Inicio hoy mi traducción de una serie del economista Donald J. Boudreaux, acerca de los principios en que se basa el comercio internacional. Noten que las razones por las cuales el intercambio que se lleva a cabo libremente entre personas privadas en el país, pues ambas partes se benefician de dicha transacción, es igual en el caso del comercio internacional, que simplemente se da entre personas que se encuentran separadas por una frontera. Pero, igualmente, es porque beneficia a las dos partes.

DOCE PRINCIPIOS ACERCA DEL COMERCIO INTERNACIONAL-PARTE 1

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
3 de diciembre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como donald j. boudreaux institute for economic research twelve part 1 December 3, 2020 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Comentaristas, políticos y público en general, el hasta en los tiempos más calmos e ilustrados entienden pobremente al comercio internacional. En épocas de tumulto económico y social, este entendimiento empeora, de pobre a descabellado. Debido a que dicho tumulto rara vez ha sido mayor que el de ahora, espere encontrar, proveniente de todos los sectores, aseveraciones acerca del comercio internacional que no tienen ataduras a un pensamiento económico sólido, como tampoco a una realidad de las cosas.

Por suerte, a diferencia de Donald Trump -quien por décadas ha estado obsesionado con obstruir la libertad de comercio de los estadounidenses- el presidente electo Biden es posible que, acerca del comercio, sea más un demócrata de la corriente principal. Por supuesto, en comparación con estudiantes que obtienen notas superiores a 70 en Economía Básica, en asuntos de comercio los demócratas de la corriente principal son fuentes de falacias. Pero, comparados con el presidente Trump y sus asesores de comercio -cada uno de ellos es un estudiante de menos de 50 en comercio- los típicos demócratas de la corriente principal de estos días son estudiantes de 70. Así que, al menos en el frente comercial, podemos mantener una esperanza con cautela de una política comercial modestamente mejorada bajo una administración Biden. Una nota de 70 está por encima de una de 50.

Y, para ayudar a la administración entrante, ofreceré -en el curso de las próximas semanas- una lista práctica de doce principios acerca del comercio. He aquí los tres primeros.

1. LOS PAÍSES NO COMERCIAN EL UNO CON EL OTRO. SON LAS PERSONAS QUIENES COMERCIAN ENTRE SÍ.

Si nadie parpadea cuando su vecino en Nashville comercia el Chevy 2011 que compró hace diez años, para poder comprar hoy un Ford 2021, ¿por qué alguien parpadearía si hoy su vecino, en vez de aquel, compra un Toyota 2021? En ambos casos, su vecino actúa para obtener el mayor valor posible por su dinero; en ambos casos, un vendedor voluntariamente satisface la demanda de su vecino. Y, en ambos casos, el comercio es llevado a cabo por individuos. No hay un involucramiento especial de gobiernos o algún colectivo. Su vecino compra, y el dueño de la agencia de automóviles (usando un vendedor como su agente) vende.

Es irrelevante que el Toyota sea ensamblado en Japón, mientras que el Ford lo sea en Michigan. Nadie que observe esa única transacción, por la que su vecino compra un automóvil de la Toyota, describiría al intercambio como “Estados Unidos comerciando con Japón.”

Su vecino, por supuesto, no es el único estadounidense que compra un automóvil de un manufacturero extranjero. Cada día, muchos estadounidenses lo hacen. De la misma forma, muchos estadounidenses compran a suplidores extranjeros diariamente otros tipos de bienes y servicios, así como muchos extranjeros compran a proveedores estadounidenses diariamente una amplia gama de bienes y servicios. No obstante, cada intercambio es su propio acontecimiento, realizado voluntariamente por compradores y vendedores de carne y hueso. Estos intercambios no difieren en aspectos esenciales al de su vecino que compra un vehículo de la Toyota. Si en ninguno de esos intercambios existe evidencia alguna de “Estados Unidos” comerciando con “Japón,” resumir todos estos intercambios no resulta en que “Estados Unidos” está comerciando con “Japón.”

Es sólo gente comerciando con gente. Punto.

2. EN EL NETO, LAS IMPORTACIONES NO DESTRUYEN EMPLEOS EN LA ECONOMÍA DOMÉSTICA.

Una reacción común al principio número 1 va así: Cuando los consumidores cambian su gasto entre diferentes productores domésticos -digamos, en Estados Unidos, de la General Motors a la Ford- no hay una pérdida neta de empleo en la economía doméstica, pero, cuando los consumidores importan más -como cuando los estadounidenses compran más automóviles de Japón- la economía doméstica sufre una pérdida neta de empleos.

Esta objeción es la falacia más común acerca del comercio internacional. Aquellos que la exponen sólo ven los empleos perdidos en aquellas industrias que compiten con las importaciones. Esta gente económicamente miope no ve que los extranjeros nos exportan tan sólo porque ellos desean importar de nosotros. Y este deseo de los extranjeros ayuda a asegurar que el comercio incrementado no tenga efecto sobre el número de empleos en la economía doméstica.

Cada período, los extranjeros pueden importar de nosotros -digamos, cada mes- tanto como sea posible. En ese caso, si este mes los estadounidenses aumentan nuestras importaciones en $1 mil millones, los extranjeros gastarían este mes cada centavo de estos $1 mil millones en comprar exportaciones estadounidenses adicionales. El resultado es que los empleos creados en Estados Unidos por el surgimiento de las exportaciones estadounidenses compensan a los empleos perdidos en Estados Unidos por el surgimiento de las importaciones de Estados Unidos. (Hay varios efectos secundarios, como el gasto adicional que los estadounidenses pueden hacer, pues adquieren importaciones a precios menores que los que pagarían por bienes similares hechos en Estados Unidos. Pero, aquí yo prefiero ignorar esos efectos, no sólo porque la consideración de cada uno de ellos sólo cimentaría más allá el acuerdo en favor de una política de libre comercio unilateral.)

Para suerte nuestra, los estadounidenses, los extranjeros, por lo general, no desean importar inmediatamente de nosotros tanto como podrían hacerlo. La razón es que los extranjeros encuentran a Estados Unidos como un lugar atractivo para invertir. Pero, para invertir en Estados Unidos se requieren dólares estadounidenses. Por tanto, los extranjeros que desean invertir en Estados Unidos deben abstenerse de gastar todos sus dólares en comprar exportaciones estadounidenses.

Los dólares que los extranjeros no gastan en exportaciones estadounidenses son invertidos en Estados Unidos. Así como es cierto con los estadounidenses que invierten en Estados Unidos, los inversionistas extranjeros invierten aquí porque anticipan que, hacerlo así, aumentará su habilidad futura para consumir bienes y servicios suministrados por Estados Unidos. El singapurense que compra acciones de Apple y el canadiense que abre un restaurante en Detroit, esperan ganar más dólares a lo largo del tiempo, de forma que, en el futuro, sus herederos incluso tendrán más dólares para gastar en bienes y servicios vendidos por empresas estadounidenses.

Y, estas inversiones de extranjeros en Estados Unidos, sin diferir de las inversiones de estadounidenses en Estados Unidos, no sólo crean empleos específicos en Estados Unidos, sino también mayor innovación y más y mejores bienes de capital e infraestructura. Tanto estadounidenses como no estadounidenses se enriquecen.

3. LOS DÉFICITS COMERCIALES SON, POR LO GENERAL, EVIDENCIA DE UNA RELATIVA SALUD ECONÓMICA.

Cuando los extranjeros aumentan sus inversiones en Estados Unidos, el resultado es un aumento en el así llamado “déficit comercial” de los Estados Unidos. (Si los Estados Unidos tuvieran un así llamado “superávit comercial,” el resultado sería un descenso en ese excedente comercial. Pero, Estados Unidos no ha tenido un superávit anual desde mediados de los años setenta.) Se ha creído popularmente que déficits comerciales crecientes que son evidencia de un mal desempeño -algunas veces descrito como “falta de competitividad”- de la economía estadounidense.

Pero, tan sólo un poquito de pensamiento exhibe esta absurda creencia popular. Debido a que Estados Unidos no tendría un déficit comercial si los inversionistas globales no estuvieran interesados en invertir sus fondos en Estados Unidos -y no estarían dispuestos a invertir en Estados Unidos si creyeran que la economía doméstica es débil y en declinación- el mismo hecho que tantos inversionistas globales consistentemente escogen invertir aquí sus fondos, es fuerte evidencia de que esos inversionistas consideran que la economía estadounidense es fuerte y promisoria.

Si duda acerca de esta conclusión, simplemente pregúntese si usted invertiría voluntariamente en una compañía que usted piensa que está destinada a un mal desempeño. Por supuesto, su respuesta es no. Y daría esta respuesta ya sea porque usted espera que la empresa tenga un desempeño pobre, debido a su propia mala administración interna, o porque la jurisdicción en la que está localizada esa firma, le impide tener un buen desempeño.

Aunque es posible imaginar escenarios extraños, en donde un país que tiene déficits comerciales crecientes puede ser evidencia de una declinación económica, ninguno de esos escenarios es realista en el caso de Estados Unidos. Los déficits comerciales estadounidenses son evidencia de la salud económica estadounidense, al menos comparada con otros países, en vez de dificultades económicas.
Que esta verdad se ignore ampliamente no lo hace menos cierta o que disminuya su significancia.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.