LOS PARTIDOS POLÍTICOS ABANDONAN LA CLASE TRABAJADORA

Por Jenin Younes
American Institute for Economic Research
6 de noviembre del 2020


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Hace más o menos unos cuatro años, en uno de los muchos días en que estaba lamentando la elección de Donald Trump, un amigo me dio una copia de ¿Listen, Liberal: Or Whatever Happened to the Party of the People? de Thomas Frank. Mi amigo enfatizó que él estaba menos preocupado acerca de Trump llegando a ser presidente, que las circunstancias que condujeron a que un previo anfitrión de un programa de televisión de realidad, con tendencias autoritarias, llegara al cargo más alto en el país.

La tesis, convincentemente argumentada y bien documentada, es que, gradualmente durante las últimas décadas, el partido Demócrata se transformó de ser el partido de la gente trabajadora en uno que primordialmente representa los intereses de profesionales. El libro se publicó alrededor de medio año antes de la elección presidencial del 2016, y sirvió como advertencia de que, un fracaso continuado en enfrentar este tema, podría resultar en Trump prevaleciendo sobre Hillary Clinton, o que alguien igualmente desagradable llegara a ser presidente en el futuro. Después de todo, dado que los Demócratas han efectivamente abandonado a la gente trabajadora, cuya calidad de vida había estado disminuyendo rápidamente desde los años ochenta, ¿quién puede culparla por intentar algo diferente?

Es con tristeza que observo, después de un ciclo electoral presidencial pleno, que la respuesta de la izquierda estatista [Estatista es mi traducción del término “liberal” por su significado en Estados Unidos] a la pandemia del coronavirus demuestra que no hemos aprendido algo de la debacle de la elección del 2016 y de años intermedios. Como lo ejemplifican publicaciones como el New York Times y el Washington Post, y palabras de políticos que van desde el gobernador de California, Gavin Newsom, hasta Joe Biden, las cuarentenas y el distanciamiento social obligatorio se han convertido en sinónimos del enfoque Demócrata estatista para el manejo de la pandemia.

En este momento es más que evidente que estas políticas son extremamente destructivas para las clases pobres y trabajadoras, en especial aquellos en cascos urbanos. Recientemente, el New York Times reportó que, tan sólo en Estados Unidos, ochenta millones adicionales de personas se habrán empobrecido como resultado de la disrupción económica causada por las cuarentenas. Obviamente, los cierres de escuelas afectan adversamente mucho más a niños de hogares desfavorecidos que los de aquellas familias que pueden pagar tutores, escuelas privadas y computadoras portátiles, y que tienen recursos para asistir con un aprendizaje a distancia. Estudios recientes han mostrado que, lo cual no debería sorprender, los niños pobres -en particular niños de color- están cayendo más profundamente y con mayores atrasos en escolaridad, ampliando la brecha de logros.

Personas cuyas formas de vida dependen de su presencia física tienden a ser miembros de la clase trabajadora. Si sus trabajos se consideran esenciales -por ejemplo, empleados de supermercados o choferes de autobús- deben reportarse a sus empleos independientemente de si son o no vulnerables a un resultado severo debido a una infección por coronavirus.

Por otra parte, si trabajan en la industria de restaurantes, tiendas de ropa o construcción -actividades de negocios no considerados como esenciales para la sociedad, sin importar lo esenciales que sean los sueldos de los empleados- a esas personas se les priva de la habilidad de ganarse la vida. Incontable cantidad de dueños de pequeñas empresas ha sido obligada a cerrar sus puertas permanentemente, pues no pudieron sobrevivir los meses de cuarentenas, mientras que el dueño del Washington Post logra miles de millones de dólares por ventas crecientes de Amazon.

Muchas, si no es que la mayoría de personas pobres y de la clase trabajadora no pueden fácilmente tener el distanciamiento social, pues residir en habitaciones reducidas y apretujadas es característica típica de la privación económica. Quienes viven en esas condiciones, entendiblemente pueden encontrar menos manejable quedarse en casa y no asociarse con gente de fuera de su familia durante meses y meses. En resumen, las cuarentenas y el distanciamiento social son un lujo de las élites educadas, que pueden trabajar en relativa comodidad desde las salas de sus hogares con sus computadoras portátiles, siendo cualquier golpe a sus cheques de pago contrabalanceado por ahorros al hacer cocteles en su hogar en vez de comprarlos en bares.

A pesar de lo anterior, ha habido muy poco reconocimiento de esta verdad por parte de políticos Demócratas, la prensa o la mayoría de miembros de la izquierda estatista. Cuando se reconozcan las dificultades infligidas a los menos afortunados, se considerará como algo lamentable, a la vez que inevitable.

Pero eso no es inevitable. Se han planteado alternativas fiables, incluyendo recomendaciones de tres de los más renombrados epidemiólogos del mundo, incorporadas en la Declaración de Great Barrington.

El propósito de la Declaración es balancear los intereses de aquellos susceptibles a resultados severos de una infección por coronavirus, con los de aquellos que no tienen un riesgo significativo, al reconocer que hay una diferencia en la mortalidad de más de mil veces entre viejos y jóvenes. La Declaración rechaza el supuesto de que las cuarentenas y el distanciamiento social obligados son los únicos medios de administrar el virus, y sugiere que niños y adultos sanos de menos de 50 reasuman de inmediato la vida normal, mientras que los recursos se dedican a proteger a aquellos de más de 60 y a otros grupos de alto riesgo. En pocos meses, se logrará un nivel de inmunidad de rebaño, permitiendo que los vulnerables se reintegren a la sociedad.

Uno de los puntos destacados de la Declaración es que los pobres y la clase trabajadora sufren el peso de las cuarentenas y, por ello, debemos considerar ese curso de acción.

Aunque la Declaración fue escrita por prominentes epidemiólogos de Harvard, Stanford y Oxford, ha sido automática y sonoramente deplorada como una ciencia mala, de la periferia, que no vale que sea objeto de deliberación. No sorprende que, quienes a gritos condenan la Declaración con ausencia de una reflexión genuina, sean periodistas, médicos, comentaristas y científicos: miembros de la clase profesional.

Esto tiene todas las marcas de la primavera, cuando mucha de esa misma gente que está rechazando la Declaración, colmó de escarnio a los manifestantes anti cuarentena en el Medio Oeste de Estados Unidos. Los comentaristas insinuaron que las protestas estaban conectadas con movimientos supremacistas blancos, que las armas de fuego eran algo común en las manifestaciones y que los manifestantes estaban diseminando el coronavirus. No hubo reconocimiento alguno de que, por la razón que fuera, esas personas estaban razonablemente furiosas, al haber sido despojados súbitamente de formas de ganarse la vida y de la habilidad para educar a sus hijos.

El enfoque hacia la pandemia que el Partido Demócrata y la izquierda estatista han adoptado, representa la culminación de las preocupaciones que Frank expresó en Listen, Liberal. La clase trabajadora y los pobres han sido abandonados profundamente; el partido sirve primordialmente a los intereses de la clase gobernante. El Partido Demócrata no puede esperar volver a tener el apoyo de la clase trabajadora hasta que aborde esta deficiencia. Incluso si Joe Biden gana estrechamente esta elección, este asunto fundamental permanecerá.

Jenin Younes es una defensora pública en la ciudad de Nueva York. Ella disfruta de correr, ir a restaurants y leer en su tiempo libre.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.