CÓMO TRES PANDEMIAS PREVIAS DISPARARON CAMBIOS SOCIALES MASIVOS

Por Andrew Latham

Intellectual Takeout
1 de octubre del 2020


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Antes de marzo de este año, probablemente pocos pensaron que una enfermedad podría ser un impulsor significativo de la historia humana.
Ya no más. La gente está empezando a comprender los pequeños cambios que el COVID-19 ya ha dado paso o acelerado -telemedicina, trabajo remoto, distanciamiento social, fin del saludo de manos, compras en línea, desaparición virtual del dinero en efectivo, etcétera- han empezado a cambiar su forma de vida. La gente no está segura de si estos cambios sobrevivirán la pandemia. Y puede sentirse insegura en cuanto a que estos cambios sean para bien o para mal.

Tres plagas previas podrían brindar ciertas claves acerca de la forma en que el COVID-19 puede doblar el arco de la historia. Tal como lo enseño en mi curso “Plagas, Pandemias y la Política,” las pandemias tienden a dar forma a los asuntos humanos de tres maneras.

Primera, pueden alterar profundamente la visión esencial que del mundo tiene una sociedad. Segunda, pueden hacer añicos las estructuras económicas básicas. Y, finalmente, pueden influir en luchas de poder entre naciones.

LA ENFERMEDAD INCITA EL SURGIMIENTO DEL OCCIDENTE CRISTIANO

La plaga Antonina, y su gemela, la peste Cipriana -ambas ahora ampliamente analizado que fueron causadas por una cepa de la viruela- arrasaron el Imperio Romano desde el año 165 a.C. hasta el 262. Se ha estimado que la tasa de mortalidad combinada de las pandemias estuvo entre una cuarta parte y un tercio de la población del imperio.

Aunque impresionante, el número de muertes cuenta sólo parte de la historia. Eso también disparó una transformación profunda de la cultura religiosa del Imperio Romano.

En vísperas de la plaga Antonina, el imperio era pagano. La vasta mayoría de la población adoraba a múltiples dioses y espíritus y creía que los ríos, árboles, campos y edificios, cada uno, tenía su propio espíritu.

La Cristiandad, una religión monoteísta que tenía poco en común con el paganismo, sólo tenía 40.000 afiliados, no más del 0.07% de la población del imperio.

A pesar de lo anterior, en una generación después del final de la plaga Cipriana, la Cristiandad había llegado a ser la religión dominante en el imperio.

¿Cómo estas pandemias gemelas lograron esta profunda transformación religiosa?

Rodney Stark, en su trabajo trascendental “The Rise of Christianity” [El Auge del Cristianismo], afirma que estas dos pandemias hicieron del cristianismo un sistema de creencias más atractivo.

Mientras que la enfermedad era efectivamente incurable, un cuidado paliativo rudimentario -por ejemplo, suministro de comida y agua- podía impulsar la recuperación de aquellos demasiado débiles para cuidarse por sí mismos. Motivados por la caridad cristiana y la ética de cuidar a los enfermos -y facilitada por estrechas redes sociales y caritativas alrededor de las cuales se organizó la iglesia temprana- las comunidades cristianas del imperio estaban dispuestas y en capacidad de brindar ese tipo de cuido.

Los romanos paganos, por otra parte, en vez de ello, optaron por huir de los brotes de la plaga o autoaislarse, bajo la esperanza de así salvarse de la infección.

Esto tuvo dos consecuencias.

Primera, los cristianos sobrevivieron los estragos de estas plagas a tasas superiores que las de sus vecinos paganos y desarrollaron con mayor rapidez grados de inmunidad. Viendo que muchos más de sus compatriotas cristianos estaban sobreviviendo la plaga -y atribuyendo eso ya fuera al favor divino o a los beneficios del cuido provisto por los cristianos- muchos paganos fueron atraídos hacia la comunidad cristiana y al sistema de creencias que le respaldaba. Al mismo tiempo, cuidar a los paganos enfermos les brindaba a los cristianos oportunidades sin precedentes para evangelizar.

Segundo, asevera Stark que, debido a que estas dos plagas afectaron desproporcionadamente a jóvenes y mujeres embarazadas, la tasa de mortalidad menor entre cristianos se tradujo en una tasa de nacimientos más elevada.

El efecto neto de todo esto fue que, en aproximadamente el lapso de un siglo, un imperio esencialmente pagano se encontró con que iba camino a ser mayoritariamente cristiano.

LA PLAGA DE JUSTINIANO Y LA CAÍDA DE ROMA

La plaga de Justiniano, nombrada tras el emperador romano que reinó desde a.C. 527 hasta el 565, arribó al Imperio Romano en el a.C. 542 y no desapareció sino hasta el a.C. 755. Durante sus dos siglos de repetición, mató un estimado entre el 25% y el 50% de la población ̶ entre 25 y 100 millones de personas.

La pérdida masiva de vidas paralizó la economía, desatando una crisis financiera que acabó con los fondos del estado y menoscabó a los, en una ocasión, poderosos militares del imperio.

En el este, el principal rival geopolítico de Roma, la Persia Sasánida, también fue devastada por la plaga y, por tanto, no estuvo en posición de explotar la debilidad del Imperio Romano. Pero, las fuerzas del Califato Islámico Rashidun u Ortodoxo en Arabia -que por mucho tiempo habían sido contenidas por los romanos y los sasánidas- no fueron afectados mucho por la plaga. Las razones de ello no son bien entendidas, pero probablemente tienen que ver con el aislamiento relativo del califato de centros urbanos importantes.

El califa Abu Bakr no desperdició la oportunidad. Aprovechando el momento, rápidamente sus fuerzas conquistaron todo el Imperio Sasánida, a la vez despojaron al debilitado Imperio Romano de sus territorios en el Levante, el Cáucaso, Egipto y el Norte de África.

Antes de la pandemia, el mundo Mediterráneo había estado relativamente unificado por el comercio, la política, la religión y la cultura. Lo que emergió fue un trío fracturado de civilizaciones compitiendo por el poder y la influencia: una islámica en el este y sur de la cuenca del Mediterráneo; una griega en el Mediterráneo noreste; y una europea entre el Mediterráneo occidental y el Mar del Norte.

Esta última civilización -que ahora llamamos la Europa medieval - fue definida por un nuevo y diferente sistema económico.

Antes de la plaga, la economía europea se había basado en la esclavitud. Después de la plaga, el suministro significativamente disminuido de esclavos obligó a los terratenientes a empezar a darles parcelas a trabajadores nominalmente “libres” ̶ siervos que trabajaron los campos de los señores y, a cambio, recibían protección militar y ciertos derechos legales del señor.

Se plantaron las semillas del feudalismo.

LA MUERTE NEGRA DE LAS EDADES MEDIAS

La Muerte Negra brotó en Europa en 1347 y subsecuentemente mató entre un tercio y la mitad de la población europea total de 80 millones de personas. Pero, mató algo más que gente. Al momento en que la pandemia terminó, allá a principios de la década de 1350, emergió un mundo claramente moderno ̶ uno definido por una mano de obra libre, la innovación tecnológica y una clase media creciente.

Antes de llegar la bacteria Yersinia pestis en 1347, Europa Occidental era una sociedad feudal sobrepoblada. La mano de obra era barata, los siervos tenían poco poder de negociación, la movilidad social era obstaculizada y había poco incentivos para aumentar la productividad.
Pero, la pérdida de tanta vida sacudió una sociedad osificada.

Las escaseces de mano de obra brindaron a los campesinos un mayor poder de negociación. En la economía agraria, también estimularon la adopción extendida de tecnologías nuevas y existentes ̶ el arado de tierra, el sistema de rotación de tres cosechas en los campos y fertilización con boñiga, todo lo cual aumentó la productividad significativamente. Más allá de los campos, resultó en la invención de herramientas que ahorraban tiempo y mano de obra, como la imprenta, bombas de agua para drenar las minas y armas basadas en la pólvora.

A su vez, la libertad ante obligaciones feudales y un deseo de ascender en la escalera social, estimuló a muchos campesinos para trasladarse a los pueblos e involucrarse en artesanías y el comercio. Los más exitosos se enriquecieron y constituyeron una nueva clase media. Ahora podían adquirir bienes más lujosos, que sólo podían ser obtenidos más allá de las fronteras de Europa, y eso estimuló el comercio de larga distancia y barcos más eficientes con tres mástiles, necesarios para involucrarse en dicho comercio.

También, la riqueza creciente de la nueva clase media estimuló el patrocinio de las artes, la ciencia, la literatura y la filosofía. El resultado fue una explosion de creatividad cultural e intelectual ̶ lo que ahora llamamos el Renacimiento.

NUESTRO FUTURO ACTUAL

Nada de esto es para argüir que la pandemia del COVID-19 hoy vigente tendrá efectos similares que impactarán la tierra. La tasa de mortalidad del COVID-19 no es nada comparada con aquella de las plagas antes comentadas, y, por tanto, las consecuencias podrían ser no tan sísmicas.

Pero, hay algunas indicaciones de que podrían serlo.

¿Sacudirán los torpes esfuerzos de las sociedades abiertas de Occidente por enfrentar al virus la fe ya vacilante en una democracia liberal, creando un espacio para que otras ideologías evolucionen y hagan metástasis?

Similarmente, el COVID-19 puede estar acelerando un cambio geopolítico ya existente en el balance de poder entre Estados Unidos y China. Durante la pandemia, China había tomado la dirección global en suministrar asistencia médica a otros países, como parte de su iniciativa “Ruta de la Seda en Salud”. Algunos afirman que la combinación del fracaso de Estados Unidos de dirigir y el éxito relativo de China para tomar el relevo, puede estar turbo alimentando el surgimiento de China hacia una posición de liderazgo global.

Finalmente, el COVID-19 parece estar acelerando el desarrollo de prácticas y patrones laborales establecidos desde hace mucho tiempo, con repercusiones que podrían afectar el futuro de las torres de oficinas, las grandes ciudades y el tránsito masivo, para citar unos pocos. Las implicaciones de esto y desarrollos económicos relacionados, pueden mostrar ser tan profundamente transformadoras como las disparadas por la Muerte Negra en 1347.

En último caso, las consecuencias de más largo plazo de esta pandemia -como todas las previas- simplemente no pueden saberse por quienes debemos soportarlas. Pero, al igual que plagas anteriores, que hicieron al mundo que actualmente habitamos, también esta plaga es muy posible que volverá a hacer un mundo poblado por nuestros nietos y bisnietos.

Este artículo se reimprime de The Conversation bajo una licencia de Creative Commons. Lea aquí al artículo original.

Crédito por la imagen: Wikimedia Commons-Luigi Sabatelli, Welcome Images, CC BY 4.0

Andrew Latham obtuvo su PhD en Relaciones Internacionales/Estudios Estratégicos en la Universidad York, en Toronto, Canadá. Actualmente es profesor de Relaciones Internacionales en Macalester College en Saint Paul, Minnesota. El profesor Lathan da un curso acerca de “Plagas, Pandemia y la Política.”

Traducido por Jorge Corrales Quesada.