MENTIRAS FRÁGILES E INSOSTENIBLES

Por Robert E. Wright
American Institute for Economic Research
28 de noviembre del 2020


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En muchas ocasiones, a través de la historia, quienes hacen las políticas han doblado la apuesta en sus propios errores, rehusándose a creer que están equivocados o esperando que, de alguna forma, hacer dos o tres veces la cosa equivocada hace que, de alguna manera, sea correcta. Luego, todo se derrumbó de una vez y los gobernantes enloquecieron, y algunas veces perdieron sus cuellos o cabezas.

A menudo, la economía, la gobernabilidad y los sistemas sociales descansan el uno sobre el otro en maneras no fácilmente discernidas por tecnócratas de mente estrecha. Cuando uno se derrumba, los otros caen en sucesión rápida, mientras que todos los expertos putativos expresan sorpresa. Miren la forma en que la U.R.S.S., uno de los dos “super” poderes del mundo, se derrumbó a fines de los ochentas, cuando perdió tantas plumas de su cola de pavo real en Afganistán, que sus mentiras acerca de la superioridad de su economía planificada se hicieron obvias, aun para sus súbditos sistemáticamente engañados.

Cuando la Radio Nacional Estatal de Estados Unidos mostró ser inadecuada para impedir que los estadounidenses vieran las pocas plumas que le quedaban al pavo real estadounidense, como lo evidenció la victoria sorpresiva de Trump y su mensaje de Make America Great Again en el 2016, los medios masivos unieron fuerzas con diversos elementos “progresistas” para crear una maquinaria de propaganda que avergonzaría a los viejos y aparatosos medios estatales soviéticos.

Precisamente, dado que es ostensiblemente privada y doméstica, los medios masivos de Estados Unidos, con lo desteñida que se está haciendo su reputación, retienen más credibilidad que la que jamás tuvo cualquier medio manejado por el estado. Muchos comentaristas han hecho ver cómo el 2020 recuerda a 1984, excepto que, hasta el momento, la propaganda ha venido desde un movimiento político de resistencia, respaldado por partes del gobierno (FBI, CDC), en vez de “el” estado per se.

La falange de los medios privados, y sin excepción, ha convencido a decenas de millones de estadounidenses que:

• estamos mejor al imponer cuarentenas que causan más daño que el propio virus (y diversos análogos, como que el virus es super serio y novedoso, que se disemina rápidamente por la vía de gente asintomática, a la vez que se frena con políticas irracionales, como horas de llegada, ¡cómo si la gente no empezaría simplemente a beber más temprano!);

• el presidente actual es, de alguna forma, ilegítimo (interferencia rusa en la elección, el quid pro quo ucraniano);

• son necesarias reformas constitucionales que alteran la nación (de facto la eliminación del colegio electoral, creación de estados adicionales, aumento en el número de jueces de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos);

• llamar racista a todas las personas de descendencia euroestadounidense, no es en sí racista;

• un virus puede diferenciar entre buenas protestas (pro Black Lives Matter y pro Biden) y malas (anti cuarentenas y pro Trump);

• el pueblo estadounidense puede escoger a un candidato que esencialmente no hizo compaña o no propuso una plataforma de política coherente, por encima de otro quien, con todas sus fallas, era presidente cuando la economía al fin mejoró de manera palpable y logró suficiente progreso en el Oriente Medio como para ser nominado para un premio Nobel de la paz.

Más impresionante que todo ha sido la forma en que los medios masivos censuraron y minimizaron las muchas debilidades de Biden, su deplorable registro histórico racial, su casi medio siglo de maquinaciones políticas egoístas y los tratos de su familia con Ucrania y China.

Por suerte, la Verdad siempre prevalece; es sólo un asunto de cuándo y cómo. Cuando el mundo real está fuertemente involucrado, las Mentiras mueren rápido. Al igual, muchos tiranos arrogantes, desde tiempos antiguos hasta Hitler, han caído en guerras; muchas monedas fiduciarias, incluyendo a los llamados “grises” confederados y los continentales confederales, se han evaporado cuando su valor nominal en circulación sobrepasó rápidamente el valor real de los bienes llevados al mercado.

Las Mentiras más robustas y duraderas no pueden apropiadamente ser llamadas así pues ellas, del todo, no hacen predicciones acerca del mundo real, sino que, en vez de eso, apelan a la emoción y la fe, a la Verdad Revelada. Algunas han durado por milenios y, aun cuando menos populares que antes en muchos lugares, ciertamente durarán más que las Mentiras del 2020, aunque algunas hayan apelado a la fe, extrañamente en nombre de la “ciencia,” en frases como “sigan a la ciencia” reminiscente de sermones dominicales, que suplican a los congregados “seguir las Escrituras.”

Pero, la religión apela a mundos interiores de las personas, de forma que puede sobrevivir con eslóganes como “Dios trabaja de formas misteriosas.” Las Mentiras del 2020, en contraste, hacen predicciones acerca del mundo real y ninguna cantidad de censura mediática, análisis irracional o simple ofuscación, puede permanentemente ocultar el hecho de que las cuarentenas imponen grandes costos netos, que Trump no es más incompetente o fallido que presidentes anteriores, que los frenos y contrapesos constitucionales necesitan fortalecerse y no desmantelarse, y que Estados Unidos/los estadounidenses no son más racistas que cualquier otro país/pueblo.

De la misma forma en que la moneda fiduciaria puede rápidamente perder valor por medio de acciones en el interés propio de los participantes en los mercados, así, también, se pueden disolver las cuarentenas. De hecho, en ambos casos, los intentos gubernamentales por reforzar su Mentira (que funcionan sus políticas monetarias o sus cuarentenas) servirán para acelerar lo inevitable. Si los que hacen las políticas no toman como una advertencia seria a la “Rebelión del Día de Acción de Gracias,” son incluso más tontos o arrogantes que lo que han alegado ser los más pesimistas.

En efecto, los estadounidenses deberían usar los medios sociales, herramienta que, como todas, puede usarse para bien o para mal, para escoger un momento para cantar al unísono algo de la cosecha del grupo de rock Twisted Sister, que subraya el punto: “Oh, ¡ya no vamos a aceptarlo más!... Esta es nuestra vida… oh, usted es tan condescendiente/que su descaro nunca se acaba… Si eso es lo mejor tuyo, lo mejor no servirá… Estamos bien… Somos libres… Lucharemos… Ya lo verá.”

Practico lo que digo y manejé 12 horas desde Georgia a Nueva Jersey para pasar un rato con mi familia este día de Acción de Gracias, que, como es usual, es reunirnos cerca de una de las sucursales de Atilis Gym, cuyos dueños lograron fama a principios de este año al cuestionar que las restricciones a lugares de hacer ejercicio no sólo no eran equivocadas, sino obstinadas. A la fecha, ningún caso de coronavirus ha sido ligado al negocio y, en efecto, sus clientes regulares permanecen siendo baluartes (y corren, hacen ciclismo, se agachan y reman) contra la diseminación del coronavirus.

¿Qué tipo de sistema de salud pública se queja del hecho de que un 40 por ciento de la población es tan poco saludable, que se encuentra en un riesgo superior de desarrollar complicaciones por el coronavirus y, después, cierra las instalaciones de hacer ejercicio (y, en ciertos momentos, hasta paseos marítimos, parques, etcétera)? Un estado coercitivo que verdaderamente se preocupara por su gente ¡les habría obligado a ejercitarse, en vez de clausurar gimnasios, senderos y caminos para bicicletas!

Entre más tiempo quienes hacen las políticas permiten que la pandemia se desarrolle a través de restricciones a la interacción natural, más estadounidenses concluirán que el sistema de salud pública y la Gran Medicina han formado un “complejo” similar a los complejos militar/industrial y de investigación/técnica/científica, de los cuales Dwight D. Eisenhower advirtió a los estadounidenses, al dejar su cargo en 1961, posterior a otra elección aparentemente ganada con ayuda de demócratas ya fallecidos.

Este tercer complejo no está interesado en la salud de los estadounidenses, sino, más bien, en su debilidad. Su objetivo es hacer que la gente dependa de pastillas y vacunas elaboradas (del tipo que ahora está siendo probado, no de vacunas vivas mucho más fáciles y baratas que podrían haber brindado una inmunidad de rebaño segura y voluntaria en un mes o dos, sin cuarentenas) y cobrar hasta las narices por ellas, indirectamente por medio de impuestos o primas de seguros. Pagar la cuenta indirectamente facilita esconder más fácilmente costos exorbitantes, pero, como todas las Mentiras con implicaciones en el mundo real, sus efectos son frágiles e insostenibles, aún cuando los gastos indirectos en el cuido de la salud se hacen insoportables. Eso condujo a la deserción (racionalmente, la mayoría de los estadounidenses que no tiene seguro desertó de un seguro demasiado costoso comparado con el beneficio esperado) y llamados de “reformas,” todas las cuales intentaban obligar a todos que pagaran tributo al complejo del cuido de la salud.

El mayor riesgo que percibo es que algunos estadounidenses están llegando a entender las Mentiras del 2020 mucho más rápida y claramente que otros. Por tanto, hay la posibilidad de que La Gente, en vez de levantarse contra irresponsables tiranos gubernamentales a la Twisted Sister, haga que las tensiones entre los Aún Enmascarillados y los No Enmascarillados, que empezaron en marzo y se intensificaron durante el verano, terminen en violencia. Eso sería lamentable y contraproducente y podría causar las muertes de muchos más estadounidenses en solo un día, que los que, hasta el momento, han perecido durante toda la pandemia. La violencia es un contagio ante el cual nadie puede estar inmunizado.

Robert E. Wright es (co) autor o (co) editor de más de dos docenas de libros importantes, series de libros y colecciones editadas, incluyendo Financial Institutions publicado por el AIER (2019). Robert ha enseñado cursos de negocios, economía y de política en la Universidad Augustana, la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York, la Universidad de Virginia y en otras partes desde que obtuvo su PhD. Historia de la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, en 1997.

Traducido por Jorge Corrales Quesada