EL EXTRAÑO ADVENIMIENTO DEL NEGACIONISMO DE LA CUARENTENA

Por Phillip W. Magness

American Institute for Economic Research
20 de octubre del 2020


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¿Son las cuarentenas una cosa del pasado, invocadas sólo para asustar a un público incauto, para alejarlo de políticas de mitigación del Covid-19 más limitadas (no obstante, curiosamente, rara vez elaboradas)? Recientemente, varios periodistas y comentaristas han estado alegando eso.

Escribiendo para Wired UK el 7 de octubre, el periodista de ciencia Matt Reynolds hizo de esa afirmación la parte central de su ataque a la anti cuarentena Declaración de Great Barrington (DGB):

“Cuando los autores de la Declaración de Great Barrington declaran su oposición a las cuarentenas, muy literalmente están discutiendo con el pasado.”

La pieza de Reynolds contenía una concesión explícita a un punto que enfatizaron los autores de la DGB. El enfoque de la cuarentena ante la pandemia es en sí altamente destructivo, y no sólo de la vida económica, sino también de la salud y bienestar de la población. Las cuarentenas de este año es seguro que den lugar a sus propias crisis de salud pública en el largo plazo, a través de exámenes por cáncer que se pospusieron y procedimientos médicos “electivos” similares.

Ellas han empobrecido a millones de personas a través del globo. Han conducido a aumentos en el abuso de sustancias y la violencia doméstica. Han privado a niños de un acceso básico a la educación. Han ocasionado un aumento radical en suicidios y asuntos de salud mental. Y, como he venido consistentemente señalando desde el inicio de la pandemia, la aplicación de la medida de cuarentena por nuestro gobierno se ha orientado desproporcionadamente hacia minorías raciales y étnicas y a los pobres.

Pero, aun cuando esos daños inequívocos están bien documentados, todavía no tenemos una base para preocuparnos, escribe Reynolds:

“El problema es que no estamos en cuarentena. A lo largo del Reino Unido, los bares, restaurantes, escuelas y universidades están básicamente abiertos. El tipo de cuarentena contra el que la Declaración de Great Barrington parece levantarse no ha estado vigente en el Reino Unidos desde mediados de junio. Aún en lugares como Manchester, que están bajo restricciones locales, los bares, restaurantes y escuelas aún permanecen abiertos y es difícil encontrar gente que esté impulsando un regreso a la cuarentena que vimos en marzo.”

Sólo dos semanas después de que puso estas palabras, todo Gales regresó a la cuarentena.

Aunque llamada como una medida “interruptora del circuito” de dos semanas para detener la diseminación del Covid, las reglas de esta nueva cuarentena lucen muy familiares. Todos los negocios no esenciales deben cerrar. Se ordena a los residentes quedarse en la casa, “excepto para fines muy limitados” como adquirir alimentos y suministros de medicinas. La gente no puede visitar amigos o familiares que estén fuera de sus propios hogares. Por supuesto, habrá multas, remociones obligadas y persecución penal para cualquiera que desafíe el mandato.

Luego vino Irlanda, que anunció un retorno a una cuarentena plena durante las siguientes seis semanas. Además de sus órdenes de quedarse en casa, la medida irlandesa limita el viaje interno a razones esenciales y al ejercicio sólo en un radio de 5 kilómetros alrededor de la casa y establece puestos de control para hacer cumplir las restricciones.

El regreso a la cuarentena es más desconcertante una vez que uno considera el hecho de que la primera ronda de cuarentenas, que empezó en marzo, no tuvo un efecto discernible en la mitigación de la pandemia, excepto, tal vez, retrasar ligeramente el inicio de ondas sucesivas. Estados de Estados Unidos que impusieron cuarentenas de mano dura, como Nueva York y Nueva Jersey, al igual que países como Bélgica, presentaron las tasas de mortalidad per cápita más altas del mundo. Los modelos que predijeron los niveles apocalípticos de muerte en ausencia de cuarentenas, fracasaron una y otra vez. De hecho, los epidemiólogos, políticos y periodistas que aún se aferran a las cuarentenas, como asunto de axioma ideológico, ni siquiera en sus justificaciones de la política pueden dar cuenta de estos defectos empíricos básicos.

Y, aun así, estamos de regreso pleno adonde empezó este desorden total, completo con un salvavidas vacío de dos semanas, asociado con el enfoque de “interrupción del circuito.” ¿Se acuerdan, “quince días para aplastar la curva” antes de convertirse en 1, después 2, luego 3 meses?

Tampoco es sólo Gales. Empezando el sábado, toda la ciudad de Londres se unirá a otras regiones del norte y oeste del Reino Unido bajo el nuevo sistema de cuarentena de “2 Niveles” ̶ una categoría que prohíbe la socialización fuera de la propia familia inmediata, limita la interacción de grupos a sólo 6 personas -aunque estén el aire libre- y cierra los negocios entre las 10 de la noche y 5 de la mañana. Si los habitantes de Londres no se comportan según los dictados impuestos no democráticamente por los asesores en ciencia del gobierno, se arriesgan a que los elevan al “Nivel 3” ̶ efectivamente un regreso a quedarse en casa similar al de Gales.

De hecho, también, la ronda dos de cuarentenas impuestas por el gobierno se ha hecho viral en el continente. Francia reimpuso 4 semanas de toque de queda nocturno en nueve diferentes centros de población, una regla de reuniones de 6 personas, cierres de bares y restaurantes e incluso restricciones a viajes regionales. Similarmente, Madrid impuso una cuarentena de 15 días, prohibiendo que residentes entren o salgan de la ciudad por razones no de emergencia. También, hay una limitación a reuniones de 6 personas, así como restricciones severas de cierres en las noches de empresas en la industria de servicios. Holanda y Bélgica, cada una, tienen políticas de cuarentenas “parciales,” que restringen reuniones al aire libre a grupos de sólo 4 y, de nuevo, desalientan fuertemente a la gente para que no salga de sus casas. Por todas las indicaciones, estas, y políticas similares, se están intensificando a un ritmo veloz, tal como lo hicieron allá atrás en la primavera.

Por supuesto, el pretexto para reimponer cuarentenas sigue siendo el mismo. Europa ha entrado en la temida “segunda ola” de pico de casos, irónicamente demostrando el fracaso abyecto de las cuarentenas para frenar el virus en la primera vuelta.

Algo rápido adicional: ¿se acuerda alguien de todas aquellas historias durante el verano, incluyendo el testimonio en agosto ante el Congreso de los Estados Unidos del Dr. Anthony Fauci, en que los proponentes de las cuarentenas alabaron a Europa por, supuestamente, haber cerrado de “forma correcta” en la primavera y exitosamente vencido al virus? O, ¿cómo esa experiencia presuntamente mostró que Estados Unidos no cerró con la fuerza suficiente o que reabrió demasiado rápido? También, se mostró que esas historias de aquel momento eran simples tonterías ̶ los cierres en Estados Unidos igualaron en rigor a varios países europeos y, por lo general, duraron de 1 a 2 meses más que sus contrapartes europeas. Pero, los nuevos patrones de casos de Covid en Europa vastamente han sobrepasado la misma métrica en Estados Unidos.

Por desgracia, la ideología de la cuarentena también continúa esparciéndose en Estados Unidos. Fiel a su estilo, recientemente la Ciudad de Nueva York, la semana pasada, reimpuso una cuarentena a “sitios calientes” basada en códigos postales ̶ y pronto se puso a trabajar en la emisión de más de $150.000 en multas a violadores, una vez más siendo su blanco, en el proceso, la gente pobre y grupos minoritarios. Es posible que veamos este patrón extenderse en las semanas venideras, como en Europa, sólo que, en el caso de Estados Unidos, vendrá en adición a restricciones residuales de la primavera. Aunque la mitad del país se ha “reabierto” en su mayor parte, grandes secciones del Noreste y Oeste -dos de nuestros centros poblacionales más importantes- aún estaban operando, al menos hace dos semanas, bajo restricciones más fuertes que casi todo Europa.

Sin embargo, los proponentes de la cuarentena tienen un problema de marca. Por mucho tiempo han agotado la paciencia del público ante más restricciones ̶ en especial, dada la escasez de evidencia de que ellas funcionan. Para razonar un regreso a las políticas fallidas de la primavera, los impulsores de las cuarentenas necesitan proceder a un remarcado orwelliano, por el cual la cuarentena ya no es más una cuarentena. Así, obtenemos los absurdos palpables exhibidos en el reciente artículo de Reynold en el Wired UK, y en muchos otros como ese.

Las cuarentenas, se nos dice ahora rutinariamente, son sólo un argumento del “hombre de paja” [Nota del traductor: falacia que se da por la impresión de que se refuta o reduce al absurdo un argumento, pero se hace a través de una parodia ridícula de ese argumento] contra políticas de la primavera con poca posibilidad de que retornen, sin importar toda la evidencia antes citada en su contra. Además, como arguyó recientemente el economista Tyler Cowen, “En la mayoría de los estados de Estados Unidos, las cuarentenas no son severas.”

Dejaré en manos de David Henderson que, con capacidad, haga una disección de los errores en el argumento más amplio de Cowen. También, Jason Brennan tiene una crítica picante. Pero, es suficiente con decir que el tipo de severidad al que aquí se refiere Cowen es de naturaleza subjetiva y, en mucho, relacionada con la propia experiencia de uno en la vida. Para una persona con ingresos altos, con un empleo estable y la habilidad para trabajar desde su hogar ante una llamada por Zoom, esas restricciones pueden significar una pequeña molestia en sus planes de cenar un día de la semana al azar. Sin embargo, para el trabajador de la industria de servicios que trata de mantener dos empleos atendiendo mesas, las mismas restricciones podría significar una incapacidad para obtener el ingreso suficiente para pagar el alquiler del próximo mes o poner comida en la mesa para sus niños. Sí, toda la posición del proponente de cuarentenas casi que, invariablemente, se formula desde un lugar de privilegio económico elevado.

Alegar que las cuarentenas son cosa del pasado, mientras que, también, se continúa defendiendo y propugnando su reintroducción, se está convirtiendo ahora en su propio símbolo mediático.

Escribiendo esta semana en el New York Times, el historiador de enfermedades John M. Barry afirma que “la Declaración de Great Barrington está dirigida a un hombre de paja, al oponerse a la cuarentena generalizada que empezó en marzo. Ahora nadie está proponiendo eso.” No importa que, de hecho, el propio Times editorializó a favor de una cuarentena renovada y más severa tan recientemente como agosto, al quejarse de que “Estados Unidos no tuvo una verdadera cuarentena nacional, al cerrar sólo medio país, comparado con un 90 por ciento en otros países que tuvieron un control más exitoso del brote.”

No obstante, el término “general” se la pone muy difícil al argumento de Barry ̶ hasta el punto de ser un mal direccionamiento intencional. Apareció en el Times el mismo día en que el periódico puso una noticia anunciando una nueva ola de cuarentenas europeas, incluyendo -usted lo adivinó- la nueva cuarentena general de Gales.

En efecto, otros miembros de la profesión epidemiológica que apoyan las cuarentenas han decidido obscurecer sus propias políticas, al sugerir que, cualquier argumento que se opone a las cuarentenas plenas, constituye un “hombre de paja” contra el pasado. Gregg Gonsalves de Yale se ha convertido en algo así como un predilecto de los medios para entrevistas que denuncien la Declaración de Great Barrington (también, a él le gusta tuitear obscenidades contra ella). El 12 de octubre, sólo una semana antes que Irlanda y Gales anunciaron su regreso a cuarentenas plenas, Gonsalves insistió en que “NADIE” estaba pidiendo el regreso a esas políticas. Cuarentenas resucitadas, continuó él, eran “un argumento de hombre de paja [que] que se proponían por quienes querían conducir al error al público estadounidense y británico.” Es una aseveración que él repitió el 5 de octubre, cuando denunció al “hombre de paja” de las cuarentenas generales, en respuesta a una entrevista con los tres autores de la Declaración de Great Barrington. Sostuvo que la propia sugerencia creaba un “hombre de paja conveniente.” Gonsalves hizo un alegato similar el 22 de setiembre, al acusar a Martin Kulldorf de poner en marcha el prospecto de cuarentenas renovadas, como un “hombre de paja” contra restricciones menos severas.

Otros defensores de las cuarentenas se unieron al tropo. El 14 de octubre, la viróloga de la Universidad de Columbia, Angela Rassmussen, otro oponente franco de la DGB, quien ha pasado en las últimas cinco semanas tuiteando teorías de conspiración acerca de sus motivos, hizo eco del mismo cargo de “hombre de paja,” para descartar la noción de cualquier impulso renovado de cuarentena en el futuro cercano. Ahora, con Irlanda y Gales anunciando sus retornos a una cuarentena plena, y con mucho de Europa tendiendo en la misma dirección, ¿quién, de nuevo, está exactamente induciendo al público al error?

Otra táctica reciente tiene que ver con cambiar el lenguaje del debate acerca de la cuarentena, para camuflarlo mediante un eufemismo.

El mal llamado Memorándum de John Snow -una nueva petición de los epidemiólogos y activistas a favor de la cuarentena, orientado a contrarrestar la DGB- adopta una táctica similar de desviación, al cambiar el lenguaje de su estrategia propia deseada. Las políticas de la primavera se conocen ahora como “restricciones generales a la población” y, para evitar esas políticas de nuevo, debemos imponer, no cuarentenas, sino otras “restricciones” focalizadas. Así, concluyen ellos:

“El propósito de estas restricciones es suprimir efectivamente las infecciones de SARS-CoV-2 a niveles tan bajos que permitan detectar rápidamente los brotes focalizados y dar una respuesta rápida por medio de sistemas eficientes y comprensivos de encuentre, pruebe, trace, aísle y apoye, tal que la vida pueda regresar a ser casi normal, sin necesidad de restricciones generalizadas.”

Nosotros ya probamos esas políticas, y casi sin ningún decir expresado democráticamente acerca de cómo ellas se pusieron en marcha. Ahora los rebautizados proponentes de cuarentenas quieren obligar a otra ronda de lo mismo, pero con otro nombre, montándolo como “dirigido” y “regional,” aún cuando las medidas que desean son idénticas o más estrictas que las versiones generalizadas originales.

Y, sin embargo, mientras usted lee el párrafo anterior, considere esto: desde que empezó la pandemia, los firmantes de la carta de Snow han estado trabajando detrás de casi todos los disparos políticos de los gobiernos alrededor del mundo. Todo lo que ofrecen son versiones ligeramente rebautizadas de las mismas políticas fallidas, de nuevo impuestas sobre nosotros bajo racionalizaciones siempre cambiantes sin un final a la vista, y sin evidencia de que ellas, alguna vez, lograrán lo que ellos alegan.

Cuando gana tracción en nuestro discurso público el último reenvase de ese gato por liebre epidemiológico, el mundo no tiene más que un camino viable para salir del actual infierno social, económico y médico. Y es recibir a los proponentes de cuarentenas con un sonoro no.

Phillip Magness es investigador sénior en el American Institute for Economic Research. Es autor de numerosos trabajos acerca de historia económica, impuestos, desigualdad económica, la historia de la esclavitud y la política educativa en los Estados Unidos.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.