POR QUÉ EN UNA PANDEMIA LOS PRINCIPIOS TODAVÍA IMPORTAN

Por Ethan Yang

American Institute for Economic Research
19 de setiembre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/why-pri...in-a-pandemic/

Oh, cómo han caído los fuertes.

En el curso de seis meses, los Estados Unidos, así como el mundo entero, han tenido éxito en arrodillarse económica, social y políticamente.

Puede parecer que fue hace mucho cuando entramos al año 2020, no sólo como un país, sino como una civilización global: los más ricos, libres y saludables que hemos sido colectivamente en la historia (history). A pesar de lo anterior, les dimos la espalda a las ideas e instituciones que nos han servido tan bien.

Hemos olvidado el valor de la libertad cuando gobiernos de todo el mundo imponen órdenes de cuarentena sin pensarlo un instante. Se acabaron las nociones de un gobierno limitado ( limited government), cuando funcionarios electos y no electos ejercitan arbitrariamente un poder que nunca les fuera concedido.

Hemos olvidado la necesidad (necessity) de empresarios, cuando los negocios son calificados de esenciales y no esenciales, mientras que los manifestantes transportan una guillotina (guillotine ) hasta la casa de presidente ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos.

Le dimos la espalda a la idea de dignidad del individuo. Funcionarios de gobierno, intelectuales e incluso ciudadanos de a pie, perpetúan una retórica vergonzosa acerca de la necesidad de mayor disrupción de la vida normal, con poca consideración ante las consecuencias (consequences) que esas políticas nos han provocado.

La gran tragedia es que estas ideas, no nuestros instrumentos científicos, nuestra riqueza o cualquier otro recurso material, son las que nos permitieron construir una civilización, en la que sus habitantes pueden vivir más sanos, más enriquecidos y más confortablemente que cualquier otro humano lo haya remotamente experimentado. Como podemos responder rápidamente a problemas como el Covid-19 con soluciones precisas, no con políticas incompetentes y desastrosas. Hemos vista a primera mano y de manera rápida el daño que para la sociedad viene con el abuso de nuestros principios y qué tan fútiles son nuestros recursos vastos sin ellos.

EL PODER DE LAS IDEAS Y LOS VALORES

Somos afortunados al vivir en una época conocida como el Gran Enriquecimiento (Great Enrichment, ) período en la historia humana logrado por la popularidad creciente de ideas que empezaron en algún momento alrededor de los siglos XVI y XVII, pero que llegaron a su puesta en práctica en el siglo XIX. The Claremont Review of Books lo señala (notes ):

“Durante la mayor parte de la historia, los humanos han sobrevivido con aproximadamente $3 al día ̶ suficiente para una vida de subsistencia. En épocas buenas esa cantidad se podía duplicar o triplicar, pero una mala cosecha o un desastre natural podía hundir de nuevo a una comunidad en la pobreza abyecta. Hace unos 200 años las cosas empezaron a cambiar rápidamente; hoy el estadounidense promedio vive con alrededor de $130 al día. Europa, Canadá, Australia y partes de Suramérica y de Asia han experimentado aumentos similares. ¿Qué explica este desarrollo verdaderamente asombroso? Después de todo, sociedades previas también se involucraban en prácticas amistosas como establecer mercados, proseguir el comercio internacional y asegurar los derechos de propiedad. No obstante, este extraordinario crecimiento -este Gran Enriquecimiento- solo ocurrió después de 1800.”

Ello no fue una coincidencia, sino consecuencia de un conjunto de ideas centradas alrededor de la libertad (freedom). Deirdre McCloskey escribe extensamente acerca del surgimiento de tales ideas, cuando hace ver (notes) que,

“Lo que se cuestionó en el mundo desde 1517 hasta 1848 y más allá, lentamente, debido a los radicales religiosos del siglo XVI y, luego, por los radicales políticos de los siglos XVII y XVIII y después por los abolicionistas y radicales negros y feministas y gais e intocables de los siglos XIX y XX, fue la falta de libertad y dignidad; una política, la otra social.”

Al restringir al gobierno y gradualmente limpiar barreras sociales, más y más personas fueron capaces de contribuir a la sociedad en formas voluntarias, así como mutuamente beneficiosas. Resultó que más gente libre significaba más ideas, más competencia, más invenciones, más empresas, más trabajadores, más de todo. Eso hace que valga la pena luchar por una sociedad libre y que vale la pena defender.

Cuando quienes gobiernan se refrenan y se colocan en la misma posición de aquellos que ellos gobiernan, la sociedad es capaz de tremendos logros. Esto se debe a que está libre de la mano arbitraria que escoge ganadores y perdedores. Las soluciones emanan del mercado de ideas y se deciden por su efectividad de persuasión, así como por la razón. Títulos y currículos grandiosos no otorgan una autoridad especial. La asignación de la riqueza, el mérito y los recursos se deciden, no por una autoridad central, sino por innumerables interacciones voluntarias que suceden en un mercado que respeta la propiedad privada y el intercambio mutuo.

McCloskey escribe (writes):

“Gracias a los Niveladores Ingleses [English Levellers: un movimiento político radical inglés] y después Locke en el siglo XVII, y Voltaire y Smith y Franklin y Paine y Wollstonecraft, entre otros pensadores de avanzada en el siglo XVIII ̶ la gente común y corriente, los comuneros, tanto trabajadores como jefes, empezaron a liberarse de la anticuada noción de jerarquía, la naturalización del gobierno de los caballeros nobles sobre la plebe.”

Durante mucha de la historia humana, el hombre común y corriente sobrevivía de simples sobras, por siglos viendo poco progreso en los estándares de vida. La sociedad estaba dividida en línea rígidas de nobleza y campesinado, los gobernantes y los gobernados. Lo que cambió todo esto, para mejorar, fue la proliferación de ideas y valores relacionados con la valía de los individuos. Este logro no fue súbito, ni el peso del trabajo se atributó necesariamente a un grupo de gente. Es la lucha de la humanidad desde la creación.

Tom Palmer brindó una conferencia integral en la que hizo ver que los murmullos de la libertad y justicia, pueden verse echando raíces en literatura tan lejana como El Poema o Epopeya de Gilgamesh (Epic of Gilgamesh) en la antigua Mesopotamia.

McCloskey nos recuerda (reminds) que,

“La revalorización se derivó, no de alguna antigua superioridad de los europeos, sino de accidentes de igualdad en sus políticas entre la Reforma de Lutero en 1517 y la Constitución de los Estados Unidos y la Revolución Frances en 1789. El Nivelador Richard Rumbold, frente a su ejecución en 1685, declaró, ‘Estoy seguro que no ha nacido hombre alguno marcado por Dios por encima de otro; pues nadie llega al mundo con una montura sobre sus espaldas, y tampoco nadie nace con botas y espuelas para montarlo.’”

El enriquecimiento, instituciones y logros de la sociedad significan nada sin buenos principios. Voltear nuestras espaldas a las ideas de libertad, empresariedad, dignidad individual y gobierno limitado, ha condenado y condenará a la ruina incluso a la sociedad más poderosa. Abrazar estas ideas ha hecho que naciones rurales, como Corea del Sur y Taiwán (South Korea and Taiwan) hayan logrado ser motores económicos en el curso de una sola vida, pero, si se las deja de lado, relegarán al hambre a naciones como Corea del Norte.

EL GOBIERNO TODOPODEROSO NO ES NADA NUEVO

Aunque a muchos les gustaría pensar que las prácticas draconianas puestas en marcha en respuesta al Covid-19 son invenciones de una sociedad moderna e ilustrada, esas ideas, en realidad, son sumamente anticuadas. Cierre de empresas, tiranía de “expertos,” vigilancia invasiva, gasto público desaforado, oleada regulatoria y controles sociales aplastantes, todos, son prácticas que han plagado la existencia humana. Son el producto horrible resultante del ansia de poder y dominación. Refrenar estos impulsos abrió espacio para una sociedad que valora la individualidad, dignidad e innovación sin restricciones.

Lo hace ver ( notes ) el Claremont Review of Books:

“A principios del siglo XV, China era técnicamente mucho más avanzada que Europa; sin embargo, Europa la sobrepasó en un abrir y cerrar de ojos y, por un tiempo, se convirtió en su amo. Europa lo pudo hacer sólo después de experimentar un cambio cultural, reflejado en un cambio en la retórica y una reevaluación correspondiente de los valores. Durante casi toda la historia humana, todas las sociedades habían abrigado un prejuicio contra el comercio y el éxito comercial. En donde se toleraba, el comercio era circunscrito. Pero, algo empezó a cambiar en el siglo XVII: primero en la República Holandesa y, después, en Gran Bretaña, emergió una nueva actitud hacia el ‘mejoramiento.’ Lejos de ser despreciado, el mejoramiento llegó a ser honrado ̶ y después se convirtió en un furor.”

Como dice el refrán, la libertad es siempre un asunto pendiente. Incluso antes del Covid-19, aquellos en países empobrecidos alrededor del mundo, como Perú, India, Cuba y Senegal, estaban frenados por una burocracia gubernamental aplastante. La empresariedad, libertad y prosperidad son eclipsadas por el paternalismo, la seguridad y el colectivismo. Sociedades libres, como Estados Unidos, Reino Unido, Japón, etcétera, prosperan, pero, hasta en estos países hay mucho trabajo por hacer para lograr una sociedad verdaderamente libre.

Ahora bien, tales gigantes orgullosos de la empresa, Estados Unidos e Inglaterra, han impuesto algunas de las medidas de cuarentena más duras de todo el mundo ( the world). Las consecuencias económicas, como tasas de desempleo de dos dígitos y reducción del PIB, tomarán años en remediarse. El desarrollo social de comunidades y el daño al marco de un gobierno limitado, bien podría ser que nunca se remedien.

La historia humana es una gran epopeya del individuo contra el estado. De los marginados contra la mayoría. La invención de la imprenta y la libertad de expresión que aquella estimuló, no es sino un ejemplo del poder de las ideas, así como de las tendencias draconianas del estado.
Una historia en el Washington Post lo explica (explains):

“Gracias a la imprenta, copias de las (95) tesis y noticias de su publicación circularon ampliamente en Europa, forzando, en su momento, una fisura en la iglesia y terminando su larga supremacía religiosa. Los monarcas de Europa, temerosos de su propia prerrogativa, mantuvieron un ojo avizor sobre los impresores, requiriéndoles obtener una licencia oficial. En Inglaterra, la Cámara Estrellada, un tribunal, a menudo secreto, que no era un jurado, impuso la línea real con mano fuerte, ordenando, por ejemplo, la ejecución de William Carter en 1584 por publicar panfletos pro católicos.”

Estas ideas de controlar la narrativa, ya sea religiosa o del Covid-19, y la supremacía de los expertos, ya sea la iglesia o ciertos funcionarios de salud pública, no son novedosas. Por desgracia, también sabemos adónde conduce ese comportamiento. El progreso humano lo facilita la libertad y la inclusión, no la dominación y la exclusión. Hoy, dicho comportamiento, ya sea el silenciamiento de la disensión contraria a las opiniones preferidas que favorecen cuarentenas o alientan al estado al ejercer, más que nunca, el poder arbitrario, ha conducido a la sociedad por un camino cuesta abajo hacia la miseria, tal como lo ha hecho a través de la historia.

APORTES CLAVES

El desaparecido Dr. Donald Henderson, quien lideró la erradicación de la viruela, puede implícitamente haber endosado los ideales del Gran Enriquecimiento en el combate contra pandemia, cuando escribió (wrote) que,

“La experiencia ha mostrado que, las comunidades enfrentadas con epidemias u otros acontecimientos adversos, responden mejor y con la menor ansiedad cuando el funcionamiento social normal de la comunidad se altera menos. Son elementos críticos un liderazgo fuerte político y de salud pública que provea tranquilidad y asegure que se provean los servicios necesarios de cuido médico. Si alguno se percibe como menor al óptimo, una epidemia manejable puede moverse hacia una catástrofe.”

Aunque es posible que no fue un académico quien estudio los trabajos de aquellos como Deirdre McCloskey o algún otro economista, sus palabras afirman fuertemente estos ideales. Al hacer como él dice y asegurar que “el funcionamiento normal de la comunidad se altera menos,” afirmamos el poder de la gente libre y condenamos la mano incompetente de la intervención unilateral. La libertad y la prosperidad son lo que permite a una sociedad erradicar la enfermedad, así como proteger al vulnerable. Sus palabras acentúan los valores de la dignidad individual y la asociación voluntaria, ideas que conducen a resultados que maximizan el beneficio social tanto como el económico.

Una sociedad saludable y próspera no está garantizada por el tamaño de su riqueza, las capacidades de su tecnología o la inteligencia percibida de sus expertos. Más bien, se conserva por la promulgación de ideas. Ideas con raíces en la libre empresa, gobierno limitado, dignidad del individuo y regla de la ley. Estados Unidos, el orden político más poderoso de la historia humana, se arrodilló al desviarse de estos principios probados en medio de una pandemia, que países más libres manejaron mucho mejor.

Ethan Yang se unió al American Institute for Economic Affairs (AIER) en el 2020 como pasante en la parte editorial y es graduado del Trinity College. Recibió un BA en Ciencia Política junto con una materia secundaria en Estudios Legales y Organizaciones Formales. Sirve actualmente como Coordinador de la Región Noreste de Estudiantes por la Libertad y como director del Centro para el Estudio de la Libertad Humana en el Trinity College. Previo a unirse al AIER, fue pasante en organizaciones como el American Legislative Exchange Council, en el Senado del estado de Connecticut y en el Cause of Action Institute. Actualmente, Ethan tiene su base en Washington, D.C.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.