LOS IMPUESTOS QUE SE ESTÁN PROPONIENDO PARA HACER EL AJUSTE FISCAL- CUARTA PARTE Y FINAL

Por Jorge Corrales Quesada


La primera consideración final relevante que deseo hacer, es que los ciudadanos debemos tener muy presente que toda la parafernalia de impuestos que, por ejemplo, se presentó recientemente en la llamada Mesa de Concertación, tiene muy poderosas restricciones como camino a la solución del problema fiscal.

Debe reconocerse su utilidad de servir como fuente de sugerencias de grupos y ciudadanos, aunque no se sabe cuántos recursos ha costado todo ese proyecto, además de que podría ser catalítico de un malestar generalizado ante propuestas de un ajuste fiscal por parte de un gobierno que parece no ser el más afortunado. Es más, no hay duda que, en la premura del proceso, puede no haber existido una oportunidad de ver elementos técnicos de algunas de las diversas propuestas, pero, el hecho es que ni siquiera se ha presentado un catálogo de todas las propuestas hechas y de cuáles de ellas gozaron, supuestamente, de una aceptación mayoritaria.

Algo más importante que todo eso y es que esa Mesa de Concertación no emana de una decisión legal que le permite tener otro resultado más que escuchar las enésimas propuestas, pues no tiene base constitucional alguna para la aprobación formal institucional de nada de lo que se dijo o determinó. Según nuestra Constitución, serán los representantes de los ciudadanos, los diputados, quienes tomarán la decisión final al respecto, incluso me imagino que ya sea que el gobierno les presente o no proyectos para su decisión, pues esos son los únicos representantes nuestros que pueden ponerse a crear o aumentar impuestos.

Dicho eso, espero que mis comentarios en los tres artículos previos, relacionados con diversas propuestas tan sólo en el área de los impuestos, y en donde del todo no me referí a la parte del ajuste requerido de los gastos gubernamentales (algo casi totalmente ausente de dicha Mesa), les sean útiles a los diputados en su toma de decisiones, amén de a ciudadanos o grupos de ellos que podrían hacer propuestas o sugerencias directamente a los congresistas, como es lo procedente en nuestro sistema político.

Claro está que, en dichas decisiones legislativas, no sólo valdrán los argumentos de tipo económicos que presenté, sino muchos otros más, pero, al menos, esperaría que fueran útiles para no cometer errores de poner impuestos que harán más mal que bien, algo esencial en la circunstancia actual de nuestra economía, profundamente golpeada por el virus y por las medidas que se tomaron para, supuestamente, moderar su transmisión.

Estas tuvieron un muy serio impacto en otras cosas, además de la propia salud de los ciudadanos, como en la economía, ingresos de los hogares, desempleo, convivencia social, proliferación de enfermedades asociadas con el estrés y tensión vital de las personas, problemas de una convivencia compleja en los hogares que puede haber estimulado la violencia familiar, daño a los niños al permanecer aislados en sus casas y estudios frenados dadas las obvias limitaciones de técnicas no presenciales y en que, en mucho, el peso de esas medidas afectó a personas de ingresos relativamente más bajos, aumentando la pobreza de los hogares y hasta un empeoramiento en la distribución de ingresos.

Sería inconcebible que, bajo ese panorama, todavía por encima de él, se impongan medidas tributarias que vayan a causar una profundización de esos daños. El crecimiento de la economía es esencial en este ajuste fiscal, pues es claro que, incluso antes del ingreso de la pandemia al país, la actividad económica se venía contrayendo mientras aumentaba el desempleo. Eso después de que en aquella reforma fiscal a fines del 2018 se aprobó una serie de medidas fiscales que no lograron, en ese lapso que va hasta la pandemia, dinamizar la economía de forma alguna, posiblemente por la prevalencia de impuestos, al menos en el corto plazo, en contraste con la reducción del elevado gasto gubernamental.

Por eso, el máximo cuidado en la decisión impositiva que algunos pueden sugerir es esencial, a riesgo de que, al omitir consecuencias no previstas, hunda al país a profundidades no conocidas y con pocas posibilidades de recuperación.

En segundo lugar, ante lo que he observado en estos días de Mesas de Concertación, es necesario que se entienda bien la naturaleza del problema llamado de ajuste fiscal, que no es sino un ajuste del endeudamiento. Procedo a intentar explicar esto: un déficit fiscal no es más que un exceso de gasto gubernamental (G) sobre los impuestos que recauda el gobierno (T). Si G es mayor que T, se presenta lo que se conoce como déficit gubernamental. Ese bache se busca llenar bajo lo que se suele llamar ajuste fiscal.

Ahora bien, ese bache esencialmente se ha llenado mediante endeudamiento del gobierno, tanto a lo interno como a lo externo. Otra posibilidad era que se cubriera con emisión monetaria, pero el daño que eso generaría habría sido tan grande por la inflación a que da lugar, que no se incurrió en esa vía (hasta el momento). Por ello, dicha expansión monetaria se supone que se excluya de cualquier plan de ajuste, por lo que ahora el plan necesario se centra en un ajuste del endeudamiento.

Dicho eso, hay dos formas mediante las cuales ese ajuste hoy se pretende lograr, ya sea mediante un aumento en los impuestos (T) o una disminución del gasto gubernamental (G) y, antes de profundizar un poco en esto, es necesario explicar que el endeudamiento de un país se suele poner en perspectiva contratándolo con el valor de la producción de bienes y servicios finales de la economía, el PIB. Así, el indicador deuda/PIB toma en cuenta la capacidad que posee la economía para para pagar el monto de su deuda a partir de un nivel de producción. Así, un cociente deuda/PIB bajo indica que el país tiene capacidad para enfrentar sus obligaciones por el endeudamiento, sucediendo lo contrario si el cociente es alto.

¿Cuál es el endeudamiento deseable de un país, medido por la relación endeudamiento/PIB? No hay un dato específico, pero un cociente de menos del 60% ha sido uno de los criterios usados por la Unión Europea como un objetivo de su convergencia, así como también el Fondo Monetario Internacional sugiere esa regla de dedo, de que, si el cociente supera ese porcentaje, puede ser indicador de señales de dificultades para enfrentar el endeudamiento (aquel exceso de gasto gubernamental sobre impuestos). Un indicador superior reflejaría una inquietud ante crisis fiscales serias que podrían terminar en problemas graves en las economías, que irían desde inflaciones a recesiones, desempleo, estanflación, pobreza, entre otros males económicos totalmente indeseados en una sociedad que busca progresar.

Fitch Ratings, en cierto momento, estimó que ese cociente en Costa Rica cerraría en un 70% para el 2020; la OECD estimó que el cociente deuda/PIB ascendería este año a una cifra similar y estimaciones del ministerio de Hacienda para el 2021 la cifran en un 80%. Esto es, hay un problema muy serio en todo esto y está presente ya, de forma que, si no se toman pronto medidas correctivas, se esperarían que en el país haya tiempos mucho más difíciles que los actuales.

Por estas razones, el ajuste fiscal o del endeudamiento es indispensable que se lleve a cabo. En esencia hay dos formas, además de un mayor endeudamiento. Pero, si no se toman medidas adecuadas de solución al problema provocará una mayor incertidumbre sobre el futuro económico y, como consecuencia, elevará aún más alto costo de endeudarse. Esto si es que del todo aparecen inversionistas dispuestos a prestarnos, dado el elevadísimo riesgo de recuperación de los fondos si no se corrige la situación y la capacidad de pago se sigue deteriorando. Ahora bien, una forma de lograr resolver la situación es aumentando los impuestos y la otra reduciendo los gastos gubernamentales. Además, se podría lograr un arreglo con el FMI que sirva de garante del programa de estabilización del país y facilitaría que las puertas al crédito se abran en mejores condiciones para el país.

Pero, surge un punto fundamental. Como se busca disminuir el nivel de endeudamiento con respecto al PIB, se requiere de una disminución de la deuda o un incremento del PIB, o, mejor aún, de ambos. Si las medidas que se tomen como parte del plan de ajuste permiten un crecimiento del PIB a relativamente corto plazo, como consecuencia descendería el cociente deuda/PIB. Pero, de lo contrario, si las medidas ocasionan un mínimo crecimiento económico o incluso un descenso en el crecimiento de la producción, más bien el cociente citado terminaría elevándose, indicando una menor capacidad para enfrentar las deudas.

Por tal razón, es crucial que el coctel de medidas económicas que se propongan para aliviar el déficit fiscal o el endeudamiento, no se convierta en un obstáculo para que la economía crezca y que, más bien se logre lo contrario.

Hace más de un mes publiqué una serie de resúmenes de conclusiones de valiosos estudios que señalan que, un ajuste fiscal basado preponderantemente en el aumento de impuestos y menos en la reducción del gasto público, afectaría negativamente el crecimiento de la economía n comparación con una solución que se encuentre sustentada en una proporción sustancialmente mayor de reducción del gasto que de aumento en los impuestos. Y ese dilema lo enfrentamos en este momento.

Si lo que se busca es lograr esa reducción del endeudamiento o ajuste fiscal, lo aconsejable es reducir significativamente el gasto público, y lo contrario en cuanto a impuestos. Después de todo, el gasto gubernamental lo que hace es utilizar recursos escasos para fines usualmente definidos por políticos de turno y eso significa que esos recursos no están disponibles para actividades privadas productivas.

Pero, y he aquí la trágica situación actual: las mesas de concertación del gobierno y los planteamientos que este hace, básicamente atentan con más impuestos y casi nada en reducir el gasto gubernamental. Sin duda que ahora queda en las manos responsables de los diputados hacer lo que no parece estar haciendo hoy la administración, si es que se quiere evitar un daño mayor a la ciudadanía. No hay duda que decisiones sabias en el ámbito legislativo definirán en mucho los destinos de políticos con el voto de los ciudadanos. Un voto que premia y un voto que castiga. Como dijo Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.” Es hora de verdades y realidades. Así que los ciudadanos han de tener sus ojos muy bien abiertos.

Publicado en mis sitios de Facebook, Jorge Corrales Quesada y Jcorralesq Libertad, el 26 de noviembre del 2020.