Vale la pena leer esto, aunque se refiera a lo sucedido en Estados Unidos, pero en alto grado es útil pensar si cosas como esas no han pasado aquí y en que las autoridades no han dicho nada de los daños que muchas de sus decisiones han causado y menos aceptado. Los ciudadanos debemos estar informados, no sólo con las versiones de nuestros funcionarios de salud pública.

DOCE VECES EN QUE LOS IMPULSORES DE LA CUARENTENA SE EQUIVOCARON

Por Phillip W. Magness
American Institute for Economic Research
26 de diciembre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como phillip w. magness institute for economic research lockdowners December 26, 2020 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Este ha sido un año de un asombroso fracaso en las políticas. Estamos rodeados de una devastación concebida y alabada por intelectuales y sus servidores políticos. Los errores enumeran por miles, así que, por favor, considere lo siguiente nada más como un primer borrador, una simple guía para lo que, con certeza, será desenterrado en los próximos meses y años. Confiamos nuestras vidas y libertades a esas personas y he aquí lo que ellos hicieron con esa confianza.

1. ANTHONY FAUCI DICE QUE LAS CUARENTENAS NO SON POSIBLES EN ESTADOS UNIDOS (24 DE ENERO):

Cuando, allá en enero, se le preguntó acerca de los esfuerzos en proceso de contención mediante una cuarentena masiva en Wuhan, China, Fauci rechazó los prospectos de que una cuarentena alguna vez llegara a los Estados Unidos:

“Eso es algo que pienso que posiblemente no podríamos hacer en Estados Unidos. No puede imaginarme cerrar a Nueva York o Los Ángeles, pero la valoración de parte de China es que, dado el hecho de que el virus se está diseminando a lo largo de la provincia… es su evaluación que es algo que, de hecho, va a ayudar a contenerlo. Que lo haga o no queda realmente abierto como pregunta, pues históricamente cuando usted cierra las cosas eso no tiene mayor efecto.”

Menos de dos meses más tarde, 43 de los 50 estados de Estados Unidos estaban bajo cuarentena ̶ una política propugnada por el propio Fauci.

2. EL GOBIERNO DE ESTADOS UNIDOS Y FUNCIONARIOS DE LA OMS ACONSEJAN CONTRA EL USO DE MASCARILLAS (FEBRERO Y MARZO):

Cuando las ventas de mascarillas se dispararon debido a una amplia adopción individual en las primeras semanas de la pandemia, numerosos funcionarios del gobierno de Estados Unidos y de la OMS salieron a los medios para describir a las mascarillas como inefectivas y desalentar su uso.

El Cirujano General de los Estados Unidos Jerome Adams tuiteó acerca de las mascarillas el 29 de febrero. Públicamente, el 7 de marzo Anthony Fauci desalentó el uso de las mascarillas en una transmisión nacional al ser entrevistado en el programa televisivo 60 Minutes. El 30 de marzo, en una conferencia de prensa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), su Director General apoyó el uso de las mascarillas en un ambiente médico, pero disuadió usarlas en público en general.

A mediados del verano nórdico, todos habían revertido su curso y estimulado el uso de mascarillas en público en general, como una herramienta esencial para detener la pandemia. En esencia, Fauci concedió que él le mintió al público a fin de prevenir una escasez de mascarillas, mientras que otros funcionarios de salud dieron un giro en sus alegatos científicos acerca de las mascarillas.

Mientras que, tan recientemente como el 2019, la literatura epidemiológica de la corriente principal enfatizaba la naturaleza ambigua de la evidencia que rodeaba a las mascarillas, súbitamente esos científicos estaban seguros de que las mascarillas eran una especie de varita mágica para el Covid. Resulta que es posible que ambas posiciones estén equivocadas. Las mascarillas parecen tener efectos marginales en cuanto a disminuir la diseminación, en especial en ambientes altamente infecciosos y en cercanía de los vulnerables. Pero, también, su efectividad para combatir el Covid ha sido groseramente exagerada, como lo ilustra el hecho de que, para el verano, la adopción de la mascarilla llegó a niveles casi universales en Estados Unidos, con poco efecto discernible sobre el curso de la pandemia.

3. EL ERROR EN EL DECIMAL DE ANTHONY FAUCI AL ESTIMAR LAS TASAS DE FATALIDAD DEL COVID (11 DE MARZO):

A principios de marzo, Fauci testificó ante el Congreso, al pedírsele que estimara la severidad de la enfermedad comparada con la influenza.
Su testimonio acerca de que el Covid era “10 veces más letal que la gripe estacional” avivó una alarma extensa y brindó un ímpetu importante para la decisión de entrar en cuarentena.

El problema, como lo documentó Ronald Brown en un artículo en una revista epidemiológica, es que Fauci basó sus estimaciones en una combinación de la Tasa de Fatalidad por Infecciones (TFI) y la Tasa de Fatalidad por Casos (TFC) de la influenza, conduciéndole a exagerar el peligro comparativo del Covid por un orden de magnitud. El error de Fauci -que luego él lo elevó aún más en un artículo a fines de febrero para el New England Journal of Medicine- ayudó a convencer al Congreso de Estados Unidos de la necesidad de tomar medidas drásticas de cuarentena, a la vez que diseminó el pánico en los medios y público en general. A la fecha en que se escribe este artículo, Fauci no ha reconocido la magnitud de su error y ni la revista ha corregido su artículo.

4. “DOS SEMANAS PARA APLANAR LA CURVA” (16 DE MARZO):

A mediados de marzo, los promotores de la cuarentena se basaron en un eslogan pegajoso para justificar su cierre sin precedentes en la vida económica y social alrededor del globo: dos semanas para aplanar la curva. La fuerza de tarea acerca del Covid de la Casa Blanca promovió agresivamente esta frase, al igual que lo hicieron los medios noticiosos y mucha de la profesión epidemiológica. La lógica tras el eslogan provino del gráfico omnipresente que muestra (1) un incremento fuerte en el número de casos que abrumaría nuestro sistema hospitalario, o (2) una alternativa mitigada que distribuiría el número de casos a lo largo de varias semanas, haciéndolo manejable.

Para llegar al gráfico número 2, la sociedad necesitaría abrocharse por dos semanas el cinturón ante órdenes de refugiarse en sus lugares, hasta que el tema de la capacidad pudiera ser administrado. En efecto, se nos dijo que, si no aceptábamos la solución, el sistema hospitalario entraría en un fallo catastrófico en sólo 10 días, como aseveró el asesor de pandemias del Departamento de Seguridad Interior, Tom Bossert, en una ampliamente difundida entrevista y una columna del Washington Post del 11 de marzo.

Las dos semanas llegaron y se fueron, entonces, cambió la lógica bajo la que se vendió al público. Los hospitales ya no más estaban al borde de ser abrumados ̶ de hecho, la mayoría de los hospitales alrededor del país permanecieron muy por debajo de su capacidad, con sólo un número muy pequeño de excepciones en los vecindarios peor golpeados de la Ciudad de Nueva York.

Un barco hospital de la Naval de Estados Unidos, enviado para aliviar a Nueva York, departió un mes después de servir a sólo 182 pacientes, y un hospital al aire libre, instalado en el Centro de Convenciones Javits, se mantuvo casi vacío. Pero, las cuarentenas siguieron existiendo, al igual que lo hicieron las órdenes que las justificaban. Dos semanas se convirtieron en un mes, que luego llegaron a ser dos meses, que siguieron por casi un año. Ya no más estábamos “aplanando la curva” -una estrategia basada en la premisa de librar al sistema hospitalario de una amenaza que nunca se manifestó- pero, en vez de ello, se reenfocó en usar en sí a las cuarentenas como una estrategia general de supresión contra la enfermedad. En resumen, la profesión de la epidemiología nos vendió una sarta de mentiras.

5. NEIL FERGUSON PREDICE PARA ESTADOS UNIDOS UN ESCENARIO “DEL MEJOR CASO” DE 1.1 MILLONES DE MUERTES (20 DE MARZO):

El nombre Neil Ferguson, principal modelador y vocero del equipo de respuesta a la pandemia del Imperial College de Londres, ha llegado a ser sinónimo del alarmismo cuarentenero por una buena razón. Para casi cada enfermedad que se presenta, Ferguson tiene un amplio historial de formular predicciones burdamente exageradas de tasas catastróficas de mortalidad y de urgir respuestas de políticas agresivas ante aquellas, incluyendo cuarentenas.

Ante el Covid no fue diferente, y Ferguson asumió el centro del escenario al publicar un modelo altamente influyente de predicciones de mortalidad por el virus en Estados Unidos y el Reino Unido. El 16 de marzo, Ferguson apareció con el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, para anunciar el cambio hacia las cuarentenas (como una ironía no pequeña, en ese momento él mismo estaba cayendo enfermo con el Covid y puede haber sido el paciente cero de un acontecimiento super diseminador que pasó a través de Downing Street e infectó al propio Johnson).

Al otro lado del Atlántico, Anthony Fauci y Deborah Birx citaron al modelo de Ferguson como una justificación directa para poner en cuarentena a Estados Unidos. A pesar de ello, había un problema: Ferguson tenía el hábito dramático de promocionar sus propias predicciones entre líderes políticos y la prensa. El artículo del Imperial College modeló un rango amplio de escenarios, incluyendo tasas de mortalidad que oscilaban desde decenas de miles a más de 2 millones, pero las declaraciones públicas de Ferguson sólo enfatizaron la última ̶ aunque el propio artículo concedía que un escenario extremo de “peor caso” era altamente irreal. El 20 de marzo vino un ejemplo que lo dice todo vino, cuando Nicholas Kristof del New York Times contactó al modelador del Imperial College, para preguntarle acerca del escenario más posible para Estados Unidos. Según lo relató Kristof a sus lectores, “Le pregunté a Ferguson por su mejor caso.” “Alrededor de 1.1 millones de muertes, dijo él.”

6. INVESTIGADORES EN SUECIA USAN EL MODELO DEL IMPERIAL COLLEGE PARA PREDECIR 95.000 MUERTES (10 DE ABRIL):

Después de que las impactantes predicciones de Neil Ferguson acerca de la tasa de mortalidad para Estados Unidos y el Reino Unido cautivaron la atención de los tomadores de políticas, investigadores en otros países empezaron a adaptar el modelo del Imperial College a sus propias circunstancias. Usualmente, esos modelos buscaron reafirmar las decisiones de cada país para imponer cuarentenas. No obstante, el gobierno de Suecia decidió romper la tendencia, estableciendo el escenario de un experimento natural para poner a prueba la actuación del modelo del Imperial College.

A principios de abril, un equipo de investigadores de la Universidad de Uppsala adaptó el modelo del Imperial College a la población y demografía de Suecia y corrió sus predicciones. ¿El resultado? Si Suecia mantenía su curso y no imponía cuarentenas, podría esperar unas catastróficas 96.000 muertes para principios del verano. Los autores recomendaron ir de inmediato hacia una cuarentena, pero, debido a que Suecia estaba retrasada en comparación con Europa en adoptar tales medidas, también, predijeron que esta opción del “mejor caso” reduciría las muertes a “solamente” 30.000.

A principios de junio, cuando la predicción de 96.000 se suponía sería una realidad, Suecia tenía registradas 4.600 muertes. Seis meses más tarde, Suecia tenía alrededor de 8.000 muertes ̶ sin duda una pandemia severa, pero en un orden de magnitud menor a la predicha por los modeladores. A inicios de mayo, enfrentando la vergüenza ante estos resultados, Ferguson y el Imperial College intentaron distanciarse de la adaptación sueca de su modelo. No obstante, las proyecciones del equipo de Uppsala eran estrechamente iguales a las del propio Imperial College acerca del Reino Unido y Estados Unidos cuando se escalaban para reflejar sus tamaños de población. En resumen, en una de las pocas pruebas claras de experimentos naturales, el modelo del Imperial College fracasó catastróficamente en su habilidad predictiva.

7. CIENTÍFICOS SUGIEREN QUE LA BRISA DEL OCEÁNO DISEMINA EL COVID (2 DE ABRIL):

En la segunda semana de las cuarentenas, varios periódicos en California promovieron una teoría extraña: el Covid podía esparcirse por la brisa del océano (aunque, después, el periódico echó para atrás su alegato destacado en los encabezados, aquí aparece resumido en Los Angeles Times). Según esta teoría -inicialmente promovida por un grupo de biólogos que estudia la infección bacteriana conectada con el escurrimiento de las aguas de las tormentas- el virus del Covid fue lavado por esas escorrentías hacia el océano, en donde la brisa del océano lo elevaría hacia el aire e infectaría a las personas en las playas de la vecindad. Tan tonta como ahora puede sonar esta teoría, ayudó a dar información para la imposición draconiana inicial de cuarentenas en las playas públicas de California.

En la misma semana en que apareció esta teoría moderna del flujo de miasmas, la policía en Malibu incluso arrestó a un solitario navegante en una tabla de remo, por entrar al océano durante la cuarentena ̶ todo a la vez que se citaba que la brisa oceánica transportaba al Covid dentro de ella.

8. NEIL FERGUSON PREDICE TASAS DE MUERTE CATASTRÓFICAS EN LOS ESTADOS DE ESTADOS UNIDOS QUE REABRIERAN (24 DE MAYO):

Recién salido de sus exageradas predicciones de marzo, el equipo del Imperial College dirigido por Neil Ferguson insistió en su modelado alarmista. Cuando varios estados de Estados Unidos empezaron a reabrir a fines de abril y en mayo, Ferguson y sus colegas publicaron un nuevo modelo, prediciendo para mediados del verano otra oleada catastrófica de muertes. Su modelo se enfocó en 5 estados tanto con brotes moderados como severos durante la primera oleada. Si reabrían, según el modelo del equipo del Imperial College, Nueva York enfrentaría hasta 3.000 muertes diarias en julio.

Florida podía llegar a tanto como 4.000 y California podría sufrir 5.000 muertes al día. Teniendo en mente que estas proyecciones eran sólo para cada uno de los estados, ellas excedían los picos de las tasas diarias de muerte en todo el país, tanto en otoño como en primavera.
Mostrando exactamente qué tan malo era el modelo del Imperial College, la tasa de mortalidad verdadera a mediados de julio en varios de los estados examinados inclusive cayó por debajo del límite de confianza de la medición estimada. Si bien el Covid continúa siendo una amenaza en todos los 5 estados, nunca se dio la explosión de muertes posterior a la reapertura predicha por el Imperial College y que se usó para argumentar la conservación de las cuarentenas en su lugar.

9. ANTHONY FAUCI DA CRÉDITO A LAS CUARENTENAS POR DERROTAR AL VIRUS EN EUROPA (31 DE JULIO):
A fines de julio, Anthony Fauci brindó testimonio adicional ante el Congreso. Su mensaje daba crédito a las fuertes cuarentenas de Europa por la derrota del virus, en tanto que culpó a Estados Unidos por reabrir demasiado pronto y por una insuficiente agresividad en las cuarentenas iniciales. Como aseveró Fauci en ese momento, “Si ustedes miran lo que pasó en Europa, cuando ellos cerraron o impusieron cuarentenas u ordenaron quedarse en sus lugares -como quiera que usted lo describa- ellos realmente lo hicieron, al tono de que alrededor de un 95% o más del país hizo eso.”

El mensaje era claro: Estados Unidos debería haber seguido a Europa, pero fallaron en hacerlo y, en vez de eso, obtuvieron una oleada de Covid en el verano. Sin embargo, todo el argumento de Fauci se basaba en una cadena de falsedades y errores.

Los datos de movilidad en Estados Unidos muestran claramente que la mayoría de los estadounidenses se estaba quedando en casa durante el brote de primavera, con una declinación registrada que igualó a Alemania, Holanda y diversos otros países europeos. Contra la afirmación de Fauci, en realidad, Estados Unidos fue más lerdo en reabrir que Europa. Aún más, su alabanza de Europa colapsó temprano en el otoño, cuando casi todos los países con cuarentena en Europa experimentaron segundas oleadas severas ̶ al igual que las regiones con cuarentena en Estados Unidos.

10. NUEVA ZELANDIA Y AUSTRALIA SE DECLARAN LIBRES DEL COVID (AGOSTO AL PRESENTE):

Hasta el momento, Nueva Zelandia y Australia han capeado la pandemia con mediciones de casos extremamente bajas, induciendo a muchos epidemiólogos y periodistas a confundir estos resultados como evidencia de sus políticas exitosas y reproducibles. En realidad, Nueva Zelandia y Australia optaron por la estrategia medieval del “Príncipe Próspero” [Carácter del cuento de Edgar Allan Poe, La máscara de la muerte roja] de intentar colocarse entre paredes ante el mundo hasta que pasara la epidemia ̶ un enfoque que depende altamente de sus geografías únicas.

Como países insulares con viajes internacionales comparativamente menores que América del Norte y Europa, ambos cerraron sus fronteras antes que ese virus, aún no detectado en aquel momento, se diseminara, y, desde ese entonces, han permanecido cerrados. Es una estrategia muy costosa en términos de su impacto económico y desplazamiento personal, pero mantuvo alejado el virus ̶ en su mayor parte.

El problema con la estrategia del Príncipe Próspero en Nueva Zelandia y Australia es que es inherentemente frágil. Todo lo que requiere para lanzarlos al caos es que el virus logre traspasar la frontera ̶ lo que incluye un accidente o un error humano. Entonces, se lanzan cuarentenas de mano dura, impuestas con una disrupción máxima al impulso del momento, en un intento frenético de contener la ruptura.

El 9 de agosto sucedió el ejemplo más famoso, cuando la primera ministra de Nueva Zelandia, Jacinda Ardern, declaró que Nueva Zelandia había alcanzado 100 días de estar libre del Covid. Sólo dos días después, sucedió la ruptura, enviando a la importante ciudad de Auckland hacia una fuerte cuarentena. Es un patrón que en ambos países se ha repetido en pocas semanas en cada ocasión.

A principios de diciembre, vimos una oleada de historias similares desde Australia, anunciando que el país había derrotado al virus. Dos semanas después, otra grieta ocurrió en los suburbios alrededor de la ciudad de Sidney, impulsando una cuarentena regional. Asimismo, se han tomado medidas erradas embarazosas. En noviembre, el estado entero de South Australia entró en una fuerte cuarentena, ante un único caso mal reportado de Covid, que se atribuyó equivocadamente a una compra de pizza que nunca se dio. Si bien ambos países continúan celebrando sus bajas tasas de mortalidad, también han incurrido en algunas de las restricciones más fuertes y desestabilizadoras del mundo ̶ todo como resultado de declaraciones prematuras de estar “libres del Covid,” seguidas de una brecha inesperada y otra cuarentena frenética.

11. “LAS CUARENTENAS RENOVADAS SON SÓLO UN HOMBRE DE PAJA” (OCTUBRE):

A principios de octubre, un grupo de científicos se reunió en el American Institute for Economic Research (AIER), en donde redactaron y firmaron la Declaración de Great Barrington, una proclama que llama la atención acerca de los severos daños sociales y económicos de las cuarentenas, y que urge al mundo adoptar estrategias alternativas para asegurar la protección de los más vulnerables. Aunque rápidamente la declaración reunió a miles de cofirmantes profesionales médicos y de ciencias de la salud, también enfureció a quienes apoyan las cuarentenas. Ellos respondieron, no con un debate científico acerca de los méritos de sus políticas, sino con una campaña de vilipendio.

Respondieron inundando la petición con firmas falsas e insultos juveniles, y vendiendo teorías de conspiración violentamente falsas acerca del financiamiento de AIER (irónicamente, el principal instigador de ambas tácticas fue un bloguero del Reino Unido, conocido por promover las conspiraciones Veraces acerca de 11 de setiembre [fecha de la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York]. Pero, los cuarenteneros también adoptaron otra narrativa: empezaron a negar que las cuarentenas ni siquiera estaban sobre el tapete.

Insistieron en que nadie estaba considerando revivir las cuarentenas de la primavera. Discutir contra las órdenes otoñales políticamente impopulares de quedarse en casa, sólo servía al propósito de subvertir el apoyo público hacia restricciones más limitadas y más moderadas. Se nos dijo que los autores de la Declaración de Great Barrington, estaban discutiendo con un “hombre de paja” del pasado.

En el transcurso de las siguientes semanas de octubre, una docena o más de prominentes epidemiólogos, expertos en salud pública, y periodistas, traficaron la línea de que “las cuarentenas son un hombre de paja.” El alegato del “hombre de paja” fue promocionado en medios elevados como el New York Times, y en un artículo en la página editorial de los dos principales cofirmantes del Memorandum John Snow, una proclama competidora que redactaron los proponentes de la cuarentena, como respuesta a la Declaración de Great Barrington.

El mensaje era claro: La Declaración de Great Barrington estaba sonando una falsa alarma contra las políticas que los cuarenteneros aceptaron “de mala gana” en la primavera, como una medida de emergencia, pero que no tenían la intención de revivirlas. A inicios de noviembre, el “hombre de paja” de las cuarentenas renovadas se hizo una realidad en docenas de países alrededor del globo ̶ a menudo alabados por la misma gente que en octubre usó la patraña del “hombre de paja”.

Varios estados de Estados Unidos hicieron lo mismo, hasta California, que impuso restricciones severas a reuniones privadas, incluyendo reunirse con su propia familia para el Día de Acción de Gracias y la Navidad. Y, unas pocas semanas después de eso, algunos de los mismos epidemiólogos que en octubre usaron la línea del “hombre de paja”, revisaron sus propias posiciones después del hecho. Empezaron a afirmar que ellos todo el tiempo habían apoyado una segunda cuarentena, y empezaron a culpar a la Declaración de Great Barrington de impedir sus esfuerzos por imponerlas en una fecha previa. En resumen, era falsa toda la narrativa de que “las cuarentenas son un hombre de paja.” Y, ahora, parece que más que unos pocos de los científicos que la usaron, en octubre estaban mintiendo activamente acerca de sus propias intenciones.

12. ANTHONY FAUCI PROMOCIONA A NUEVA YORK COMO UN MODELO PARA LA CONTENCIÓN DEL COVID (JUNIO A DICIEMBRE):

Según todos los indicadores, el estado de Nueva York ha sufrido uno de los peores brotes del coronavirus en el mundo. Al terminar el año, su tasa de mortalidad de casi 1.900 muertes por cada millón de residentes, excede a todos los países en el mundo. Famosamente, el estado hizo mal con su respuesta para los asilos de ancianos, cuando el gobernador Andrew Cuomo obligó a que estas instalaciones recibieran pacientes positivos con el Covid, como forma de aliviar la presión sobre los hospitales. La política salió mal pues no sólo la mayoría de los hospitales nunca agotó su capacidad, sino que, también, las readmisiones introdujeron el virus entre poblaciones vulnerables de los sitios de cuido de ancianos, resultando en muertes generalizadas (a la fecha, Nueva York intencionalmente subestima el conteo de muertes en asilos de ancianos, al excluir de sus números reportados a residentes que son trasladados a un hospital, obscureciendo aún más la verdadera mortalidad de la orden de Cuomo).

También, Nueva York tuvo un mal desempeño durante la “segunda oleada” del otoño, a pesar de su reimposición de fuertes restricciones y medidas de cuarentena regional. Para mediados de diciembre, su tasa de mortalidad se disparó mucho más arriba que el estado abierto en su mayor parte, Florida, que tiene un tamaño de la población comparable con la de Nueva York. Considerando todas las cosas, el capeo de la pandemia de Nueva York es ejemplo de lo que no hay que hacer.

Las políticas de Cuomo no sólo fracasaron en contener al virus ̶ ellas posiblemente lo hicieron más mortal para poblaciones vulnerables. Introduzca aquí a Anthony Fauci, a quien, multitud de veces, la prensa le ha preguntado cómo luciría una respuesta modelo ante el Covid. Él dio su primera respuesta el 20 de julio: “Eso lo sabemos, cuando usted lo hace apropiadamente, usted reduce esos casos. Lo hemos hecho. Lo hemos hecho en Nueva York.”

Fauci estaba operando bajo el supuesto de que Nueva York, a pesar de sus malos ratos en la primavera, había logrado poner exitosamente bajo control a la pandemia, por medio de sus cuarentenas agresivas y una reapertura lenta. Uno puede pensar que el rebote en el otoño en Nueva York, a pesar de imponer de nuevo la cuarentena, pondría a esa conclusión bajo cuestionamiento. No fue así con el Dr. Fauci, quien el 8 de diciembre le dijo al Wall Street Journal: “En realidad, Nueva York fue duramente golpeada al inicio” pero desempeñaron “un trabajo realmente bueno manteniendo las cosas controladas, y, aún así, su nivel es bajo comparado con el resto del país.”

Phillip Magness es investigador sénior en el American Institute for Economic Research. Es autor de numerosos trabajos acerca de historia económica, impuestos, desigualdad económica, la historia de la esclavitud y la política educativa en los Estados Unidos.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.