No sólo Bernie o Alexandria Ocasio-Cortez creen que Suecia es socialista. Por aquí hay bastantes, a quienes invito que lean este comentario.

NO, BERNIE SANDERS Y AOC, SUECIA NO ES “SOCIALISTA”

Por Hannah Cox
Fundación para la Educación Económica
Lunes 16 de noviembre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como hanna cox foundation for economic education AOC November 16, 2020 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

No hay duda que socialismo democrático es, en realidad, un término (más) nuevo para nombrar una vieja idea que nunca ha funcionado.

Aunque los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA) fueron fundados oficialmente en 1982, el término “socialismo democrático” en realidad ingresó al lexicón popular en el 2016, con la insurgente campaña presidencial del partido demócrata de Bernie Sanders.

Desde ese entonces, muchos han luchado por entender la diferencia entre “socialismo democrático” y socialismo regular. Cuando se les pregunta, los líderes del movimiento predominantemente han señalado a los países nórdicos como un modelo.

Autodescritos “socialistas democráticos” como la representante Alexandria Ocasio-Cortez ha dicho, “Lo que tenemos en mente y a lo que más se parecen mis políticas es lo que vemos en el Reino Unidos, Noruega, en Finlandia, en Suecia.” Igualmente, Sanders se adhiere a ese discurso, diciendo con frecuencia que Estados Unidos debería mirar a Suecia y otros países Escandinavos para aprender de ellos lo que han logrado para su gente trabajadora.

Pero, una mirada más cercana al registro actual de los países nórdicos, revela políticas tomadas por ellos que son muy diferentes de aquellas buscadas por Ocasio-Cortez, Sanders y los de su especie

UN ESTADO DE BIENESTAR EXORBITANTEMENTE CARO

Es cierto que los gobiernos nórdicos ofrecen beneficios gubernamentales para la salud, licencia paternal, cuido infantil y educación superior para todos los ciudadanos ̶ pero, por ellos pagan caro.

Los socialistas democráticos de Estados Unidos proponen un gasto público de millones de millones bajo la noción absurda de que sólo gravando fuertemente al “rico” pueden pagar por sus propuestas. En realidad, usted podría gravar a toda persona “rica” en Estados Unidos y, aun así, no alcanzaría la plata.

A pesar de ello, los países escandinavos no tienen esa vana ilusión. Saben que todo mundo paga por su estado de bienestar.

Según la revista US News and World Report, "el danés promedio paga un total del 45 por ciento en impuestos.” Y, para la Tax Foundation, “la tasa marginal más alta de Suecia del 56.9 por ciento se aplica a todo ingreso que sea 1.5 veces el ingreso promedio en Suecia.” (En Estados Unidos, nuestra tasa máxima de impuestos sólo se aplica a todo ingreso que sea 9.3 veces el ingreso promedio).

Estos países también imponen Impuestos al Valor Agregado sumamente altos del 25 por ciento, en donde los costos son principalmente trasladados a los consumidores.

Personalmente, que tanto de mi ingreso sea apropiado a cambio de los beneficios antes mencionados, suena como una compensación horrenda.

Aún más, si bien los costos de matrícula son cubiertos para estudiantes en Escandinavia, el estudiante promedio todavía arrastra $21.000 en deuda al graduarse (sólo $10.000 menos que el estadounidense promedio).

Recuerden, hay muchos otros gastos en lo referente a la universidad, como habitación y alimentación, libros de texto y otros gastos para vivir. Al menos, en Estados Unidos los estudiantes pueden escoger opciones más baratas para ellos, como pasantías o universidades de la comunidad, pero, en el modelo nórdico, todo mundo está obligado a pagar su universidad por la vía de los impuestos, incluso si no asisten a ella.

Y, mientras se encontró que esos países eran los “más felices” del mundo por una organización (cuyos estándares de evaluación se basan en mediciones dudosas), otros reportes han encontrado que, en realidad, esa reputación oculta una epidemia creciente y grave de tristeza y sufrimiento, en especial entre los jóvenes de los países.

Con todo y todo, encuentro al modelo nórdico menos que deseable. Pero, digamos que usted está impresionado por el sistema y desea recrearlo. Es importante observar las políticas subyacentes que permitieron que los países generaran suficiente riqueza como para después poder gravarla y financiar esos programas.

Por razones de espacio, me concentraré en el enfoque sueco.

CONSTRUIR RIQUEZA Y DESPUÉS MALGASTARLA

Primero, es importante saber que los países nórdicos eran ricos antes que aprobaron la mayoría de sus programas de gobierno grande. En realidad, el parlamento sueco aprobó una resolución en 1776 comprometiéndose con la libertad de expresión y afirmó medidas de mercado libre, gracias a la promoción del liberal clásico Anders Chydenius.

Los siguientes 100 años vieron una riqueza y crecimiento sin precedentes, cuando el país disfrutó de reformas laisseferianas, desregulación de los mercados financieros, libre comercio y competencia. Luego, durante el siguiente capítulo de su historia, Suecia no participó en las dos Guerras Mundiales que quebraron las economías de muchos otros países occidentales. (Un recordatorio importante de que, si usted quiere cosas buenas, necesita adherirse a una política internacional no intervencionista).

Pero, como pasa a menudo, cuando la gente se enriquece por el capitalismo, el país le volteó las espaldas al sistema que tanta prosperidad trajo y empezó a incursionar en el socialismo durante los años sesenta y setenta. Se creó un estado de bienestar, desde la cuna hasta la tumba, aumentaron las tasas impositivas y la regulación corrió rampante.

No tomó mucho tiempo para que esas políticas ingenuas de gobierno grande deshicieran un siglo de riqueza y prosperidad.

En la década de los noventas, el país iba de caída libre. El talento y las empresas huyeron de su carga tributaria, saliendo IKEA hacia Holanda y Tetra Pak (un importante empacador de alimentos) hacia Suiza. Suecia pasó de ser la cuarta nación más rica de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) en 1970, al trigésimo primer lugar en 1993. Una crisis financiera barrió al país ̶ el desempleo se disparó, se hundió el producto doméstico bruto. En última instancia, el gobierno elevó las tasas de interés a un 500 por ciento, para evitar una devaluación de su moneda.

El ministro de Finanzas del país, Olof Feldt, enfatizó que “Toda la cuestión con el socialismo democrático era absolutamente imposible Simplemente no funcionó. No había otro camino más que ir hacia la reforma del mercado.”

Bernie Sanders y Ocasio-Cortez necesitan ponerse al día.

REGESANDO HACIA EL CAPITALISMO

A fines de los noventas y principios del 2000, Suecia vendió sus empresas de propiedad estatal, desreguló sus mercados financieros (de nuevo) y reemplazó a los monopolios públicos por la competencia. Se recortaron las tasas máximas de impuestos, se reformaron los programas de bienestar. Y fueron aún más lejos.

La verdad es que, si quisiéramos estudiar lo que Suecia ha hecho, y repetirlo, nuestro enfoque debería ser un comercio más libre, un mercado de productos desregulado, terminar con Fannie Mae y Freddie Mac, abolir los permisos para poder trabajar y las leyes de salarios mínimos, eliminar impuestos a la propiedad, regalos y herencia, reducir nuestras tasas de impuestos a las empresas, privatizar la Seguridad Social, una amplia elección de escuelas y un rechazo a cuarentenas.

Esto suena más como las políticas que los libertarios pedirían, y no como las ideas defendidas por los socialistas democráticos de Estados Unidos, Sanders u Ocasio-Cortez. Con todo y todo, en mucho los éxitos de los países se deben al capitalismo de libre mercado. Es sólo debido a su enfoque de laissez-faire que Suecia puede, en primera instancia, pagar sus enormes programas de bienestar.

Interesantemente, los países nórdicos presuntamente “socialistas” califican con consistencia en lo alto de diversos índices de libertad económica. Como ejemplo, en la actualidad Dinamarca califica de octavo en la lista de la Fundación Heritage e Islandia está en el número 13, mientras que Estados Unidos cae al número 17. Finlandia está a poca distancia de nosotros, en la posición 20, y Suecia en la 22.
¿Es posible que los líderes de los socialistas democráticos estén así de desinformados? Lo dudamos.

En realidad, ellos se están agarrando de un clavo ardiendo, pues los ejemplos verdaderos de dónde sus políticas actualmente tienen vigencia -como Venezuela, Cuba o Corea del Norte- son aterradores. La gente está hambrienta, no puede obtener medicinas básicas y la clase gobernante se enriquece en momentos en que su pueblo sufre miserablemente.

Por suerte, por ahora, la mayoría de los estadounidenses ve a través de este engaño y continúa viendo mal al socialismo. No hay duda que socialismo democrático es, en realidad, un término (más) nuevo para nombrar una vieja idea que nunca ha funcionado.

Desde Ocasio-Cortez hasta Sanders, quienes apoyan al “socialismo democrático” aseveran que, en realidad, nunca ha sido puesto en práctica. Pero, cada vez que se ha intentado, ha conducido a la indigencia, despotismo y muerte. El capitalismo de libre mercado, aun en el grado imperfecto en que siempre se ha intentado, ha conducido a la prosperidad, una vida más larga y mejores condiciones de vida.

Es claro por cuál deberíamos estar luchando.

Hannah Cox es una escritora libertaria-conservadora, comentarista y activista. Participa en National Insider y contribuyente en El Washington Examiner.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.