EL ABEJORRO SUECO

Por Joakim Book

American Institute for Economic Research
30 de setiembre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/the-swedish-bumblebee/

Esta es una historia extraña acerca de abejorros y de volar. Usted sabe, esos insectos ovalados, zumbadores, de aspecto gracioso, que a menudo encontramos rondando por nuestros jardines en el verano. La historia, tal como la escuché, es que los abejorros desafían las leyes de la aerodinámica: no deberían ser capaces de volar con esas alas pequeñitas y con esa monstruosidad de cuerpo (para un insecto, en todo caso). Supuestamente, no genera suficiente poder de elevación para su cuerpo regordete, a fin de poder volar. (Nada más para estar claros: esto es falso y el vuelo del abejorro (bumblebee’s flight) es perfectamente consistente (perfectly consistent) con las leyes de la aerodinámica).

Aun así, el abejorro está volando. Claramente, cada día estos molestos pequeños insectos desafían la gravedad (insects defy gravity, sugiriendo -con sentido común- que no tenía mucho sentido suponer que ellos no podían. En todo caso, a los abejorros del mundo no les importaron mucho las meditaciones de ratones y de hombres; ellos se mantienen zumbando a su alrededor, felizmente ignorantes de sus aparentes poderes sobrenaturales.

A los ojos del mundo, Suecia tiene una posición similar. A su economía siempre le fue mejor de lo esperado por un análisis preliminar. Con la pandemia del coronavirus, ahora tenemos otro episodio de la historia del Abejorro Sueco.

Económicamente, Suecia no debería ser tan exitosa como lo es. Según la mayoría del pensamiento económico, un sector gubernamental grande, las tasas marginales de impuestos más altas (highest marginal tax rates) del mundo, sindicatos fuertes y un estado de bienestar amplio, deberían resultar en una economía con mucha flojera y una sociedad de holgazanes. A pesar de ello, predomina: en términos del PIB per cápita (GDP-per-capita terms) le va tan bien como sus compañeros europeos, sobrepasa marcadamente a la Gran Bretaña supuesta amante del libre mercado (market-loving Britain) y va detrás de Estados Unidos en sólo alrededor de un 14-15% (1415%) en niveles agregados. Mientras que su tasa de desocupación (unemployment rate) usualmente oscila unos pocos puntos porcentuales por encima de la tasa británica o la estadounidense, rutinariamente Suecia califica bien en las clasificaciones de calidad de vida (quality-of-life) ̶ y por mucho tiempo ha tenido la tasa de participación laboral (labor participation rate) más alta de la Unión Europea (European Union), Por encima de todo eso, la escena de empresas tecnológicas que se ponen en marcha en Estocolmo, rivaliza (scene rivals) con las metrópolis globales del mundo.

No hay escasez de razones que explican el extraño comportamiento económico de Suecia. Unos en la izquierda usualmente han invocado circuitos de retroalimentación provenientes de una amplia red de seguridad social, impuestos redistributivos, confianza en la sociedad o un cuido médico universal. Otros apuntan a un temprano y extenso alfabetismo, fuerte ética de trabajo y comunidades fuertemente cohesionadas. Las explicaciones del ala derecha a menudo descansan en identidades compartidas (shared identities), valores y, algunas veces, hasta homogeneidad étnica (ethnic). Los proponentes de libre mercado de un tipo u otro usualmente dijeron que se debe a que, en su esencia, Suecia es una economía hiper capitalista ̶ ¿de qué otra manera podría pagar un escandalosamente grande y amplio aparato estatal?

Ninguna de esas explicaciones es a prueba de balas; si lo fueran, no estaríamos discutiendo acerca de ellas. Virtualmente todo país en Occidente tiene un cuido de la salud universal de alta calidad; el alfabetismo (literacy) ha sido casi universal por generaciones; y Suecia no sale tan bien en calificaciones de libertad económica (economic freedom).
Mientras que la academia internacional y nerdos de la política debaten acerca de qué está alimentando el éxito de Suecia -y qué porción de la sociedad sueca puede efectivamente trasladarse a sus países- el abejorro sueco revolotea bien, sin perturbarse por historias acerca de su éxito. Felizmente ignorante de los muchos intentos ideológicos por probar su incapacidad para volar, de todos modos, vuela.

Con la pandemia, ahora hemos recibido otro dato de la saga del abejorro sueco. Naturalmente, viene también confeccionada para satisfacer las creencias ideológicas previas de uno. Para quienes dicen que la cuarentena (lockdown) es la respuesta a todos los problemas (answer to every problem), el enfoque relativamente más abierto (open approach) debería haber conducido a fatalidades masivas, encabezando las listas de muertes per cápita (per-capita deaths). No es así. Su aceptado triste resultado lo sobrepasan los países con mayores cuarentenas: Estados Unidos, Reino Unido, España, etcétera.

Si usted cree que las cuarentenas funcionan para prevenir la diseminación de la enfermedad y las muertes, Suecia está logrando un desempeño incómodamente bueno y debería servir como llamada aleccionadora. No ha hecho demasiado (done too much) en cuanto a un cierre de la sociedad: no cerró fronteras, escuelas, bares, centros comerciales y casi cualquier otra cosa, pero, aun así, tiene menos muertes per cápita que muchos países que hicieron de todo hasta echar el fregadero de la cocina contra el virus.

Para quienes dicen que las cuarentenas son movimientos de poder sin sentido y expresiones simbólicas de un daño social autoinfligido, Suecia es el gran héroe en cuanto a mantener la sociedad abierta. Entonces, de nuevo, muchos, muchos más, han perdido sus vidas allí que en las cuarentenas al estilo de fortalezas (fortress-style) de Australia y Nueva Zelandia, Corea del Sur e Islandia ̶ sin mencionar los países vecinos de Noruega, Finlandia o Dinamarca, cuyas tasas de mortalidad son una décima a una quinta (one-tenth to one-fifth) parte de la de Suecia. Eso es incómodo si usted, yo incluido (myself included), piensa que los políticos del mundo han actuado muy severamente por demasiado tiempo.

Mientras que las historias partidarias (partisan stories) hacen cola y médicos manipuladores han afilado su historia sueca, la propia Suecia ha ignorado sus cavilaciones ̶ tal como el calmado y humilde abejorro que es. Con los ojos bien abiertos, la mayoría de los suecos ha visto coberturas internacionales notoriamente inexactas de su política acerca de la pandemia ̶ luego, se encogen de hombros, regresan a sus oficinas centrales, se lavan sus manos con desinfectantes y mantienen su distancia mientras van de un lugar a otro.

Durante la pandemia, Suecia ha seguido su propia gobernabilidad de una salud pública descentralizada (decentralized), y los políticos básicamente se alejaron del camino (stepped out of the way), lidiando calmada y prudentemente con la pandemia. A pesar de una avalancha de críticas desde el exterior por su respuesta ante la pandemia, se ha mantenido firme, esencialmente inmune ante rumores, denuncias y evaluaciones indignantes desde el extranjero. El abejorro se mantiene volando, impasible ante toda la atención.

LOS CASOS ATÍPICOS SON ATÍPICOS

En cualquier aventura científica (scientific venture), los casos atípicos atraen la atención. O bien son intencionalmente ignorados, despachados por ser algo peculiar o atacados inmisericordemente por su mal comportamiento. Por supuesto, los casos atípicos exponen que algo está fundamentalmente errado con nuestro modelo básico.

En cuanto a bienestar económico, es claro que un país, con un sector gubernamental invasivamente grande e impuestos extraordinariamente altos, puede, aun así, tener un buen desempeño. En los debates acerca del coronavirus, la historia simplificada de que las cuarentenas impiden la diseminación y que las sociedades abiertas matan gente (lockdowns prevent spread and open societies kill people), debería relegarse al basurero de las teorías imponentes que riñen con la realidad.

Una admiración por la tierra escandinava de IKEA, Volvo, ABBA, Spotify y Klarna, hace que todos puedan alimentar sus antecedentes; ¡sesgo de confirmación para todos! Entre tanto, el abejorro revolotea a la distancia, desinteresado en sus razones imaginadas de por qué vuela.

Joakim Book es un escritor, investigador y editor, entre otras cosas, acerca de dinero, finanzas e historia financiera. Posee una maestría de la Universidad de Oxford y ha sido académico visitante del American Institute for Economic Research en el 2018 y el 2019. Sus escritos han aparecido en el Financial Times, FT Alphaville, Neue Zürcher Zeitung, Svenska Dagbladet, Zero Hedge, The Property Chronicle y muchos otros medios. Él es escritor regular y cofundador del sitio libre sueco Cospaia.se, y escritor frecuente en CapX, NotesOnLiberty, y en HumanProgress.org.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.