UNA SEGUNDA CUARENTENA NACIONAL ES PELIGROSA Y TEMERARIA

Por Ethan Yang
American Institute for Economic Research
13 de noviembre del 2020


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El miércoles 11 de noviembre, el medio televisivo CNBC reportó que el Dr. Michael Osterholm, miembro de equipo de trabajo de Joe Biden acerca del Covid-19, sugirió que Estados Unidos deberían imponer una cuarentena de 4 a 6 semanas, más estrictas que cualquiera antes puesta.

Señala la CNBC,

“Cerrar empresas y pagarle a la gente por salarios perdidos durante cuatro a seis semanas podría ayudar a mantener controlada a la pandemia del coronavirus y lograr que la economía siga su rumbo hasta que se apruebe y distribuya una vacuna, dijo el Dr. Michael Osterholm, asesor en coronavirus del presidente electo Joe Biden.”

Esta idea fue propuesta en respuesta a aumentos esperados en los casos de Covid-19 en los próximos meses. El razonamiento de Osterholm incluyó,

“Una cuarentena en todo el país llevaría a que disminuyera el número de casos nuevos y hospitalizaciones hasta un nivel administrable, mientras el mundo espera por una vacuna, le dijo él a Yahoo Finance el miércoles pasado.”

Osterholm no sólo clama por una cuarentena en todo el país, sobreponiéndose a la discrecionalidad de los gobernadores estatales, sino que, también, muestra un profundo escepticismo hacia los méritos del federalismo. Él dijo, en relación con una carta a la sección editorial, escrita junto con el presidente del Banco de Reserva Federal de Minneapolis, que,

“El problema con la cuarentena impuesta entre marzo y mayo fue que no fue uniformemente estricta en todo el país. Por ejemplo, Minnesota consideró como esencial el 78 por ciento de sus trabajadores,” escribieron en el New York Times (Osterholm y Kashkari). “Para que fuera efectiva, la cuarentena tenía que ser tan generalizada y estricta como fuera posible.”

Así que, no sólo Osterholm desea reinstalar la pesadilla de las cuarentenas más estrictamente que nunca antes, sino que no ve por qué a los funcionarios locales se les debería permitir experimentar con diferentes políticas y llevar a cabo soluciones adaptadas a sus necesidades.

No sólo esta propuesta parece hace oídos sordos, sino que, también, tiene poca base en cuanto a evidencia y parece negar las lecciones aprendidas con los experimentos en el mundo con cuarentenas. Aún más, esa propuesta se queda peligrosamente corta en cuanto a tener algún tipo de fundamento en economía o cívica.

UNA CUARENTENA ESTRICTA Y UNIFORME TIENE POCO MÉRITO Y PODRÍA SER ILEGAL

La idea de que el gobierno de Estados Unidos deba instituir una orden nacional de cuarentena, que se sobreponga a la discrecionalidad de los funcionarios locales, es un punto de vista simplista de la sociedad. Aunque en teoría puede ser ventajoso tener restricciones uniformes, los Estados Unidos son muy diversos. Esa política sería peligrosa y provocaría una perturbación innecesaria. ¿Por qué deberían los ciudadanos en Utah, que tienen una de las tasas de mortalidad per cápita más bajas, tener que cumplir con las mismas restricciones que aquellos en Nueva York, que tiene una de las tasas de muerte per cápita más elevada? Esa sugerencia es una receta para un desastre altamente evitable.

Osterholm discrepa particularmente con la idea de que, en algunos estados, muchos trabajadores se consideraron esenciales. Toda noción de que ciertos negocios son esenciales o no esenciales, no sólo ignora al ecosistema complejo que es la economía, sino que, también, puede dañar al sector del cuido de la salud. Por ejemplo, en Michigan, el Mackinac Center reporta que,

“Uno de los practicantes de medicina afectado, Grand Health Partners, opera en el área de Grand Rapids. Realiza endoscopías y otras cirugías electivas, muchas de las cuales fueron consideradas no esenciales por orden del ejecutivo. Debido a la cuarentena, muchos de sus pacientes no pudieron recibir el tratamiento y por eso han sufrido.”

Todavía más, cerrar empresas y escuelas no sólo enviará ondas de choque económicas destructivas, sino que, también, afectará las prácticas de cuido de la salud necesarias para combatir el Covid-19. Jude Bayham y Eli P. Fenichel escriben en un artículo académico acerca de los cierres de escuelas, que

“Los cierres de escuelas vienen con muchas compensaciones. Dejando de lado los costos económicos, los cierres de escuelas puestos en práctica para reducir la diseminación del COVID-19 crean obligaciones no previstas de cuido de los niños, que son particularmente grandes en ocupaciones de cuido de la salud.”

Las alteraciones causadas por otra cuarentena, mucho más estricta, es muy posible que imponga cargas no esperadas sobre los trabajadores de la salud, que debilitarán la habilidad de los hospitales para tratar pacientes, no sólo del Covid-19, sino de todas las enfermedades.

A la par de masivas consecuencias económicas, sociales y relacionadas con la salud por una orden de cuarentena nacional de esa magnitud, eso podría ser ilegal. En un artículo anterior, destaqué que las cuarentenas en tres estados (Michigan, Wisconsin y Pennsylvania) habían sido declaradas inconstitucionales. No sería sorprendente que, una cuarentena nacional, como la que favorece Osterholm, violaría todo tipo de leyes y doctrinas. Eso podría incluir, pero no limitarse, a la Primera Enmienda y la Catorceava Enmienda Constitucional, y la doctrina de Separación de los Poderes.

AUSENCIA DE UNA BASE TEÓRICA

Al momento, las cuarentenas tienen que probar ser una política adecuada para mitigar la pandemia. El desaparecido Dr. Donald Henderson, famoso por dirigir la erradicación de la viruela en el mundo, escribió lo siguiente en el 2006,

“No hay observaciones historias o estudios científicos que apoyen el confinamiento por medio de cuarentena de grupos de gente posiblemente infectada por períodos extendidos, para reducir la diseminación de la influenza.”

Henderson escribe lo siguiente acerca de prohibir reuniones sociales grandes:

“Durante epidemias de influenza estacionales, las actividades públicas con una asistencia grande esperada, han sido algunas veces canceladas o pospuestas, siendo la lógica disminuir el número de contactos con quienes podrían ser contagiosos. No obstante, no hay consideraciones firmes de que esas acciones hayan tenido un efecto definitivo alguno sobre la severidad o duración de una epidemia.”

Aún más, un estudio reciente publicado por The Lancet, concluyó que no hay evidencia definitiva que pueda probar la efectividad de las diversas intervenciones de salud pública en el combate al Covid-19.

Hemos aprendido, lamentablemente de la forma más difícil, la lección del Dr. Henderson, cual es que las intervenciones de salud pública han fracasado en producir los resultados esperados, a la vez que se ha causado una contienda social tremenda.

Finalmente, Osterholm hace el siguiente señalamiento acerca de política económica,

“’En este momento podemos pagar un paquete que cubra todos los salarios, salarios perdidos para los trabajadores individuales por pérdidas en pequeñas y medianas empresas o gobiernos de ciudades, estados y condados. Podríamos hacer todo eso,’ dijo él. ‘Si hacemos eso, entonces, podríamos poner una cuarentena de cuatro a seis semanas.’”

Aunque deberíamos compensar a los ciudadanos en respuesta a las cuarentenas, serían inconmensurables los efectos económicos de esta propuesta, que van desde el caos total en el sector empresarial hasta un posible colapso monetario.

APRENDIZAJES CLAROS

Los Estados Unidos no están listos para otra ronda de cuarentenas, en especial las que sugiere el Dr. Osterholm. Algunos estados se rehusaron a imponer cuarentenas, como Utah, y les ha ido mejor que al resto del país y, algunos estados como Nueva York impusieron una cuarentena y tuvieron algunos de los peores resultados. También, mucha gente se está cansando de seguir voluntariamente órdenes.

Decir ahora que todo el país debería tener una cuarentena de 4 a 6 semanas más estricta que todas las anteriores, no es sólo hacerse el sordo sino también temerario.

Esa política es muy posible que tenga consecuencias inesperadas que van más allá de la devastación económica. Es muy posible que provoque más muertes cuando los pacientes de todas las enfermedades no puedan buscar adecuadamente el cuido de la salud. Los suicidios, abuso de sustancias y desorden social se han exacerbado como resultado de las cuarentenas, y sólo empeorarán bajo esa nueva política.

Finalmente, es posible que todo esto sea en vano, pues hay poca evidencia que confirme definitivamente que esas políticas funcionan como se anunció. Si es que es algo, la idea de que un país simplemente necesita una cuarentena extra estricta es una propuesta de un bajo esfuerzo. Una que busca patear la carga del esfuerzo desde el gobierno hacia sus ciudadanos. Es más una salida fácil que una movilización para desarrollar estrategias que aumenten la capacidad de los hospitales, protejan a los más vulnerables, mejoren los exámenes y brinden información adecuada. Una administración Biden competente y razonable sería mejor para lograr esos objetivos y no mediante la emisión de una cuarentena.

Ethan Yang se unió al American Institute for Economic Affairs (AIER) en el 2020 como pasante en la parte editorial y es graduado del Trinity College. Recibió un BA en Ciencia Política junto con una materia secundaria en Estudios Legales y Organizaciones Formales. Sirve actualmente como Coordinador de la Región Noreste de Estudiantes por la Libertad y como director del Centro para el Estudio de la Libertad Humana en el Trinity College. Previo a unirse al AIER, fue pasante en organizaciones como el American Legislative Exchange Council, en el Senado del estado de Connecticut y en el Cause of Action Institute. Actualmente, Ethan tiene su base en Washington, D.C.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.