Parecido a lo que se nos ha dicho aquí. Y lean, por favor la reseña del nuevo estudio chino sobre 10 millones de habitantes de Wuhan, para que aquí no nos salgan con el usual cuento chino.

LA DISEMINACIÓN ASINTOMÁTICA REVISITADA

Por Jeffrey A. Tucker
American Institute for Economic Research
22 de noviembre del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como jeffrey a. tucker institute for economic research asymptomatic November 22, 2020 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

La frase “niebla de guerra” se atribuye a Carl von Clausewitz. Ha llegado a referirse a la confusión e incertidumbre sentidas por todo mundo en medio de un conflicto. A menudo no queda claro quién está tomando las decisiones y por qué, y cuáles son las relaciones entre las estrategias y los objetivos. Incluso la lógica se hace evasiva cuando la frustración y desorientación reemplazan la claridad y racionalidad.

En el 2020, hemos experimentado una niebla de mitigación de la enfermedad.

La ronda inicial de cuarentenas no fue acerca de suprimir al virus, sino ralentizarlo por una razón: para preservar la capacidad hospitalaria. Probablemente por muchos años se debatirá si, y en qué grado, la “curva” fue realmente aplastada, pero, en aquel momento, no era un asunto de extinguir el virus. El volumen de las curvas, alto y rápido o bajo y duradero, de cualquier forma, fue el mismo. A la gente se le iba a pegar el bicho hasta que el bicho se fundiera (inmunidad de rebaño).

Gradualmente, y algunas veces casi imperceptiblemente, varió la lógica para las cuarentenas. Aplastar la curva se convirtió en un fin en sí mismo, además de la capacidad hospitalaria. Tal vez eso fue porque el hacinamiento hospitalario estaba extremamente localizado en dos vecindarios de Nueva York, mientras que los hospitales alrededor del país se vaciaron de pacientes que no se presentaron: 350 hospitales despidieron temporalmente a sus trabajadores.

Ese fracaso fue extremamente embarazoso, dados los costos abrumadores. Las escuelas cerradas, derechos comerciales desvanecidos, se impusieron órdenes de quedarse en casa de la época de la guerra, viajar casi que se detuvo, todas las actividades grandes fueron canceladas, etcétera. Claramente se necesitaba una buena razón sólida, basada en ciencia, de por qué los políticos y sus consejeros, por sí mismos, decidieron quitar lo que en una época consideramos eran derechos humanos.

La conversación acerca de esto empezó en marzo, pero se desvaneció. En algún momento del verano nórdico, la idea de una diseminación asintomática empezó, poco a poco, a convertirse en tendencia. Al fin, en la primera semana de junio, llegó a ser una explosión de interés. Se apagó hasta muy recientemente.

Un gráfico de diseminación asintomático con el paso del tiempo puede verse en jeffrey a. tucker institute for economic research asymptomatic November 22, 2020.

La diseminación asintomática fue la respuesta dada a la gran pregunta: No estoy enfermo, así que, ¿por qué debo estar encerrado? ¿Por qué estamos poniendo a los sanos en cuarentena? Y, en todo caso, ¿qué podría posiblemente significar estar enfermo sin síntomas? ¿Por qué la mitad de las pruebas de proteína C reactiva que resultaron positivos se asignaron a gente que, de otra forma, parecería estar perfectamente bien?

Todas estas preguntas válidas fueron se respondieron con esta frase: diseminación asintomática. Usted puede no sentirse enfermo. Podría ser que nunca tenga síntomas de DARS-CoV-2. Aun así, usted podía ser hasta un peor super diseminador sin saberlo, infectando a toda la gente a su alrededor, la cual la trasladará a gente que morirá por la enfermedad. También fue el momento en que, sutil e imperceptiblemente, se nos pedía que pensáramos acerca de nuestros conciudadanos, no como seres humanos con dignidad y derechos, sino como vectores que transportaban enfermedades patogénicas. Teníamos que tener mascarillas, todos nosotros, pues éramos secretamente sucios e impuros: no se nos permitía respirar cerca del otro, así que, incluso con mascarilla, deberíamos estar a dos metros de distancia.

(Al escribir estas palabras, estoy seguro que, si alguien las lee de aquí a diez años, el lector supondrá que estoy escribiendo ficción o que estoy involucrado en una hipérbole salvaje. Para el lector en el futuro: todo esto es cierto.)

El 7 de junio, la Dra. María van Kerkhove, jefa de la unidad de la OMS acerca de enfermedades y zoonosis emergentes, dijo en una conferencia de prensa que, entre la investigación conocida, la diseminación asintomática era “muy rara.” “A partir de los datos que tenemos, todavía parece ser raro que una persona asintomática en realidad transmita hacia adelante a un individuo secundario.” Agregó con énfasis: “Es muy raro.”

Hubo una explosión entendible de furia en todo lado. La gente opuesta a cuarentenas estaba gritando por todo Twitter que, si eso fuera cierto, básicamente desaparece la razón para las cuarentenas. Podemos regresar a nuestras vidas normales. ¡De nuevo podemos abrir todo!

En ese momento escribí que,

“Por supuesto, lo que esto sugiere es que no hay nada misteriosamente mágico o insidioso acerca de este nuevo virus. Se comporta como los virus que los científicos han venido estudiando durante cien años. Lo que hacemos con un virus normal es ser cuidadosos estando alrededor de otros cuando tenemos síntomas. No tosemos o estornudamos hacia la gente y, por lo general, si estamos enfermos, nos quedamos en casa. Así es como siempre ha sido. Usted no necesita una cuarentena para lograr eso; usted sólo procede con la vida como es lo normal, tratando al enfermo y, de lo contrario, no alterando la vida.

Si tal es el caso con este, todo lo que hemos hecho durante meses -usar mascarillas, hacer el baile del saltamontes para no estar a la par de la gente, cancelar todo, la paranoia salvaje y las confusiones premodernas- ha sido un desperdicio calamitoso y destructivo de tiempo, energía y dinero.”

Por la otra parte, estaban los medios predecibles de la corriente principal a favor de las cuarentenas, que denunciaron la herejía de ella. El grito fue tan fuerte que la OMS, de inmediato, empezó a echar marcha atrás en su afirmación, principalmente por medio de insinuaciones y sugerencias de que ella dijo cosas falsas, pero, tampoco repudiaron su afirmación inicial: “Hay mucho que responder al respecto a esto. Hay mucho que no se conoce. Es claro que, tanto individuos sintomáticos como asintomáticos, son parte del ciclo de transmisión. La pregunta es cuál es la contribución relativa de cada grupo al número total de casos.”

Posterior a eso, la cuestión pareció desvanecerse. Volvimos a asumir que potencialmente todo mundo tenía una enfermedad, propiciando que conciudadanos se convirtieran en ejecutores virtuosos del uso de la mascarilla, de quedarse en casa y de separar, gritar y lanzar alaridos contra otros por no cumplir la orden. Se nos dijo que la ciencia del asunto quedó sin resolverse, así que regresemos a destruir la vida tal como en una época la conocimos.

En efecto, la niebla de mitigación de la enfermedad. Pero, tal como ha pasado con la mayoría de “ciencia” durante este clavario, en su momento se llegó a revelar que el buen sentido y la racionalidad prevalecerían sobre afirmaciones y predicciones implausibles, que condujeron a experimentos de control social sin precedente alguno.

En este caso, el transporte de racionalidad es un estudio gigantesco conducido en Wuhan, China, a 10 millones de personas. El artículo apareció en la revista Nature, que publicado el 20 de noviembre del 2020.

La conclusión no es que la diseminación asintomática es rara o que la ciencia es incierta. El estudio reveló algo que difícilmente vez alguna sucede con estos tipos de estudios. No hubo ni un caso documentado. Olvídese de raro. Incluso olvídese de la sugerencia previa de Fauci de que la transmisión asintomática existe, pero que no impulsa la diseminación. Reemplace todo eso con un: nunca. Al menos no en este estudio de 10.000.000.

“Entre el 23 de enero y el 8 de abril del 2020, se impusieron en Wuhan medidas severas de control del COVID-19. Estimaciones acerca de la prevalencia de la infección después de la eliminación de restricciones, podrían informar acerca de la administración de la pandemia posterior a la cuarentena. Aquí, describimos un programa de pruebas ácido nucleicas para el SARS-CoV-2 en toda la ciudad de Wuhan entre el 14 de mayo y el primero de junio, del 2020. Todos los residentes con edades de seis años o más fueron elegibles y participaron 9.899.828 (un 92%). No se identificaron nuevos casos sintomáticos y sí 300 casos asintomáticos (una tasa de detección de 0.303 por cada 10.000, 95% de casos con infección 0.270 a 0.339 por cada 10.000). No hubo exámenes positivos entre los 1.174 contactos cercanos a casos asintomáticos. 107 de 34.424 de pacientes previamente recuperados de COVID-19, de nuevo dieron muestras positivas (la tasa de repositividad es de 0.31%, 95% de casos con infección 0.423 a 0.574%). Por tanto, fue muy baja la prevalencia de infección en Wuhan cinco a ocho semanas después de las cuarentenas por SARS-CoV-2.”

Uno podría suponer que esto serían noticias enormes. Nos permitiría abrir todo de inmediato. Al derrumbarse toda base para cuarentenas después del aplastamiento de la curva, podríamos regresar a una vida normal. El temor se evaporaría. Nos conformaríamos con nuestra intuición normal de que la gente saludable puede salir, explorar, sin riesgo para otros. Podríamos quitarnos nuestras mascarillas. Podríamos ir al cine y a actividades deportivas.

De lo que puedo decir, es que sólo hubo una historia de noticias que se puso acerca de esto. Fue en Rusia Hoy. No he podido encontrar otra. Gente que no está siguiendo las cuentas correctas en Twitter ni siquiera habrían sabido acerca de esto.

Continuamos escuchando acerca de que deberíamos seguir la ciencia. Por el momento, el alegato está agotado. Sabemos lo que realmente está pasando. Los cabilderos de la cuarentena ignoran cualquier cosa que contradiga su narrativa, prefiriendo anécdotas no verificadas por encima de un estudio científico de 10 millones de residentes, en la que fue el primer punto caliente importante de la enfermedad que estamos tratando de administrar. Usted esperaría que este estudio fuera noticia internacional masiva. De lo que puedo decir, es que está siendo ignorado.

Con evidencia sólida de que la diseminación asintomática es una tontería, tenemos que preguntar: ¿quién y por qué está tomando las decisiones? De nuevo, esto me devuelve a la metáfora de la niebla. Todos estamos experimentando confusión e incertidumbre acerca de las relaciones precisas entre las estrategias y los objetivos de una panoplia de regulaciones e interpretaciones estrictas a nuestro alrededor. Hasta la lógica se ha vuelto evasiva -incluso refutada- cuando la frustración y la desorientación han desplazado a lo que vagamente recordamos como claridad y racionalidad de nuestra vida diaria.

Jeffrey A. Tucker es director editorial del American Institute for Economic Research. Es autor de muchos miles de artículos en la prensa académica y popular y de ocho libros en 5 idiomas, siendo el más reciente The Market Loves You. También es editor de The Best of Mises. Es conferenciante habitual en temas de economía, tecnología, filosofía social y cultura.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.