EL RESCATE DE LA LOCURA

Por Joakim Book
American Institute for Economic Research
15 de diciembre del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como joakim book institute for economic research madness December 15, 2020 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

En sus memorias, escritas en los años cuarenta, pero que no se publicaron sino hasta después de su muerte, el gran economista Ludwig von Mises escribió: “Me propuse ser un reformador, pero sólo me convertí en un historiador de la declinación.” Tal vez la mayoría de la gente se relacionaría con ello al contemplar el clima político y económico del 2020.

Muchos de nosotros, frustrados ante la pérdida de libertad y extralimitación de los gobiernos en su batalla empecinada por erradicar un virus que ellos no entienden, hemos accedido a George Orwell o Aldous Huxley. En sus novelas, 1984 y Brave New World [Un mundo feliz], ellos explotaron mundos increíblemente distópicos. Acontecimientos del mundo real que semejan algo en esos libros, invitan el temor de que estemos destinados a esas mismas vidas tiranizadas.

Si bien la literatura capta algo profundamente real acerca de qué significa ser humano -en particular en la primera mitad de este infame siglo XX en que vivieron esos autores - en última instancia describen algo irreal. El superestado de 1984, Oceania, del todo no ha emergido en ningún lado, excepto, tal vez, Corea del Norte; la búsqueda absurda de placer no estructurado y desinhibido en el Estado Mundial, hasta el momento, se ha restringido a comunas y secciones de las ciudades universitarias que han despertado a los problemas de justicia social y racial.

En vez de eso, encuentro a Mises, o su contemporáneo, el novelista Stefan Zweig, mucho más reveladores. Ambos maduraron en la Viena del fin de siècle, con sus cafeterías, avances intelectuales, logros literarios, círculos afamados y un aura de aprender por aprender en sí, que la posteridad envidió mucho. Ambos fueron testigos del colapso prolongado y duradero de sus civilizaciones.

En contraste con los mundos irreales de Orwell y Huxley, la desaparición que Mises y Zweig discuten en realidad sucedió, y hace sólo unas pocas generaciones. En nuestros días, en nuestros mundos, casi con nuestras instituciones cívicas y nuestras estructuras y valores sociales.

Estamos viendo, en tiempo real, la destrucción de nuestra propia civilización. En los libros de historia, acontecimientos como estos parecen ser tan rápidos e inevitables, de seguido uno tras otro hasta que el rescate desde la locura es demasiado tarde. Con el beneficio de la retrospección que atormenta la mayor parte de la historia, esta hace que las del pasado sean caricaturas: ¿de veras, preguntan incluso estudiantes precoces de secundaria, los secesionistas o demócratas o nacionalistas o Bolcheviques, no pudieron anticipar a lo que habrían conducido sus estúpidas creencias y acciones?

Sí, ellos podrían haberlo hecho, pero las descartaron como resultados irreales, de baja probabilidad, acerca de los cuales ahora no deberíamos preocuparnos: ¡miren las cosas bellas que estamos tratando de lograr! Cuando fueron más claramente visibles los desastres que estos movimientos habían desatado sobre la civilización, era demasiado tarde como para echarlos hacia atrás.

Empezando en la década del 2010, y corriendo a ponerlo en primer plano en el horrible año que es el 2020, hemos venido socavando la base que hizo grande a Occidente: el individualismo, poder estatal limitado, avances científicos en competencia bajo un compromiso compartido con la verdad ̶ la verdad objetiva, verificable, demostrable.

En los años de la década del 2010, con el bastión intelectual de las universidades y medios como el centro del poder, demolimos la verdad. Para la teoría crítica, nada es y nada vale; la narrativa domina a los hechos estadísticos, y acontecimientos elegidos a dedo son suficientes para promover creencias conspiratorias acerca de un daño estructural. Tenemos “estudios de quejas” y palabras endebles de opresión; la lógica es supremacía blanca; las jerarquías competitivas y la meritocracia están infamemente diseñadas para dañar a aquellos que se ven rezagados. Todo es luchas de poder.

Con gobiernos alrededor del mundo suspendiendo todo lo que la gente valora, súbitamente deformamos a la sociedad. Quienes dicen la verdad sólo son escuchados si ellos son políticamente convenientes. De hecho, el individualismo ha sido des anonimizado por el uso obligatorio de mascarillas. Hay algo abrumadoramente siniestro con medidas que inhiben la comunicación y agrupación de persona a persona, las mismas características que el estado más teme. Impedimos el funcionamiento de una sociedad libre, voluntariamente a cambio de una promesa de que alguien, en algún lado, no puede ser contaminado por la gripe. Dirigimos la atención, sospecha y luego culpa hacia aquellos entre nosotros, amigo o enemigo, quienes se infectaron, en vez de hacia los gobiernos de donde surgió el abuso del poder.

De alguna manera, dimos un salto desde la Ilustración y un entendimiento basado en el método científico del mundo, hacia súbitamente culpar por sus fallas a quienquiera que resulte con un examen positivo. Si alguien es infectado, o si se eleva la tasa general de infección, siendo las ovejas dóciles que somos y teniendo los medios histéricos que tenemos, concluimos que la gente debe haber alterado las reglas.¡Tome mayores precauciones, usted diseminador irresponsable del virus! En vez de preguntar si las reglas siquiera funcionan, preguntamos qué fallas morales alimentaron al culpable.

Los Juicios a las Brujas de Salem clamaron y quieren su racionalidad de regreso.

Julia Marcus, la profesora de la Escuela de Medicina de Harvard, quien aparece en el registro llamando a muchas acciones políticas “teatro pandémico,” escribió hace poco en The Atlantic,

“Al aumentar los casos en el otoño, funcionarios elegidos culparon al mal comportamiento en reuniones sociales privadas por la tendencia. Los restaurantes, tiendas y otros sitios de trabajo no son el problema, dice el tema de conversación; la gente sólo necesita comportarse mejor en todas partes ̶ en los parques, sitios de juegos de niños, y sus propias casas."

En vez de eso, debemos

“considerar la posibilidad de que, cuando enormes cantidades de personas indica por medio de sus acciones, que no es negociable ver a los seres amados en persona, ellas necesitan maneras prácticas para reducir el riesgo, que van más allá de un ‘Tan sólo di no.’”

Tomen al payaso pandémico de la conferencia de prensa del Departamento de Justicia, visto en línea por millones de personas. Primero, él camina en medio del personal sin usar una mascarilla. Luego, saca una de su bolsillo, la maneja mal y repetidamente se toca su cara, antes de dar unos pocos pasos hacia el podio del Departamento de Justicia, en donde se la quita. Cualesquiera que sea la evaluación científica acerca de la efectividad de las mascarillas en prevenir la diseminación de la enfermedad, la hipocresía y mentira no se hacen más evidentes que con esto.

Ese segmento nos indica lo que ya sabíamos de gobiernos tipo House of Cards [Castillo de Naipes]. Ellos juegan a las adivinanzas y formulan reglas sin sentido para nosotros, sus súbditos, antes que ellos rutinariamente hagan alarde de ellas: Ferguson y Cummings en el Reino Unido, Cuomo y Newsom en Estados Unidos. En sus Memoires, Mises escribió, “Reconocí que la corrupción es concomitante inevitable del intervencionismo [gubernamental].” Décadas más tarde, lo podemos comprender.

Cuarenta años antes que Robert Higgs explorara el Efecto de Trinquete [Efecto Trinquete: una vez que ha sucedió algo, cuesta revertirlo] -el gobierno se hace con el poder en nombre de alguna emergencia, pero nunca lo retorna del todo cuando ha pasado la amenaza de la catástrofe- Zweig escribió acerca de la civilización que han destruido los gobiernos tiránicos y las grandes guerras. Además de enormes avances técnicos entre las dos guerras totales que nos atormentaron entre 1914 y 1945, Zweig escribió en The World of Yesterday: Memories of a European [El mundo de ayer: memorias de un europeo], que “No existe una nación única en nuestro pequeño mundo de Occidente que no haya perdido inmensurablemente mucho de su joie de vivre [alegría de vivir] y su existencia despreocupada.”

Espere lo mismo del gobierno hinchado de hoy, lleno de ilusiones de grandeza, siempre empujando sobre sus subordinados “soluciones” de un tamaño que sirven para todos los casos. Cada paso que den en ese camino, ellos derriban la libertad fundamental y la convicción de vive y deja vivir que hace soportable a la vida civilizada.

La única buena noticia de toda esta locura es que grandes vaivenes del público están empezando lentamente a ignorar a estos señores. A partir de esto, el cínico supone que eso es inútil y que, de todos modos, los tiranos siempre ganarán; los optimistas dicen que ellos valientemente lucharan hasta exhalar el último suspiro ̶ y ambos encuentran apoyo en las Memoires. Reflexionando acerca de su tiempo pasado en la formulación de política en Austria, Mises escribió,

“Luché una batalla en la [Cámara de Comercio de Austria] durante dieciséis años en la que no logré nada más que posponer una catástrofe. Realicé sacrificios personales difíciles, aunque siempre preveía que se me negaría el éxito. Pero no lamento haber intentado lo imposible. No podía actuar de otra forma. Luché porque no había nada más que pudiera hacer.”

Usted tiene enfrente una elección similar. Bienvenido a nuestro mundo feliz.

Joakim Book es un escritor, investigador y editor, entre otras cosas, acerca de dinero, finanzas e historia financiera. Posee una maestría de la Universidad de Oxford y ha sido académico visitante del American Institute for Economic Research en el 2018 y el 2019. Sus escritos han aparecido en el Financial Times, FT Alphaville, Neue Zürcher Zeitung, Svenska Dagbladet, Zero Hedge, The Property Chronicle y muchos otros medios. Él es escritor regular y cofundador del sitio libre sueco Cospaia.se, y escritor frecuente en CapX, NotesOnLiberty, y en HumanProgress.org.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.