Lea acerca de esta nueva intención de controlar a los humanos por parte de una minoría elitista. No se trata de una teoría de la conspiración de quienes critican una propuesta concreta en el sentido de crear un mundo nuevo, sino que están claramente enunciadas como un objetivo por lograr. Y que debe ser combatido, pues sencillamente tratan de aprovechar la circunstancia de la pandemia, para promover una nueva forma de vivir, según las preferencias de los proponentes, no las de los individuos con gustos y preferencias diferentes acerca de cómo organizar su vida personal en sociedad.

¿QUÉ PASA CON EL GRAN REINICIO?

Por Stacy Rudin
American Institute for Economic Research
6 de enero del 2021


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como stacey rudin institute for economic research reset, January 6, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.


En cualquier protesta contra la cuarentena, usted verá carteles que dicen “Detengan el Gran Reinicio.” El New York Times llama a esta frase “una teoría de la conspiración sin base.” He aquí el problema. Nada de esto es secreto. Hay libros que usted puede leer acerca de ella y sitios en la red detallados la describen. Incluso la revista Time presentó la historia en su portada. Es el título del libro de quien encabeza el Foro Económico Mundial (FEM), Klaus Schwab, acerca de las cuarentenas y el futuro. Se publicó el 9 de julio del 2020 y ahora tiene casi 900 análisis en Amazon.

Los impulsores del “Gran Reinicio” afirman que la pandemia prueba que nuestra sociedad anterior “no funciona,” así que necesitamos de un futuro “sostenible” enfocado en la tecnología, que reduzca las emisiones y, por tanto, que “salve al planeta.” El Gran Reinicio es un cambio de marca de una versión de la agenda de “Desarrollo Sostenible” (“Agenda 21”) de décadas atrás de la ONU. Las mismas políticas e ideas están contenidas en el “Nuevo Trato Verde,” que fue derrotado en el 2019 en el Congreso de los Estados Unidos.

Vale la pena repetirlo: seis meses antes que el “SARS-CoV-2” fuera descubierto por China, la ONU y el FEM firmaron una “Sociedad Estratégica” específicamente para promover la agenda de “Desarrollo Sostenible,” ahora conocida como “El Gran Reinicio.” Usted puede leer en línea todo acerca de esta sociedad.

Por décadas, Schwab ha estado abiertamente “luchando” (para usar sus propias palabras) contra la economía al estilo de Milton Friedman, desde que Friedman publicó su famoso ensayo en 1970: “The Social Responsibility Of Business Is to Increase Its Profits” [“La Responsabilidad Social de la Empresa es Aumentar sus Beneficios.”] Ahora, Schwab predice que la “Pandemia del COVID 19” -que él dice durará al menos hasta el 2022- marcará el golpe final del “neoliberalismo,” que él define como “un cuerpo de ideas y políticas… que favorecen la competencia por encima de la solidaridad, la destrucción creativa por encima de la intervención gubernamental y el crecimiento económico por encima del bienestar social.”

Otros describirían al neoliberalismo como “poder descentralizado y gobierno más pequeño,” y al sistema preferido por Schwab como “China bajo Xi Jinping.”

¿Por cuánto tiempo ha sabido Schwab que una pandemia podía usarse para promover sus ideales? Por un rato, si sus publicaciones y ejercicios de planificación son una indicación. Su libro, COVID-19: The Great Reset [COVID-19: El Gran Reinicio] contiene una extensa discusión acerca de cómo las pandemias son agentes conocidos de importantes cambios societales. Él pregunta, “¿Por qué el COVID-19 sería algo diferente?”

Luego, existe el hecho de que la organización de Schwab practicó un “ejercicio pandémico de alto nivel” en octubre del 2019, menos de cinco meses antes de presentarse el “Covid-19.” Los copatrocinadores de esta actividad fueron El Centro para la Seguridad de la Salud de la Universidad Johns Hopkins y la Fundación Bill y Melinda Gates, ambas habiendo activamente promovido la respuesta pandémica sin precedentes del 2020 ̶ como lo explicó recientemente Neil Ferguson del Colegio Imperial de Londres, las cuarentenas no fueron recomendadas a ningún gobierno hasta que Xi Jinping “cambió lo que era posible” al proclamar que “esto funcionó para nosotros en China.”

Ese ejercicio de planificación pandémica extremamente fortuito en el tiempo, hace que Schwab aparezca como una especie de oráculo. En efecto, él abiertamente blasona acerca de su clarividencia:

“Durante años, organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), instituciones como el Foro Económico Mundial y la Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante Epidemias (CIPE) ̶ la lanzaron en la Reunión Anual del 2017 en Davos, e individuos como Bill Gates nos han estado advirtiendo acerca del próximo riesgo pandémico, incluso especificando que: (1) emergería en un lugar altamente poblado, en donde el desarrollo económico obliga a la gente y la vida animal salvaje a vivir juntos; (2) se diseminaría rápida y silenciosamente al explotar las redes humanas de viajes y comercio; y (3) llegaría a mucho países al frustrar la contención.”

En el 2017, Anthony Fauci hizo una predicción similar, declarando que “no hay duda” que Donald Trump “será confrontado por una pandemia” antes de terminar su período. Como Schwab, Fauci activamente promueve las cuarentenas. Como Schwab, declara que nunca podremos regresar a la normalidad ̶ si lo hacemos, deberíamos esperar que las enfermedades salten constantemente de los animales hacia los humanos (pues las pandemias nunca sucedieron si no es hasta el 2020, cuando el mundo llegó a ser “demasiado industrializado”). Para salvarnos nosotros, debemos rediseñar la sociedad “en armonía con la naturaleza.”

Tanto la prosa de Fauci como la de Schwab están plagadas de términos como “sostenibilidad,” “inclusividad,” “verde,” “naturaleza,” y “armonía.” Términos con los que es difícil estar en desacuerdo, aunque los comportamientos que presuntamente están promoviendo son algo difíciles de vender. Schwab revela en su libro “El Gran Reinicio” que nuestros nuevos comportamientos para evitar gérmenes son vistos como óptimos para “el ambiente:”

“Durante las cuarentenas, muchos consumidores previamente reticentes a descansar demasiado en aplicaciones y servicios digitales, se vieron obligados a cambiar sus hábitos casi de la noche al día… muchos de los comportamientos tecnológicos que fueron obligados a adoptar durante el confinamiento, se harán más naturales por medio de la familiaridad. Si consideraciones de salud [léase: temor a los gérmenes] llegan a ser primordiales, podemos decidir, por ejemplo, que una clase de clase de ciclismo enfrente de una pantalla en casa… es más segura (¡y más barata!).

El mismo razonamiento es aplicable a muchos dominios diferentes, como salir corriendo hacia una reunión (el Zoom es más seguro, más barato, más verde y mucho más conveniente), ir manejando hacia una reunión familiar distante en el fin de semana (el grupo familiar de WhatsApp no es tan divertido, pero, de nuevo, es más seguro, más barato y más verde) e incluso asistir a un curso académico (no satisface tanto, pero es más barato y más conveniente).”

Menciono esto para aquellos muy impactados para asimilarlo: esta es una admisión abierta de que la continuación de las cuarentenas, tanto como sea posible, beneficia la agenda política de Schwab y Fauci. La misma gente que vende cuarentenas interminables -ignorando la gran ciencia acerca de la inmunidad preexistente, la carencia de diseminación asintomática, y pruebas fallidas de PCR- cree que las cuarentenas son el agente perfecto para abrir una ventana a los cambios que ellos desean. ¿Tendrán éxito? ¿Remotamente se justifica su comportamiento? ¿Realmente prueba la pandemia que nuestra sociedad está fatalmente fallida? ¿Por qué ellos no pueden usar el sistema político para ganar el voto de una mayoría, si su agenda es tan buena?

El Covid-19 es la primera gran pandemia en seis décadas. Peores pandemias ocurrieron en 1918, 1957 y 1968, cuando la población era exponencialmente más pequeña (1.8 miles de millones; 2.8 miles de millones; y 3.6 miles de millones, respectivamente) y las emisiones de carbono ni siquiera estaban en el radar de todos. Debido a que las pandemias han ocurrido siempre, no hay una base lógica -ni siquiera una débil- para inferir que el “crecimiento de la población,” el “cambio climático,” o la “industrialización” causaron esta.

La gente puede o no estar de acuerdo con Schwab en que las reuniones de Zoom son preferibles al trabajo interpersonal, que sentarse en la misma casa todo el día de la semana es preferible a conmutar hacia una oficina, que el entretenimiento local es mejor que el viaje internacional, que las clases de ejercicio son tan buenas sobre la pantalla de una computadora como en un estudio. Pero, hay una cosa en que la mayoría de la gente está de acuerdo: es abusivo decirle a la gente que los “gérmenes” amenazan su existencia cuando en realidad no lo son.

Asustar a las personas para que se queden en sus hogares, hacerlas que teman a su propia familia y amigos, hacer presa de sus vulnerabilidades, destrozar su existencia social -en especial cuando usted, con conocimiento, lo hace con la esperanza de hacerlo permanente- es algo tan malo como lo sea el comportamiento humano.

Igual de malo, lo saben Schwab et al., es que las cuarentenas están “eliminando” ciertas industrias a la vez que perdonando a otras: en resumen, los poderosos sobreviven. Cualquiera que tenga, tanto el conocimiento de esto, como la habilidad de influir en la duración de la cuarentena, posee un nivel de poder impensable y una habilidad ilimitada de amasar más de él, al manipular gran parte del sistema financiero global. Todo esto es eminentemente predecible por la gente que estimula, apoya, e impone las ordenes restrictivas.

“El sector de [restaurantes] de la actividad ha sido golpeado por la pandemia [cuarentena] en un grado tan dramático que… puede que nunca regrese. En Francia y el Reino Unido, varios voceros industriales estiman que un 75% de los restaurantes independientes puede que no sobreviva las cuarentenas y las medidas subsecuentes de distanciamiento social. Lo harán las grandes cadenas y los gigantes de comidas rápidas. Esto, a su vez, sugiere que los grandes negocios se harán más grandes, mientras que los pequeños se encogen o desparecen. Por ejemplo, una cadena grande de restaurantes tiene una mayor oportunidad de mantenerse en operación al beneficiarse con más recursos y, en última instancia, de tener menos competencia a resultas de la ola de quiebras entre empresas más pequeñas.”

Tomar medidas a sabiendas que cierran negocios pequeños -uno de los últimos bastiones de libre expresión e independencia, diferente del mundo corporativo estrechamente controlado- es maldad. Es difícil creer que alguien lo haría, si pudieran evitarlo. Sin embargo, es igualmente difícil ignorar el hecho de que Florida, Georgia, Dakota del Sur, Texas y Suecia (entre muchos otros) tienen economías totalmente abiertas y la mortalidad promedio para demostrarlo.

Tanto la ética de salud pública como los Principios de Siracusa dictan que los “medios menos restrictivos” deben usarse cuando la “salud pública” es suministrada como justificación para restringir derechos humanos básicos, como el derecho a ganarse la vida. No obstante, ambos, Schwab y Fauci, ignoran a Suecia y Florida, y alegan que las restricciones de cuarentena por el Covid-19 deben proseguir hasta el 2022 (o más). ¿Cómo en este mundo lo justifican ellos?

Ellos parecen estar diciéndose a sí mismos – incluso pueden pensar que es cierto- que “están salvando al planeta,” así que el fin justifica los medios. En su libro, Schwab plantea la pregunta retórica, “¿está bien mentirle al público para un bien mayor?” “Bueno,” yo respondería, ¿en quién debemos confiar para decidir cuál es el bien mayor? Nunca habrá un acuerdo unificado en qué sistema logra este objetivo. Algunos votarán por Milton Friedman, otros por Klaus Schwab. No obstante, la mayoría estaría de acuerdo en que trucos como explotar la pandemia no se deberían usar, incluso por los de lado de “uno.”

Gente razonable bien puede creer en el mérito de la “economía de las partes interesadas” de Schwab. Pero, sin duda, ella espera ser persuadida de su mérito, no que se les imponga el sistema mediante una artimaña. El proceso democrático existe, de forma que las ideas puedan ser abiertamente discutidas, debatidas, y resueltas por el público, permitiéndose a cada persona un voto. Schwab, muy abiertamente, admite que a él le gustaría prescindir de este proceso ̶ si no produce el resultado que él desea. Lejos de ello: movimientos populistas recientes en Estados Unidos (“Hacer Grande Nuevo a Estados Unidos”) y en el Reino Unido (“Brexit”) han rechazado específicamente sus ideales colectivistas:

“Sin una colaboración mayor, seremos incapaces de enfrentar los desafíos globales que encaramos colectivamente. Puesto en los términos más sencillos posibles: si, como seres humanos, no colaboramos en confrontar nuestros desafíos existenciales (el ambiente y la caída libre de la gobernabilidad global, entre otros), estamos condenados.”

En su libro de mercadeo “El Gran Reinicio,” Schwab amenaza con que esa marea creciente de nacionalismo mostrará ser “incompatible” con el “status del dólar de Estados Unidos como moneda de reserva global.” Él sugiere que se hará necesaria una moneda alternativa, que en su momento arribará una moneda global digital, y que China está “años adelante del resto del mundo” en desarrollar una.

Aunque no lo dice así tan directamente, indudablemente a Schwab et al., les desagrada lo que Trump ha hecho por defender el dólar. Schwab cita a Barry Eichengreen y a representantes del Banco Central Europeo tal como sigue: “La prima de seguridad disfrutada por el dólar de Estados Unidos podría disminuir,” pues “los Estados Unidos se están desvinculando de la política global, en favor de políticas hacia adentro, más autónomas.”

Predeciblemente, Schwab formula el argumento de que esas mismas políticas nacionalistas mostraron ser desastrosas durante “la pandemia.” Haciendo eco de la alabanza de la OMS a la acción colectivista en Wuhan -que Xi Jinping orgullosamente declaró que “erradicaron al virus” de la nación China entera - Schwab escribe que, a los países les fue mejor durante la pandemia cuando compartieron un “sentido verdadero de solidaridad, favoreciendo al bien común por encima de las aspiraciones y necesidades individuales.”

“Características societales favorables [incluyen] valores esenciales de inclusividad, solidaridad, y confianza [que] son fuertes elementos determinantes e importantes contribuyentes al éxito en la contención de una epidemia.”

El apoyo a estos conceptos no es un sentimiento nuevo para Schwab. Para él, no emanaron orgánicamente de la pandemia, como una epifanía. Más bien, esa es su versión utópica largamente sostenida y el trabajo de su vida. Él ha estado hablando de eso por décadas:

“A principios de este año, Schwab le dijo al Financial Times que su meta había sido derrotar a Friedman. ‘Lo que para mí siempre fue inquietante era que Milton Friedman dio un razonamiento moral en favor del capitalismo de los accionistas ̶ [él aseveró] que el papel de las empresas era que los negocios ganaran tanto como les fuera posible y, luego, el dinero regresaría de la empresa al gobierno en forma de impuestos. Yo tenía que luchar contra la onda.’”

En resumen, Schwab et al. están en una misión. La misión es cambiar la sociedad. Admiran la gobernabilidad de China y Nueva Zelandia. Ellos practicaron para una pandemia. La ciencia ha sido tirada a los vientos por meses, la censura es rampante, se ignora a Suecia y Florida, la regla de la ley está suspendida, y ciertos gobernadores parecen determinados a nunca liberarnos de sus declarados “estado de emergencia.”

Estas circunstancias son favorables para Schwab y sus poderosos aliados, incluyendo empresas de tecnología, multimillonarios, China, la ONU, y otros. Ellas perjudican a miles de millones menos poderosos, a gente y a pequeños negocios menos organizados. Hay mucho que no sabemos, pues no se nos dice.

Schwab y sus aliados ideológicamente alineados piensan que están salvando al mundo. No es una teoría de la conspiración cuando se lee en sus propios libros y se escucha en sus propias palabras, las que tiene como objetivo a las libertades y derechos fundamentales que Occidentes, por mucho tiempo, ha tomado como un hecho. En cierto momento, no es irracional que eso ya no sea cierto acerca de la salud pública. Es acerca de una nueva visión política, urdida por unos pocos privados para poder gobernar sobre los demás. Es poco posible que sea compartido por la mayoría de las personas, estableciendo así lo que es posible que será una batalla épica en el 2021.

Stacey Rudin es escritora, activista, líder comunitaria, voluntaria y previa litigante en movimientos de base para asegurarse que pandemias futuras sean administradas de acuerdo con las directrices establecidas de salud pública. Una ávida jugadora de tenis y lectora, Stacey vive en Short Hills, Nueva Jersey.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.