En nuestro país la propuesta impositiva del gobierno incluso va más allá de esta de Nueva Jersey, que es sobre transacciones financieras bursátiles y en donde ya se señalan las consecuencias nefastas de ella. Aquí la voracidad es mayor; es un impuesto a todo tipo de transacción que se haga mediante un banco. Pero, ni siquiera iguales, las consecuencias serán peores en nuestro medio.

EL ATRACO IMPOSITIVO A LAS TRANSACCIONES DE NUEVA JERSEY

Por Peter C. Earle

American Institute for Economic Research
17 de setiembre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/new-jer...tion-tax-grab/

En estos momentos, Nueva Jersey está enfrentando un déficit presupuestario (budget) de varios miles de millones. Y con ingresos tributarios que se quedan cortos ante las aspiraciones de los legisladores estatales, Trenton (capital de Nueva Jersey) se está abalanzando hacia la incorporación de una lista de nuevos impuestos en el presupuesto del 2021, incluyendo uno a las transacciones financieras en el mercado. Esta es una idea que ha estado dando vueltas desde hace su rato, saliendo a la superficie más recientemente en el 2019, entre los candidatos que estuvieron compitiendo por la nominación a candidato presidencial por el partido demócrata.

En este caso, los objetivos concretos son los centros de datos, basados en Nueva Jersey, de las bolsas de valores y otros mercados financieros: una masiva cosecha de servidores a través de los cuales viajan cada día cientos de miles de millones que valen las transacciones y los datos del mercado. La propuesta operativa es que todas las empresas que ejecuten al menos 10.000 intercambios electrónicos al año -400 al día, un umbral que atrapa hasta la más pequeña de las firmas- estarían sujetas a un impuesto de una cuarta parte de un centavo ($0.0025) por transacción. Es un número pequeño, pero uno que podría alcanzar a tanto como $10 mil millones al año.

LA HISTORIA RIMA

Tal como los políticos son tan amigos de decir, quedemos claros (let’s be clear): Los problemas presupuestarios de Nueva Jersey son resultado de dos factores, siendo ambos totalmente una falta del gobierno estatal. El primero es décadas de gasto excesivo (excessive spending); tanto que, aún cuando tiene uno de los impuestos estatales más altos (highest taxes) de los Estados Unidos, son insuficientes para financiarlo. El segundo es políticas temerarias y catastróficas (reckless, catastrophic policies), increíblemente impuestas a raíz del virus del SARS-CoV-2.

Ya sea explicado como una forma de sacar partido de un Wall Street presuntamente sin ley y fuera de control, o bien para reducir la desigualdad, o sólo como una manifestación del adagio “si se mueve, ponle un impuesto; si sigue moviéndose, regúlalo,” la posibilidad es alta de que pronto este nuevo impuesto llegará. Aunque tal gravamen sería ostensiblemente usado para encarar el bache fiscal de Nueva Jersey, es igual de posible que el impuesto vaya a dar a proyectos favoritos de justicia social.

Ciertamente, es más fácil ir tras “Wall Street” que, digamos, los sindicatos del sector público. El mismo término “Wall Street” es
“[a]bsurdo… y engañoso. …Resumir la enorme panoplia de actividades llevadas a cabo por muchos millones de individuos -empleados por decenas de miles de corredores de bolsa, fondos de inversión, bancos de inversión, fondos mutuos, capital de riesgo y empresas de capital privado, grupos de consultores en administración, y otras empresas que varían en tamaño, desde las de propiedad personal a firmas globalmente activas- es una hazaña tan simple de demagogia política como cualquier otra. Sólo los políticos, quienes oportunistamente revolotean entre el detalle meticuloso y la aburrida monocromía cuando eso les sirve, encontrarían una razón para usar ese término.”

Esa es la fruta que cuelga baja en los árboles; las políticas impulsadas por la envidia siempre encuentran apoyo.

COROLARIOS

Innecesario decirlo, pero un impuesto sobre las transacciones del mercado financiero será rápidamente traspasado a clientes y consumidores, al igual que sus aumentos periódicos. Y eso impactará particularmente los costos de administrar los casi $30 millones de millones en fondos de pensiones, cuya administración se transa principalmente por medio de las bolsas de valores en Nueva York, y, ciertamente, serán afectados por el impuesto propuesto en Nueva Jersey.

Otro efecto colateral de un asalto a la transacción es que la actividad conocida como intercambio en bloque (block) puede tener un resurgimiento. Durante las últimas décadas, el número de centros mercados -lugares en que se ejecutan los intercambios, incluyendo bolsas, redes que se entrecruzan, etcétera- ha aumentado. Un producto resultante de ese proceso, llamado fragmentación, es que el tamaño promedio de la ejecución ha disminuido marcadamente (decreased markedly). Así, mientras que hace varias décadas atrás, el tamaño promedio de la transacción era de varios miles de acciones, ahora su número está en lo cientos de acciones. En un esfuerzo por mantener en un mínimo el número de transacciones (y, así, el impacto del impuesto a la transacción), algunas firmas y fondos pueden optar por comerciar órdenes sólo de tamaño grande. Eso parecería ser bueno para los empresas que comercian en bloque, pero, agregaría costos de transacción adicionales para otros participantes en el mercado: una disminución de la liquidez (liquidity), oportunidades reducidas para el descubrimiento de precios (price discovery), y un mayor impacto en el mercado (market impact).

¿POR QUÉ DETENERSE ALLÍ?

En el tanto en que la teoría detrás de este impuesto sea que el comercio de valores es inherentemente improductivo, o que ese financiamiento conduce a una concentración indefendible de la riqueza, hay muchas otras fuentes de lucro en las cuales enfocarse: Hollywood y los deportes profesionales vienen de inmediato a la mente. Un impuesto a las transacciones de acciones, materias primas, y derivados, podría ser acompañado por un impuesto por cada palabra/por cada página en televisión, obras de teatro, guiones de películas o, tal vez, un impuesto por cada minuto que dure una película.

Los deportes profesionales también podrían ser enganchados, con un impuesto sobre las entradas a las actividades o -porque son altamente pagados (¡tal vez peligrosamente!)- a los propios atletas. Los equipos de beisbol o jugadores individuales podrían ser gravados con base en el total de bateos en cada juego. Los jugadores de futbol podrían ser gravados por cada tiro al marco, o cada gol, etcétera ̶ en todos los deportes.

Y sí: estas son sugerencias jocosas, pero no son menos ridículas que gravar a las empresas financieras en cada transacción que ellas ejecutan.

¿NO LO CREE?

De ninguna manera, alguien debería tomar en serio la afirmación del gobernador de Nueva Jersey Phil Murphy, acerca de que el impuesto propuesto a las transacciones “no es una cosa por siempre.” La economía política no es más que una historia de los impuestos, que habiendo sido prometidos como temporales, se expandieron y perduraron hasta la perpetuidad (perpetuity).

La Ley (Act) Tributaria de 1932 -como el impuesto propuesto a las transacciones financieras- se diseñó para compensar ingresos tributarios federales que declinaban fuertemente. También, contenía impuestos aparentemente insignificantes que fueron proclamados como temporales: por ejemplo, el Impuesto Federal Específico sobre la Gasolina. Originalmente se promulgó en un minúsculo centavo por cada galón de gasolina, que tendría vigencia a partir de la aprobación de la ley hasta el 10 de mayo de 1934, menos de dos años después. Pero, una provisión de la ley permitía que los estados continuaran el impuesto y en muchos estados (incluyendo el caso particular de Nueva Jersey) actualmente sigue vigente: siendo ahora de 18.4 centavos de dólar por galón para el gobierno federal, a lo que se le agrega un variable impuesto estatal: $0.41/galón en Nueva Jersey, para un total de $0.59/galón, y de $0.60 por galón, adicionado al impuesto federal a la gasolina de casi $0.80/galón en California.

Además, en la Ley de 1932 están el Impuesto Federal a las Armas de Fuego, el Impuesto Federal a los Productos Deportivos y el Impuesto Federal a las Llantas, todos los cuales se especificó que desaparecerían en 1936, pero que hoy se encuentran vigentes. Incluso el Impuesto Federal Específico sobre los Teléfonos, que se redujo en grados pequeños en 1990 así como en el 2007, permanece vigente en ciertas formas.

Tras la llamada Gran Recesión, se impusieron unos 25 impuestos temporales (temporary) en el nivel estatal; hoy, tres aún están activos; tres fueron reemplazados por otros impuestos nuevos y diez más se convirtieron en impuestos permanentes. El resto se acabó tal como se habían planeado, pero podrían restablecerse en cualquier momento. Si uno apuesta a que el impuesto a las transacciones financieras, presuntamente temporal, se hará tan permanente como el impuesto al ingreso (permanent as the income tax) -otro tributo gubernamental que se aseguró no sería por siempre - está tan cerca de ser ganadora (a lock) como lo es hoy.

EXTORSIONISTAS Y MAFIOSOS ELECTOS

Todo el ejercicio está impregnado de la indecisión entre los comportamientos pasivos-agresivos e intimidantes característicos de los políticos. En tanto que el gobernador Murphy intentó enmarcar la amenaza de que las empresas dejarían el estado (leave the state) como algo inapropiado, al darse el mismo día en que el memorándum se filtró (“No estoy seguro de que yo habría puesto eso a las 9 de la mañana en punto del 9 de setiembre [Nota del traductor: fecha del atentado a las Torres Gemelas]”), el congresista John McKeon fue más al grano, al amenazar a las firmas del mercado financiero: “Pueden salir corriendo, pero no esconderse.” (A la luz de sus principales contribuyentes (contributors) a la campaña política, la pose tiene pleno sentido.)

El sábado 26 de setiembre, las empresas y los mercados financieros focalizados harán pruebas (tests) para asegurarse la continuidad de sus negocios en caso de que el impuesto propuesto se apruebe: se reubicarán, muy posiblemente de la noche al día, en otro estado. Entre tanto, el gobernador Murphy ha expresado su esperanza de que aquellos negocios estarán “preparados para donar un poquito de sangre [y] para ayudarnos a sobrepasar” las consecuencias de las elecciones de políticas tomadas en Trenton, “para el próximo par de años.”

No hay razón para el optimismo. El “poquito de sangre” que le fue extraído a los consumidores en forma del Impuesto Federal Específico a la Gasolina en 1932 -y que se suponía expiraría dos años después- durante un curso ininterrumpido de casi noventa años, se ha expandido y ha extraído más de un $ un millón de millones de los bolsillos de los consumidores.

Los puntos de vista de figuras políticas en relación con la naturaleza de los mercados financieros -de que, esencia, ellos son un casino sin sentido, que deben ser ordeñados cuando y en el tanto en que sea necesario, o como una máquina de cálculo económico que da precios para los agregados de bienes de capital- son prueba sólida acerca del grado y profundidad de su entendimiento general de economía. No sorprende que funcionarios públicos en el estado de Nueva Jersey -un estado con finanzas horrendas debido a décadas de gasto a mano suelta y ahora con políticas draconianas en cuanto al COVID- también fracasen en esto.

Peter C. Earle es economista y escritor, quien se unió al American Institute for Economic Research (AIER) en el 2018 y previamente pasó más de 20 años como corredor y analista en mercados en Wall Street. Su investigación se centra en mercados financieros, temas monetarios e historia económica. Su nombre ha sido citado en el Wall Street Jornal, Reuters, NPR y en muy diversas publicaciones. Pete tiene una maestría en economía aplicada de la American University, una maestría (en finanzas) y una licenciatura en ingeniería de la Academia Militar de los Estados Unidos en West Point.