¿GANARÁ LA PAPELETA DEL PÁNICO A LA PANDEMIA EN EL 2020?

Por James Bovard

American Institute for Economic Research
1 de octubre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/will-th...d-win-in-2020/

“La gente quiere estar segura” (“People want to be safe,”) declaró repetidamente Joe Biden en el debate del martes en la noche. La contienda presidencial del 2020 podría convertirse en un referendo acerca de si aumentar vastamente el poder del gobierno, puede brindarnos “libertad ante el temor.” Este ha sido un tema recurrente en la historia estadounidenses reciente, que consistentemente exhibe lo peor tanto de políticos como de votantes.

Hasta el momento, la campaña presidencial del 2020 tiene abundancia de paralelos no placenteros con el 9/11 y a la elección del 2004. Los ataque terroristas del 11 de setiembre del 2001 fueron el mayor fracaso de inteligencia, después de Pearl Harbor, de las agencias del gobierno de Estados Unidos (were the biggest intelligence failure by U.S. government). La Agencia Central de Inteligencia [CIA] y la Oficina Federal de Investigaciones [FBI] ignoraron enormes cantidades de evidencia de una conspiración internacional y otra enormidad de advertencias de que árabes con conexiones terroristas, estaban recibiendo entrenamiento como pilotos en Estados Unidos. Aun así, después de que los ataques aterrorizaron al país, las encuestas dieron rápidamente una duplicación del porcentaje de estadounidenses que confiaba en que el gobierno “haría lo correcto.” Los medios avivaron esta fe ciega, como si ese fuera el buen rumbo hacia la seguridad ciudadana. El presidente George W. Bush explotó esa credulidad a fin de apropiarse de mayor poder y engañar a la nación en una guerra contra Irak.

Si bien ahora Bush es alabado por los medios del sistema (gracias a sus críticas contra Trump), poca gente recuerda que él manejó la campaña más alarmista de reelección presidencial en la historia moderna de los Estados Unidos. Los anuncios de campaña de Bush en el 2004 (campaign ads showed firemen) mostraron a bomberos llevando desde Base Cero en Nueva York a un cadáver envuelto en la bandera, y a una manada de lobos viniendo al ataque de los televidentes en sus hogares, mientras que una voz advertía que la “debilidad atrae a aquellos que están esperando por hacerle daño a los Estados Unidos.” Un comentarista insinuó que, si John Kerry ganaba, los votantes serían devorados por lobos.

Poco antes del día de las elecciones del 2004, un estratega veterano del partido Republicano le dijo al New York Daily News que “cualquier cosa que pusiera nerviosa a la gente (people nervous about their) acerca de su seguridad personal le ayuda a Bush.” La gente que vio al terrorismo como el tema principal en la elección del 2004, votó por Bush en un margen de 6 a 1. Moisés Naim, editor de Foreign Policy, hizo la observación de que la campaña de Bush estaba “casi que exclusivamente utilizando el factor temor. Esta es una decisión altamente investigada (This is a highly researched) con todas las herramientas de administración de la opinión pública. No es nada más que una reflexión de que eso funciona.”

Tal como los fracasos federales previos a los ataques del 9/11, la pandemia del Covid fue mucho más dañina debido a los exámenes realizados y a otros fallos de los Centros para el Control de Enfermedades [CDC] y de la Administración de los Alimentos y Medicinas [FDA]. La Organización Mundial de las Salud impulsó políticas desastrosas, al predecir una mortalidad que era 50 veces más elevada (50 times higher) que la que experimentaron los Estados Unidos. Las cuarentenas sin sentido, punitivas, impuestas por gobernadores y alcaldes, alteraron las vidas de millones de estadounidenses, a la vez que lograron poco o nada para frenar la diseminación del virus hacia siete millones de estadounidenses. De la misma forma en que Bush alabó, después del 9/11, a las agencias federales tras sus fracasos por impedir los ataques, Biden y sus aliados en los medios están presionando por una fe ciega en “los datos y la ciencia” ̶ aparte de las debacles que hemos visto en este año.

Un epidemiólogo sugiere que el Covid-19 debería en realidad llamarse del SARS-NoV-3 (be called SARS-NoV-3). Biden y el partido Demócrata están buscando llegar al poder convirtiendo a Trump en personalmente culpable de más de 200.000 estadounidenses muertos de la pandemia. En sus comentarios públicos, Biden ha repetido tasas de muerte tremendamente exageradas, al afirmar públicamente que millones de estadounidenses (millions of Americans have) han muerto por el Covid-19. Es difícil saber si Biden estaba intencionalmente engañando a las audiencias o si estaba momentáneamente desorientado.

En el debate del martes, Biden miró hacia la cámara y le preguntó a sus televidentes: “¿Cuántos de ustedes se levantaron esta mañana y tuvieron una silla vacía (had an empty chair) en la mesa del comedor, debido a que alguien murió de Covid?” Es muy poco probable que la gente tuviera dicha silla vacía ̶ excepto si residiera en un asilo de ancianos. La Oficina de Derechos Humanos del Departamento de Justicia en la actualidad está investigando si los “gobernadores de estados que emitieron órdenes que podrían haber resultado en muertes de miles (resulted in the deaths of thousands) de residentes mayores en los asilos de ancianos. Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania y Michigan obligaron a que asilos de ancianos admitieran pacientes con el Covid-19 entre sus poblaciones vulnerables, a menudo sin las pruebas adecuadas.”

Biden ha respondido a los temores que él ayudó a avivar, al proponer, si es electo presidente, una cuarentena nacional si aumentan las tasas de infección por el Covid. En vez de aprender de los fracasos con cuarentenas previas, Biden plantea una Bomba de Neutrones en Reversa más grande ̶ algo que aniquila los restos de la economía y de la escolaridad, a la vez que supuestamente preserva las vidas (aunque no la sanidad) de la gente encerrada en sus hogares.

En la elección del 2014, Bush estrechamente derrotó a John Kerry, ayudado en parte por una serie de advertencias de falsos ataque de terroristas (a slew of bogus terrorist attack warnings) que provocaron temblores de último minuto en muchos votantes. Las próximas cinco semanas podrían traer muchas falsas alarmas similares de pandemia, tal vez impulsadas por datos de pruebas ficticios, lo que es hasta más vergonzoso que la ridícula alerta del FBI en el 2004 acerca de “enfriadores de cervezas llenos de trampas explosivas,” alerta para lograr (terrorist alert to get) que saliera el voto montañés a favor de George W.

Periódicamente, los demócratas se han presentado como el partido de las libertades civiles, pero ellos no pueden permitirse ese pretexto al jugar la Carta del Pánico por la Pandemia. Tal como recientemente el juez federal William Stickman IV falló que, “Cierres amplios que cubren a toda una población son una reversión dramática del concepto de libertad (inversion of the concept of liberty) en una sociedad libre, tanto como para que casi sea presuntamente inconstitucional.” El Fiscal General William Barr fue aún más impactante, advirtiendo que, imponer “una cuarentena nacional, órdenes de quedarse en la casa, son como un arresto domiciliario. Es -sabe usted, aparte de la esclavitud (other than slavery…) esta es la mayor intrusión en las libertades civiles de la historia de Estados Unidos.”

La elección del 2020 puede decidirse por el grado en que los estadounidenses pueden permanecer altamente aterrados por las alarmas de medios y políticos por el Covid-19. El filósofo británico John Stuart Mill advirtió en 1942 que, las “personas con carácter tímido están más predispuestas (character are the more predisposed) a creer cualquier afirmación, entre más se calcula que eso les alarma.” Es casi irrelevante si el 10 o 20 o 30 por ciento de la ciudadanía puede ver a través de las difusiones alarmistas de políticos. En una democracia, en tanto haya suficiente gente por atemorizar, toda la gente puede ser subyugada.

Biden está efectivamente promoviendo rescatar gente que “quiere estar segura.” Pero, no existe nada, ya sea en su historial o en registros de agencias federales o gobernadores, que indique que la gente estaría mejor encerrada hasta que sea seguro salir. En el largo plazo, la gente tiene más que temer de los políticos, que de los virus.

James Bovard es autor de diez libros, incluyendo Public Policy Hooligan, Attention Deficit Democracy, The Bush Betrayal, y Lost Rights: The Destruction of American Liberty. Ha escrito para el New York Times, Wall Street Journal, Playboy, Washington Post, New Republic, Reader’s Digest, y muchas otras publicaciones. Es miembro de la Junta de Colaboradores de USA Today, un contribuyente frecuente a The Hill, y editor contribuyente de American Conservative.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.