Un llamado oportuno al diálogo y a la tolerancia, a la vez que se destaca la tentación de la tiranía.

FAHRENHEIT 451 PREDIJO QUE LA GENTE DEMANDARÍA TIRANÍA

Por Barry Brownstein

American Institute for Economic Research
29 de setiembre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/fahrenh...emand-tyranny/

Aún si ha pasado un rato desde que usted leyó Fahrenheit 451, usted puede recordar el clásico de Ray Bradbury por su descripción de un futuro distópico en que un gobierno autoritario quema libros.

Lea de nuevo Fahrenheit 451 para descubrir por qué la gente quería que el gobierno tiránico quemara libros. Bradbury escribió Fahrenheit 451 en 1953, y no obstante los paralelos con el clima social de hoy hacia la censura son evocadores.

El protagonista de Bradbury es Guy Montag, quien, como todos los bomberos en el futuro de Bradbury, quema libros.

En la distopía de Bradbury, los bomberos se convirtieron en los “custodios de nuestra paz mental, el foco de nuestro entendible y legítimo miedo a ser inferior; censores oficiales, jueces y ejecutores.”

Hoy la corriente principal y los medios sociales son “custodios de nuestra paz mental” cuando filtran nuestra “teoría y pensamiento conflictivo.” El capitán Beatty es el jefe de Montag. Beatty explicó, “Si usted no quiere que un hombre sea políticamente infeliz, no le brinde ambos lados de un asunto para preocuparlo; dele uno sólo.”

Si usted no quiera que la gente debata cuestiones como la política acerca del Covid-19, Beatty tiene la forma: “Llénelos plenamente de datos incombustibles, atragántelos, tan malvadamente como se pueda, con “datos” hasta que se sientan rellenos, así como absolutamente “brillantes” por tener información. Entonces, ellos pensarán que están pensando, obtendrán un sentido de movimiento sin moverse.”

Hoy, millones escuchan diariamente los reportes de medición de casos del Covid-19. Como predijo Bradbury, quienes lo escuchan pueden repetir los números, pero no tienen el contexto para derivar un sentido de los números. Muchos tienen poca idea acerca de que importantes científicos y médicos han propuesto alternativas (advocated alternatives) a las cuarentenas, que podían salvar vidas y abatir los impactos catastróficos sobre las economías. Como si estuvieran en un mundo de Bradbury, muchos están trabajando incansablemente por menospreciar (to disparage) y censurar puntos de vista alternativos (censor alternative views).

Después de que Montag se cuestiona su papel como quemador de libros, él recita Dover Beach de Matthew Arnold a sus vecinos. Sus vecinos estaban impactados ante los sentimientos que provocaba el poema. Uno grita, “Palabras tontas, palabras tontas, palabras absurdamente tontas que causan daño… ¿Por qué gente querría dañar a gente? No hay suficiente daño en el mundo, como para que ¡usted tenga que molestar a la gente con cosas como esa!”

Increíblemente, Bradbury anticipó el clima social actual en donde la gente alega que la censura se justifica pues alguien lastimó sus sentimientos.

Beatty explica una norma social dominante para justificar la censura: No ofenda a las minorías. Bradbury es claro, “minorías” significa prácticamente todo mundo:

“No hay que meterse con aficionados a perros, a gatos, médicos, abogados, comerciantes, cocineros, mormones, bautistas, unitarios, chinos de segunda generación, suecos, italianos, alemanes, tejanos, habitantes de Brooklyn, irlandeses, gente de Oregón o México.”

Pretender que usted puede “permanecer feliz todo el tiempo” era otra norma social que guiaba la demanda popular de censura en Fahrenheit 451. Lo explica Beatty,

“[La censura] no era una imposición del Gobierno. No hubo ningún dictado, ni declaración, ni censura, no. La tecnología, la explotación de las masas y la presión de las minorías produjo el fenómeno, a Dios gracias. En la actualidad, gracias a todo ello, uno puede ser feliz continuamente, se le permite leer historietas ilustradas o periódicos profesionales.”

En la distopía de Bradbury, considerar teorías conflictivas da lugar a la infelicidad, así que Beatty alaba la misión del bombero y justifica la censura:

“Lo que importa que recuerdes, Montag, es que tú, yo y los demás somos los Guardianes de la Felicidad. Nos enfrentamos con la pequeña marea de quienes desean que todos se sientan desdichados con teorías y pensamientos contradictorios. Tenemos nuestros dedos en el dique. Hay que aguantar firme. No permitir que el torrente de melancolía y la funesta Filosofía ahoguen nuestro mundo. Dependemos de ti. No creo que te des cuenta de lo importante que eres para nuestro mundo feliz, tal como está ahora organizado.”

En el futuro de Bradbury, cuando las ideas entraban en conflicto, los intelectuales quedaban bajo escrutinio. La palabra “intelectual” llegó a ser “mala palabra.” El público temía a “lo no familiar” y despreciaba un mundo en donde el mérito importaba. De nuevo, Bradbury hace que Beatty le explique la forma de pensar tras ese pensamiento:

“Hemos de ser todos iguales. No todos nacimos libres e iguales, como dice la Constitución, sino todos hechos iguales. Cada hombre, la imagen de cualquier otro. Entonces todos son felices, porque no pueden establecerse diferencias ni comparaciones desfavorables. ¡Así que! Un libro es un arma cargada en la casa de al lado. Quémalo. Quita el proyectil del arma, domina la mente del hombre. ¿Quién sabe cuál podría ser el objetivo del hombre que leyese mucho?”

En la distopía de Bradbury, pensar no era bienvenido. Incluso los porches del frente de la casa fueron eliminados. Uno de los vecinos jóvenes de Montag le explicó por qué:

“…la gente, a veces, se sentaba por las noches en ellos, charlando cuando así lo deseaba, meciéndose y guardando silencio cuando no quería hablar. Otras veces permanecían allí sentados, meditando sobre las cosas… El verdadero motivo, el motivo oculto, pudiera ser que no querían que la gente se sentara de esta manera, sin hacer nada, meciéndose y hablando. Éste era el aspecto malo de la vida social. La gente hablaba demasiado. Y tenía tiempo para pensar.”

Hoy el distanciamiento social es abrazado como una forma de mantenernos seguros ante el Covid-19. También, el distanciamiento nos mantiene libres de “teorías y pensamientos conflictivos.” Las sillas han sido removidas de lugares de reunión social. Los pasillos están quietos. Nadie se sienta alrededor del botellón de agua. La gente tiene menos sitios para hablar entre sí. El paralelo con los porches del frente asusta.

Tal vez usted está sintiendo un cambio en las normas sociales que socava los derechos parentales y la santidad de la familia. Bradbury previó una presión para una pre escolaridad financiada por el gobierno (a push for government-funded pre-school). Lo explica el Capitán Beatty, “El medio ambiente hogareño puede deshacer mucho de lo que se inculca en el colegio. Por eso hemos ido bajando, año tras año la edad de ingresar en el parvulario, hasta que, ahora, casi arrancamos a los pequeños de la cuna.”

Asimismo, Bradbury anticipó la actual justificación del saqueo (justification of looting). Algunos afirman que los manifestantes simplemente están dañando propiedades, no gente. Antes que Montag empezara a ver la parte malévola de aquello del cual él formaba parte, alivió su consciencia con esta línea similar de pensamiento: “No se dañaba a nadie, únicamente a objetos. Y puesto que los objetos no podían sufrir, puesto que los objetos no sentían nada ni chillaban o gemían.”

Advirtiéndole a sus lectores acerca de políticas determinadas por la mayoría, escribe Bradbury, “Los enemigos más peligrosos de la verdad y la libertad, al sólido e inconmovible ganado de la mayoría. ¡Oh, Dios! ¡La terrible tiranía de la mayoría!” Hoy, los políticos alegan tener el derecho de destruir la libertad cuando ellos logran el voto mayoritario (they get a majority vote) del pueblo. Este razonamiento peligroso es antitético a los principios que fundaron esta nación.

Podemos aprender una lección del profesor Faber, carácter de Bradbury, quien reconoció las consecuencias de su autocensura: “Soy uno de los inocentes que hubiese podido levantar la voz cuando nadie estaba dispuesto a escuchar a los ‘culpables’, pero no hablé y, de este modo, me convertí, a mi vez, en un culpable.”

Qué irónico que hoy, alegando que ellos “han despertado,” los progresivos clamen a favor de la tiranía y la censura. En el mundo de Bradbury, el que “despertó” vio a través de las mentiras de la tiranía y la censura. Bradbury nos exhortaría a que evitemos el oportunismo y que hablemos para impedir lo peor.

En su novela, Bradbury no profundizó en la psicología de no decir nada. Mi ensayo reciente (recent essay) provocó una respuesta fuerte. Muchos simpatizaban con mi posición de que las empresas respondían a las demandas de los consumidores. Pero, otros creen que la política de las empresas está siendo definida por una pequeña, pero asustada y muy vocal, minoría, que se queja fuertemente ante los administradores por clientes que no están usando una mascarilla.

Ir contra la horda vociferante requiere coraje. En su libro The Heart Aroused [El corazón Excitado: Poesía y la Preservación del alma en el mundo empresarial*, el poeta David Whyte, quien trabaja con empresas en asuntos de cambio organizacional, comparte una historia universal:

“Un hombre que conozco se encuentra a sí mismo, en un cuarto de reuniones, al borde de hablar; él está llegando a su momento de ajuste de cuentas, está buscando apoyo entre sus compañeros ejecutivos en la mesa… el presidente ejecutivo está paseando de arriba a abajo sobre la alfombra gris pizarra. Él ha pedido, en términos nada inciertos, la opinión de ellos acerca del plan que él quiere poner en práctica. ‘Me gustaría saber que piensan ustedes de esto’ demanda él, ‘en una escala de uno a diez.’”

Whyte explica que el presidente ejecutivo fue claro en que él quería escuchar “diez.” El amigo de Whyte piensa que el plan es terrible y los rumores indican que otros ejecutivos sienten de igual manera. Mientras que el presidente ejecutivo camina alrededor del salón, el amigo de Whyte escucha a sus colegas, uno tras otro, decir “diez.” Cuando le llega su turno, “contra todo lo que él cree, (el amigo de Whyte) escucha una voz como de ratón, allá lejos, la suya propia, diciendo ‘diez.’”

De acuerdo con la teoría de la espiral del silencio (spiral of silence) de Elisabeth Noelle-Newmann, “nuestra disposición para expresar una opinión es un resultado directo de qué tan popular o impopular la percibimos.” Cuando creemos que nuestra creencia es popular, nos aseguramos en señalar que somos parte del rebaño. Como el amigo de Whyte, evitamos expresar nuestro punto de vista cuando sentimos que será impopular.

Si usted piensa que el público es empoderado por los medios sociales para expresar puntos de vista impopulares, estaría equivocado. Como en Fahrenheit 451, los censores se hacen sentir primero, incluso antes que Facebook y Twitter agreguen su propia censura.

En el 2014, el Centro de Investigación Pew encuestó (Pew Research Center surveyed) al público acerca de sus puntos de vista sobre las revelaciones del 2013 de Edward Snowden. La encuesta reveló que la “gente estaba menos dispuesta a discutir la historia de Snowden y la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos en los medios sociales, que en persona. Los medios sociales no era un medio para aquellos interesados en expresar un punto de vista impopular.

Consistente con la teoría de la “espiral del silencio” y compatible con el futuro distópico de Bradbury, sin importar cuál sea el escenario, la gente se rehúsa a compartir un punto de vista impopular. Una encuesta del Instituto Cato del 2020 (A 2020 Cato survey) encontró que un 62% “de los estadounidenses dice que el clima político de estos días le impide decir cosas en las que creen, pues otros pueden encontrarlas ofensivas.”

Hoy en día, ¿cuántos no les dicen nada a sus vecinos y colegas acerca de las políticas del Covid-19, por temor a ser acusados de no valorar las vidas humanas? En Fahrenheit 451, el silencio ayudó a pavimentar el camino de un abrazo público a la tiranía. En el 2020, Fahrenheit 451 es mucho más allá que un cuento escalofriante y una advertencia. Para revertir la espiral del silencio debemos dar espacio a conversaciones francas considerando con meditación puntos de vista alternativos.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es contribuyente sénior en Intellectual Takeout y autor de The Inner-Work of Leadership.

Traducido por Jorge Corrales Quesada