LA DECLARACIÓN DE GREAT BARRINGTON Y SUS CRÍTICOS

Por Jenin Younes

American Institute for Economic Research
7 de octubre del 2020


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A principios de esta semana, tres de los epidemiólogos más destacados del mundo publicaron la Declaración de Great Barrington, un breve tratado que promueve un enfoque controversial para administrar la pandemia del coronavirus. Los profesores Jay Bhattacharya de la Universidad Stanford, Sunetra Gupta de la Universidad de Oxford y Martin Kulldorf de la Universidad de Harvard, afirman que las sociedades alrededor del mundo deberían reabrir de inmediato y completamente.

En vez de observar medidas diseñadas a ralentizar la diseminación del virus, los jóvenes y saludables deberían reasumir la actividad normal para incurrir en inmunidad de rebaño y, por tanto, proteger a aquellos vulnerables de una enfermedad severa. Los autores urgen la adopción de esta estrategia, que llaman “Protección Enfocada,” a la luz de evidencia creciente de que “las actuales políticas de cuarentena están produciendo efectos devastadores en la salud pública a corto y largo plazo… Mantener estas medidas en su lugar hasta que la vacuna esté disponible, ocasionará un daño irreparable, con los menos favorecidos desproporcionadamente afectados.”

Al momento de escribir esto, la Declaración ha sido firmada por 3.089 científicos médicos y de salud pública, 4.352 practicantes de la medicina y alrededor de 70.000 miembros del público en general.

Si bien estos científicos no son los primeros (are not the first ) en expresar esos puntos de vista, dado el grado en que su posición entra en conflicto con la sabiduría convencional, de que todo mundo tiene una obligación moral de participar en esfuerzos por “frenar la diseminación,” no es sorprendente que ellos ya hayan encontrado oposición significativa. Entre sus detractores primordiales está el epidemiólogo de Yale, Gregg Gonsalves, quien considera a la propuesta de la Declaración como algo similar a una sugerencia de que la sociedad “sacrifique [] el rebaño de los enfermos y discapacitados. Es grotesco.”

Es difícil ver qué parte de la Declaración, la cual busca un balance de los intereses de todos los grupos demográficos, es la lee Gonsalves lee, para decir que es un llamado a “sacrificar []… los enfermos y discapacitados.” Esta acusación es simplemente parte del drama en que se ha convertido el teatro del coronavirus.

El argumento más mesurado y concebiblemente más legítimo de Gonsalves es que, dado que alrededor del cincuenta por ciento de la población de Estados Unidos es vulnerable, aquellos quienes tienen mayor posibilidad de contraer una enfermedad severa, simplemente no pueden ser separados del resto de la sociedad. Alguna versión de esa noción -de que la estrategia es logísticamente inviable y, por tanto, debería descartarse- es la crítica más prevaleciente (is the most prevalent critique) al documento. Gonsalves y otros, por ejemplo, el Dr. Michael Head de la Universidad de Southampton, también afirman que la premisa de la declaración es falsa, pues nadie en la comunidad científica está pidiendo que haya cuarentenas extendidas o más amplias.

Pero, esta última afirmación es simplemente falsa. Muchos científicos prominentes han pedido cuarentenas extremas en Estados Unidos, tan recientemente como el mes pasado. Mientras que alegan que eso erradicaría al virus del todo, se hace crecientemente evidente que tales medidas represivas duran sólo por el tiempo en que tengan vigencia.

Una vez que se levantan, el virus vuelve a surgir, como ha sido demostrado por países como Perú, que inicialmente puso en práctica una de las cuarentenas más extremas del mundo y ahora tiene uno de los peores brotes. Melbourne, Australia, ha estado bajo cuarentena severa por un mes, a pesar de haber declarado una victoria temprana contra el virus. El Reino Unido ha estado imponiendo varias formas de cuarentena por varias semanas, después de haber abierto en algún grado durante el verano, y el alcalde de la ciudad de Nueva York y el gobernador del estado de Nueva York han estado amenazando con imponer cierres focalizados en los vecindarios de Brooklyn y Queens, en donde están aumentando los casos. Así que, ya sea que hayan sido endosados por la comunidad científica o por políticos, los cierres obligatorios de escuelas y negocios son el mecanismo por defecto [by default], para administrar los casos crecientes en muchas partes del mundo.

Al contrario de los alegatos de Gonsalves et al., las cuarentenas no son un hombre de paja que se inventó.

En cuanto a la preocupación más convincente de Gonsalves, es cierto que proteger a los miembros vulnerables de la sociedad que no residen en instituciones de cuido, a la vez que se permita al resto seguir con sus vidas, no es tarea fácil. Pero, los muchos científicos que concluyen en que, por tanto, la Protección Enfocada no es viable, están totalmente equivocados. Al inicio, alguna porción de los vastos recursos que las sociedades están gastando en imponer cuarentenas podrían ser dirigido a este proyecto. Pero, de mayor importancia, la posición del crítico subestima drásticamente el daño que las cuarentenas infligen a la sociedad.

Oxfam recientemente publicó un reporte en el cual concluye que 130 millones más de personas probablemente muera de hambre debido a disrupciones en la cadena de suministros, resultante de los cierres alrededor del mundo. Como lo explica la revista Time, eso exponencialmente es más gente que la que morirá por el virus en sí. La CDC ha estimado la posible ocurrencia de más de 93.000 “muertes en exceso no por el Covid” en este año, incluyendo 42.427 de condiciones cardiovasculares, 10.685 de diabetes y 3.646 de cáncer. Muchas de ellas se deben a los cierres gubernamentales del cuidado médico no esencial.” Eso tan sólo en Estados Unidos.

De igual forma, la salud mental se está deteriorando; el abuso de los niños y el abuso doméstico están aumentando; y los niños, en especial aquellos provenientes de familias sin medios, están quedándose atrás en la educación. Incontable cantidad de negocios ha cerrado, muchos para siempre, ocasionando el desastre financiero a sus propietarios y dificultades para los empleados. Todo esto por los cierres, a pesar de las atribuciones equivocadas de los encabezados a que es por el “coronavirus” como tal.

Mientras que Gonsalves y otros críticos están prestos a afirmar que la Protección Enfocada es “grotesca,” en ningún momento se refieren al meollo del asunto, cual es que los daños de las cuarentenas y el distanciamiento social, en especial de los jóvenes, superan a los beneficios. En primer lugar, su oposición emana de la visión miope del mundo que condujo a las estrategias de cuarentenas y distanciamiento social: que la pandemia es un problema horriblemente único, que, en el esfuerzo por resolverlo, justifica marginar a todas los otros.

En vez de ello, como hemos visto durante los últimos siete u ocho meses, el coronavirus es sólo una entre incontables dificultades que el mundo enfrenta; cuando se le contempla desapasionadamente, no se destaca la forma como lo sería, por ejemplo, la guerra nuclear o una verdadera pandemia apocalíptica. Con 1.05 millones de muertes durante los nueve o diez últimos meses, el coronavirus muestra ser un problema en las líneas de, por ejemplo, los accidentes de tránsito (traffic accidents), que ocasionan 1.35 millones de muertes al año, o la tuberculosis (tuberculosis), que resulta anualmente en 1.5 millones de muertes.

La mayoría de nosotros entiende y acepta que prevenir esas muertes ha de balancearse con otros intereses. Si, por ejemplo, prohibiéramos el tráfico de vehículos para evitar las muertes que resultan de accidentes de tránsito, al hacerlo causaría 130 millones de muertes por disrupciones en la cadena de suministros, con lo cual de inmediato reconoceríamos que es una propuesta fallida. Claramente, la misma lógica debería aplicarse aquí.

Los críticos de la Declaración de Great Barrington correctamente hacen la observación de que no podremos prevenir todas las muertes por coronavirus entre los vulnerables. Pero, su argumento descansa en un supuesto falso, cual es que prevenir las muertes por el coronavirus es más importante que todas las cosas, y, si bien se pueden hacer esfuerzos por mitigar el daño colateral, al fin de cuentas todo debe ceder ante ese objetivo general.

En vez de ello, como con todo lo demás en la vida, los esfuerzos de mitigación deben balancearse contra el daño que esas medidas ocasionan. Dado que, probablemente, las cuarentenas causarán más muertes tan sólo por hambre que el coronavirus, sin tomar en cuenta la miríada de otros daños, la posición de los críticos simplemente no soporta escrutinio alguno. En contraste, los escritores de la Declaración de Great Barrington expresamente reconocen ambos lados de la ecuación y buscan minimizar las muertes por el coronavirus entre los vulnerables y el sufrimiento infligido a los no vulnerables. Debería ser obvio cuál es el mejor enfoque.

Jenin Younes es una defensora pública en la ciudad de Nueva York. Ella disfruta de correr, ir a restaurants y leer en su tiempo libre.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.