Con su cuarta parte, concluyo mi traducción del artículo del economista Donald J. Boudreaux. Espera que sus lecturas han sido útiles, pues el desconocimiento de estos principios a privado a los pueblos y las personas de las posibilidades de tener una mejora vida por medio de la especialización y el intercambio.

DOCE PRINCIPIOS ACERCA DEL COMERCIO INTERNACIONAL- PARTE 4

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
13 de enero del 2021


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como donald j. boudreaux institute for economic research twelve part 4 January 13, 2021 y quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Al ceder el paso la presidencia de Donald Trump a la de Joe Biden, hay esperanzas de que la política de comercio de los Estados Unidos esté mejor informada por el entendimiento económico y, así, sea menos restrictiva. Después de todo, la conclusión consensuada entre economistas -incluyendo grandes economistas del comercio que van desde Adam Smith, pasando por Frédéric Bastiat, Henry George y William Graham Sumner, hasta Leland Yeager, Jagdish Bhagwati, Arvid Panagariya y Douglas Irwin- es que, entre más libre es el comercio en el país doméstico, más grande es la habilidad para enriquecerse de los residentes del país natal. Por tanto, si los funcionarios gubernamentales quieren de veras que sus conciudadanos progresen económicamente tanto como sea posible, el comercio debería ser libre. Esta conclusión se sostiene independientemente de las políticas comerciales seguidas por gobiernos extranjeros.

Pero, la economía enseña otra lección más edificante: a menudo, los funcionarios gubernamentales tienen incentivos para seguir políticas que rinden beneficios a grupos de intereses especiales, a la vez que dañan a la ciudadanía como un todo. En pocas áreas de política se comprueba con más regularidad la validez de esta lección que en la política comercial. Los aranceles proteccionistas y los subsidios a las exportaciones enriquecen una franja estrecha de productores políticamente influyentes, a mayores expensas del público en general.

Es difícil para los políticos resistir las presiones de grupos de interés. Pero, no es imposible. Si el público cree que ellos serán dañados con alguna política, los políticos no tienen otra opción más que resistir las presiones de los grupos de interés que claman por esa política. Y así, en el espíritu de ayudar al público para que aprecie mejor los beneficios que disfruta con el libre comercio, y ver el daño que sufre con el proteccionismo, concluyo aquí mi serie de cuatro partes acerca de los principios del comercio internacional. (Usted puede encontrar las partes anteriores aquí, aquí y aquí.)

10. DEBIDO A QUE LOS SALARIOS REFLEJAN LA PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJADOR, LOS TRABAJADORES Y EMPRESAS EN PAÍSES DE BAJOS SALARIOS NO TIENEN UNA VENTAJA “INJUSTA” SOBRE OTROS TRABAJADORES EN PAÍSES DE ALTOS SALARIOS.

Al contrario de la mitología popular, salarios altos ganados por trabajadores en países como Estados Unidos, no los pone a ellos en una desventaja competitiva en contraste con trabajadores y empresas de países con bajos salarios, como Vietnam. La razón es que, en los mercados, los salarios reflejan la productividad del trabajador. Entre más alta sea la productividad del trabajador, más alto es su salario. De ello se deduce que, a los trabajadores menos pagados se le paga, como lo son, tan pobremente porque ellos no son muy productivos. (Si los salarios bajos en algún país son resultado de que ese país no tiene una economía de mercado que funciona adecuadamente, entonces, las ineficiencias de ese país son aún mayores que cualesquiera sean las ineficiencias restantes, que mantienen bajos los salarios en los países que están por liberalizarse.)

Domésticamente se presenta la misma relación entre productividad del trabajador y paga. Por ejemplo, a los jóvenes estadounidenses se les paga mucho menos que a los trabajadores de treinta, cuarenta o cincuenta años de edad. La razón es que los jóvenes -quienes tienen mucho menos habilidades y mucha menos experiencia que los trabajadores mayores de edad- son mucho menos productivos que los trabajadores de más edad. Los salarios menores de los jóvenes reflejan esa menor productividad.

No obstante, nadie declara que los salarios más bajos que tienen los jóvenes constituyen una ventaja comparativa injusta por encima de los adultos que ganan altos salarios. Nadie propone aranceles a los bienes y servicios suplidos por jóvenes, para que el suministro libre de aranceles de tales bienes y servicios no reduzca los salarios de los adultos, hasta aquellos ganados por los jóvenes.

Por la misma razón correcta por la que nadie se preocupa acerca del libre comercio ente adultos y jóvenes, nadie debería preocuparse acerca del libre comercio entre conciudadanos con salarios altos y extranjeros con salarios bajos. Los salarios altos en Estados Unidos reflejan la alta productividad de los trabajadores estadounidenses. Y no hay una probabilidad mayor de que esos salarios se reduzcan por el libre comercio con países de bajos salarios, de cómo serían reducidos por el libre comercio con jóvenes.

Un nombre más revelador para “trabajadores de salarios bajos” es “trabajadores de baja productividad.” Así que, cuando luego usted encuentra el cargo de que los trabajadores extranjeros de bajos salarios disfrutan de una ventaja sobre los trabajadores estadounidenses de altos salarios, reemplace “bajos salarios” por “baja productividad,” y “altos salarios” por “alta productividad,” para evitar esta tontería: “Trabajadores extranjeros de baja productividad tiene una ventaja sobre trabajadores estadounidenses de alta productividad.” Esta nueva redacción revela claramente por qué es un error que gente de países con altos salarios teman al comercio con gente de países de bajos salarios.

11. ECONÓMICAMENTE, NO HAY NADA ÚNICO ACERCA DEL COMERCIO QUE TIENE LUGAR A TRAVÉS DE FRONTERAS POLÍTICAS.

Toda consecuencia que surge cuando a la gente se le permite comerciar libremente con sus conciudadanos, surge cuando a la gente se le permite comerciar libremente con extranjeros. Esta verdad se sostiene tanto para consecuencias consideradas positivas, así como para consecuencias consideradas negativas.

¿Gana usted cuando se le permite cambiar su patrocinio del supermercado local ubicado cerca de su casa, al supermercado localizado más cerca de su trabajo? Por supuesto. De la misma forma, usted gana cuando se le permite cambiar su patrocinio de un fabricante de carros en Michigan hacia un fabricante de carros en Japón.

Cuando usted cambia su patrocinio hacia un fabricante de carros en Japón, ¿tal vez usted contribuye a que trabajadores pierdan sus empleos en una fábrica de automóviles en Michigan? Por supuesto. Similarmente, cuando usted cambia su patrocinio del supermercado más cercano a su hogar, hacia uno que está más cerca de su sitio de trabajo, usted, tal vez, contribuye a que trabajadores pierdan sus empleos en el supermercado más cerca de su casa. Sin embargo, a diferencia de cuando usted escoge comprar un carro importado, nadie sugiere que su elección de comprar en un supermercado en particular, es económicamente dañino pues “destruye” algunos empleos específicos.

Todo cambio en el gasto del consumidor ocasiona que algunos negocios pierdan ventas (y, por tanto, ocasiona que algunos empleos sean “destruidos”), dando lugar a que otras empresas ganen en sus ventas (y, por tanto, ocasiona que otros empleos sean creados). De hecho, toda decisión de gasto se puede decir que tanto crea como destruye empleos. Siempre que usted gasta dinero de una forma, por ese hecho, usted no gasta ese dinero en la forma en que usted lo habría gastado, si no hubiera escogido hacerlo diferentemente. Por tanto, siempre que usted gasta dinero no sólo ayuda a crear algunos empleos, sino que también ayuda a destruir -o no crear- otros empleos.

Considere el caso de Smith, su vecino en Nantucket, quien en el 2021 compra un nuevo Toyota Camry hecho en Japón. Alguna gente acusa a Smith de que, con ello, está dañando a trabajadores estadounidenses. Pero, suponga que Smith, en vez de eso, en el 2021 escogió comprar un Buick La Crosse usado modelo 2012. ¿Acusaría alguien a Smith, en esta segunda situación, de dañar a trabajadores estadounidenses? No. Sin embargo, la decisión de gasto de Smith, en cada ejemplo, tiene el mismo impacto sobre el mercado de nuevos automóviles hechos en Estados Unidos y en la demanda de trabajadores automotrices en Estados Unidos.

12. LA EXCEPCIÓN DE LA DEFENSA NACIONAL AL CASO EN FAVOR DEL LIBRE COMERCIO DEBE MANEJARSE CON CUIDADO.

Incluso Adam Smith concedió que excepciones limitadas a una política de libre comercio unilateral, pueden justificadamente ser perfiladas para estimular ciertas fuentes de suministros domésticos para fines militares. Pero, Smith explícitamente declaró que esas excepciones son costosas; ellas hacen al país económicamente menos, no más, próspero. Este costo puede valer la pena que se incurra, pero, al menos, debe tenerse cuidado de reconocerlo como un costo.

A pesar de lo anterior, cuando se maneja la excepción de la seguridad nacional, debemos tener incluso un cuidado mayor.
La existencia a esta excepción impulsará a muchos productores domésticos a retratar falsamente a sus industrias como esenciales para la defensa nacional y, así, merecer protección. Temerosos de ser calificados como débiles en la defensa, los políticos serán renuentes a resistirse ante estos llamados en favor de protección. Por tanto, algunas industrias que no merecen tal protección la obtendrán a pesar de ello.

También, la protección otorgada con fines de seguridad nacional puede resultar contraproducente, incluso en sus propios términos. Debido a que la competencia estimula tanto la innovación como eficiencias mayores, los productores domésticos que se ven protegidos de la competencia de rivales extranjeros, tienen menos incentivo para innovar y trabajar duro para lograr mayores eficiencias. Con el paso del tiempo, la protección comercial diseñada para ampliar las capacidades militares de la nación, puede disminuirlas, en comparación con otras naciones, al sofocar la capacidad innovadora de las empresas domésticas e impedirles que suministren los bienes militares a los precios más bajos que sea posible.

Esto es, la protección dirigida a asegurar que las firmas domésticas continúen operando con las tecnologías líderes puede que tenga demasiado éxito. Al proteger a empresas que hoy operan con tecnologías líderes actuales o que producen bienes militares relevantes de punta de la actualidad, el proteccionismo puede evitar que las firmas domésticas del mañana produzcan con las tecnologías de vanguardia del mañana o que produzcan los bienes militares relevantes de punta del mañana.

Cuando se combina con la realidad empíricamente verificada, de que un comercio aumentado entre naciones disminuye la posibilidad de que esas naciones entren en guerras entre sí, lo que queda de la excepción de seguridad nacional en el caso a favor del libre comercio unilateral, ciertamente es muy limitado.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.