicando que, tal vez, deberíamos mirar hacia China y adoptar su estrategia de administración del virus.

Similarmente, muchos en la comunidad científica y médica han expresado admiración por el enfoque chino. En una conferencia de prensa en setiembre, Mike Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias de la Salud de la Organización Mundial de la Salud, envió sus “felicitaciones” a los chinos por poner bajo control al virus. Gregory Poland, director del Grupo de Investigación de Vacunas de la Clínica Mayo, señaló que el éxito de China podía ser atribuido, en parte, a una población obediente y a un gobierno que “puede poner mayores restricciones a las libertades individuales, que las que serían consideradas aceptables en la mayoría de los países occidentales.”

En apariencia, algunos miembros de la legislatura de Nueva York están de acuerdo en que el modelo del PCC debería emularse. Legisladores estatales están contemplando una ley que permitiría que el Estado obligatoriamente detenga a individuos que pueden estar transportando una enfermedad infecciosa. No es difícil imaginar que, en un futuro cercano, gente como yo, que se rehúsa a cumplir con dictados inhumanos, sin sentido e interminables, concluya tras las barras como transportista potencial de patógenos.

Asimismo, en una moda que enorgullecería a los líderes del PCC, los críticos de las políticas de cuarentena y mascarillas son silenciados por los medios e instituciones educativas. Por ejemplo, un profesor titular de la Universidad de Nueva York está actualmente bajo investigación, después de que un estudiante lo reportó e hizo una petición para que fuera despedido, pues sugirió -en un curso acerca de propaganda mediática, ¡nada menos!- que los estudiantes leyeran estudios que hallaron que las mascarillas no brindan protección ante el coronavirus, además de estudios que llegaban a la conclusión opuesta.

No sólo los científicos que escribieron la Declaración de Great Barrington, que rechaza el enfoque de cuarentena para la administración del coronavirus, han sido personal y profesionalmente perseguidos, sino que también han enfrentado esfuerzos importantes por silenciarlos, conduciendo a un escritor a señalar que “sus críticos quieren que ellos sean removidos de la esfera pública. Todo esto tiene las características de una moderna cacería de brujas de alta tecnología.” Tenga en mente que ellos son tres de los más eminentes epidemiólogos de las universidades de Oxford, Harvard y Stanford. Hay innumerables historias de científicos y otros que han sido censurados en plataformas de medios sociales, al diferir de la sabiduría prevaleciente acerca de la seriedad del coronavirus o de métodos apropiados y efectivos para administrarlo.

Una sociedad liberal, libre, promueve la discusión y el debate abierto. No silencia y penaliza a quienes ofrecen opiniones que se alejan del consenso, sin importar lo inconvenientes que esas ideas puedan ser para la gente en control. No usa el poder del estado para encerrar a gente por el crimen de existir en un mundo a la par de patógenos. Ni tampoco les impide ver a familiares y amigos, educar a sus hijos, y ganarse la vida. Ciertamente, no contempla aprisionar a personas en campos de detención porque ellas podrían transportar un patógeno.

Tal vez fui ingenua al estar tan impactada por el artículo En un mundo pandémico patas arriba, y su tesis de que deberíamos rehacer nuestra concepción de libertad a imagen de la de China. En retrospectiva, fue el siguiente paso natural en el autoritarismo reptante del que fui testigo alrededor de una década y que ha crecido en el último año. Es lo más cercano a una concesión expresa, de lo que hasta el momento he visto de abandono de la izquierda liberal en cuanto a los principios del liberalismo.

Incluso Neil Ferguson, cuyo modelo Imperial salvajemente inexacto impulsó las cuarentenas en Occidente, quedó sorprendido de que el público aceptara las medidas de supresión del virus al estilo de China. En una entrevista reciente, expresó que “el sentido de la gente acerca de lo que es posible… cambió dramáticamente entre enero y marzo.” Al principio, los científicos en el Reino Unido supusieron que “cerrar comunidades enteras y no permitir que la gente dejara sus hogares… no sería una opción disponible en una democracia liberal de Occidente… y, entonces, Italia lo hizo. Y nos dimos cuenta de que podíamos.”

Que la izquierda liberal aparezca sin preocupación ante las violaciones grotescas a derechos y libertades civiles que hemos visto durante los pasados diez meses, nos dice todo lo que necesitamos saber. Bajo esta nueva ideología, los derechos humanos son negociables. No estoy segura de cómo debería llamarse esta teoría política -tal vez autoritarismo del ala izquierda- pero de ninguna forma recuerda al liberalismo.
En el grado en que no hemos ido tan lejos como China, en cuanto a violar los derechos humanos en busca de suprimir el virus, el consenso en la izquierda liberal es evidente; no hemos ido lo suficientemente lejos.

Una de las características particulares de los regímenes tiránicos es que la mayoría de la gente se mantiene sin darse cuenta de su verdadera naturaleza, sino hasta que ellos hayan solidificado su control sobre el poder. Es mucho más fácil adquirir y mantener el control sobre una población que, al menos al inicio, creer que la fuerza gobernante es benévola.

Busque un libro de historia si usted cree que, en el futuro cercano, la pandemia será declarada como terminada y que volverá la vida normal.
Incluso individuos bien intencionados tienen dificultades para ceder el poder, una vez que lo han probado. Nada acerca de las acciones de líderes, como los gobernadores Cuomo, Whitmer y Newsom, y el primer ministro Johnson, debería conducir a la gente a creer que alguna vez la vida volverá a ser la misma, a menos que rehusemos aceptar esa erosión de nuestros derechos y libertades civiles.

Cada día, tengo la esperanza de que mis amigos de la izquierda liberal despertarán y verán qué es lo que está sucediendo frente a sus ojos, antes que sea demasiado tarde.

Reconocimiento: Debo agradecer a mi colega Kiley Holliday, quien me ayudó en mi investigación y en escribir esta pieza.

Jenin Younes es graduada de la Universidad Cornell y la Escuela de Derecho de la Universidad de Nueva York. Jenin actualmente trabaja como defensora pública de apelación en la ciudad de Nueva York. Ella disfruta correr, ir a restaurants y leer en su tiempo libre.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.