4 POLÍTICAS QUE JOE BIDEN DEBE REPENSAR SI EN REALIDAD QUIERE ENFRENTAR LAS DISPARIDADES RACIALES

Por Hannah Cox
Fundación para la Educación Económica
Sábado 14 de noviembre del 2020


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Los votantes se han desilusionado en algún grado con las promesas vacías a lo largo de los años del Partido Demócrata.

Por décadas, los progresistas han atraído a personas de color hacia el Partido Demócrata bajo promesas de enfrentar la desigualdad racial.

La campaña presidencial del 2020 no fue excepción. Joe Biden, cuya nominación como portaestandarte del Partido Demócrata descansó básicamente en los votos de la comunidad negra, habló con frecuencia acerca de disparidades raciales y expuso un plan de “equidad económica” orientado a encarar las injusticias.

“Existe el sentimiento de que la baraja está arreglada en su contra,” dijo Biden en julio. “El tema frecuente fue cómo rompemos el ciclo ̶ en los buenos tiempos, aún así las comunidades de color se rezagan; en los malos tiempos, ellos son los primeros en ser golpeados y más fuertemente, y en la recuperación, toma el mayor tiempo en lograrse.”

Ciertamente, la evidencia respalda la afirmación de Biden. Estudios han mostrado que los negros estadounidenses fueron infectados con COVID-19 en números de tres veces la tasa de blancos estadounidenses, y que aquellos tendrían el doble de posibilidades de morir por el virus. Otros datos muestran que la gente de color tuvo el doble de posibilidad de perder sus empleos que la gente blanca, durante las cuarentenas por la pandemia ordenadas por el gobierno.

Igualmente, persisten discrepancias raciales además de las pandémicas.

Un estudio encontró que los negros estadounidenses tenían posibilidades de hasta 6 veces mayores de ser matados por la policía. También, sabemos que es mucho más posible que la gente negra sea arrestada por vender drogas, aún cuando hay mayores posibilidades de que los intermediarios sean blancos. Y, décadas después de Brown versus Board of Education, nuestro sistema escolar está aún altamente segregado y financiado desproporcionadamente ̶ conduciendo a un bache de logros persistente entre estudiantes de color y estudiantes bancos, lo que crea una oportunidad desigual.

Por mucho tiempo libertarios y conservadores han promocionado los méritos de un gobierno limitado, arguyendo correctamente que los sistemas públicos son propensos al error, mala administración, desperdicio, fraude y abuso. Pocos alegarían que nuestro sistema judicial, de educación pública o cuido de la salud, están libres de las fallas mencionadas. Cuando fracasan nuestros sistemas, daña a todos los estadounidenses, pero, es claro que, de hecho, algunos grupos sociales son más afectados que otros.

A pesar de lo anterior, una lectura rápida del plan de Biden para enfrentar estas desigualdades sistemáticas, deja mucho que desear. Como puede esperarse de alguien que pasó más de 40 años en el gobierno, la “solución” de Biden a problemas creados o exacerbados, en primer lugar, por el gobierno, usualmente parece ser… más gobierno. Muchas de esas “soluciones” son, o bien consignas superficiales o, de otra forma, fracasos en enfrentar al actual tema subyacente.

Si, en realidad, Biden va en serio y quiere eliminar los resultados racialmente sesgados que persisten en la vida estadounidense, he aquí las cuatro principales posiciones de políticas que él podría abrazar y que, en verdad, llevarían a cabo el cambio y erradicarían la injusticia.

1. ELECCIÓN ESCOLAR

Nuestras escuelas públicas están fallando. Nuestros resultados consistentemente califican por debajo de otros países del primer mundo y se estima que 1 de cada 5 estadounidenses es un analfabeto funcional. Todavía más, que el 22 por ciento de las escuelas están hacinadas, lo que significa que los asistentes no obtienen el tiempo ni la atención que necesitan en la clase.

Y, como es usual, esos fracasos están dañando más a los niños de color.

Es aparente en abundancia que tan sólo lanzar más dinero al problema, como lo hemos hecho por décadas, no lo arreglará. En vez de eso, debemos inyectar a nuestro sistema educativo con elección y competencia.

Ningún niño debería estancarse en una escuela que fracasa sólo porque es adónde viven. Esto es especialmente cierto cuando consideramos que mucha gente de color vive en los vecindarios en que lo hacen, a causa de políticas como la imposición de exclusiones financieras, una regulación gubernamental que negó el seguro en o cerca de vecindarios negros durante décadas y que contribuyó a la segregación.

El racismo fue legal y estuvo codificado en este país durante casi 200 años. Este sistema alimentó la desigualdad de la riqueza y atrapó a personas negras en vecindarios pobres, que luego significaban escuelas empobrecidas y de desempeño bajo. Es doloroso ver el impacto del racismo sobre nuestro moderno sistema educativo.

Para enfrentar este problema, Biden debería abrazar las soluciones sencillas de elección escolar.

Bajo estas políticas, a las familias se les da dólares de impuestos asignados para la educación de sus hijos, en una cuenta de ahorros para la educación (CAE). Similar a una cuenta de ahorro para la salud (CAS), las familias pueden, entonces, dedicar esos dólares a un rango de servicios educativos, como colegiaturas de escuela privada, educación en el hogar, cursos en línea o tutores ̶ o pueden reinvertirlos en su escuela pública local si sienten que es su mejor opción.

Esta política no sólo tiene el poder de alejar a los niños de escuelas que fracasan, sino que estimula la responsabilidad fiscal, cuando las familias pueden reasignar dólares no gastados y dirigirlos hacia una educación superior. En este modelo, cada familia podría escoger el camino educacional que sea mejor para su niño único e individual. Nada erradicaría más rápidamente a la segregación, el financiamiento desproporcionado o la injusticia que permea a nuestro sistema escolar.

Si bien es importante conocer que Biden no tendría autoridad constitucional para poner en marcha estas políticas de un solo golpe, por la vía del gobierno federal, podría estimular a los estados a que adopten este modelo ̶ y derriben cualquier obstáculo en el camino.

Por desgracia, hasta el momento, Biden ha cedido a la presión de los sindicatos de educadores y ha indicado que se opone a medidas de elección escolar. Si, en realidad, él quiere sanar la división racial, Biden tendrá que repensar esa posición fallida.

2. PERMISOS PARA TRABAJAR

Los permisos para trabajar son regulaciones gubernamentales por las que trabajadores deben obtener un permiso o licencia para laborar legalmente en ciertos sectores. Políticos y gente de la industria alegan que estos esquemas les dan seguridad a los consumidores, pero, en realidad, no son más que un esquema proteccionista de amigotes, para bloquear a nuevos competidores en una ocupación, para mantener precios artificialmente altos.

Ejemplos de requisitos de permisos de trabajo incluyen altas tasas pagadas al gobierno o programas educativos caros o que consumen tiempo. Al obligar a aquellos que quieren abrir un negocio o practicar una profesión o actividad, que tengan que pasar por vallas costosas, los permisos para trabajar bloquean a mucha gente ante buenos empleos.

Después de la Guerra Civil estadounidense y la Ley de Derechos Civiles, muchos de esos permisos para trabajar se instituyeron para bloquear específicamente que gente de color trabajara en ciertas áreas. Hoy en día, vemos que el legado continúa, cuando los permisos para trabajar se enfocan hacia áreas que afectan desproporcionadamente a trabajadores negros. Por ejemplo, las licencias para hacer trenzas de cabello obligan a mujeres negras a asistir a una escuela de cosmetología -lo que cuesta decenas de miles de dólares y toma meses- antes que puedan trenzar el cabello, aun cuando las escuelas de cosmetología no se concentran en este conjunto de habilidades. Es una forma de bloquear la competencia en el mercado y obligar a aquellos que quieren ingresar a esa actividad a que primero paguen a las escuelas y al estado.
Se estima que los permisos para trabajar eliminan 2.8 millones de empleos al año y que, como un todo, tiene un peso de $203 miles de millones sobre nuestra economía. También, se ha encontrado que esos permisos afectan desproporcionadamente a la gente de color. Algunos de los permisos requieren dominio del inglés; otros dicen que un residente tiene que haber vivido en el estado cierto número de años antes de ser elegible para el permiso, y muchos estados bloquean a gente con un registro delincuencial para que obtengan un derecho a trabajar. (¿Cómo es que eso se supone que promueve la rehabilitación?)

En definitiva, estas leyes tienen una historia de racismo sistemático y continúan dañando a personas de color a una tasa indignante. Deshacerse de ellas debería ser fácil.

3. HUYENDO DE LAS CUARENTENAS

Por desgracia, un asesor del presidente electo Biden sobre coronavirus ha dado a entender que se impondría una nueva cuarentena nacional, en respuesta a recientes aumentos en la pandemia del coronavirus.

Eso sería desastroso para todos los estadounidenses, pero, como se ha discutido, los datos indican que sería peor para gente de color, quien ya ha visto a su empleo estar en riesgo mayor que otros. Los negocios afroestadounidenses han sido los más golpeados por las cuarentenas económicas hasta el momento experimentadas, con un descenso del 41 por ciento en los negocios de dueños negros, entre febrero y abril.

Si se amplían y prolongan esas cuarentenas, puede esperarse que incrementaría sustancialmente la desigualdad racial y que estancaría el desarrollo económico de muchas comunidades.

En realidad, las cuarentenas nunca han probado ser capaces de prevenir la diseminación del coronavirus, y, según muchas mediciones, la han empeorado. Es horrendo imaginarse una administración Biden que no sólo cause estragos en comunidades de color con cuarentenas adicionales, sino que, aún peor, lo haría con un enfoque que, en primer lugar, fallaría en lograr que la sociedad sea más saludable.

4. LA DESPENALIZACIÓN DE LAS DROGAS

La Guerra contra las Drogas ha afectado negativamente a todas las personas en Estados Unidos.

La cantidad de desperdicio al poner en marcha esas políticas fallidas, ha creado un vacío en la sociedad que ha conducido al surgimiento de carteles de drogas, violencia y una epidemia de adicción no tratada, que han destrozado a familias, tomado incontables vidas y decimado a comunidades enteras. Es imposible resumir adecuadamente el impacto devastador de esas ideas.

Ya es de amplio conocimiento que el verdadero objetivo de la Guerra contra las Drogas, puesta en marcha durante la administración Nixon, fue siempre la izquierda que estaba contra la guerra y la comunidad negra. Las políticas fueron una oportunidad de arrestar a líderes de estas comunidades, allanar viviendas, disolver reuniones y vilipendiarlas en las noticias de la noche.

Y, muchacho, eso funcionó.

Blancos y negros usan drogas a tasas similares, pero es 3.6 veces más posible que los negros terminen en la cárcel por ellas. También, reciben sentencias mucho más duras por estos crímenes de drogas, sirviendo los hombres negros sentencias un 13.1 por ciento más extensas que los hombres blancos, por la misma ofensa.

Entre tanto, las sentencias mínimas obligatorias se han aplicado a drogas usadas más a menudo en la comunidad negra (crack versus cocaína), conduciendo a sentencias excesivas para aquellos capturados con esos productos. Y las redadas de los equipos especiales SWAT es más posible que se hagan en vecindarios negros que de blancos.

Hay un número interminable de razones para terminar la Guerra contra las Drogas al despenalizar esas sustancias y permitir que la sociedad se enfoque en el tratamiento, pero, las disparidades raciales dentro de esas políticas son posiblemente las más convincentes.

Desalentadoramente, en la actualidad Biden ni siquiera apoya posiciones suaves como legalizar la marihuana. Así que, es poco posible que él sea el reformador del país y, en especial, de las comunidades de color, que se necesita en este tema. Su apoyo continuado a la Guerra contra las Drogas refuerza la desigualdad racial.

LA LECCIÓN

Aunque los demócratas siguen siendo dominantes entre votantes de color, parece que su posición se está diluyendo entre estos electores. El presidente Trump tuvo mayor apoyo entre votantes de color que ningún otro candidato republicano en décadas. En efecto, un 26 por ciento de su porción de electores provino de votantes no blancos. Esto, tal vez, es indicación de que los votantes se han desilusionado en algún grado con las promesas vacías a lo largo de los años del Partido Demócrata.
Si Biden pusiera en vigencia esta agenda de cuatro ítems, haría realidad sus promesas de encarar las disparidades raciales en nuestro gobierno ̶ y, muy posiblemente, encontraría a conservadores y libertarios muy
dispuestos a luchar a su lado contra estos males.

Hannah Cox es una escritora libertaria-conservadora, comentarista y activista. Participa en National Insider y contribuyente en El Washington Examiner.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.